La Iglesia celebra el día del nacimiento de la Virgen María cada 8 de setiembre. El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones apócrifas que nos lo tratan de explicar. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otras, como la griega y armenia, señalan Nazareth como ciudad donde nació María.
Historia y orígenes de la fiesta
La celebración de la fiesta de la Natividad de María es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto.
En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión y letanías que impulsó el papa Sergio I, y que finalizaba en la Basílica de Santa María la Mayor con la celebración de la Misa.
No se trata, como en las fiestas de la Asunción y de la Inmaculada, de un dogma, sino de una conmemoración.
La casa natal de María
Los orígenes de esta fiesta están en Oriente y probablemente en Jerusalén. En el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe (Basílica de Santa Ana) se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.
Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el Protoevangelio de Santiago del siglo II, se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.
Primeros testimonios
El primer testimonio de la fiesta es un himno de Román el Melodo (año 560). Y para san Andrés de Creta (740) esta fiesta es ya una antigua tradición.
En Occidente se introdujo en el siglo VII. El Liber Pontificalis hace referencia a la procesión ordenada por Sergio I y. además, tenemos el testimonio de los sacramentarios romanos a partir del Gelasiano antiguo.
La fiesta se propagó muy lenta y desigualmente en Occidente: en Milán en tiempo de Beroldo (1124) era desconocida aunque ya aparezca en los Martirologios. Pero en el Concilio de Reims (630) se prescribe como día festivo.
A partir del siglo XI-XII se halla generalmente establecida. La Octava fue debida a un voto de los cardenales en el difícil cónclave de 1241 y el papa Gregorio XI añadió la Vigilia en 1378.
Es la fiesta patronal de muchos santuarios y pueblos. En los nuevos libros litúrgicos promulgados por el papa Pablo VI, la fiesta fue revalorizada y se le añadieron dos himnos: uno de autor anónimo del siglo X y otro de san Pedro Damián.
La fiesta contiene la alegría de un anuncio premesiánico. Esta celebración, como enseña san Andrés de Creta es “el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad.”
San Juan Damasceno escribió de ella: “El día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría” (homilía que pronunció un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana).
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