viernes, 30 de septiembre de 2016

Lucas 10,13-16: Lamentación de Jesús por Galilea

Lucas 10,13-16
Viernes de la 26 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo dijo Jesús: "¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. T tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado"

jueves, 29 de septiembre de 2016

29 de septiembre: Fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

29 de septiembre: SANTOS ARCÁNGELES MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL (fiesta)

Daniel 7,9-10.13-14
Salmo 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8: 
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor
Juan 1,47-51

Daniel 7,9-10.13-14

Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo 137,1-2a.2b-3.4-5.7c-8: 
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor



En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño." Natanael le contesta: "¿De qué me conoces?" Jesús le responde: "Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi." Natanael respondió: "Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel." Jesús le contestó: "¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores." Y añadió: "Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre."

martes, 27 de septiembre de 2016

27 de septiembre: SAN VICENTE DE PAÚL, por el P. Celestino Hueso, SF.


Era campesino de nacimiento pero se avergonzaba de serlo. Toda su ilusión en la vida era escapar de esa condición. Loco por conseguirlo se hizo cura con la idea de llegar a ser obispo un día y dejar bien lejos su condición de aldeano. No lo consiguió, entre otras cosas porque, como no tenía vocación, la vida del sacerdocio le importaba un pito.

Lo que sí consiguió en su afán por ascender rápidamente es que le echaran el guante los turcos y lo vendieran como esclavo a un pescador, un médico y un cristiano de esos que “ni chicha ni limoná” del que logra escaparse para llegar a Roma.

Conoce la obra de San Felipe Neri y San Carlos Borromeo y Cristo le da el toque definitivo en el corazón y el iluso con ínfulas de grandeza se convierte en un formidable curita con ganas de servir a Jesús y a la humanidad.

Funda la Congregación de la Misión (los Paúles) y cuando se da cuenta de la miseria en que viven los campesinos dedica todos sus esfuerzos a ayudarles y, junto a Santa Luisa de Marillac, funda también las Hijas de la Caridad.

Entregado al servicio de los más pobres es llamado al cielo y recibe el título que se ha ganado a pulso con su generosidad. Desde ahora será para siempre San Vicente de Paul.

MARTES DE LA 26 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II (Lecturas)

Job 3,1-3.11-17.20-23
Salmo 87: Llegue hasta ti mi súplica, Señor
Lucas 9,51-56

Job 3,1-3.11-17.20-23

Job abrió la boca y maldijo su día diciendo: «¡Muera el día en que nací, la noche que dijo: "Se ha concebido un varón"! ¿Por qué al salir del vientre no morí o perecí al salir de las entrañas? ¿Por qué me recibió un regazo y unos pechos me dieron de mamar? Ahora dormiría tranquilo, descansaría en paz, lo mismo que los reyes de la tierra que se alzan mausoleos, o como los nobles que amontonan oro y plata en sus palacios. Ahora sería un aborto enterrado, una criatura que no llegó a ver la luz. Allí acaba el tumulto de los malvados, allí reposan los que están rendidos. ¿Por qué dio luz a un desgraciado y vida al que la pasa en amargura, al que ansía la muerte que no llega y escarba buscándola más que un tesoro, al que se alegraría ante la tumba y gozaría al recibir sepultura, al hombre que no encuentra camino porque Dios le cerró la salida?»

Salmo 87
R. Llegue hasta ti mi súplica, Señor

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor.
R. Llegue hasta ti mi súplica, Señor

Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.
R. Llegue hasta ti mi súplica, Señor

Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.
R. Llegue hasta ti mi súplica, Señor

Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo;
tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
R. Llegue hasta ti mi súplica, Señor

Lucas 9,51-56

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?» Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

lunes, 26 de septiembre de 2016

26 de Septiembre: San Cosme y San Damián



SOBRE EL MISMO TEMA:
Biografía, culto e iconografía  

26 de septiembre: SANTOS COSME Y DAMIÁN, Mártires

1. Fuentes cristianas
     1.1. Tradición oral
     1.2. Martirio
2. Expansión de su culto y popularidad
     2.1. Imperio bizantino
     2.2. Europa
3. Precedentes: Cástor y Pólux, Esculapio
4. Espada de san Cosme y san Damián
5. Patronos de médicos y farmacéuticos
6. Iconografía: atributos y formas de representación




1. Fuentes cristianas:

San Cosme y san Damián fueron dos santos que gozaron de gran popularidad en Oriente y Occidente. Veamos lo que dice el Martirologio Romano:

"En Egea, ciudad del Asia Menor, los dos santos hermanos Cosme y Damián, que en la persecución de Diocleciano sufrieron diversos tormentos, pues como hubiesen sido cargados de cadenas, arrojados a la cárcel, pasados por el agua y por el fuego, crucificados y por fin asaeteados, sin experimentar daño alguno gracias al auxilio divino, acabaron siendo decapitados hacia el año 300".

Las lecciones del oficio dicen además que "eran médicos muy distinguidos. Sus conocimientos en medicina curaban con la virtud de Cristo, aun aquellas enfermedades que se consideraban incurables".

San Gregorio de Tours, en su libro De gloria martyrium, escribe:

"Los dos hermanos gemelos Cosme y Damián, médicos de profesión, después que se hicieron cristianos, espantaban las enfermedades por el solo mérito de sus virtudes y la intervención de sus oraciones... Coronados tras diversos martirios, se juntaron en el cielo y hacen a favor de sus compatriotas numerosos milagros. Porque, si algún enfermo acude lleno de fe a orar sobre su tumba, al momento obtiene curación. Muchos refieren también que estos Santos se aparecen en sueños a los enfermos indicándoles lo que deben hacer, y luego que lo ejecutan, se encuentran curados. Sobre esto yo he oído referir muchas cosas que sería demasiado largo de contar, estimando que con lo dicho es suficiente".

1.1. Tradición oral:

Cosme y Damián vivieron en tiempos de Diocleciano (284-305), uno de los emperadores romanos más anti-cristianos. Eran hermanos gemelos y nacieron en Arabia. Tanto ellos como sus otros tres hermanos perdieron a su padre cuando eran pequeños. Su madre los educó en la fe cristiana.

Cuenta la leyenda que aprendieron medicina en Siria y que ejercieron esta profesión en Egea (hoy Ayás), Cilicia. Aplicaron sus conocimientos médicos tanto a personas como a animales y con gran pericia curaban cualquier tipo de enfermedad. Atraían a muchas personas deseosas de curarse, fuesen éstas cristianas o no. Muchos de sus pacientes paganos se convirtieron a la fe cristiana después de su curación. A los pobres no les cobraban la consulta ni los remedios. Eran ἀνάργυροι, "anárgiros" (enemigos del dinero). Las gentes los querían muchísimo y eran considerados como benefactores de los pobres.

1.2. Martirio:

Lisias, el gobernador de Egea, debía ejecutar el edicto contra los cristianos decretado por Diocleciano. La fama y reputación de Cosme y Damián no pasaron desapercibidas para el gobernador quien les hizo llamar junto con sus otros tres hermanos, Antimo, Leoncio y Euprepio. Lisias les dio la opción de apostatar o morir. Para que renegaran de su fe, los hermanos fueron sometidos a torturas, físicas y morales. Pero ni los intentos de ahogar a los hermanos ni de quemarlos ni descoyuntarlos ni de crucificarlos y lapidarlos obraron efecto ya que un ángel siempre les salvaba. Sólo la decapitación pudo con ellos.

Fueron sepultados en Ciro, Siria, ciudad que llegó a ser el centro principal de su culto, donde se erigió una basílica en su honor porque, después de muertos, siguieron obrando milagros. Más tarde, su culto llegó a Roma y se propagó por toda la Iglesia. Capillas, iglesias y otros recintos religiosos dedicados a los patrones de la cirugía se encuentran en todos los países donde hay o ha habido cristianos.

2. Expansión de su culto y popularidad:

Cosme y Damián son dos de los santos sanadores más populares que existen en la hagiografía cristiana desde su martirio en el siglo III d. C. Su culto se extendió desde el imperio Bizantino, patrocinado por el emperador Justiniano y Teodosio II, hasta Inglaterra, pasando por todo el continente europeo. El culto a los santos Cosme y Damián llegó a Roma en el siglo VI, donde se les dedicó una iglesia en el Foro.

2.1. Imperio bizantino:

A principios del siglo V, se levantaron en Constantinopla dos grandes iglesias en su honor. San Sabas († 531) transformó en basílica de san Cosme y san Damián la casa de sus padres en Matalasca (Capadocia). En Jerusalén y en Mesopotamia tuvieron templos. En Edesa eran patronos de un hospital levantado en 457 y se decía que los dos santos estaban enterrados en dos iglesias diferentes de esta ciudad monacal. En Egipto, el calendario de Oxyrhyrico del 535 muestra que san Cosme posee templo propio. La devoción copta a ambos santos siempre fue muy ferviente.

En Tesalónica aparece en un mosaico con el calificativo de mártires y médicos. En Bizona (Escitia) se halla también una iglesia que les levantara el diácono Estéfano.

Tal vez el más célebre de los santuarios orientales era el de Egea, en Cilicia, donde nació la leyenda llamada "árabe", relatada en dos pasiones, y es la que recogen nuestros actuales libros litúrgicos.

2.2. Europa:

El culto a estos santos, que a lo largo del siglo V y VI se popularizó en Oriente entró también en Occidente. Tenemos testimonios de su culto en Cagliari (Cerdeña), promovido por San Fulgencio, fugitivo de los bárbaros. En Ravena hay mosaicos suyos del siglo VI y VII. El oracional visigótico de Verona los incluye en el calendario de santos que festejaba la Iglesia de España.

En Roma se les dedicó más de diez iglesias. El papa Símaco (498-514) les consagró un oratorio en el Esquilino, que posteriormente se convirtió en abadía. San Félix IV, hacía el año 527, transformó para uso eclesiástico dos célebres edificios antiguos, la basílica de Rómulo y el Templum Sacrum Urbis, con el archivo civil a ellos añejo, situados en la vía Sacra, en el Foro, dedicándoselo a san Cosme y san Damián.

El papa Gregorio II les asignó el jueves de la tercera semana de Cuaresma. Una multitud de fieles atendía para pedir la salud de alma y cuerpo. Caso insólito, el texto de la misa cuaresmal se refiere a estos santos, que son mencionados en la colecta, secreta y poscomunión, jugándose en los textos litúrgicos con la palabra “salus” en el introito y ofertorio. La lectura evangélica narra la curación de la suegra de Pedro y otras curaciones milagrosas que obró el Señor en Cafarnaúm aquel mismo día. Esta escena de compasión reflejaba la que se repetía en el santuario de los santos Cosme y Damián de Roma, entre los enfermos que se encomendaban a ellos.

La iglesia de San Cosme y San Damián es una de las más hermosas de Roma. Tiene título cardenalicio. En el ábside, un antiguo mosaico de fondo obscuro con nubes rojas nos presenta a Cristo "con unos ojos grandes, que miran a todas, partes", como dice el epitafio de Abercio, llenando con su presencia toda la sala de la asamblea. A uno y otro lado están los hermanos médicos, prontos a escuchar las súplicas de sus devotos.

Más tarde, en la zona de la Toscana, estos dos santos se convirtieron en los patrones de la
familia Médicis de Florencia, ya que antes de convertirse en banqueros eran miembros de la
corporación de los médicos y boticarios.

En Francia se hicieron muy populares en el siglo XII, especialmente después de que Juan de Beaumont, señor de Luzarches, trajera consigo las reliquias de ambos santos desde Jerusalén.

También en España se dedicaron monasterios e iglesias en León, Oviedo, Burgos o Valencia a partir del siglo IX. Se dice que San Isidoro de Sevilla, en el siglo VII, puso las estatuas de los santos Cosme y Damián en un lugar prominente en su botica.

Alemania, especialmente Bremen y Bamberg, puso en duda la autenticidad de las reliquias francesas al afirmar que ellos poseían las reliquias verdaderas. También en Colonia hubo monasterios dedicados a los santos médicos a partir del siglo IX, pero eran muy reconocidos y venerados en las abadías de Essen, Renania, Liesborn, Westfalia, Kaufbeuren y Suabia.

Su culto se extendió por los países eslavos. En Cracovia se dedicó una capilla a estos santos en la Iglesia de Nuestra Señora. Su popularidad justifica la abundancia de representaciones que han llegado hasta nosotros en el mundo medieval.

3. Precedentes: Cástor y Pólux, Esculapio

Según Louis Reáu, que cita a los mitologistas alemanes Lucios y Deubner, los santos gemelos –Cosme y Damián– fueron la réplica de Cástor y Pólux en la era cristiana, lo que explicaría su rápida popularidad al ocupar el lugar dejado por los héroes sanadores de la mitología pagana.

Aunque la identificación puede ser discutida, sí es verdad que la Iglesia se ha servido de ellos como sustitutos Cástor y Pólux. Además, a partir del siglo IV se les comenzó a venerar en templos que antes habían acogido el culto a Esculapio, otro sanadar pagano. La basílica puesta bajo su advocación en Constantinopla estaba rodeada día y noche por enfermos que practicaban el rito de incubatio, igual que en los templos de Esculapio.

Los santos Cosme y Damián ocuparon el lugar que dejaron los héroes sanadores y Esculapio, como médicos sanadores y en la forma de curar. Es posible identificar algunas iglesias dedicadas a los santos médicos dónde se practicaba el incubatio, por ejemplo en Santa María la Antigua en Roma. Las prácticas eran las mismas, sin embargo sólo las de los santos médicos eran consideradas milagrosas. Por otra parte, las imágenes de los santos Cosme y Damián eran usados como amuletos o como remedios en contra de la enfermedad, dos prácticas consideradas mágicas o supersticiosas si no hubieran llevado la imagen de los santos médicos cristianos.

4. Espada de san Cosme y san Damián

La espada de la que la tradición asegura ser la usada para decapitar a los dos hermanos, conocida como espada de San Cosme y San Damián o espada de Essen, fue un regalo al rey Otón III, en torno al año 914 d. C. Hoy se encuentra expuesta en la cámara del tesoro de la catedral de Essen, en Alemania.

A finales del siglo XV aparecen en la ciudad las primeras manifestaciones documentadas del fervor religioso que la espada despertaba, atribuido a la inscripción que rezaba en ella: “Gladius cum quo decollati fuerunt nostri patroni” (la espada con la que nuestros patronos fueron decapitados), así como a los ornamentos y figuras del gótico tardío que mostraba la banda que ciñe la vaina.

La Relación de Reliquias de Essen, del 12 de julio de 1626, registra la espada con el número 55 como “Gladius sanctorum Cosmae et Damiani”. Como reliquia, fue llevada ceremonialmente en procesiones de aquella época.

La religiosidad que despierta la reliquia en la ciudad de Essen ha sido tal que, pese a la Reforma y los cambios políticos, la espada figura en el escudo de la ciudad desde 1473, año de la primera constancia documental de su presencia.

5. Patronos de médicos y farmacéuticos

Cosme significa en griego "adornado, bien presentado", y Damián "domador". Se los considera patronos de los médicos en general, junto con Lucas el Evangelista, y de los cirujanos en particular; de los farmacéuticos, junto con Santiago el Mayor, y de los barberos, junto con Catalina de Alejandría y Martín de Porres.

6. Iconografía: atributos y formas de representación

Una de las primeras representaciones que se tiene de los Santos Cosme y Damián muestra a los hermanos con la corona de su martirio sin ningún otro atributo. Sin embargo, muchas de las representaciones medievales que hoy tenemos de los Santos Médicos tienen que ver con su función como practicantes del arte de la medicina. Como tales, los Santos Cosme y Damián pueden aparecer con los atributos típicos de esta profesión. Así pues se les puede representar con un recipiente para contener medicinas, el bocal, e instrumentos quirúrgicos. También se les representa con un frasco de vidrio, lleno de orina para analizar el color y los posos de la orina del enfermo. Así mismo podemos encontrar la espátula como uno de sus símbolos, ya que se usaba para mezclar y aplicar medicamentos.

Otros atributos son una bolsa de piel, una caja de medicamentos, peines, pinzas, punzones de hueso para hacer sangrías, una flecha y una redoma. Su vestimenta puede variar dependiendo de si se les representa como personajes de la época romana –con túnica y manto–, o como hombres contemporáneos al artista. A veces pueden estar representados con túnica forrada y con tocados con caperuza o gorro cilíndrico –antigua manera de impresionar a los pacientes–.

Existe otro tipo de iconografía de los Santos Cosme y Damián relacionada con imágenes votivas o devocionales que tenían un carácter profiláctico o de protección contra la enfermedad. En estas imágenes los hermanos suelen aparecer junto con la Virgen María, el Niño Jesús y otros santos que también eran considerados médicos o sanadores, como San Roque, San Sebastián o San Pantaleón. Este grupo se convierte en una “sagrada conversación”, es decir, personajes que nunca vivieron en la misma época se reúnen entorno a la Virgen María y el Niño Jesús. 

Lucas 9,46-50: El más importante y la intolerancia de los apóstoles

Lucas 9,46-50
Lunes de la 26 Semana del Tiempo Ordinario I y II

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

SOBRE EL MISMO TEMA:

Lucas 9,46-50: Los celos del apóstol

Lucas 9,46-50  

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

— Comentario por Reflexiones Católicas
"Los celos del apóstol"

Cuando Jesús anunció a los suyos la muerte que le esperaba, "ellos no entendían este lenguaje". Hoy tenemos la prueba de esta cerrazón: están discutiendo quién es el más importante. No han captado el mensaje de Jesús, que su mesianismo pasa por la entrega de sí mismo y, por tanto, también sus seguidores deben tener esta misma actitud.

Jesús tuvo que mostrar su paciencia no sólo con los enemigos, sino también con sus seguidores. Iban madurando muy poco a poco.

Pero hay otro episodio: los celos que siente Juan de que haya otros que echan demonios en nombre de Jesús, sin ser "de los nuestros". Juan quiere desautorizar al exorcista intruso. Jesús les tiene que corregir una vez más: "no se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro".

¡Lo que nos gusta ser importantes, que hablen bien de nosotros! Tampoco nosotros hemos entendido la enseñanza y el ejemplo de Jesús, en su actitud de Siervo: "No he venido a ser servido sino a servir". Tendría que repetirnos la lección del niño puesto en medio de nosotros como "el más importante". El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése les pone Jesús como modelo.

También tenemos la tendencia que aquí muestra Juan, el discípulo preferido: los celos. Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Algo parecido pasó en el AT (cf. Nm 11), cuando Josué, el lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran.

¿Tenemos un corazón abierto o mezquino? ¿Sabemos alegrarnos o reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen éxito? No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien".

También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso "el que no está contra nosotros, está a favor nuestro", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús.

Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento. 

Lucas 9,46-50: Orgullo personal y de grupo

Lucas 9,46-50  

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

— Comentario por Reflexiones Católicas
"Orgullo personal y de grupo"

El narcisismo o vivir pendiente de la propia vida es un peligro que acecha a las comunidades eclesiales. Esto tenía atrapado al grupo apostólico. Jesús les ha hecho el segundo anuncio de su martirio pero ellos siguen obcecados, discutiendo sobre sus preferencias y comidos por los celos de quien no pertenece al grupo y echa demonios en nombre de Jesús.

El pasaje tiene dos partes: la aclaración sobre quién es el más importante en la comunidad y qué decir ante quien expulsa los demonios sin ser de los “nuestros”. En el fondo es la misma cuestión: el orgullo personal o de grupo.

A la segunda cuestión Jesús responde que lo que importa es la liberación de la persona; quien colabora en nuestra tarea es de los “nuestros”.

- Reflejo de la comunidad y de la sociedad

Los mensajes responden a las situaciones de las comunidades a las que Lucas dirige su evangelio. Vemos que empieza a brotar en ellas el espíritu rabínico y farisaico. Los jerarcas empiezan a darse excesiva importancia y a considerar la autoridad como un privilegio y no como un servicio. Para atajarlo, Lucas evoca la actitud y el mensaje de Jesús.

En la sociedad civil los más importantes son los que destacan por sus cualidades o por la responsabilidad de las funciones que desarrollan. Por eso, los apóstoles discutían sobre el puesto e importancia del mayor, como ocurre todavía con demasiada frecuencia, por desgracia. Para Jesús, en cambio, la lógica es otra.

- El más pequeño es el más importante

Jesús responde a esta cuestión con estilo profético y con un gesto pedagógico: coge de la mano a un niño, lo pone a su lado y les dice: “El más pequeño es el más importante; el que lo acoge, me acoge a mí”. El mayor y más valioso es simplemente el más necesitado, el más indefenso, el más pobre, el perdido, simbolizados en el indigente que es el niño.

El niño no es el más importante por sus valores, su inocencia o su ternura. Es importante porque está necesitado de los otros y no puede resolver la vida por sí mismo. Ellos han sido el centro de atención de Jesús y han de seguir siéndolo en sus comunidades eclesiales.

Como Jesús, la Iglesia no está para ser servida, ni para ser el centro de atención, sino “para servir” (Mt 20,28) a los más necesitados de dentro y de fuera; exactamente como ocurre en toda familia en la que reina la armonía y el afecto: el centro de sus preocupaciones es el niño, el anciano desvalido, el deficiente.

En cualquier asociación humana, el más importante es el que le da ganancia o prestigio, el eficiente; sin embargo, fiel a Jesús, san Vicente de Paúl hablaba de “nuestros señores, los pobres”.

Jesús agrega que es verdaderamente grande el que se hace pequeño para servir a los pequeños, aquel que, disponiendo de recursos para buscar sus ventajas y lograr el éxito y las comodidades, sin embargo, renuncie a sus intereses para servir a los demás, sobre todo a los “pequeños”.

Jesús pone de relieve que este servicio a los pobres, enfermos, humildes y necesitados, lejos de ser una carga, es un privilegio: “El que acoge a este niño (a toda persona desprotegida y débil) me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado”. Es lo mismo que recoge Mateo: “Cada vez que disteis de comer, acogisteis o visitasteis a uno de mis hermanos más humildes, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).

El discípulo de Jesús ha de vivir este misterio con una actitud mística, como lo viven los santos. Esta mística consiste en servir a los humildes como un encuentro con el Señor en ellos, como un honor que no nos merecemos. 

Lucas 9,46-50: Enseñanza sobre la humildad y la tolerancia

Lucas 9,46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

— Comentario por Reflexiones Católicas
"Enseñanza sobre la humildad y la tolerancia"

La página evangélica que nos propone hoy la liturgia recuerda dos actitudes de fraternidad que nos recuerda la sencillez con la que san Francisco vivía el Evangelio.

La primera de esas actitudes, contraria a la ambición, es la humildad (cf. vv.46-48). La otra es la tolerancia (cf. vv.49ss). Los apóstoles se muestran sensibles a este problema. Jesús, en efecto, habla a menudo de él en el evangelio. Ambas actitudes subrayan la necesidad de superar tanto la vanidad de los grandes, que aspiran a los títulos y a los grados de dignidad, como el orgullo de pertenecer a un grupo.

— La humildad

La primera actitud se ocupa de la vida interna de la comunidad. Parece natural que, siguiendo la mentalidad mundana, ocupen los primeros puestos de la comunidad aquellos que se distinguen por sus dotes o por su sentido de la responsabilidad a la hora de administrar los servicios comunitarios. Por otra parte, también es natural en el hombre el deseo de sobresalir. Esa es la razón de que los apóstoles se dejen arrastrar a discusiones interesadas (cf. también 22,24-27).

Discuten sobre el puesto que ocupan y sobre quién de ellos es el más importante. Pero Jesús no piensa como ellos. Coge a un niño y lo pone junto a sí, en el centro, en el puesto de mayor dignidad. Su respuesta es bien precisa: «El más pequeño entre vosotros es el más importante» (v. 48b). Sólo el que es pequeño es “importante”, porque el pobre tiene necesidad de los otros, no tiene libertad de acción, es inútil. El niño es el símbolo del discípulo último y pobre. Pero es también la imagen de Jesús, que se abandona en actitud de adoración en brazos del Padre. Por eso dice aún Jesús: «El que acoge a este niño en mi nombre, a mí me acoge; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado» (v.48a).

— La tolerancia

La segunda actitud del evangelio nos presenta otra característica de la fraternidad evangélica: la tolerancia. «Maestro, hemos visto a uno expulsar demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no pertenece a nuestro grupo» (v.49).

Jesús no es de este parecer: «No se lo prohibáis» (v. 50). Al contrario, invita a los suyos a abrir el corazón y el espíritu, a ser tolerantes. Dios envía a los que quiere a anunciar su Palabra. No es preciso pertenecer al grupo de Jesús o ser importante para hablar de él. Lo que cuenta no es la persona que habla; lo que cuenta es que se anuncie el Evangelio. Dios es rico: dispone de muchos modos para hablar al hombre. 

Lucas 9,46-50: El más importante

Lucas 9,46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

— Comentario por la Orden Carmelita

Si anteriormente Lucas nos presentaba cómo se reunían los hombres en torno a Jesús para escucharlo y presenciar sus curaciones, ahora se abre una nueva etapa de su itinerario público. Jesús se presenta como el que poco a poco es quitado a los suyos para ir al Padre.

Este itinerario supone el viaje a Jerusalén. Cuando está a punto de emprender este viaje, Jesús les revela el final que le espera (9,22). Después se transfigura ante ellos como para indicar el punto de partida de su “éxodo” hacia Jerusalén. Inmediatamente después Jesús vuelve a anunciar su pasión dejando a los discípulos en la inseguridad y en la turbación.

Las palabras de Jesús sobre su pasión, “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”, encuentran la incomprensión de los discípulos (9,45) y un temor silencioso (9,43).

— Jesús toma a un niño:

El enigma de la entrega de Jesús desencadena una disputa entre los discípulos sobre a quién le corresponderá el primer puesto. Entonces, Jesús interviene con un gesto simbólico. Toma a un niño y lo pone junto a él. Este gesto indica la elección que se recibe en el momento en que uno pasa a ser cristiano (10,21-22). A fin de que este gesto no permanezca sin significado, Jesús lo explica: no se enfatiza la “grandeza” del niño, sino la “acogida”. El Señor considera “grande” al que, como el niño, sabe acoger a Dios y a sus mensajeros.

La elección por parte de Dios está presente en el gesto de Jesús acogiendo al niño; sin embargo, el niño también encarna a Jesús: los dos juntos, en la pequeñez y en el sufrimiento, realizan la presencia de Dios. Esto es algo que los apóstoles todavía no pueden entender.

El “ser grandes”, sobre lo cual discutían los discípulos, mira al momento presente y se expresa en la diaconía del servicio. El amor y la fe vividos realizan dos funciones: somos acogidos por Cristo (toma al niño), y tenemos el don singular de recibirlo (“el que acoge al niño, lo acoge a él y al Padre”, v.48).

— El exorcista que no pertenece a nuestro grupo:

A continuación sigue un diálogo entre Jesús y Juan (vv-49-50). Este discípulo es contado entre los íntimos de Jesús. Al exorcista, que no forma parte del círculo de Jesús, se le confía la misma función que a los discípulos. Es un exorcista que, por una parte, es externo al grupo, pero por otra, está dentro porque ha entendido el origen cristológico de la fuerza divina que lo asiste (“en tu nombre”).

La enseñanza de Jesús es evidente: un grupo cristiano no debe poner obstáculos a la acción misionera de otros grupos. No existen cristianos más “grandes” que otros, sino que se es “grande” por el hecho de ser cada vez más cristiano.

La actividad misionera debe estar al servicio de Dios y no para aumentar la propia notoriedad. Es crucial el inciso sobre el poder de Jesús: se trata de una alusión a la libertad del Espíritu Santo cuya presencia en el seno de la Iglesia es segura, pero puede extenderse más allá de los ministerios constituidos u oficiales.

Los niños y los viejos, por Julio González, SF.






















Lucas 9:46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

Comentario por Julio González, SF:
¨Los niños y los viejos"

Los discípulos discutían sobre quién de ellos sería el más importante. Y es que amansar la vanidad, la ambición, el orgullo, es algo que requiere muchos años, paciencia, madurez, y no tener miedo a perder.

Hoy, cuando la adolescencia y la juventud son envidiadas e imitadas hasta el punto de que muchos adultos se afanan por tener una sonrisa joven, piel joven, el protagonismo de los niños y jóvenes..., Jesús hubiera escogido a un viejito de orejas grandes y nariz panocha, aparcado en una residencia geriátrica, para transmitirnos sus enseñanzas.

Lunes de la 26ª Semana del Tiempo Ordinario, Año II (Lecturas)

Job 1,6-22
Salmo 16,1.2-3.6-7:
Inclina el oído y escucha mis palabras
Lucas 9,46-50

Job 1,6-22

Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás. El Señor le preguntó:
— ¿De dónde vienes?
Él respondió:
— De dar vueltas por la tierra.
El Señor le dijo:
— ¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.
Satanás le respondió:
— ¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.
El Señor le dijo:
— Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.
Y Satanás se marchó. Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo:
— Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
— Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.»
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.

Salmo 16,1.2-3.6-7:
R. Inclina el oído y escucha mis palabras

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras

Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras

Lucas 9,46-50

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

viernes, 23 de septiembre de 2016

Lucas 9,18-22: Profesión de fe de Pedro

Lucas 9,18-22
Viernes de la 25 Semana del Tiempo Ordinario I y II,
Domingo de la 12 Semana del Tiempo Ordinario C (9,18-24),

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas". El les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios". El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar el tercer día".

SOBRE EL MISMO TEMA:
Conocer a Cristo
Estar dispuesto a sufrir
La cruz, el camino
Quien no sabe de sufrimientos no sabe de amores 

Viernes de la 25ª semana del Tiempo Ordinario, Año II (Lecturas)

Eclesiastés 3,1-11
Salmo 143,1a.2abc.3-4:
Bendito el Señor, mi Roca
Lucas 9,18-22

Eclesiastés 3,1-11

Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de derruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de desechar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Observé todas las tareas que Dios encomendó a los hombres para afligirlos: todo lo hizo hermoso en su sazón y dio al hombre el mundo para que pensara; pero el hombre no abarca las obras que hizo Dios desde el principio hasta el fin.

Salmo 143,1a.2abc.3-4:
R. Bendito el Señor, mi Roca

Bendito el Señor, mi Roca,
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio.
R. Bendito el Señor, mi Roca

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?;
¿qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
R. Bendito el Señor, mi Roca

Lucas 9,18-22

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
— ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
— Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
— El Mesías de Dios.
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
— El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Lucas 9,7-9: Los tres Herodes

Lucas 9,7-9

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: "A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas? Y tenía ganas de verlo.

— Comentario por la Orden Carmelita    

El evangelio de hoy nos presenta la reacción de Herodes ante la predicación de Jesús. Herodes no sabe situar a Jesús. Había matado a Juan Bautista y ahora quiere ver a Jesús de cerca. En el horizonte despuntan amenazas.

• Lucas 9,7-8: ¿Quién es Jesús? 

El texto empieza con un balance de las opiniones de la gente y de Herodes sobre Jesús. Algunos asociaban a Jesús con Juan Bautista y Elías. Otros lo identificaban como Profeta, esto es, como alguien que habla en nombre de Dios, que tiene el valor de denunciar las injusticias de los poderosos y que sabe animar la esperanza de los pequeños. Es el profeta anunciado en el Antiguo Testamento como un nuevo Moisés (Dt 18,15).

Son las misma opiniones que Jesús mismo recoge de los discípulos al preguntarle: "¿Quién dice los demás que o soy?" (Lc 9,18). Las personas trataban de comprender a Jesús desde lo que ellos mismos conocían pensaban y esperaban. Trataban de enmarcarle dentro de los criterios familiares del Antiguo Testamento, con sus profecías y esperanza, y de la Tradición de los Antiguos, con sus leyes. Pero eran criterios insuficientes. Jesús no cabía allí dentro.

• Lucas 9,9: Herodes quiere ver a Jesús

“Entonces Herodes dijo: "A Juan, le decapité yo.¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?” Y buscaba verle”. Herodes, hombre supersticioso y sin escrúpulos, reconoce ser el asesino de Juan el Bautista. Ahora quiere ver a Jesús.

Lucas sugiere que hay amenazas que empiezan a despuntar en el horizonte. Herodes no tuvo miedo de matar a Juan Bautista. No lo tendrá tampoco a la hora de matar a Jesús. Cuando le dijeron que Herodes trataba de hacerle preso, mandó a decirle: “«Id a decir a ese zorro: Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado.” (Lc 13,32). Herodes no tiene poder sobre Jesús. Cuando en la hora de la pasión, Pilatos manda Jesús donde Herodes para que investigue sobre él, Jesús no le da ninguna respuesta (Lc 23,9). Herodes no merecía respuesta.

• Los tres Herodes

Hay veces en que se confunden los tres Herodes que vivieron en aquella época, pues los tres aparecen en el Nuevo Testamento con el mismo nombre:

a) Herodes, llamado el Grande, gobernó sobre Palestina del 37 al 4 antes de Cristo. Aparece en el nacimiento de Jesús (Mt 2,1). Mató a los niños de Belén (Mt 2,16).

b) Herodes, llamado Antipas, gobernó sobre Galilea del 4 al 39 después de Cristo. Aparece en la muerte de Jesús (Lc 23,7). Mató a Juan Bautista (Mc 6,14-29).

c) Herodes, llamado Agripa, gobernó sobre toda Palestina del 41 al 44 después de Cristo. Aparece en los Hechos de los Apóstoles (Hec 12,1.20). Mató al apóstol Santiago (He 12,2).

Cuando Jesús tenía más o menos cuatro años, murió el rey Herodes. Aquel que mató a los niños de Belén (Mt 2,16). Su territorio fue dividido entre los hijos. Arquéalo, uno de sus dos hijos, recibió el gobierno sobre la Judea. Era menos inteligente que el padre, pero más violento. En su toma de posesión fueron masacradas casi 3000 personas, ¡en la plaza del Templo! El evangelio de Mateo informa que María y José, cuando supieron que este Arquéalo había asumido el gobierno de Judea, tuvieron miedo de volver por allá y fueron a morar en Nazaret, en Galilea (Mt 2,-22), gobernada por otro hijo de Herodes, llamado Herodes Antipas (Lc 3,1). Este Antipas quedó en el poder por más de 40 años. Durante los treinta y tres años que Jesús vivió nunca hubo cambios en el gobierno de Galilea.

Herodes el Grande, el padre de Herodes Antipas, había construido la ciudad de Cesaréa Marítima, inaugurada en el año 15 antes de Cristo. Era el nuevo puerto de desagüe de los productos de la región. Debía competir con el gran puerto de Tiro en el Norte, y así ayudar para el fomento del comercio en Samaria y en Galilea. Por esto, desde los tiempos de Herodes el Grande, la producción agrícola en Galilea empezaba a orientarse no sólo para abastecer las necesidades de las familias, como era antes, sino teniendo en cuenta las exigencias de mercado.

Este proceso de cambio en la economía continuó durante todo el gobierno de Herodes Antipas, más de cuarenta años, y encontró en él a un organizador eficiente. Todos estos gobernantes estaban bajo dueño. Quien mandaba e Palestina, desde el 63 antes de Cristo, era Roma, el Imperio.

Lucas 9,7-9: Incertidumbre de Herodes sobre Jesús

Lucas 9,7-9
Jueves de la 25 Semana del Tiempo Ordinario I y II

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: "A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas? Y tenía ganas de verlo.

SOBRE EL MISMO TEMA:

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Mateo 9,9-13: Vocación de Mateo y nuestra vocación


En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
— Sígueme.
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
— ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Jesús lo oyó y dijo:
— No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Comentario por Reflexiones Católicas
"Vocación de Mateo y nuestra vocación"

La vocación de Mateo está contada en un solo versículo. Jesús vio a un hombre, le llamó y él «se levantó y lo siguió». Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros, si reconocemos a Jesús cuando sale a nuestro encuentro en medio de nuestros compromisos, de nuestro pecado.

La vocación no es únicamente un acontecimiento extraordinario que sucede una vez en la vida para transformarla de manera radical. El Señor renueva cada día su llamada y nos lleva siempre más adelante por el camino del seguimiento; Jesús posa su mirada sobre nosotros en cada momento cargada con el mismo amor con el que desde siempre pensó y quiso nuestra existencia. No desdeña sentarse a la mesa con nosotros, pecadores, entra en comunión con nosotros y acepta comer nuestro pan, mientras que él mismo es para nosotros Pan de vida.

Cada hombre está invitado a la mesa del Señor: por muy pecador que sea, por muy indigno que se reconozca, puede aceptar la invitación con alegría, porque Jesús viene a buscar precisamente al que está enfermo y perdido, sin escandalizarse de nuestra miseria ni detenerse ante la dureza de nuestro corazón.

No es que esté ciego para no ver el mal, pero es un Esposo enamorado: sólo el amor cura las heridas más graves. No tengamos miedo, por tanto, a presentarnos ante él. Es seguro que nuestros odres viejos no pueden contener la fragancia espumante de la vida nueva que Jesús viene a ofrecernos, pero es él mismo quien nos llama: es preciso que seamos capaces de captar el momento, de decir sí simplemente y seguirle sin dudas.

El camino nos llevará a revivir también el momento en que el Esposo será perseguido, condenado y ejecutado. Es la hora de la cruz, la hora de la fidelidad a toda prueba, la hora de la gracia suprema, porque es precisamente en el momento de la mayor debilidad cuando Jesús, Jesús se hace reconocer como fuerza de vida, capaz de hacer resucitar incluso a los muertos.

A nosotros se nos pide una fe sencilla y perseverante; una fe —como la de la hemorroisa y la del jefe de la sinagoga— simultáneamente audaz e indiferente a ser objeto de mofa, una fe que encuentra su fuerza en mantenerse adherida de una manera tenaz al «manto de Jesús», es decir, a la lectura y a la relectura del evangelio, segura de que sólo en Cristo hay salvación y de que sólo él tiene derecho a ser el «Señor» de nuestra vida. 


Mateo 9,9-13: Relaciones humanas por encima del culto


En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
— Sígueme.
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
— ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Jesús lo oyó y dijo:
— No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Comentario por Reflexiones Católicas
"Relaciones humanas por encima del culto"

Este es un "relato de controversia" entre Jesús y los fariseos en el marco de la vocación de Mateo. El relato describe un encuentro casual con un hombre llamado Mateo que tiene como profesión ser recaudador de impuestos o tasas. El hecho de hallarse sentado en el despacho de impuestos, indica que es un empleado subalterno. Los recaudadores subalternos eran frecuentemente judíos y en Galilea estaban al servicio de la administración romana. Su nacionalidad judía los hacía doblemente odiosos a sus compatriotas, quienes los consideraban instrumentos de dominación de los romanos y antipatriota por traicionar a su pueblo colaborando con el poder imperial invasor.

La profesión de recaudador era considerada deshonesta, pues sus agentes aparecían ávidos de dinero, interesados y explotadores, renegados religiosa y políticamente. No se cuidaban ni poco ni mucho de la ley religiosa y, por otra parte, tenían trato frecuente con paganos, considerados pecadores e impuros. Por todo eso, los observantes de la ley los tachaban de pecadores; como a los paganos, los creían rechazados por Dios y los relegaban con sus familias, tratándolos de impuros.

Jesús invita a Mateo a que lo siga y de esta manera abre una nueva brecha en la discriminación religiosa y social, invitando a su grupo a un hombre de pésima reputación, a un indeseable excluido de la sociedad y del amor de Dios. Mateo es el prototipo de los pecadores o impuros que están fuera de Israel, y sin embargo es llamado por Jesús para que haga parte del reino de Dios.

Con su llamado empieza la puesta en marcha del mensaje de la universalidad del Reino. Mateo se levantó y le siguió dejando su profesión, es decir, asumiendo la nueva condición de vida que le propone Jesús. Con su gesto, Mateo cumple la condición para el seguimiento, la ruptura con el pasado, manifiesta en la adhesión a Jesús que lo libera del pecado y le da la posibilidad de comenzar una nueva vida.

En los vv. 10-13 se narra la hospitalidad de Mateo y su invitación a Jesús a una comida de despedida con amigos "publicanos" y "pecadores". Sabemos que el Judaísmo farisaico evitaba el contacto con gentiles y judíos que no observaran la ley; estos eran los rechazados sociales de la comunidad y ningún rabino consentiría en juntarse con ellos.

Los fariseos, al ver como Jesús se sentaba a la mesa con publicanos y pecadores, se sorprendieron de tal manera que no pudieron ocultar su hostilidad, lo cual provoca una respuesta tajante de Jesús. "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal". 

Jesús pone, por encima del culto y de la mera observancia de una forma externa de vida, las relaciones humanas. El texto expresa la compasión de Jesús hacia los pecadores, pero al mismo tiempo se enfrenta y ataca la justicia de los fariseos. Por tanto, los que no se reconocen enfermos no llaman al médico ni lo reciben; no tienen curación posible. Nadie puede acercarse a Jesús, a menos que se confiese pecador. Jesús es el médico; si cura al enfermo, al paralítico, es para simbolizar que también sana la enfermedad del pecado. 

Mateo 9,9-13: Dejarse amar por Dios


En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
— Sígueme.
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
— ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Jesús lo oyó y dijo:
— No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Comentario por Reflexiones Católicas
"Dejarse amar por Dios"

Cafarnaún estaba situada en los confines del territorio de Herodes Antipa con el de su hermano Filipo, sobre la arteria comercial que conducía desde Damasco al Mediterráneo. Esto explica la presencia de numerosos encargados del cobro de las tasas, la odiada clase de los publicanos, en aquella zona.

Toda la atención del texto está centrada en la prontitud de la respuesta de Mateo, presentado como «Leví, hijo de Alfeo» en Marcos y Lucas, respecto a la llamada de Jesús, y también en el tipo de gente que asiste al banquete, tal vez de despedida, que Mateo ofrece a sus ex colegas a fin de subrayar la seriedad de su opción.

El hecho de ver a muchos publicanos y pecadores comiendo con Jesús y con sus discípulos escandaliza a los fariseos, porque en Oriente comer juntos significaba comunidad de vida y de sentimientos. Al conversar con los publicanos y los pecadores, Jesús muestra que está en la línea de la «misericordia» y reprocha a los fariseos su legalismo, que los hace insensibles a las auténticas necesidades del Espíritu, además de incapaces de comprender las necesidades del prójimo.

El problema de las comidas tomadas en común por cristianos de procedencia pagana y los de origen judío fue muy importante en la primera generación cristiana. Mateo, ya evangelista, quiere presentar una enseñanza de Cristo a su Iglesia. El Maestro, tanto de palabra como con el ejemplo, les ofrece una lección: Dios exige de nosotros sobre todo gestos de misericordia, más que actos cultuales.

Jesús, al llamar a Mateo y sentarse a la mesa con los pecadores, aparece como aquel que ha realizado la voluntad de Dios. Y toda su misión de llamada misericordiosa a los pecadores a la salvación ha sido el cumplimiento de la Palabra de Dios expresada en las Escrituras.

Frente al Dios discriminador presentado por el culto de los judíos de estricta observancia, el Dios de Jesús es un Dios de misericordia, un Dios que acoge a los perdidos y les ofrece una nueva posibilidad de rehacerse; hasta alcanzar, mediante su gracia, la «perfecta unidad» interior, que en la primera lectura es “hasta que alcancemos en plenitud la talla de Cristo” (Fiesta de San Mateo: Efesios 4,13).

En nuestra relación con el Señor no hemos de olvidar jamás que Dios Trinidad ama a los pecadores. M. Quoist ha dicho muy teológicamente: “Dios no es alguien al que hay que amar, sino Alguien por quien hay que dejarse amar”. Esta convicción es el punto de arranque de una espiritualidad verdaderamente evangélica, que implica una actitud de profunda humildad y de profunda gratitud.

“¿Qué es lo que tengo que hacer para ser un cristiano de verdad?”, pregunta el campesino Paolo a Francisco de Asís. “Creer que Dios te ama”, le responde el poverello. “¿Aunque sea un blasfemo y un perdido?”, pregunta Paolo. “Aunque seas un blasfemo y un perdido”, repite Francisco. Y añade: “Pero ten en cuenta que tienes que creerlo de verdad”. Sabía perfectamente que no es fácil creerlo en serio.

Éste es el mensaje del relato de hoy. El amor gratuito e incondicional de Dios ha de impulsarnos a amar a los alejados, a los pecadores, no “a pesar de”, sino precisamente “porque” son pecadores, como lo hace Jesús: son los hermanos “pródigos”, los más necesitados, los enfermos que necesitan del médico. Los amamos por el bien de ellos ya que anhelan, sin saberlo, la Buena Noticia, el encuentro con el Señor, como le ocurrió a Mateo, Zaqueo, Pablo y otros muchos...

Los alejados y pecadores, conscientes de su miseria, están más abiertos a la acción del Espíritu que los escribas y fariseos de todos los tiempos, que no se convierten porque creen que no tienen nada importante que cambiar en sus vidas anémicas. Hemos de acercarnos como Jesús a estas “malas compañías” por el bien de la comunidad cristiana, que los necesita. ¡Cuánto hubiéramos perdido sin la conversión de Mateo, Pablo, Francisco de Asís, L. Bloy, y. Messori...! Los convertidos son transfusiones de sangre vigorosa para las comunidades.

Hay que reconocer que es más lo que se habla que lo que se hace con respecto al acercamiento a los alejados. Muchas declaraciones, eso sí, pero pocos hechos. H. Cámara se quejaba de que le criticaran por hacerlo: “Que nadie se irrite al yerme con los considerados pecadores. Mi puerta y mi corazón estarán abiertos a todos, absolutamente a todos”. Esto es lo que dice Jesús en el relato de hoy.

¡Esto hay que celebrarlo! El banquete es un regalo mutuo entre Jesús y Mateo, Jesús le honra con su presencia, signo de su amistad. Y es un regalo de Mateo que quiere celebrar la nueva amistad y la nueva vida que ha iniciado. Es mucho lo que deja, a lo que renuncia. Es un hombre rico. Pero entiende que seguir al rabí de Nazaret es una gran ganancia. Ha vendido todo para comprar el tesoro del Reino (Mt 13,44). No sólo no se lamenta de lo que deja, sino que es tal su alegría por la dicha lograda, que necesita celebrarlo por todo lo alto y compartir su alegría con los compañeros.

Esta comida de Jesús con los pecadores es símbolo del gran banquete del Reino, abierto a todos. También a nosotros, pecadores, nos perdona y nos sienta a su mesa. Aquí somos invitados no a comer suculentos manjares corporales, sino los increíbles manjares del Reino: su palabra, su cuerpo y sangre, signos supremos de su amistad. 

lunes, 19 de septiembre de 2016

¿Qué significa la concesión de un Año Jubilar?

El Jubileo o Año Santo es en la Iglesia Católica Romana una celebración que tiene por objeto obtener la indulgencia plenaria. El jubileo católico puede ser de dos clases: ordinario o extraordinario.

El Año Santo ordinario, o año jubilar, es el celebrado en los intervalos preestablecidos por la Iglesia mientras que el extraordinario, o jubileo, es el proclamado como celebración de un hecho destacado.

Es el papa Bonifacio VIII quien convoca el primer Año Santo con la bula Antiquorum habet fida relatio de 22 de febrero del 1300, donde se precisa que para la obtención de la indulgencia el peregrino debe visitar las basílicas de San Pedro y San Pablo Extramuros durante treinta días (quince días si no habita en Roma) y que los jubileos se celebrarán cada cien años.

Pero el papa Clemente VI adelanta a 1350 el segundo Año Santo agregando a la lista de basílicas a visitar la de San Juan de Letrán, cuando la sede papal está en Avignon; se justifica el intervalo de cincuenta años en hacer posible que cada generación pudiera al menos celebrar un Año Santo.

En España, el Año Santo más relevante es el compostelano. una celebración que atrae a peregrinos de todo el mundo y que tiene un gran impacto religioso, turístico y económico. Se celebra aquel año en el que el 25 de julio cae en domingo, lo cual ocurre cuando el año comienza en viernes, si es común, o en jueves, si es bisiesto.

Año Santo compostelano

El privilegio compostelano fue presuntamente otorgado por Calisto II, papa del 1118 a 1124 y tío del futuro emperador leonés Alfonso VII. Según ello en 1122 se estableció la regla, además de conceder la dignidad de arzobispos a todos todos los obispos de Compostela. Pero es el papa Alejandro III, cuyo pontificado dura de 1159 a 1181, quien emite la bula Regis aeterni, fechada en 1179, la bula de concesión más antigua que conserva la religión católica. Las dudas sobre su veracidad provienen de que el primer jubileo romano fue establecido en 1300.

Otros jubileos “in perpetuum”

Además de en Compostela, hay jubileo in perpetuum en Santo Toribio de Liébana cuando el 16 de abril cae en domingo (desde 1512 por bula del papa Julio II, dado que el monasterio guarda el trozo más grande del Lignum Crucis que se conoce); en Caravaca de la Cruz cada 7 años, por concesión del papa Juan Pablo II en 1998, por la Santísima y Vera Cruz de Caravaca (el primero tuvo lugar en 2003 y contó con la visita del Cardenal Ratzinger, posteriormente papa Benedicto XVI); Urda en Toledo, desde 1994, que se celebra cuando el 29 de septiembre cae en domingo; y Valencia (aprobado en 2014, por su Santo Caliz que se celebrará cada 5 años).

SOBRE EL MISMO TEMA:  
Institución del Jubileo (reseña histórica)
Del Jubileo en el Antiguo Testamento
Relación entre jubileo judío y jubileo cristiano  
¿Qué es una indulgencia?
Condiciones para la indulgencia plenaria
Errores más frecuentes sobre las indulgencias
Breve historia de las indulgencias y los jubileos

Proverbios 3,27-34: Toda sabiduría humana deriva de la Sabiduría de Dios

Proverbios 3,27-34

Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: "Anda, vete; mañana te lo daré." No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiado contigo; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño; no envidies al violento, ni sigas su camino; porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los hombres rectos; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del honrado; se burla de los burlones y concede su favor a los humildes; otorga honores a los sensatos y reserva baldón para los necios.

— Comentario por Reflexiones Católicas
"Toda sabiduría humana deriva de la Sabiduría de Dios"

– Libros Sapienciales

Durante quince días volveremos a la lectura de los Libros del Antiguo Testamento, los Libros "Sapienciales". Con este título se agrupan varios Libros cuya característica es recoger las reflexiones de tipo moral y filosófico que estaban en curso en los países limítrofes de Israel.

Esas máximas de Sabiduría, -que podrían también llamarse de «buen sentido»- son un bien común de todos los pueblos. Si se han introducido en la Biblia es debido al criterio de los «sabios» que las recogieron y recopilaron. Estos creyeron que toda «sabiduría humana» deriva de la Sabiduría de Dios, puesto que, cuando el hombre es inteligente, cuando descubre una parte de verdad, participa de alguna manera de la Inteligencia divina.

Por esto, todo hombre, desde que existe la humanidad hasta ahora, está bajo el influjo del Verbo de Dios, como dirá el prólogo de san Juan.

De otra parte, los Libros Sapienciales son los últimos escritos del Antiguo Testamento, se escribieron justo antes de la aparición de Jesús, «hombre-Dios» y poco antes de la redacción de los escritos del Nuevo Testamento. A través de un «humanismo» muy simple, son ya una afirmación de la Encarnación: la Sabiduría divina está ya ahí, encarnada en esos sencillos «proverbios» humanos.

– Hijo mío, no niegues un favor a quien es debido, si en tu mano está el hacérselo. No digas a tu prójimo «vete, te daré mañana» si tienes algo para darle:

En Oriente y en África, se viven mejor estos valores humanos que entre nosotros los occidentales: ¡Si tienen, dan! Entre nosotros, muchos no cristianos viven también esas sencillas actitudes de solidaridad profunda.

Señor, ayúdanos a ver en ellas tu presencia... Y ayúdanos a poner en práctica estas actitudes tan humanas. No solamente "dar limosna", sino estar en continua disponibilidad para los demás: dar, equivale a darse, es decir, a servir.

– No te querelles sin motivo contra nadie, que no te ha hecho ningún mal. No envidies al hombre violento, ni elijas ninguno de sus caminos:

Son también máximas de buen sentido. Pueden parecer muy a ras de tierra; pero la vida cotidiana es así. Y allí nos espera Dios. Ser un hombre de "paz", de "perdón", de "reconciliación": el evangelio está cerca... es Jesús quien está ahí en esas máximas humanas. Y es Jesús quien está presente cada vez que un hombre toma estas actitudes.

– Porque el Señor abomina a los perversos, pero abre su intimidad a los hombres que obran con rectitud:

Todavía no se había hecho mención de "Dios" en ese texto, todo se refería a comportamientos humanos. Pero: ¡ahí está! Ya estaba. Ayúdanos Señor, a tomarnos en serio nuestra sencilla vida humana. 

Proverbios 3,27-34: La ayuda al prójimo

Proverbios 3,27-34
Lunes de la 25 Semana del Tiempo Ordinario, Año II

Hijo mío, no niegues un favor a quien lo necesita, si está en tu mano hacérselo. Si tienes, no digas al prójimo: "Anda, vete; mañana te lo daré." No trames daños contra tu prójimo, mientras él vive confiado contigo; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño; no envidies al violento, ni sigas su camino; porque el Señor aborrece al perverso, pero se confía a los hombres rectos; el Señor maldice la casa del malvado y bendice la morada del honrado; se burla de los burlones y concede su favor a los humildes; otorga honores a los sensatos y reserva baldón para los necios.

SOBRE EL MISMO TEMA:
Toda sabiduría humana deriva de la Sabiduría de Dios   

Lucas 8,16-18: El don de la Gracia

Lucas 8,16-18

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener"

— Comentario de Reflexiones Católicas  
No se enciende el candil para tapar su luz

Esta perícopa incluye tres pequeñas unidades (8,16; 8,17 y 8,18).

– Primera unidad:

La primera (8,16) está dedicada al tema de la luz; a su esencia pertenece el expandirse y alumbrar, por eso es antinatural el ocultarla.

Dentro de nuestro contexto, esa luz que se expande es Cristo y su evangelio; es la semilla del reino que Jesús ha introducido en el surco de la tierra y que se extiende y fructifica a pesar de los esfuerzos de aquéllos que pretendan ocultarla. Esta certeza del triunfo de la luz, esta confianza en el poder de expansión y en la victoria final del evangelio, está en la base del mensaje de Jesús y de la Iglesia.

– Segunda unidad:

Con esto pasamos a la segunda unidad (8,17). Tomadas en sí mismas, las palabras pueden ser escandalosas: «Nada hay oculto que no llegue a descubrirse...» Se tiene la impresión de que el hombre pierde el derecho la intimidad, al secreto del corazón. Pues bien, nuestro texto desvela la ambivalencia de la intimidad, que puede ser fruto de un ocultamiento egoísta o expresión de una gracia, de una vida anterior, que se abre amorosamente al otro.

Desde aquí se esclarecen las palabras de Jesús. La luz es gracia cuando penetra en el interior, lo vuelve transparente hacia los otros y lo abre hacia el misterio de la vida (la resurrección); de esta forma no se pierde la intimidad, sino que se comparte (se introduce en el misterio Cristo y se muestra como amor hacia los otros). Pero esa luz es condena cuando patentiza la contradicción del hombre que, debiendo estar abierto hacia la gracia, se ha encerrado en sí mismo, convirtiéndose en un puro egoísmo (vivir para sí).

– Tercera unidad:

La tercera unidad (8,18) es uno de los textos más escandalosos del evangelio. Resulta que el mensaje de Jesús se resumía como un don que se halla abierto hacia los pobres: al que no tiene se le ofrece la plenitud del reino; al que confía en su riqueza se le dice que vendrá a quedar vacío. Pues bien, ahora se proclama algo totalmente contrario: «Al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener» ¿Cómo se entiende esta palabra?

Veamos. La primera sentencia se refiere a la condición del hombre ante la gracia; frente al don original de Dios es necesario estar vacíos, por eso la ventaja es de los pobres, los hambrientos, los que sabe su pecado y se mantienen a la espera.

Nuestro texto (8,18) se sitúa sobre un fondo diferente; nos hallamos frente al hombre que se ha abierto ante la gracia. « El que tiene» es decir, el que se mantiene abierto ante el don de la vida que Cristo le ofrece «recibirá más» (recibirá la plenitud del reino); por el contrario, « aquél que no tiene» (no ha dejado que la gracia le penetre) perderá aun aquello que parecía poseer fracasando totalmente.

Nos hallamos ante el misterio de la perdición definitiva (del fracaso) de aquél que no ha vivido en el plano de la gracia, por más que su existencia fuera rica en otros plano (en lo económico, intelectual, social). 

Lucas 8,16-18: La Palabra se proclama para que haya luz

Lucas 8,16-18

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener"

— Comentario de Reflexiones Católicas 
"La Palabra se proclama para que haya luz"

Los dichos de Jesús que hemos leído hoy probablemente diseminados en su origen— han sido recogidos por Lucas en una sección (8,4-21) que tiene como tema la Palabra de Dios. Desde esta perspectiva los leemos nosotros.

— “Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz” (v.16):

El primero de ellos parece temer el riesgo del anonimato: no se pone una luz debajo de la cama. La advertencia parece dirigida a los cristianos que —por miedo o porque consideran inútil hacerlo— no se exponen en público. La Palabra es pública y visible: esconderla es un modo de hacerla morir.

— “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público” (v.17):

El segundo dicho parece temer más bien el riesgo del secreto. La advertencia va dirigida a los grupos cristianos que se cierran en sí mismos y anuncian la Palabra en secreto, sólo a los iniciados. Porque la Palabra, en virtud de su naturaleza no es para todos.

— “Al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener" (v.18):

El tercer dicho es más difícil. Recordemos que Jesús pide que le "escuchemos bien". A buen seguro, llama la atención sobre la importancia de la escucha; más aún, sobre los modos como se escucha. Hay quien no escucha, pero hay también quien escucha mal. ¿Qué significado hemos de dar «al que tiene se le da, y al que no tiene se le quitará incluso lo que cree tener»? ¿Qué significa el «porque»: v. 18h) que condiciona el crecimiento o la pérdida a la escucha de la Palabra? Quizás signifique que es importante escuchar bien, porque es precisamente la escucha lo que enriquece. Quien no escucha o escucha mal se empobrece. No sólo no crece, sino que pierde también lo que considera tener. La escucha de la Palabra es, por consiguiente, el camino necesario para el crecimiento en la fe. Si falta, desaparece la fe.

— “Luz de Cristo”

Jesús nos habla de la necesidad de iluminar pero habla también de la necesidad de encender la lámpara. El discípulo no alumbra con su propia luz, sino con la única luz que viene de Cristo, el Señor. Si lo hace de manera diferente, sentirá la tentación de confundir sus propias ideas, sus propios gustos y sus propias opciones con las de Cristo, y de proponer cosas que no tienen nada que ver con Cristo. De ahí la necesidad de encender cada día nuestra lámpara con la luz de Cristo. Es la lumen christi la que ilumina el mundo, no mi luz. Esta última puede iluminar sólo si es reflejo de la luz de Cristo.

— Doctrina y testimonio

Y, llegados aquí, el problema se vuelve serio, porque la luz de la que habla Jesús no es sólo doctrina, sino también testimonio, es decir, doctrina que se hace vida, que transforma la vida: que afecta a mi modo de ser, a mi modo de valorar las cosas.

Soy luz cuando difundo la doctrina de Cristo con los criterios de Cristo, esto es, con humildad y pobreza. Cuando no hablo, por ejemplo, de humildad desde una posición de poder, cuando no anuncio la pobreza con medios que hablan de abundancia de bienes. Soy, en suma, luz puesta en el candelero cuando represento el modo de ser, de obrar, de pensar y de hablar de Jesús.

Es bueno reflexionar un poco sobre esto, porque en este sector son grandes las ilusiones. Pensar que iluminamos sólo porque decimos las palabras de Jesús, sin dejar iluminar nuestra propia vida con la luz de Jesús, es como cubrir con una vasija la lámpara. Es como afirmar algo sin la prueba de los hechos, Es adoctrinar, no evangelizar.

Lucas 8,16-18: Parábola de la lámpara

Lucas 8,16-18
Lunes de la 25 Semana del Tiempo Ordinario I y II

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "Nadie enciende un candil y lo tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; lo pone en el candelero para que los que entran tengan luz. Nada hay oculto que no llegue a descubrirse, nada secreto que no llegue a saberse o a hacerse público. A ver si me escucháis bien: al que tiene se le dará, al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener".


SOBRE EL MISMO TEMA:

sábado, 17 de septiembre de 2016

Lucas 16,1-13: Parábola del administrador injusto que fue astuto, por M. Dolors Gaja, MN

Lucas 16,1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido. "El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa. "Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite. "Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta. "Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero."

— Comentario por M. Dolors Gaja, M.N.

Lucas es el evangelista que hace mayor hincapié en el  tema del dinero. Recoge, más que los otros, las diversas enseñanzas que Jesús dio acerca de él. Este domingo lo hace con una parábola algo extraña pues parece que Jesús alabe la falta de honradez del mal administrador. Y no es así. Pero vamos a la parábola:

DERROCHADOR DE BIENES

Por cercanía – se relata un capítulo antes – recordamos otro derrochador: el hijo pródigo. Tanto en una parábola como en otra queda claro que los bienes no son propios. Somos sólo administradores de todos los bienes que el Señor nos ha dado: la naturaleza – y ay de los que la explotan hasta hacerla agonizar- los talentos personales y, también, las posesiones materiales.

A lo largo del evangelio Jesús refleja distintas posturas ante los bienes que debemos, tan sólo, administrar: hay quien los entierra, como el criado de la parábola de los talentos; hay quien los derrocha, como este administrador o el hijo pródigo; hay quien sirve al dinero, como el rico Epulón o el hombre que duerme preocupado por construir silos para el grano…cuando esa misma noche se le pedirá la vida.

La única postura válida es la de la libertad, la del buen uso, la del compartir, como Zaqueo. Jesús no fue un ingenuo que rechazara el dinero, en su grupo había un tesorero. No maldijo el dinero pero criticó la dependencia de éste. Lo decía más fuerte, pues criticaba a los que “adoraban” el dinero.

Preguntémonos qué hacemos con los bienes recibidos, del tipo que sean (inteligencia, espiritualidad, bienes materiales…): ¿los entierro? ¿los dejo perder, los malgasto? ¿los convierto en centro de mi vida? (hay quien vive para el deporte, para el cuerpo, para el éxito, para el trabajo…) ¿ O los uso y comparto?

Jesús, como buen semita, usa cifras muy exageradas para captar la atención:  las cien medidas de aceite equivalen a 3.500 litros, que se reducen luego a la mitad; las cien medidas de trigo equivalen a 600 quintales o 27.600 kg  y la deuda se reduce a ochenta medidas lo cual supone un ahorro de 120 quintales o 5.520 kg

Los comentaristas discuten si este administrador sigue estafando a su señor cuando se ve descubierto, lo cual no parece muy lógico,  o lo que hace es renunciar a su parte, al margen de ganancia que el amo permitía a los administradores para así ganarse el favor de los “deudores”. Muchos se inclinan por esta interpretación, lo cual nos indica que si somos buenos administradores de los talentos recibidos nuestro “margen de ganancia” es también muy amplio. El caso es que, de nuevo, entramos en el perenne juego del evangelio, “perder para ganar” porque este administrador que pierde, gana la gratitud y la benevolencia de los deudores.

LOS DEUDORES DEL AMO

Hace años, cuando rezábamos el padrenuestro, nos reconocíamos deudores. Nuestra sociedad materialista fue limitando el concepto de deuda a “deber dinero” pero todos sabemos que las deudas más grandes nunca podremos pagarlas: el amor recibido, la educación, la confianza, las oportunidades, la fe transmitida, la vida misma…Ante estas deudas solo hay una manera de intentar pagar: reconocer que nunca podremos pagarlas. Y ese es el inicio de la gratitud.

Dios sólo puede tener deudores. Reconocer que nunca podré pagar a Dios sus beneficios y saberme en deuda es el inicio de la vida espiritual, de la humildad.

La deuda que yo tengo que “pagar a Dios” la cobra otro. Ese es el camino: de los bienes recibidos, son mis hermanos los beneficiarios.

LA FIDELIDAD

Hay que entender que Jesús, en esta parábola, elogia la astucia del administrador, no su deshonestidad. Y viene a decirnos que ojalá fuéramos tan espabilados como él para alcanzar la Luz. Para ello, para esa astucia que nos lleva a una vida luminosa, Jesús mismo nos indica el camino: la fidelidad a las pequeñas cosas. Porque la infidelidad se prepara cada día antes de abrazarla y lo mismo ocurre con la fidelidad: es un mosaico de pequeñas teselas. Teselas que hay que poner cada día con la certeza de que un día brillará, con todo esplendor, el mosaico de la imagen divina.

CORAZÓN PARTÍO

La persona, imagen e Dios, solo puede adorar a Dios. Y Dios es absoluto. Servir a Dios y al dinero es como pretender jugar un partido de fútbol con dos balones: no sabremos a cuál dar.  Pocas veces es Jesús tan rotundo, tan claro: No podéis servir a Dios y al dinero.

La sabiduría popular sabe que hay personas que encienden “una vela a Dios y otra al diablo” y contra eso nos previene Jesús: no se puede, tarde o temprano te inclinas por Dios o por el diablo.

Optar bien es lo que nos pide hoy la Palabra.  Servir y amar a Dios de todo corazón es nuestra única felicidad.