viernes, 24 de febrero de 2012

1 DOMINGO DE CUARESMA, B


Génesis 9, 8-15
Salmo 24: "Descúbrenos, Señor, tus caminos".
1 Pedro 3, 18-22
Marcos 1,12-15


Lectura del libro del Génesis (9, 8-15)

En aquellos días, dijo Dios a Noé y a sus hijos: "Ahora establezco una alianza con ustedes y con sus descendientes, con todos los animales que los acompañaron, aves, ganados y fieras, con todos los que salieron del arca, con todo ser viviente sobre la tierra. Esta es la alianza que establezco con ustedes: No volveré a exterminar la vida con el diluvio ni habrá otro diluvio que destruya la tierra". Y añadió: "Esta es la señal de la alianza perpetua que yo establezco con ustedes y con todo ser viviente que esté con ustedes. Pondré mi arco iris en el cielo como señal de mi alianza con la tierra, y cuando yo cubra de nubes la tierra, aparecerá el arco iris y me acordaré de mi alianza con ustedes y con todo ser viviente. No volverán las aguas del diluvio a destruir la vida".

Salmo Responsorial 24:
R. Descúbrenos, Señor, tus caminos.


Descúbrenos, Señor, tus caminos,
guíanos con la verdad de tu doctrina.
Tú eres nuestro Dios y salvador
y tenemos en ti nuestra esperanza.
R. Descúbrenos, Señor, tus caminos.


Acuérdate, Señor, que son eternos
tu amor y tu ternura.
Según ese amor y esa ternura,
acuérdate de nosotros.
R. Descúbrenos, Señor, tus caminos.


Porque el Señor es recto y bondadoso,
indica a los pecadores el sendero,
guía por la senda recta a los humildes
y descubre a los pobres sus caminos.
R. Descúbrenos, Señor, tus caminos.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (3, 18-22)

Hermanos: Cristo murió, una sola vez y para siempre, por los pecados de los hombres; él, el justo, por nosotros, los injustos, para llevarnos a Dios; murió en su cuerpo y resucitó glorificado. En esta ocasión, fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados, que habían sido rebeldes en los tiempos de Noé, cuando la paciencia de Dios aguardaba, mientras se construía el arca, en la que unos pocos, ocho personas, se salvaron flotando sobre el agua. Aquella agua era figura del bautismo, que ahora los salva a ustedes y que no consiste en quitar la inmundicia corporal, sino en el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios, por la resurrección de Cristo Jesús, Señor nuestro, que subió al cielo y está a la derecha de Dios, a quien están sometidos los ángeles, las potestades y las virtudes.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 12-15)

En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían. Después de que, arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio".

Comentario de Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Damos hoy comienzo a la Santa Cuaresma, algo aburridísimo para algunos, lleno de tristeza y melancolía para otros. Sí, en la Iglesia ya no se ven flores, algo que tanto agrada la vista; sí, el color de los ornamentos es morado; sí, ya no se canta el gloria ni el aleluya; sí, incluso en algunos lugares cubren las imágenes; sí, los viernes no se come carne; sí, hay dos días que se debe ayunar; sí, incluso habrá quien se prive de comer dulces, que no vaya a bailar o que deje de tomarse su traguito, etcétera.

Cuando miramos así a la Cuaresma que comenzamos el miércoles 22, la verdad es que es deprimente, y como alguien ha dicho "odio la cuaresma".

Sin embargo la Cuaresma bien entendida, no tiene nada de ese sentido lóbrego que algunos le dan. La Cuaresma, si nos fijamos en las lecturas de hoy tiene un sentido grande de vida y no de muerte, de alegría y no de tristeza, de esperanza y no de desesperación.

La primera lectura nos habla de que es el mismo, Dios quien quiere y hace una alianza con Noe y sus hijos, anunciándoles que no habrá ya más destrucción como la del diluvio.

En la segunda lectura Pedro nos recuerda las aguas del diluvio y pasa a las aguas del bautismo por el que recibimos la vida divina, por la que participamos en ese misterio glorioso de la muerte de Cristo y de su resurrección.

Si continuamos nos encontramos con el Santo Evangelio que Marcos nos ofrece. El Espíritu es el que guía a Jesús al desierto. Nosotros nunca estamos solos, pues el Espíritu desde que entró en nosotros al recibir el sacramento del Bautismo, nos convirtió en su morada y por eso el Apóstol nos recuerda que somos "Templos del Espíritu Santo".

Marcos no nos da detalles de lo que aconteció durante esos cuarenta días que Jesús pasa en la soledad del desierto, excepto que es tentado, que vive entre alimañas y que los ángeles le servían.

Juan, el Precursor, es arrestado y Jesús regresa a Galilea y comienza su predicación, predicación con la que comenzamos este primer domingo de Cuaresma: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Nueva."

Todas aquellas promesas, todo ese tiempo de espera ya ha terminado. El dominio del demonio se ha terminado pues alguien más poderoso ha llegado. Este cambio es la Buena Nueva, Dios está con nosotros, está estableciendo una nueva alianza y esta vez basada en Cristo Jesús.

¿Qué significa el Reino de Dios? No lo define, de hecho nunca lo define, pero de vez en cuando nos presenta Jesús una especie de cuentos o historietas, las parábolas, para que nosotros tengamos una idea de lo que es ese reino.

Este nuevo reino, es una nueva vida. Las cosas no pueden seguir como estaban, este nuevo reino, esta nueva vida se tiene que asemejar a los primeros tiempos cuando todo era bueno y justo. Cuando había felicidad desbordante porque Dios era el centro de todo.

Para entrar, para participar, para adquirir ciudadanía en este nuevo reino, necesitamos la conversión, el cambio radical, hacer de Dios, como dice el Cardenal Martini, el centro de nuestra vida.

Sería bueno comenzar por una reflexión personal, pasando inmediatamente a la comunitaria, seguida de una nacional e internacional sobre lo que sería este mundo si en vez de los bancos, los congresos y senados, las armas de una clase u otra dejaran de hacer negocio, escribir pactos que se rompen antes de que se seque la tinta de las firmas, y dejaran de sonar los cañones y las bombas y votáramos todos por Dios, ya podríamos no sólo escuchar buenas noticias en las televisiones y telediarios, sino que como dice J. A. Pagola: "Cuando Dios reina en el mundo, la humanidad progresa en justicia, en solidaridad, compasión, fraternidad y paz".

El Reino de Dios fue la pasión de Cristo, y si queremos seguirle, debe ser la nuestra también. "Padre nuestro… venga a nosotros tu reino".

lunes, 20 de febrero de 2012

La proclamacion del Evangelio hoy: entre la mision ad gentes y la nueva evangelizacion, por el Cardenal Timothy Michael Dolan, Arzobispo de Nueva York.


17 de febrero del 2012.

¡Alabado sea Jesucristo!


"¡Vayan, y hagan discípulos en todas las naciones!", es tan actual como la Palabra de Dios que hemos escuchado en la liturgia de esta mañana...

Me refiero al deber sagrado de la nueva evangelización. Es "siempre antigua, siempre nueva". El cómo, el cuándo y el dónde pueden cambiar, pero el mandato sigue siendo el mismo, así como el mensaje y la inspiración: "Jesucristo... el mismo ayer, hoy y siempre".

Estamos reunidos en el caput mundi, evangelizada por los apóstoles Pedro y Pablo; en la ciudad de la que el sucesor de Pedro "ha enviado" evangelizadores a ofrecer la Persona, el mensaje y la invitación que están en el corazón de la evangelización, para toda la Europa, hasta el "nuevo mundo", en la era de los "descubrimientos geográficos", así como en África y Asia en tiempos más recientes.

Estamos reunidos frente a la basílica, donde el celo evangélico de la Iglesia se expandió durante el Concilio Vaticano II; cerca de la tumba del sumo pontífice que ha creado el término "Nueva Evangelización", familiar para todos.

Nos reunimos agradecidos por la compañía fraternal de un pastor que nos hace recordar todos los días, el desafío de la nueva evangelización.

Sí, estamos aquí juntos como misioneros, como evangelizadores.

Acogemos la enseñanza del Concilio Vaticano II, especialmente en lo que está expresado en los documentos Lumen Gentium, Gaudium et Spes y Ad Gentes, que especifican con precisión cómo entiende la Iglesia su propio deber evangélico, llamando a toda la Iglesia misionera; es decir, que todos los cristianos, en virtud del bautismo, la confirmación y la eucaristía, son evangelizadores.

Sí, el Concilio ha reiterado, sobre todo en Ad Gentes, que si bien son misioneros explícitos aquellos enviados a los lugares donde las personas nunca han oído el nombre mediante el cual todos los hombres han sido salvados, sin embargo, no hay cristiano que esté excluido de la tarea de dar testimonio de Jesús, transmitiendo a los demás el llamado del Señor en la vida cotidiana.

Por lo tanto, la misión se ha convertido en el punto central de la vida de cada Iglesia local, de cada creyente. La naturaleza misionera se renueva no sólo en un sentido geográfico, sino en el sentido teológico, en tanto el destinatario de la 'misión' no es sólo el no creyente, sino el creyente. Algunos se preguntaban si esta ampliación del concepto de la evangelización hubiese debilitado involuntariamente el significado de la misión 'ad gentes'.

El beato Juan Pablo II ha desarrollado esta nueva comprensión del término, haciendo hincapié en la evangelización de la cultura, en cuanto el parangón entre fe y cultura sustituyó la relación entre la Iglesia y el Estado que prevaleció hasta el Concilio, y en este cambio de acento consiste la tarea de reevangelizar culturas que alguna vez fueron el verdadero motor de los valores evangélicos.

Así, la nueva evangelización se convierte en el reto de aplicar la llamada de Jesús a la conversión del corazón, no sólo ad extra sino también ad intra; a los creyentes y culturas en las que la sal del evangelio ha perdido su sabor. Por lo tanto, la misión se dirige no sólo a Nueva Guinea, sino también a Nueva York.

En la Redemptoris Missio, número 33, el beato Juan Pablo II presentó este planteamiento, haciendo una distinción entre la evangelización primaria –el anuncio de Jesús a los pueblos y contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos–, y la nueva evangelización –el reavivar la fe en la gente y las culturas en las que se ha apagado–, y la atención pastoral de las iglesias que viven la fe y han reconocido su compromiso universal.

Está claro que no hay oposición entre la misión ad gentes y la nueva evangelización: no se trata de un aut-aut sino de un et-et. La Nueva Evangelización genera misioneros entusiastas, y aquellos que están comprometidos en la misión ad gentes deben dejarse evangelizar continuamente.

Desde el Nuevo Testamento, la misma generación que recibió la misión ad gentes del Maestro en el momento de la Ascensión necesitaba que san Pablo la exhortase a "reavivar el carisma de Dios", reavivando la llama de la fe depositada en ellos. Esto es sin duda, uno de los primeros ejemplos de la nueva evangelización.

Y más recientemente, durante el alentador Sínodo sobre África, hemos escuchado las voces de nuestros hermanos que están ejerciendo su ministerio en los lugares donde la cosecha de la misión ad gentes era rica, pero ahora que han pasado dos o tres generaciones, también ellos sienten la necesidad de una nueva evangelización.

El reconocido misionero televisivo, arzobispo Fulton J. Sheen, dijo: "La primera palabra de Jesús a sus discípulos fue 'vengan', y la última fue 'vayan'. Uno no puede 'ir' a menos que primero no haya 'venido' a él".

Un gran reto, tanto para la misión ad gentes como a la nueva evangelización, es el llamado secularismo.

Escuchemos cómo lo describe el Santo Padre:

"La secularización, que se presenta en las culturas como una configuración del mundo y de la humanidad sin referencia a la Trascendencia, invade todos los aspectos de la vida diaria y desarrolla una mentalidad en la que Dios de hecho está ausente, total o parcialmente, de la existencia y de la conciencia humanas. Esta secularización no es sólo una amenaza exterior para los creyentes, sino que ya desde hace tiempo se manifiesta en el seno de la Iglesia misma. Desnaturaliza desde dentro y en profundidad la fe cristiana y, como consecuencia, el estilo de vida y el comportamiento diario de los creyentes. Estos viven en el mundo y a menudo están marcados, cuando no condicionados, por la cultura de la imagen, que impone modelos e impulsos contradictorios, negando en la práctica a Dios: ya no hay necesidad de Dios, de pensar en él y de volver a él. Además, la mentalidad hedonista y consumista predominante favorece, tanto en los fieles como en los pastores, una tendencia hacia la superficialidad y un egocentrismo que daña la vida eclesial." (Discurso de Su Santidad Benedicto XVI a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Cultura, 8.III.2008).

Esta secularización nos llama a una estrategia eficaz de evangelización.

Permítanme exponerla en siete puntos:

1. A decir verdad, al invitarme a hablar sobre este tema "El anuncio del Evangelio hoy: entre misión ad gentes y la nueva evangelización", el eminentísimo secretario de Estado, me pidió contextualizar el secularismo, sugiriendo que mi archidiócesis de Nueva York es quizá "la capital de la cultura secularizada".

Pero, –y creo que mi amigo y colega, el cardenal Edwin O'Brien, que creció en Nueva York, estará de acuerdo–, yo diría que Nueva York, a pesar de dar la impresión de ser secularizada, es sin embargo una ciudad muy religiosa.

Incluso en los lugares que suelen ser clasificados como "materialistas", tales como los medios de comunicación, el entretenimiento, las finanzas, la política, el arte, la literatura, hay una innegable apertura a la trascendencia, ¡a lo divino!

Los cardenales que sirven a Jesús y a su Iglesia en la Curia Romana pueden recordar el discurso de Su Santidad por la Navidad hace dos años, en el que se celebraba esta apertura natural a lo divino, incluso en aquellos que dicen adherirse al secularismo:

"...Considero importante sobre todo el hecho de que también las personas que se declaran agnósticas y ateas deben interesarnos a nosotros como creyentes. Cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad. Pero la cuestión sobre Dios sigue estando también en ellos... Como primer paso de la evangelización debemos tratar de mantener viva esta búsqueda; debemos preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de su existencia; preocuparnos de que acepte esa cuestión y la nostalgia que en ella se esconde... Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de "atrio de los gentiles" donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia".

Este es mi primer punto: Compartimos la convicción de los filósofos y poetas del pasado, los cuales no tenían la ventaja de haber recibido la revelación. Y, por eso, incluso una persona que dice adherirse al secularismo y despreciar las religiones, tiene dentro de sí una chispa de interés en el más allá, y reconoce que la humanidad y la creación serían un enigma absurdo sin un concepto de 'creador'.

En el cine hay ahora una película llamada The Way (El Camino), en la que uno de los protagonistas es un conocido actor, Martin Sheen. Quizás la hayan visto. Hace el papel de un padre cuyo hijo distanciado muere mientras recorre el Camino de Santiago de Compostela en España. El angustiado padre decide completar la peregrinación en lugar del hijo perdido. Es el icono del hombre secular: satisfecho de sí mismo, despectivo hacia Dios y la religión, que se definía "excatólico", cínico frente a a la fe... pero, sin embargo, es incapaz de negar que dentro de sí hay un interés irresistible de conocer más allá, una sed de algo más -o alguien más--, que crece en él a lo largo del camino.

Sí, podríamos tomar prestado lo que los apóstoles le dijeron a Jesús en el evangelio del domingo: ¡"todos te buscan"! Y te están buscando incluso hoy...

2. Esto me lleva al segundo punto: este hecho nos da una inmensa confianza y el coraje decisivo para cumplir con el sagrado deber de la misión y la nueva evangelización. "No tengan miedo", como suele decirse, es la exhortación más repetida en la Biblia.

Después del Concilio, la buena noticia era que el triunfalismo en la Iglesia había muerto. Pero, por desgracia, ¡también la confianza!

Estamos convencidos, confiados y valientes con la nueva evangelización gracias al poder de la Persona que nos ha confiado esta misión –da la casualidad de que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad–, y gracias a la verdad de su mensaje y la profunda apertura a lo divino, incluso entre las personas más secularizadas de nuestra sociedad actual.

¡Seguros, sí! Triunfalistas, ¡nunca más!

Lo que nos mantiene lejos de la arrogancia y de la soberbia del triunfalismo es el reconocimiento de lo que nos enseñó el papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi: ¡la Iglesia misma tiene siempre la necesidad de ser evangelizada!

Esto nos da la humildad de admitir que nemo dat quod non habet, que la Iglesia tiene una profunda necesidad de conversión interior, algo medular en la llamada a la evangelización.

3. Un tercer elemento para una misión eficaz es la conciencia de que Dios no sacia la sed del corazón humano con un concepto, sino a través de una persona que se llama Jesús. La invitación implícita en la misión ad gentes y la nueva evangelización no es una doctrina, sino un llamado a conocer, amar y servir --no a algo--, sino a alguien.

Santo Padre, cuando comenzó su pontificado, nos invitó a una amistad con Jesús, expresión con la que Usted ha definido la santidad. Es el amor de una Persona, una relación personal que está en el origen de nuestra fe.

Como escribe san Agustín: "Ex una sane doctrina impressam fidem credentium cordibus ingulorum qui hoc idem credunt verissime dicimus, sed aliud sunt ea quae creduntur, aliud fides qua reduntur" (De Trinitate, XIII, 2.5).

4. Y aquí está el cuarto punto: esta persona, este Jesús de Nazaret, nos dice que Él es la verdad. Por lo tanto, nuestra misión tiene una sustancia, un contenido. A veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y al umbral de este Año de la fe, nos encontramos con el reto de combatir el analfabetismo catequético.

Es verdad que la nueva evangelización es urgente, porque a veces el secularismo ha ahogado el grano de la fe; pero esto fue posible porque muchos creyentes no tienen la mínima idea de la sabiduría, la belleza y la coherencia de la Verdad.

Su eminencia el cardenal George Pell, dijo que "no es tan cierto que las personas han perdido la fe, sino que no la tuvieron desde el inicio; y si la había de algún modo, era tan insignificante que podía ser fácilmente arrancada".

Por eso el cardenal Avery Dulles nos ha llamado a una neoapologética, no radicada en discusiones vacías, sino en la Verdad que tiene un nombre, Jesús.

Del mismo modo, cuando el beato John Henry Newman recibió la tarjeta para la nominación al Colegio de Cardenales, advirtió sobre los peligros del liberalismo en la religión, es decir, "la doctrina según la cual no hay ninguna verdad positiva en la religión, en que un credo vale tanto como otro. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento y una preferencia personal".

Cuando Jesús nos dice "Yo soy la Verdad", dijo también que es "el Camino y la Vida." El camino de Jesús es al interior y a través de su Iglesia, que como una madre santa nos da la Vida del Señor.

"¿Cómo lo habrías conocido a Él si no a través de Ella?", preguntaba De Lubac, haciendo referencia a la relación inseparable entre Jesús y su Iglesia.

Por lo tanto, nuestra misión, esta nueva evangelización, tiene unas dimensiones catequéticas y eclesiales.

Esto nos lleva a pensar en la Iglesia de una manera renovada: a pensar en ella como una Misión en sí misma. Como nos enseñó el beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio, la Iglesia no tiene una misión, como si la "misión" fuera una cosa entre las muchas que Iglesia hace. No, la Iglesia es una misión, y cada uno de nosotros que confiesa a Jesús como Señor y Salvador debería interrogarse sobre su propia eficacia en la misión.

En los últimos cincuenta años desde la apertura del Concilio, hemos visto a la Iglesia pasar por las últimas etapas de la Contrarreforma y volver a descubrirse como una obra misionera. En algunos lugares esto ha significado un nuevo descubrimiento del Evangelio. En los países cristianos ya ha dado lugar a una reevangelización que abandona las aguas estancadas de la conservación institucionaly, como Juan Pablo II ha enseñado en la Novo Millennio Ineunte, nos invita a despegar en pos de una pesca eficaz.

En muchos de los países aquí representados, alguna vez la cultura y el entorno social transmitían el evangelio, pero hoy en día no es así. Ahora, por lo tanto, el anuncio del evangelio –la invitación explícita a entrar en la amistad con el Señor Jesús–, debe estar en el centro de la vida católica y de todos los católicos. Pero en todo momento, el Concilio Vaticano II y los grandes papas que le han dado una interpretación autorizada, nos impulsan a llamar a nuestra gente a pensarse como un despliegue de misioneros y evangelizadores.

5. Cuando era seminarista en el Colegio Norteamericano, todos los estudiantes de teología del primer año de todos los ateneos de Roma fueron invitados a una misa en San Pedro celebrada por el prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal John Wright.

Esperábamos una homilía densa. Pero él empezó pidiéndonos: "Seminaristas, háganme un favor a mí y a la Iglesia: cuando vayan por las calles de Roma, ¡sonrían!".

Por lo tanto, el punto cinco: el misionero, el evangelizador, debe ser una persona alegre. "La alegría es el signo infalible de la presencia de Dios", afirma Leon Bloy. Cuando asumí como arzobispo de Nueva York un sacerdote me dijo "sería mejor si deja de sonreir cuando va por las calles de Manhattan o ¡terminará por hacerse arrestar!"

Un enfermo terminal de sida en la casa Don de la Paz llevada por las Misioneras de la Caridad en la archidiócesis de Washington del cardenal Donald Wuerl, pidió ser bautizado. Cuando el sacerdote le pidió una expresión de fe, murmuró: "lo que sé es que soy un infeliz, y las hermanas en cambio son muy felices, incluso cuando las insulto y les escupo. Ayer finalmente les pregunté la razón de su felicidad y ellas me contestaron "Jesús". Yo quiero a este Jesús para que así yo también pueda ser feliz.

Un verdadero acto de fe, ¿no?

La nueva evangelización se realiza con una sonrisa, no con el ceño fruncido.

La misión ad genteses, básicamente, un sí a todo aquello que hay de decente, bueno, verdadero, bello y noble en la persona humana.

¡La Iglesia es básicamente un sí, ¡no un no!

6. Y, penúltimo punto, la Nueva Evangelización, es un acto de amor. Recientemente le preguntaron a nuestro hermano John Thomas Kattrukudiyil, obispo de Itanagar, en el noreste de la India, el motivo del enorme crecimiento de la Iglesia en su diócesis, que registra más de diez mil conversiones de adultos al año.

"Porque presentamos a Dios como un Padre amoroso, y porque la gente ve que la Iglesia los ama", respondió. No es un amor etéreo, añadió, sino un amor encarnado en maravillosas escuelas para los niños, clínicas para los enfermos, casas para los ancianos, orfanatos, alimentos para los hambrientos.

En Nueva York, hasta el corazón del más convencido secularizado se enternece cuando visita una de nuestras escuelas católicas de la ciudad. Cuando uno de nuestros benefactores, que se definía como agnóstico, le preguntó a la hermana Michelle, por qué a su edad y con dolores de artritis en las rodillas, seguía trabajando en una escuela hermosa, pero muy exigente, ella respondió: "Porque Dios me ama y yo lo amo y quiero que estos niños descubran este amor."

7. Alegría, amor y... último punto... siento decirlo, la sangre.

Mañana, veintidós de nosotros oirán lo que la mayoría de ustedes ya han oído: "Para la gloria de Dios y en honor de la Sede Apostólica recibe esta birreta, signo de la dignidad cardenalicia, sabiendo que tendrás que actuar con fortaleza hasta el derramamiento de tu sangre: para la difusión de la fe cristiana, la paz y la tranquilidad del pueblo de Dios, la libertad y el crecimiento de la Santa Iglesia Romana."

Santísimo Padre, ¿podría, por favor, saltar lo del "derramamiento de tu sangre" cuando me entregue la birreta?

¡Por supuesto que no! Pero nosotros somos audiovisuales escarlata para todos nuestros hermanos y hermanas que también están llamados a sufrir y morir por Jesús.

Fue Pablo VI quien observó sabiamente que el hombre moderno aprende más de los testigos que de los maestros, y el supremo testimonio es el martirio.

Hoy en día, lamentablemente, tenemos mártires en abundancia.

Gracias, Santo Padre, porque nos recuerda a menudo a aquellos que hoy en día sufren la persecución a causa de su fe en todo el mundo.

Gracias al cardenal Koch, porque cada año llama a la Iglesia a un "día de solidaridad" con los perseguidos por causa del evangelio, y por la invitación a nuestros interlocutores en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso a un "ecumenismo en el martirio".

Mientras lloramos a los mártires cristianos; mientras los amamos, oremos con y por ellos; mientras actuamos enérgicamente en su defensa, estamos también muy orgullosos de ellos, nos sentimos orgullosos de ellos y proclamamos su testimonio supremo al mundo. Ellos encienden la chispa de la misión ad gentesde la Nueva Evangelización.

Un joven de Nueva York me dijo que volvió a la fe católica, abandonada en la adolescencia, después de haber leído ‘Los monjes de Tibhirine', sobre los trapenses martirizados en Argelia quince años atrás, y al haber visto su historia en el film francés ‘De dioses y hombres'. Tertuliano no se sorprendería.

Gracias a ustedes, santo padre y hermanos, por soportar mi italiano básico. Cuando el cardenal Bertone me pidió que hablara en italiano, estuve preocupado porque yo hablo italiano como un niño.

Pero entonces me acordé de que cuando era un joven sacerdote, recién ordenado, mi primer párroco me dijo mientras iba a enseñar el catecismo a los niños de seis años: "¡Ahora vamos a ver que hará toda tu teología, y si podrás hablar de la fe como un niño!".

Y quizás conviene concluir simplemente con este pensamiento: tenemos necesidad de decir de nuevo, como un niño, la verdad eterna, la belleza y la sencillez de Jesús y de su Iglesia.

¡Alabado sea Jesucristo!

viernes, 17 de febrero de 2012

7 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, B, por Mon. Francisco González, S.F.

Isaías 43,18-19.21-25
Salmo 40
2 Corintios 1,18-22
Marcos 2,1-12



Isaías 43, 18-19. 21-22. 24b-25

Así dice el Señor: —«No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed del pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza. Pero tú no me invocabas, Jacob, ni te esforzabas por mí, Israel; me avasallabas con tus pecados y me cansabas con tus culpas. Yo, yo era quien por mi cuenta borraba tus crímenes y no me acordaba de tus pecados.»

Salmo responsorial: 40, 2-3. 4-3. 13-14
R/. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.


Dichoso el que cuida del pobre y desvalido;
en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor.
El Señor lo guarda y lo conserva en vida,
para que sea dichoso en la tierra,
y no lo entrega a la saña de sus enemigos.
R/. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.


El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor,
calmará los dolores de su enfermedad.
Yo dije: « Señor, ten misericordia,
sáname, porque he pecado contra ti.»
R/. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

A mí, en cambio, me conservas la salud,
me mantienes siempre en tu presencia.
Bendito el Señor, Dios de Israel,
ahora y por siempre. Amén. Amén.
R/. Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

Corintios 1,18-22

Hermanos: ¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero «sí» y luego no». Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero «sí» y luego «no»; en él todo se ha convertido en un «sí»; en él todas las promesas han recibido un «sí». Y por él podemos responder: «Amén» a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto con vosotros. Él nos ha ungido, él nos Ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones, como prenda suya, el Espíritu. Palabra de Dios

Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: — «Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros:— «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo:
— «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.» Entonces le dijo al paralítico:— «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: — «Nunca hemos visto una cosa igual.»

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.,
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

En este séptimo domingo del tiempo ordinario, el último antes de comenzar la santa cuaresma, comenzamos la lectura del segundo capítulo del evangelio de Marcos donde encontramos algo que nos debe hacer reflexionar acerca de nuestra vida como cristianos, como seguidores de Cristo: la controversia.

La forma de ser de Jesús es distinta de la señalada por los valores del mundo, incluso de fanáticos religiosos. En este capítulo y primeros versículos del siguiente encontramos de un lado a Jesús y del otro gente que se escandaliza, que le juzga, que se asusta, que no le entiende, que no lo puede aceptar. En fin, aquí hay materia para reflexionar.

Me encanta el pasaje evangélico asignado a este domingo. En mi caso lo encuentro muy personal pues me da gran esperanza. Sé que el Señor me ama, nos ama. El haber estado paralizado y el ser pecador no son motivos para la desesperación, pues además del esfuerzo propio que estoy llamado a hacer, tengo mucha gente, que como esos cuatro amigos del paralítico rezan por mí, como si ellos fueron los que me acercan a Jesús para que con su amor, con su perdón haga posible una vida más llena.

El evangelio. Jesús después de unos días de prédica ha vuelto a Cafarnaún, claro está, Él es ya una personalidad y la gente se entera y acuden tantos a la casa que ya no quedaba sitio. Cuatro hombres, vecino y verdaderos amigos de un paralítico, se lo traen a Jesús, y como ellos creen, no se van a ir por causa del gentío, y ni cortos ni perezosos, abren un boquete en el techo y por allí bajan al paralítico en su camilla y lo ponen delante mismo del Maestro. Y aquí comienza la controversia: Jesús comienza a liberar al hombre por lo que más le ata, por lo que más le impide ser libre. Jesús comienza: Hijo, tus pecados quedan perdonados.

No sabemos si el paralítico tenía fe o no. Si sabemos que entre los presentes había unos letrados que, claro está, estaban sentados y desde esos pequeños tronos comenzaron a juzgar a Jesús: ¡Blasfemo!
Jesús sabe lo que están pensando y los reta haciéndoles una pregunta sobre lo que creen que sea más difícil, hacer que el paralítico camine o que sus pecados sean perdonados.

Sin darles tiempo a entablar una discusión bizantina, dice al enfermo: Contigo hablo: "Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa". Y el evangelio nos dice que obedeciendo el mandato del Señor, se levantó, cogió la camilla y salió a la vista de todos.

Concluye esta lectura: "Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios".

Me imagino que aquellos cuatro amigos saltaban y gritaban, pues ellos fueron los que habían llevado a este amigo, que ya hacía mucho tiempo que no podía valerse por sí mismo, que ellos lo llevaban por aquí y por allá pues lo querían, y ahora es el amigo quien lleva la camilla en sus hombros y dando saltos camina y corre y da vueltas de gozo, pues estaba postrado y ahora está de pie, ahora es un hombre libre.

El pecado es lo que más nos paraliza, lo que más nos hunde. El pecado nos encierra en nosotros mismos y nos impide ser felices.

El perdón es todo lo contrario, pues libera, destruye las barreras que nos impiden ser hermanos y hermanas.

Dios es amor y por ese amor nos perdona, por ese amor nos mandó a su Hijo Jesucristo para salvarnos. Dios perdona siempre y porque Él lo hace y debemos imitarle, también nosotros estamos llamados a pedir perdón y perdonar a los demás. Y en este perdonar debemos aprender a perdonarnos a nosotros mismos para lo mismo que Dios se mantiene siempre con los brazos abiertos para recibirnos, que nosotros también los tengamos abiertos para recibirlo a Él y a nuestros hermanos/as.

"Dios perdona siempre... y debemos imitarle, también nosotros estamos llamados a pedir perdón y perdonar a los demás."

viernes, 10 de febrero de 2012

6 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, B, por Mons. Francisco González, S.F.

Levítico 13,1-2. 44-46
Salmo 32: Tú eres mi refugio; 
me rodeas de cantos de liberación
1 Corintios 10,31-11,1
Marcos 1,40-45


Levítico 13,1-2. 44-46

El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel y se le produzca la lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra, y es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra, andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: «¡Impuro, impuro!» Mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento.

Salmo 32: Tú eres mi refugio; 
me rodeas de cantos de liberación

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
R. Tú eres mi refugio; 
me rodeas de cantos de liberación

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
R. Tú eres mi refugio; 
me rodeas de cantos de liberación

Alegraos, justos, con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero.
R. Tú eres mi refugio; 
me rodeas de cantos de liberación

1 Corintios 10,31-11,1

Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios. Por mi parte, yo procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de ellos, para que todos se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.

Marcos 1,40-45

En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
-Si quieres, puedes limpiarme.
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó diciendo:
-Quiero: queda limpio.
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio.
El lo despidió, encargándole severamente:
-No se lo digas. a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.
Pero cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Comentario por Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Nos estamos acercando a la santa cuaresma, cuando de una forma muy especial se nos llama a la constante conversión. Algo que todos necesitamos, incluso los que se creen santos y los que verdaderamente lo son. Conversión, el cambio radical: salir de nosotros mismos y hacer a Dios el centro de nuestra vida. Este domingo en muchos lugares del mundo se tiene la "campaña contra el hambre".

Dicho todo lo anterior, hoy la sagrada liturgia nos presenta un pasaje del evangelio de Marcos que nos debe hacer pensar mucho en nuestras actitudes. Quien más quien menos sufrimos un tanto o un mucho de eso que llamamos egocentrismo, o sea, yo y todos como yo. Y como consecuencia de lo dicho, excluimos de nuestra amistad todo lo que no nos gusta. Si extendemos eso a círculos mayores, encontramos a muchos hombres y mujeres, hermanos y hermanas nuestras, queramos o no, que se quedan fuera de la sociedad.

Jesús nos narra el evangelio de Marcos, va predicando en las sinagogas y fuera de ellas, y en un momento dado algo insólito sucede: un leproso se le acerca, y aunque no lo menciona el escrito, seguro que se formó una gran algarabía.

Era inconcebible, además de prohibido que un leproso se acercara a un grupo de personas, sin haber gritado o anunciado a voces que era leproso, para que la gente tuviera la oportunidad de apartarse de semejante persona. Y Jesús rompe con la norma, con la ley, y el leproso que se ha arrodillado diciéndole: ‘Si quieres, puedes limpiarme’. Extiende su mano y le toca. Jesús había sentido lástima por este hombre que sufría enfermedad y rechazo, y contesta a su súplica: "Sí quiero, queda limpio". Y así sucedió.

Los medios de comunicación no se cansan de darnos ejemplos de todos esos casos en que constantemente nos separamos unos de otros, nos excluimos unos a otros. Diferentes tribus en ciertos países, ciertas enfermedades, posición social o económica, ideologías, partidos políticos, incluso grupos religiosos abanderando sus propias prácticas y declarándose superiores a los otros, algo que también sucedía en los tiempos de Cristo. Siempre creando barreras para "protegernos" de los demás.

Muchas veces nos arropamos con eso de que la "ley manda", que esto siempre se ha hecho así, que la tradición exige, etcétera, y cerramos el corazón, y continuamos manteniendo a distancia al "leproso", o sea, al que no es de mi gusto y pongo por encima de todo lo mío, como si yo fuera el único que tengo comunicación directa con Dios, el único que tengo su número privado.

¿Qué pasará si cuando tengamos que dar cuenta ante el Señor, el Rey del Universo, nos trata lo mismo que nosotros hemos tratado a los demás, que cuando nos pedían una cita tardábamos meses en contestar por "estar muy ocupados"; cuando nunca permitimos que comieran con nosotros en nuestra mesa, o se sentaran en nuestra silla; cuando ante las tempestades de la vida nunca les dimos cobijo o aposento en nuestra casa; cuando les encontramos tirado por el camino y no les levantamos y les llevamos a la casa de socorro porque la norma decía que era un crimen transportar a los que no tenían papeles.

Este santo evangelio que la Liturgia de la Palabra nos ofrece este sexto domingo del Tiempo Ordinario es una oportunidad para enfrentar nuestra actitudes hacia los demás. Esta es una oportunidad, ahora que las legislaturas proponen infinidad de leyes y ya pensamos en las próximas elecciones, para que hayan los cambios necesarios y creemos una sociedad sin extraños, donde la sensibilidad y solidaridad nos ayude a crear esa hermandad que tanto bien nos haría.

Estamos también viviendo la euforia de la Nueva Evangelización. Tal vez sea bueno recordar la sabiduría popular expresada en el dicho: "Obras son amores, y no buenas razones". La Iglesia, como ya se ha dicho, necesita, y por eso rezamos, para que asuma de forma clara la defensa y liberación de los excluidos y marginados.

domingo, 5 de febrero de 2012

DOMINGO DE LA 5 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B, por Mons. Francisco González, S.F.

Job 7,1-4.6-7
Salmo 146,1-6
1 Corintios 9,16-19.22-23
Marcos 1,29-39


Job 7,1-4.6-7

Habló Job diciendo: El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero. Como el esclavo suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más dicha.

Salmo 146: 
Alabad al señor que sana los corazones destrozados

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
R.- Alabad al señor que sana los corazones destrozados

Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
R.- Alabad al señor que sana los corazones destrozados

Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
R.- Alabad al señor que sana los corazones destrozados

1 Corintios 9,16-19.22-23

El hecho de predicar no es para mi motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todo, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

Marcos 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
— Todo el mundo te busca.
Él les respondió:
— Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.

Comentario por Mons. Francisco Gonzalez, SF.,
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.


Hoy nos encontramos en la primera lectura un hombre extraordinario: Job. Se ha dicho que el libro de Job es toda una meditación o reflexión acerca de la presencia del mal y del bien en el mundo.

Job es zarandeado de un lado para otro, tiene momentos de alegría y de depresión, de enorme riqueza y de completa pobreza y en medio de todo él sigue esperando pues confía en Dios. El Dios me lo dió y Dios me lo quitó es una actitud muy propia de Job, que es capaz de esperar contra toda esperanza, aunque tiene sus momentos en que le vemos profundamente afectado por las circunstancias que le tocan vivir.

En este pasaje de Job le vemos como en un viaje que hace entrando en sí mismo y buscando sentido a la vida. Lo que hoy vemos no es prometedor. Compara su vida a la del soldado, al jornalero y al esclavo: tres situaciones o profesiones que nadie envidiaba.

¿Cómo acepto yo las dificultades de mi vida? ¿Pierdo mi fe a la primera de cambio?

En el evangelio de hoy junto con los dos próximos domingos vemos unas curaciones, los "primeros signos del Reino de Dios". Jesús ha estado en la sinagoga, la casa de oración, y ahora se fue a la casa de Simón y Andrés, acompañado de Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba enferma y Jesús la sanó. Al atardecer le trajeron a Jesús toda clase de gente necesitada: enfermos físicos y personas con espíritus malos. Él sanó a muchos.

Nos dá la impresión de que Jesús había tenido un día muy completo de trabajo. De madrugada, "cuando todavía estaba obscuro", se levantó y se fue a orar a un lugar solitario, aunque como nos recuerda el mismo pasaje, había mucha gente que lo estaba buscando.

He aquí el gran dilema de muchos: oración o acción. La respuesta está en el ejemplo de Jesús, ambas van juntas. De hecho la primera no tiene sentido sin la segunda, y la segunda es difícil que se dé sin antes la primera.

En la vida del cristiano, acción y contemplación, para que sean verdaderas deben ir de la mano: María y Marta escuchan al Señor, Marta y María sirven al Señor. Nunca podemos estar tan ocupados que no encontremos tiempos para dedicarlo al diálogo con Dios (oración), como tampoco quiere el Señor que estemos siempre en el monte Tabor en muy elevada contemplación y olvidemos el cuidado de la casa, de los hijos, de las obligaciones del trabajo y todas esas ocupaciones que requieren nuestra presencia.

Por último vemos a Pablo (2º lectura) que siente la obligación de predicar el evangelio, al mismo tiempo que no espera gloria o recompensa por ello, ya que lo que ha recibido es "gracia" y como tal la comparte con los demás de acuerdo con las necesidades y situación de cada uno, pues se ha convertido en su esclavo, en su servidor. Este hecho no le quita ni una pizca de entusiasmo para anunciar el evangelio.

¿Cómo aceptamos las dificultades de la vida? (1º lectura). ¿Cómo compaginamos la oración y la acción? (evangelio) ¿En qué forma evangelizo yo? (2º lectura).

¡Alabemos al Señor que sana los corazones destrozados y venda sus heridas! (Sal. 146)