domingo, 5 de febrero de 2012

DOMINGO DE LA 5 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B, por Mons. Francisco González, S.F.

Job 7,1-4.6-7
Salmo 146,1-6
1 Corintios 9,16-19.22-23
Marcos 1,29-39


Job 7,1-4.6-7

Habló Job diciendo: El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero. Como el esclavo suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más dicha.

Salmo 146: 
Alabad al señor que sana los corazones destrozados

Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel.
R.- Alabad al señor que sana los corazones destrozados

Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre.
R.- Alabad al señor que sana los corazones destrozados

Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.
R.- Alabad al señor que sana los corazones destrozados

1 Corintios 9,16-19.22-23

El hecho de predicar no es para mi motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todo, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.

Marcos 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron:
— Todo el mundo te busca.
Él les respondió:
— Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.

Comentario por Mons. Francisco Gonzalez, SF.,
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.


Hoy nos encontramos en la primera lectura un hombre extraordinario: Job. Se ha dicho que el libro de Job es toda una meditación o reflexión acerca de la presencia del mal y del bien en el mundo.

Job es zarandeado de un lado para otro, tiene momentos de alegría y de depresión, de enorme riqueza y de completa pobreza y en medio de todo él sigue esperando pues confía en Dios. El Dios me lo dió y Dios me lo quitó es una actitud muy propia de Job, que es capaz de esperar contra toda esperanza, aunque tiene sus momentos en que le vemos profundamente afectado por las circunstancias que le tocan vivir.

En este pasaje de Job le vemos como en un viaje que hace entrando en sí mismo y buscando sentido a la vida. Lo que hoy vemos no es prometedor. Compara su vida a la del soldado, al jornalero y al esclavo: tres situaciones o profesiones que nadie envidiaba.

¿Cómo acepto yo las dificultades de mi vida? ¿Pierdo mi fe a la primera de cambio?

En el evangelio de hoy junto con los dos próximos domingos vemos unas curaciones, los "primeros signos del Reino de Dios". Jesús ha estado en la sinagoga, la casa de oración, y ahora se fue a la casa de Simón y Andrés, acompañado de Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba enferma y Jesús la sanó. Al atardecer le trajeron a Jesús toda clase de gente necesitada: enfermos físicos y personas con espíritus malos. Él sanó a muchos.

Nos dá la impresión de que Jesús había tenido un día muy completo de trabajo. De madrugada, "cuando todavía estaba obscuro", se levantó y se fue a orar a un lugar solitario, aunque como nos recuerda el mismo pasaje, había mucha gente que lo estaba buscando.

He aquí el gran dilema de muchos: oración o acción. La respuesta está en el ejemplo de Jesús, ambas van juntas. De hecho la primera no tiene sentido sin la segunda, y la segunda es difícil que se dé sin antes la primera.

En la vida del cristiano, acción y contemplación, para que sean verdaderas deben ir de la mano: María y Marta escuchan al Señor, Marta y María sirven al Señor. Nunca podemos estar tan ocupados que no encontremos tiempos para dedicarlo al diálogo con Dios (oración), como tampoco quiere el Señor que estemos siempre en el monte Tabor en muy elevada contemplación y olvidemos el cuidado de la casa, de los hijos, de las obligaciones del trabajo y todas esas ocupaciones que requieren nuestra presencia.

Por último vemos a Pablo (2º lectura) que siente la obligación de predicar el evangelio, al mismo tiempo que no espera gloria o recompensa por ello, ya que lo que ha recibido es "gracia" y como tal la comparte con los demás de acuerdo con las necesidades y situación de cada uno, pues se ha convertido en su esclavo, en su servidor. Este hecho no le quita ni una pizca de entusiasmo para anunciar el evangelio.

¿Cómo aceptamos las dificultades de la vida? (1º lectura). ¿Cómo compaginamos la oración y la acción? (evangelio) ¿En qué forma evangelizo yo? (2º lectura).

¡Alabemos al Señor que sana los corazones destrozados y venda sus heridas! (Sal. 146)

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