miércoles, 5 de octubre de 2022

Las escuelas de Alejandría y Antioquía

 


La diferencia entre las escuelas de Antioquía y Alejandría
por Fernando Sagaspe, Doctor en teología patrística


En los primeros siglos del cristianismo, aparecieron dos importantes escuelas cristianas, las de Alejandría y Antioquía, con valiosos aportes a la catequesis y al estudio de las escrituras. 

La escuela alejandrina fue un centro de estudios superiores de teología orientado a la instrucción de los catecúmenos, que originó una gnosis cristiana que confrontó con otros gnosticismos imperantes en aquel tiempo. 

La escuela de Antioquía resistió a cierto alegorismo exagerado proponiendo una exégesis más literal y una mayor valoración de la humanidad de Cristo. 

La primera tuvo cierto basamento platonizante que la obligó a indagar la correspondencia de la creación con Dios. 

La segunda hizo una exégesis bíblico-teológica más encarnada y ofreció un discurso especulativo más breve, claro y demostrable.

La escuela alejandrina, teniendo entre sus precursores a Panteno, Clemente y Orígenes, nace entre la segunda mitad del siglo II y comienzos del III. Se constituye en Alejandría como un centro de estudios superiores de teología, bajo el control del obispo local y orientado a la instrucción de los catecúmenos. Pero el principal de sus objetivos era confrontar el predominio cultural que el gnosticismo, muy difundido en Alejandría entre los cristianos cultos, había dejado en la comunidad eclesial y en la ciudad. De este modo, se propone hacer frente al eclecticismo gnóstico dando origen a una “gnosis” cristiana que lo purificará del judaísmo del período persa y helenizado, misticismo, cábala, maniqueísmo, religiones persas e indias y gnosis paganas. 

La escuela antioquena nace entre los siglo III y IV en Antioquía, como reacción ya sea por la persistencia de la cultura asiática que pretendía imponerse desde Alejandría en todo el ámbito de pensamiento cristiano, o como resistencia contra la exacerbada alegoría origenista, contraponiendo una tendencia hacia la exégesis literalista y, en relación con Jesucristo, una plena valoración de su componente humano. El representante de esta doble orientación es Eustacio, obispo de Antioquía (323-330) pero, como veremos, surgirán muchos viris illustribus, entre los que Juan Crisóstomo llegaría a ser uno de sus mayores exponentes (347-407). 

Los representantes de estas dos corrientes de pensamiento serán quienes, con sus diferencias en las aulas conciliares, ayuden a consolidar y definir principios morales y dogmáticos en los cuatro primeros concilios ecuménicos: Nicea 325, Constantinopla 381, Éfeso 431 y Calcedonia 451. 

Nicea definirá la divinidad y consustancialidad del Hijo con el Padre; Constantinopla la divinidad del Espíritu Santo, que se define no por el homoousios o igualdad de sustancia, sino por el homotimía o igual adoración, visto que el primero de los términos había causado tanto conflicto, según Basilio Magno (330-379) en el tratado del Espíritu. 

En Éfeso, Apolinar de Laodicea, Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia, representantes de la escuela antioquena, consideraban que en Cristo había dos naturalezas y la divinidad hacía de alma del cuerpo, y que María era madre solo de la “parte humana”. El dogma se define como María Theotokos o engendradora de Dios, y la unidad de las dos naturalezas, humana y divina, sin división, cambio, confusión ni separación en la única persona del Verbo (unión hipostática) quedará definida en Calcedonia

En estos movimientos históricos, estaban presentes las dos escuelas, y cada concilio terminaba con la expresión anatema (tecnicismo que expresa la condena, prohibición, excomunión o exilio a quienes permanezcan o enseñen algo en contra de los cánones definidos por los padres sinodales). 

Aquí nos proponemos tratar la diferencia entre las escuelas de Alejandría y Antioquía y resaltar el aporte y el diálogo filosófico-teológico, hermenéutico-exegético. Estos centros culturales de la Antigüedad ayudaron a profundizar y especular sobre la revelación cristiana, haciendo de la fe el objeto principal de su estudio. 

En estas ciudades, se conformaron las llamadas “escuelas”, tan marcadas por sus diferencias filosóficas y consecuentemente teológicas, y se puso en juego la unidad de la Iglesia desde lo doctrinal y dogmático, especialmente por la hermenéutica llevada a la exégesis de los textos sagrados.




La escuela de Alejandría

Es ante todo una definición de Eusebio de Cesarea que manifiesta en su Historia Eclesiástica (V, 10 ss.) una sucesión del didaskaleionen Panteno, Orígenes y Clemente de Alejandría. En un primer momento, se entendió como institución y no como corriente de pensamiento, ya que representaba la escuela de catequesis para principiantes y la profundización –en un segundo ciclo– de verdades bíblicas. 

Orígenes pensaba que la Biblia era como un cuerpo humano constituido por cuerpo-alma-espíritu. El sentido literal era el cuerpo de la escritura, que es el sentido elemental, histórico y objetivo de cada palabra. El sentido moral era el alma de la escritura, que daría el modo de conducir la vida guiada por las prescripciones éticas reveladas en las mismas escrituras. Finalmente, el espíritu sería el sentido místico, que se expresa por alegorías y tipologías, debiendo guiar el estudio hacia el encuentro con Cristo en toda la Biblia; Él está presente en todo momento y es a Él a quien debemos encontrar y seguir. Un ejemplo de esto es la persona de Isaac. En el hijo de Abraham, la tipología y la alegoría lo llevan a descubrir a Cristo pues, en la relación personal de padre e hijo, ve a Dios que entrega al Salvador. Y en el acto de cargar los leños para el sacrificio, ve en Isaac a Cristo, que cargará con la cruz para redimir a la humanidad (Hom. Gen. VII). 

El diluvio prefigura el bautismo; el maná, la eucaristía; el arca, la Iglesia, etc. Como los gnósticos sostenían que el Dios del Antiguo Testamento no era bueno, sino malo porque había creado la materia, y con ello también descalificaban la escritura, quedó justificado el esfuerzo de Orígenes por “salvar” y mostrar la unidad de la Biblia y del único Dios.

Como características generales de la escuela de Alejandría podemos decir que dio a la historia e interpretación de la Fe un basamento platonizante, producto del momento en el que nace el neoplatonismo. El abuso de la alegoría y tipología, para muchos, haría “desaparecer” la letra. Descubre la correspondencia de lo concreto sensible con lo inteligible, de la realidad con las ideas, de la creación con Dios. Enseñó que los sujetos subsisten, obran y se desarrollan en el seno de la vida general, sin perder su individualidad, guardando propia naturaleza y poseyendo una esencia común en el Ser universal. La escuela de Alejandría fue la cuna de muchas doctrinas y posiciones que ayudaron a construir la civilización cristiano-europea.

La escuela de Antioquía

No se debe interpretar su nacimiento y consolidación como el de la escuela de Alejandría. Es más bien el emergente resultado del conflicto arriano en el cual se concebía a Cristo como criatura y no como Dios. Esta controversia la consolida como corriente de pensamiento y posición teológico-filosófica antagónica a Egipto. 

No se ha llegado a un acuerdo respecto de la precisión del método antioqueno. Algunos sostienen que, siguiendo al gran maestro Libanio, se utilizaron los mismos recursos para hacer teología y hermenéutica bíblica que para la retórica clásica. Esto exigía de suyo recurrir a los “topos” o lugares propios y comunes de la filología, literatura e historia, haciendo más “encarnada” e historicista la exégesis bíblico-teológica. El discurso especulativo debía ser breve, claro, demostrable y, en lo posible, sencillo y llano. 

Los expositores más representativos: Teodoro de Mopsuestia, Apolinar de Laodicea y Diodoro de Tarso. Las dos naturalezas existentes en Cristo se salvan con la idea de prosopon o persona, que históricamente se presentó al conocimiento humano. Esta explicación es sucinta; pensemos que concilios enteros disputaron estas ideas y las condenaron. El influjo de Aristóteles por sobre Platón, como opción, marcó la diferencia esencial. 

No podemos dejar de lado la característica y el relieve que cobró el desarrollo de la vida monástica en el siglo IV y su influjo en esta región. Será Juan Crisóstomo quien coordine la polémica entre Iglesia institucional (ciudad, cultura pagana, pueblo) e Iglesia monástica (fuga mundi, cultura cristiana, monasterio, individualidad) llamando a los monjes a ocupar varios puestos públicos una vez constituido obispo de Constantinopla, denominada la segunda Roma desde el Concilio del 381.
 
Sin caer en simplismos, podemos diferenciar esta escuela por la exégesis de Teodoro y de Juan Crisóstomo, que pusieron especial firmeza en el sentido literal, sin dejar por ello mostrarse de acuerdo con algunos figuras, metáforas, dobles sentidos en el texto bíblico, ni tampoco dejó de percibir que existía un avance en lo doctrinal, lo que favoreció a la exégesis patrística, aunque intentando mantenerse siempre dentro de los límites de la tradición eclesiástica. 

Serán entonces sus objetivos para los estudiosos de la teología y sus doctrinas evitar la alegoría judaizante que llegó por medio de Filón de Alejandría (15 a.C. - 45 d.C.), buscarán la cerrazón dogmática sin especulación sintética y, desde el punto de vista cristológico, acentuar la naturaleza humana de Cristo por sobre la divinidad, quien desde Ignacio (+110), segundo obispo, ya debía luchar contra el docetismo que sostenía que Cristo era solo una apariencia, subrayando el paso y las funciones vitales de un hombre. Escribe a los Efesios camino al martirio diciéndoles (VII):

... Porque algunos hombres con perversa astucia tienen el hábito de tomar para todo el Nombre, pero obrando de otro modo y de manera indigna de Dios; a aquellos, debéis evitarlos como a las bestias salvajes. Son perros rabiosos, que muerden a escondidas. Debéis estar en guardia, pues sus mordeduras esconden una enfermedad difícil de curar. No hay más que un solo médico, carnal y espiritual, engendrado y no engendrado, Dios venido en carne, en la muerte vida verdadera, Hijo de María e Hijo de Dios, primero pasible y ahora impasible, Jesucristo Nuestro Señor. Que nadie, pues, os engañe, como por otra parte, no os dejéis engañar, siendo enteramente de Dios. Cuando sobre vosotros no se abata ninguna querella que pudiera atormentaros, entonces quiere decir que verdaderamente vosotros vivís según Dios. Yo soy vuestra víctima expiatoria, y por vuestra Iglesia yo me ofrezco en sacrificio, efesios, Iglesia que es renombrada por los siglos...

Este obispo es del siglo II, pero ya va orientando la necesidad de centrar a Cristo hombre. Para una comprensión mayor del modo antioqueno de pensar la fe y Cristo, proponemos como clave de lectura las homilías de Juan Crisóstomo sobre el Evangelio de san Juan y de san Mateo.

Síntesis final

Las escuelas alejandrina y antioquena pasaron a la historia por sus diferencias en torno a los métodos, relación con el mundo, pretensiones ante la sociedad. Alejandría pretendería imponer una novedad, mientras que Antioquía se basaría sobre los elementos culturales existentes, dialogando con las ciencias de su momento. 

Las diferencias se dan en el orden dogmático, y especialmente en la interpretación de las Sagradas Escrituras. Los antioquenos seguirán el método histórico-literal (aunque sin poner allí el límite), y los alejandrinos se basarán en el uso de la alegoría, la analogía, la metáfora, la tipología, tratando de profundizar y descubrir sentidos ocultos a los ojos materiales y contraponiendo el sentido de “gnóstico” a “verdadera gnosis”, que solo puede dar el cristianismo. 

En la dogmática, los alejandrinos buscarán sostener siempre la unidad tanto en la trinidad como en la persona de Cristo y sus naturalezas, mientras que los antioquenos, siempre más especulativos, estudiarán separando y distinguiendo cada naturaleza, función y acción de lo temporal y eterno, humano y divino, suscitando el marco especulativo de la llamada teología de la separación.

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