sábado, 15 de octubre de 2022

Escuchar a Dios, por Julio González, S.F.




Comentario por Julio González SF:

Las lecturas de este domingo subrayan la importancia de la oración (primera lectura y evangelio) y de la Sagrada Escritura (segunda lectura) en nuestra vida espiritual.

Cuando comparto mi experiencia de oración con otras personas a menudo comparo la oración con la comida o el ejercicio físico: la oración es para nuestra espiritualidad lo que la comida o el ejercicio es para nuestro cuerpo.

¿Qué nos ocurriría si comiéramos siempre lo mismo tres veces al día? Nuestra salud se resentiría. Nuestra salud depende mucho de la calidad y variedad de los alimentos que comemos; pues bien, nuestra vida espiritual está relacionada con la calidad y variedad de nuestra oración.

Algunas personas adultas rezan de la misma manera que cuando tenían diez años. "Nuestra fe sigue siendo la misma, pero el mundo -dicen- ha cambiado tanto...".

Durante la adolescencia dejé de rezar por un tiempo porque me parecía rutinario y repetitivo. Entonces, a través de un grupo de amigos me enteré de que rezar no consistía en repetir las oraciones que nos habían enseñado sino en aprender a mirar (contemplar) y a escuchar sin ser nosotros el único foco de atención. La novedad consistía en que la oración no debía girar constantemente en torno a uno mismo. 

Algunos adultos todavía no han aprendido a rezar sin dejar de ser ellos mismos (sus deseos y preocupaciones) el foco de atención y, de esta manera, ocupan siempre el lugar de Dios en la oración.

Hay muchas personas aburridas de su oración porque no escuchan nada y les parece una pérdida de tiempo, sin embargo, Dios no nos habla solamente cuando rezamos sino las 24 horas al día. Ahora bien, ¿escuchamos a los demás? ¿les ponemos verdadera atención o solamente la atención que nos conviene?

Dios nos habla continuamente pero si no le escuchamos en nuestras actividades, mucho menos le escucharemos en el silencio y la soledad. Dicho de otra manera: si no escuchamos a Dios en nuestra vida diaria, entonces, nada es extraordinario.

La oración cristiana no es individual ni privada, ni gira en torno a uno mismo, sino que es personalcomunitaria. Incluso cuando oramos a solas y en silencio nuestra oración ha de ser comunitaria, es decir, centrada en Dios y teniendo en cuenta a nuestros hermanos y hermanas.


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