miércoles, 25 de enero de 2023

26 de enero: Santos Timoteo y Tito, obispos

18-25 de enero: Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/chrstuni/weeks-prayer-doc/rc_pc_chrstuni_doc_20170613_week-prayer-2018_sp.html

La unidad de los cristianos en san Ignacio de Antioquía  

25 de enero: FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO (Lecturas)

Hechos 22,3-16
o también Hechos 9,1-22
Salmo 116,1.2: Id al mundo entero 
y proclamad el Evangelio
Marcos 16,15-18



«Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios, como lo estáis todos vosotros el día de hoy. Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y arrojando a la cárcel a hombres y mujeres, como puede atestiguármelo el sumo sacerdote y todo el consejo de ancianos. De ellos recibí también cartas para los hermanos de Damasco y me puse en camino con intención de traer también encadenados a Jerusalén a todos los que allí había, para que fueran castigados. «Pero yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al suelo y oí una voz que me decía: 'Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?' Yo respondí: '¿Quién eres, Señor?' Y él a mí: 'Yo soy Jesús Nazoreo, a quien tú persigues.' Los que estaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo dije: '¿Qué he de hacer, Señor?' Y el Señor me respondió: 'Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas.' Como yo no veía, a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por mis compañeros llegué a Damasco. «Un tal Ananías, hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí, vino a verme, y presentándose ante mí me dijo: 'Saúl, hermano, recobra la vista.' Y en aquel momento le pude ver. Él me dijo: 'El Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, pues le has de ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre.'


Saulo, que todavía respiraba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres. Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Él preguntó: "¿Quién eres tú, Señor?". "Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer". Los que lo acompañaban quedaron sin palabra, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber. Vivía entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en una visión: "¡Ananías!" Él respondió: "Aquí estoy, Señor". El Señor le dijo: "Ve a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. Él está orando, y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista". Ananías respondió: "Señor, oí decir a muchos que este hombre hizo un gran daño a tus santos en Jerusalén. Y ahora está aquí con plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para llevar presos a todos los que invocan tu Nombre". El Señor le respondió: "Ve a buscarlo, porque es un instrumento elegido por mí para llevar mi Nombre a todas las naciones, a los reyes y al pueblo de Israel. Yo le haré ver cuánto tendrá que padecer por mi Nombre". Ananías fue a la casa, le impuso las manos y le dijo: "Saulo, hermano mío, el Señor Jesús —el mismo que se te apareció en el camino— me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Después comió algo y recobró sus fuerzas. Saulo permaneció algunos días con los discípulos que vivían en Damasco, y luego comenzó a predicar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo oían quedaban sorprendidos y decían: "¿No es este aquel mismo que perseguía en Jerusalén a los que invocan este Nombre, y que vino aquí para llevarlos presos ante los jefes de los sacerdotes?" Pero Saulo, cada vez con más vigor, confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es realmente el Mesías.


Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor todas las naciones,
aclamadlo todos los pueblos.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio



Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estos son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.»

domingo, 22 de enero de 2023

Domingo de la 3 Semana del Tiempo Ordinario, Año A



Se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: "País de Zabulón y país de Neftalí, Galilea de los gentiles. Al pueblo que habitaba en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló." Entonces Jesús comenzó a predicar: "Convertíos." Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón Pedro y Andrés. Les dijo: "Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres."


Comentarios:

Domingo de la Palabra de Dios

viernes, 20 de enero de 2023

21 de enero: Santa Inés

21 de enero: el papa Francisco bendice los corderos en la festividad de santa Inés








Debido a la raíz de su nombre (Agnus, "cordero" en latín), el 21 de enero, día de su fiesta, se bendicen los corderos con cuya lana se tejerán los palios de los arzobispos. El palio es un ornamento de lana blanca con seis cruces negras, que se pone sobre los hombros y tiene dos bandas que caen sobre el pecho y la espalda. Lo llevan el Papa y los arzobispos metropolitanos. Es un símbolo que manifiesta la estrecha unión con el romano pontífice y la misión del pastoreo, razón por la cual se confeccionan de la lana de los corderos. Los nuevos arzobispos reciben el palio el 29 de junio, solemnidad de los Santos Pedro y Pablo.

21 de enero: Santa Inés (AGNES) de Roma (291?-304)


Massimo Stanzione
Museo de Arte Nacional de Catalunya

De todas las vírgenes mártires de Roma, santa Agnes fue la más recordada y celebrada por la primitiva iglesia desde el principio del Siglo IV.

Inés era de la noble familia romana Clodia. Nació cerca del año 290. Recibió muy buena educación cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad.

Volviendo un día del colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio. Ella respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta".

El hijo recurre a su padre, el alcalde. Este la hace apresar. La amenazan con las llamas si no reniega de su religión pero no teme a las llamas. Entonces la condenan a morir degollada. Sus padres recogen el cadáver. La sepultan en el sepulcro paterno. Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar rezando junto al sepulcro.

Santa Inés es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza.

Su festividad fue asignada al 21 de enero, aún en el viejo calendario romano (Depositio Martyrum) de las festividades de los mártires, reincorporado en la colección de Furius Dionysius Philocalus. Esta colección data de 354.

Desde fines del Siglo IV, tanto los Padres de la Iglesia como los poetas cristianos exaltaron el heroísmo y la virtud de la santa en la tortura. A pesar de que la narrativa de su martirio es posterior existe común acuerdo en la juventud de Inés, a quien san Ambrosio asigna como 12 años (De Virginibus); santa Agustina la fija en 13 años (Agnes puella tredecim annorum; Sermo cclxxiii, 6, P.L., XXXVIII, 1251). Damasus la muestra como en urgencia del martirio desde el regazo de su madre o nana (in St. Agneten, 3, ed. Ihm, Damasi epigrammata).

FUENTES

Tenemos el testimonio de tres testigos del martirio de santa Agnes: san Ambrosio, De Virginibus, I, 2; la inscripción del papa Damasus en su tumba de mármol, texto cuyo original puede aún ser visto al pié de las escaleras que conducen al sepulcro en la Iglesia de Santa Agnes (Sant´ Agnese fuori le muri); y Prudencio, Peristephanon, Himno 14.

La narrativa retórica de zan Ambrosio, además de la edad de la mártir no agrega más datos, excepto su ejecución por medio de espada. El panegírico métrico del papa Damasus, nos indica que inmediatamente luego de la promulgación del edicto imperial contra los cristianos, Agnes voluntariamente se declaró una cristiana, y sufrió inmutable, el martirio del fuego.

Prudencio, en su descripción del martirio, se adhiere al relato de san Ambrosio, pero agrega un episodio: el juez amenazó con dar su virginidad a una casa de prostitución. Posiblemente a esto es a lo que Damasus y Ambrosio se refieren cuando dicen que la pureza de santa Agnes estuvo en peligro. El último de los mencionados en particular indica: “se tuvo por tanto en la misma víctima un doble martirio, uno de modestia y el otro de religión. Ella se mantuvo virgen y obtuvo la corona del martirio”.

Hechos sobre el Martirio de santa Agnes

Los hechos sobre el martirio de santa Agnes corresponden a un período más bien tardío y se encuentran en tres relatos, dos en griego y uno en latín. El más antiguo de ellos es el más breve de los dos textos en griego, el que además sirvió de base al texto de latín, aunque este último fue aumentado.

El texto en latín y consecuentemente el más breve texto en griego datan de la primera parte del Siglo V, cuando san Máximo, Obispo de Turín (450-470) utilizó el latín de las Actas en un sermón. En estos hechos se tiene el episodio del burdel más elaborado, y el dato de que la virgen es decapitada luego de haber permanecido sin que las llamas la tocaran.

Después de su martirio

El cuerpo de la virgen mártir fue colocado en un sepulcro separado en la Vía Nomentana, y alrededor de su tumba se tuvo una catacumba de mayores dimensiones, la que lleva su nombre. La losa original que cubría sus restos, con la inscripción de Agne Sanctissima, es probablemente la misma que se preserva hoy día en el museo de Nápoles.

Durante el reinado de Constantino, por medio de los esfuerzos de su hija Constantina, se erigió una basílica sobre la tumba de santa Agnes, la cual fue después completamente remodelada por el papa Honorio (625-638) permaneciendo desde entonces inalterada. En el ábside, en la parte superior, un mosaico muestra a la mártir en medio de las llamas, con una espada a sus pies.

Un bello diseño de la santa se encuentra en el mármol del ábside que data del siglo IV y que fue originalmente parte del altar de su iglesia.

Desde la Edad Media, santa Agnes ha sido representada con un cordero. Debido a la raíz de su nombre (Agnus, "cordero" en latín), el 21 de enero, día de su fiesta, se bendicen los corderos con cuya lana se tejerán los palios de los arzobispos. El palio es un ornamento de lana blanca con seis cruces negras, que se pone sobre los hombros y tiene dos bandas que caen sobre el pecho y la espalda. Lo llevan el Papa y los arzobispos metropolitanos. Es un símbolo que manifiesta la estrecha unión con el romano pontífice y la misión del pastoreo, razón por la cual se confeccionan de la lana de los corderos. Los nuevos arzobispos reciben el palio el 29 de junio, solemnidad de los santos Pedro y Pablo.

Fuentes:
Enciclopedia Católica Online, EWTN, Wikipedia

21 de enero: Santa Inés, mártir de 12 años, por el P. José María Iraburu



Una niña cristiana de 12 años, Inés, da en favor de Cristo un testimonio que sella con su sangre. Esto sucedió en Roma hacia el 304, en los años del emperador Diocleciano (284-305), y después de 1700 años seguimos recordando siempre en la Iglesia la firmeza de su fe y el heroísmo de su amor a Cristo.

Faltaban unos pocos años para que el emperador Constantino cesara la persecución anticristiana (edicto de Milán, 313). Y ya durante su imperio se edificó una basílica en honor de Santa Inés, en la vía Nomentana, donde se conservaba su sepulcro. Poco después se invocaba su santo nombre durante la Misa en el Canon romano, cuya formulación, muy semejante a la actual, se inicia en la segunda mitad del siglo IV.

Entre tantos miles de cristianos, de toda edad y condición, que hasta entonces habían padecido el martirio en Roma, algo tuvo que haber en el martirio de santa Inés que fomentara una devoción tan pronta y grande en la Iglesia.

El papa san Dámaso (304-366), nacido el año de su muerte, le dedica un epitafio largo y precioso en dieciséis versos, que se conservan grabados en mármol en el sepulcro de la basílica Nomentana: «… ¡Oh digno objeto de mi veneración, santa gloria de la pureza, excelsa mártir, muéstrate benigna a las súplicas de Dámaso». Este santo Papa poeta, tan devoto de los mártires, se informaba cuidadosamente de los casos de martirio que cantaba en sus poesías, y esa alusión a la «santa gloria de la pureza» de Inés confirma la tradición conservada por varios autores de que Inés murió mártir por rechazar los requerimientos de un alto dignatario de Roma. Mártir de la pureza y de la virginidad.

Aurelio Prudencio (318-413), poeta, en el Peristephanon, le dedica uno de los catorce poemas, basándose en las Actas martiriales. Y no pocos Santos Padres le dedicaron homilías y escritos. Destaca entre ellos:

San Ambrosio de Milán (340-397), en su tratado De virginibus, que recoge un conjunto de sus homilías, trata con especial admiración de santa Inés, dando por supuesto que su auditorio conoce los gloriosos detalles de su martirio. Y aludiendo a la etimología de su nombre (en latín "agnes", de "agnus", cordero; en griego agnos, pura), escribe: «¿Qué podemos decir nosotros que sea digno de aquella cuyo nombre mismo entraña un elogio?… Esta mártir tiene tantos heraldos que la alaban como personas que pronuncian su nombre».

Transcribo el texto ambrosiano que nos ofrece hoy, 21 de enero, la Liturgia de las Horas:

“Celebramos hoy el nacimiento para el cielo de una virgen, imitemos su integridad [de pureza]; se trata también de una mártir, ofrezcamos el sacrificio. Es el día natalicio de santa Inés. Sabemos por tradición que murió mártir a los doce años de edad. Destaca en su martirio, por una parte, la crueldad que no se detuvo ni ante una edad tierna; por otra, la fortaleza que infunde la fe, capaz de dar testimonio en la persona de una niña.

¿Es que en aquel cuerpo tan pequeño cabía herida alguna? Y, con todo, aunque en ella no encontraba la espada donde descargar su golpe, fue ella capaz de vencer a la espada. Y eso que a esta edad las niñas no pueden soportar ni la severidad del rostro de sus padres, y si distraídamente se pinchan con una aguja, se poner a llorar como si se tratara de una herida.

Pero ella, impávida entre las sangrientas manos del verdugo, inalterable al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas, ofrece todo su cuerpo a la espada del enfurecido soldado, ignorante aún de lo que es la muerte, pero dispuesta a sufrirla. Al ser arrastrada por la fuerza al altar idolátrico, entre las llamas tendía hacia Cristo sus manos [en oración], y así, en medio de la sacrílega hoguera, significaba con esta posición el estandarte triunfal de la victoria del Señor. Intentaban aherrojar su cuello y sus manos con grilletes de hierro, pero sus miembros resultaban demasiado pequeños para quedar encerrados en ellos.

¿Una nueva clase de martirio? No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria. La lucha se presentaba difícil, la corona fácil. Lo que parecía imposible por su poca edad lo hizo posible su virtud consumada. Una recién casada no iría al tálamo nupcial con la alegría con que iba esta doncella al lugar del suplicio, con prisa y contenta de su suerte, adornada su cabeza no con rizos, sino con el mismo Cristo, coronada no de flores, sino de virtudes.

Todos lloraban, menos ella. Todos se admiraban de que, con tanta generosidad, entregara una vida de la que aún no había comenzado a gozar, como si ya la hubiese vivido plenamente. Todos se asombraban de que fuera ya testigo de Cristo una niña que, por su edad, no podía aún dar testimonio de sí misma. Resultó así que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña que era incapaz legalmente [según las leyes del Derecho Romano] de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales.

El verdugo hizo lo posible para aterrorizarla, para atraerla con halagos, muchos desearon casarse con ella. Pero ella dijo: «Sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe?…».

Se detuvo, oró, doblegó la cerviz. Hubieras visto cómo temblaba el verdugo, como si él fuese el condenado; como temblaba su diestra al ir a dar el golpe, cómo palidecían los rostros al ver lo que le iba a suceder a la niña, mientras ella se mantenía serena. En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio». Santa Inés, virgen y mártir".

Oración:

Dios todopoderoso y eterno, que eliges a los débiles para confundir a los fuertes de este mundo, concédenos a cuantos celebramos el triunfo de tu mártir santa Inés imitar la firmeza de su fe. Por nuestro Señor Jesucristo.

Gloria a Santa Inés bendita, pero aún más gloria, honor y gratitud a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que la re-creó con su gracia sobrenatural, sobrehumana, y la sostuvo firme y alegre en el martirio. Esto es lo que da de sí la gracia de Cristo en una persona humana, aunque tenga pocos años. Y como con ella, ha hecho Cristo con muchos, con muchísimos, también hoy.

Gloria tibi, Domine!

20 de enero: SANTOS FRUCTUOSO obispo y mártir, EULOGIO Y AUGURIO diáconos y mártires

Mural románico en la Iglesia de San Fructuoso, Huesca


San Fructuoso de Tarragona fue un clérigo cristiano hispanorromano que llegó a ser obispo de Tarragona. Es el primero de los “testigos” que nos ofrece la historia de la Iglesia española. Las Actas de su martirio están reconocidas por los estudiosos como de las pocas que pueden ser consideradas fieles, hasta el punto de considerar a Fructuoso como "el protomártir hispano justificado ante la historia" por su autenticidad.

Fue martirizado junto con los diáconos Eulogio y Augurio. Murió quemado vivo en el anfiteatro de Tarraco el 20 de enero del 258, durante la persecución decretada por los emperadores romanos Valeriano y Galieno contra los cristianos.

San Agustín sentía gran admiración por estos tres mártires hispanos y escribió uno de sus sermones para la misa de su festividad.

Martirio

En 257 se promulgaba un edicto por el cual los jefes de las iglesias eran obligados a ofrecer sacrificios a las divinidades del Imperio. En los primeros días del año siguiente, la policía imperial arrestaba a Fructuoso en Tarragona y le encerraba en la cárcel con dos de sus diáconos, Eulogio y Augurio.

En la prisión, el obispo seguía predicando y catequizando. Incluso bautizó a un convertido. Siete días más tarde, Fructuoso, Eulogio y Augurio comparecieron ante el tribunal. Como el obispo y los dos diáconos se negaron a adorar a los dioses romanos, el juez Emiliano ordenó que los tres fuesen quemados vivos. Los esbirros los llevaron al anfiteatro de Tarraco, lugar designado para el suplicio.

En el trayecto, varios «hermanos» se acercaron a los reos ofreciendo una copa de vino. Fructuoso la rehusó diciendo: «Aún no es hora de romper el ayuno». Era miércoles, día de ayuno para los primeros cristianos, ayuno que duraba hasta las tres de la tarde. En realidad, con esta excusa iba unida la más noble modestia: el brebaje ofrecido no era un vino puro, sino una bebida que mezclaba infusiones de plantas aromáticas y que daban al cuerpo un vigor momentáneo y le hacían menos sensible a los dolores.

Tertuliano, el Africano, se reía de los mártires a quienes había que ayudar con tales artificios. Pero Fructuoso tenía un sentido demasiado alto del honor cristiano para permitir que le confundiesen con aquellos «mártires ambiguos» de que hablaba el africano. Imitando al Salvador, apartó los labios de la copa que debía adormecer su agonía y prefirió beber hasta las heces el cáliz del martirio.

La hoguera ardía y alguien se acercó para desatarle las sandalias. También ahora rehusó el mártir, prefiriendo descalzarse él mismo. Ya avanzaba, cuando un cristiano llamado Félix se le acercó, le cogió de la mano y le rogó que se acordara de él. Entonces Fructuoso, extendiendo a lo lejos la mirada, dijo: «Es preciso que tenga en mi pensamiento a la Iglesia Católica, derramada de Oriente hasta Occidente».

Estas fueron sus últimas palabras. Inmediatamente, sin la menor señal de turbación, penetró en la hoguera. Sus diáconos le siguieron. Rotas por el fuego las cuerdas que sujetaban sus manos, los tres mártires cayeron de rodillas con los brazos extendidos. Al verlos así, en medio de las llamas, dice Prudencio, todos recordaban a los tres jóvenes hebreos en el horno de Babilonia, «Dos de nuestros hermanos, pertenecientes a la casa del prefecto—dicen las actas—, vieron a los tres elegidos subir al cielo», y la hija del gobernador fue también testigo de la maravilla.

Los fieles, cuando el fuego consumió los cuerpos, se precipitaron en el anfiteatro, rociaron los huesos con vino, en recuerdo de las libaciones que hacían los antiguos en la ceremonia de la cremación, y, habiendo cogido cada cual lo que pudo de las reliquias, se las llevaron a sus casas. Comprendiendo luego que aquello era un celo mal entendido, depositaron las cenizas en un mismo sarcófago «para que recibiesen juntos la corona los que juntos habían alcanzado la victoria».

Tal fue la muerte con que el gran obispo dio testimonio de su fe. Aquella serenidad impresionó a todos sus conciudadanos y uno de ellos, testigo de vista, nos ha conservado la emoción en un relato. Es uno de los documentos más venerables de la antigua Iglesia de España.

Fueron las posteriores apariciones de estos tres mártires las que facilitaron que en las ruinas del antiguo anfiteatro se construyera una iglesia paleocristiana dedicada a San Fructuoso. La Iglesia celebra la memoria de estos tres mártires el 20 de enero.

Fuente:
primeroscristianos.com
santopedia.com