Job 1,6-22
Salmo 16,1.2-3.6-7:
Inclina el oído y escucha mis palabras
Lucas 9,46-50
Job 1,6-22
Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás. El Señor le preguntó:
— ¿De dónde vienes?
Él respondió:
— De dar vueltas por la tierra.
El Señor le dijo:
— ¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.
Satanás le respondió:
— ¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.
El Señor le dijo:
— Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.
Y Satanás se marchó. Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo:
— Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
— Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.»
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
Salmo 16,1.2-3.6-7:
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Lucas 9,46-50
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»
Salmo 16,1.2-3.6-7:
Inclina el oído y escucha mis palabras
Lucas 9,46-50
Job 1,6-22
Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás. El Señor le preguntó:
— ¿De dónde vienes?
Él respondió:
— De dar vueltas por la tierra.
El Señor le dijo:
— ¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.
Satanás le respondió:
— ¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.
El Señor le dijo:
— Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.
Y Satanás se marchó. Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo:
— Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo:
— Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
— Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.»
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
Salmo 16,1.2-3.6-7:
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha.
R. Inclina el oído y escucha mis palabras
Lucas 9,46-50
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»
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