martes, 6 de septiembre de 2016

1 Corintios 7,1-11: Los deberes conyugales

Los deberes conyugales
7:1 Ahora responderé a lo que ustedes me han preguntado por escrito: Es bueno para el hombre abstenerse de la mujer.
7:2 Sin embargo, por el peligro de incontinencia, que cada hombre tenga su propia esposa, y cada mujer, su propio marido.
7:3 Que el marido cumpla los deberes conyugales con su esposa; de la misma manera, la esposa con su marido.
7:4 La mujer no es dueña de su cuerpo, sino el marido; tampoco el marido es dueño de su cuerpo, sino la mujer.
7:5 No se nieguen el uno al otro, a no ser de común acuerdo y por algún tiempo, a fin de poder dedicarse con más intensidad a la oración; después vuelvan a vivir como antes, para que Satanás no se aproveche de la incontinencia de ustedes y los tiente.
7:6 Esto que les digo es una concesión y no una orden.
7:7 Mi deseo es que todo el mundo sea como yo, pero cada uno recibe del Señor su don particular: unos este, otros aquel.
7:8 A los solteros y a las viudas, les aconsejo que permanezcan como yo.
7:9 Pero si no pueden contenerse, que se casen; es preferible casarse que arder en malos deseos.
7:10 A los casados, en cambio, les ordeno —y esto no es mandamiento mío, sino del Señor— que la esposa no se separe de su marido.
7:11 Si se separa, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su esposo. Y que tampoco el marido abandone a su mujer.

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