viernes, 29 de junio de 2012

13 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, B, por Mons. Francisco González, S.F.

Sabiduría 1,13-15; 2,23-24
Salmo 29,2.4-6.11-12a.13b
2 Corintios 8,7.9.13-15
Marcos 5,21-43


Sabiduría 1,13-15; 2,23-24

Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Las creaturas del mundo son saludables; no hay en ellas veneno mortal. Dios creó al hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan quienes le pertenecen.
Salmo 29,2.4-6.11-12a.13b: 
Te alabaré, Señor, eternamente


Te alabaré, Señor, pues no dejaste que
se rieran de mí mis enemigos.                                                             
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
y a punto de morir, me reviviste.
R. Te alabaré, Señor, eternamente

Alaben al Señor quienes lo aman,
den gracias a su Nombre, porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo.
R. Te alabaré, Señor, eternamente

Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mi duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.
R. Te alabaré, Señor, eternamente

2 Corintios 8,7.9.13-15

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, palabra, en sabiduría, en diligencia para todo y en amor hacia nosotros, distínganse también ahora por su generosidad. Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza. No se trata de que los demás vivan tranquilos, mientras ustedes están sufriendo. Se trata, más bien, de aplicar durante nuestra vida una medida justa; porque entonces la abundancia de ustedes remediará las carencias de ellos, y ellos, por su parte, los socorrerán a ustedes en sus necesidades. En esa forma habrá un justo medio, como dice la Escritura: Al que recogía mucho, nada le sobraba; al que recogía poco, nada le faltaba.


Marcos 5,21-43

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: "Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva". Jesús se fue con él y mucha gente lo seguía y lo apretujaba. Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada. Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de El, se volvió hacia la gente y les preguntó: "¿Quién ha tocado mi manto?" Sus discípulos le contestaron: "Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’" Pero El seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo; "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad". Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: "Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas. Basta que tengas fe". No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: "¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida". Y se reían de El. Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: "¡Talitá, kum!", que significa: "¡Óyeme, niña, levántate!" La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.

Comentario de Mons. Francisco González, SF.
Obispo Auxiliar de Washington D.C.

En lecturas anteriores hemos visto cómo Jesús ejerce su poder y calma la tempestad en medio del lago e increpa a sus compañeros la falta de fe. Donde quiera que Jesús fuera estaba rodeado de una gran multitud.

Hoy el relato evangélico muestra la fe de una mujer que ya había perdido toda esperanza, y también la de un padre, que hincado en el suelo, suplica a Jesús que le acompañe a su casa e imponga las manos sobre su hija que "está en las últimas". El deja todo aunque es interrumpido a mitad de su discurso y se va con el hombre a su casa.

Sabemos muy bien que el Señor tiene poder, nos lo han demostrado en pasajes anteriores. Ese poder hoy lo vemos ejercido para el alivio de una enferma, para la recuperación de la vida, en el caso de la niña. Jesús muestra su poder divino con cara humana para nuestra edificación. Como dice el salmo: "El Señor es compasivo y misericordioso".

La mujer que padece flujo de sangre es considerada impura y lleva doce años en semejante situación. La enfermedad le impide tener hijos, algo que el pueblo interpreta como castigo de Dios. A estos sufrimientos hay que añadir, como nos recuerda el santo evangelio, lo que había padecido a manos de los médicos y la pérdida de todos sus bienes en búsqueda de alivio. Ella piensa que sólo le queda una esperanza: Jesús.

Disimuladamente se acerca al Maestro y toca la borla del manto porque ella sabe en su corazón que el Maestro la va a sanar, su fe hace fuerza para mover el poder misericordioso de Jesús, quien enseguida nota que algo ha pasado. Los discípulos se extrañan porque Él pregunta: "¿Quién me ha tocado?" Estando como estaban rodeados por un gentío. Y es que Jesús sabe muy bien que alguien se ha acercado reconociéndole como algo muy superior a otros predicadores, a alguien que sabe lo que hay en el corazón. ¡Qué consoladoras palabras las de Cristo! "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de tu tormento".

Esta frase tan consoladora de Jesús, a la mujer que buscó la sanación, es la misma que nos dice a cada uno de nosotros cuando acudimos a Él en nuestras tribulaciones. La paz es el estandarte del Resucitado. La paz interior, la paz del corazón es el fruto de nuestra vivencia en Jesús. Los cercanos a Él, incluso en medio del sufrimiento, viven en paz, paz que es el fruto de la imitación de Jesús.

En ese mismo día Jesús responde al dolor de un padre que está a punto de perder a su hija. Jesús acepta hacerle una visita y cuando le informan que ya ha muerto, Él responde: "No, ella está dormida". Respuesta que provoca las risas de los presentes, después de echarlos fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: ‘Talitha qumi’ (que significa: ‘Contigo hablo, niña, levántate’). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía como doce años. Estos mismos que se echaron a reír porque dijo que estaba dormida, unos minutos más tarde, se quedan pasmados al ver a la chiquilla caminar y hablar. No nos queda otra cosa que hacer, donde está Jesús no hay muerte.

Este pensamiento nos conecta con la primera lectura, tomada del libro de la sabiduría: "Dios no hizo la muerte, ni se alegra en la perdición de los mortales". Lo que Dios hizo lo hizo bueno, y todas las criaturas están para bien nuestro. El Señor quiere nuestro bienestar, nuestra salvación. El mal vino por el demonio, el demonio que siempre ha querido y hoy quiere nuestra separación de Dios.

Oremos para que haya paz en nuestro corazón, en nuestras familias, en nuestra Iglesia, en el mundo entero y que la fe sea tan fuerte y firme como para conseguirlo.

Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Hechos 12:1-11
Salmo 33: El Señor me libró de todas mis ansias
2 Timoteo 4:6-8.17-18
Mateo 16:13-19

Hechos 12:1-11

En aquellos días, el rey Herodes se puso a perseguir a algunos miembros de la Iglesia. Hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, mandó detener a Pedro. Era la semana de Pascua. Mandó prenderlo y meterlo en la cárcel, encargando su custodia a cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno: tenía intención de ejecutarlo en público, pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. La noche antes de que lo sacara Herodes, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado a ellos con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocó a Pedro en el hombro, lo despertó y le dijo:
– Date prisa, levántate.
Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias.» Obedeció y el ángel le dijo:
– Échate la capa y sígueme.
Pedro salió detrás, creyendo que lo que hacía el ángel era una visión y no realidad. Atravesaron la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la calle, y se abrió solo. Salieron, y al final de la calle se marchó el ángel. Pedro recapacitó y dijo:
– Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de la expectación de los judíos.

Salmo 33: El Señor me libró de todas mis ansias

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
R.- El Señor me libró de todas mis ansias

Proclamad conmigo la grandeza del Señor
ensalcemos juntos su nombre
Yo consulté al Señor y me respondió
me libró de todas mis ansias.
R.- El Señor me libró de todas mis ansias

Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias.
R.- El Señor me libró de todas mis ansias

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
R.- El Señor me libró de todas mis ansias

2 Timoteo 4:6-8.17-18

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. El me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. ¡A El la gloria por los siglos de los siglos, Amén!

Mateo 16:13-19

En aquel tiempo, llegó Jesús a la región de Cesárea de Felipe y preguntaba a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?
Ellos contestaron:
– Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. El les preguntó:
– Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
– Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús le respondió:
– ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
– Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Comentario: Jesús edificó una Iglesia para el perdón de los pecados, por Jesús Álvarez SSP (Paulino)

Jesús hace un sondeo sobre la opinión que de Él tiene la gente y sobre la que ellos tienen. Pedro, con decisión, toma por primero la palabra para confesar, ante sus condiscípulos, la fe en la divinidad y en la misión salvadora de Jesús. Más tarde, en previsión de las negaciones de Pedro en la noche de la pasión, Jesús le dijo: "Y tú, una vez convertido, confirma en la fe a tus hermanos".

La autoridad en la Iglesia no se identifica con el poder, los privilegios, el prestigio, los atuendos, al estilo de las autoridades políticas, sino que se realiza en el amor de gratitud a Dios y en el amor salvífico para con el prójimo. Por eso Jesús dijo a Pedro: "¿Me amas, Pedro?... Apacienta mis ovejas y mis corderos". Solamente en unión con Cristo resucitado presente, la autoridad eclesiástica –como también los simples fieles–, puede realizar la obra de salvación. "Separados de mí, no pueden hacer nada".

Los puestos de servicio en la Iglesia deberían ocuparlos, no los que tienen más títulos y más prestigio, sino quienes mejor viven en unión real con Cristo, Cabeza de la Iglesia, y en el amor salvífico al pueblo de Dios, a imitación del Buen Pastor. Jesús constituye a Pedro como príncipe y servidor de su Iglesia, sin más privilegios que el de ser el primero en hacerse el último y servidor de todos, y en dar la vida por la salvación de los hombres, como el Maestro. El "Siervo de los siervos de Dios".

Cristo le asegura a Pedro y a sus sucesores que las fuerzas del mal no prevalecerán contra su Iglesia, porque Él permanece con ellos y con nosotros hasta el fin del mundo, a pesar de los escándalos e infidelidades de algunos pastores y fieles, pues nuestra fe no se fundamenta ni en los sacerdotes, ni en los obispos, ni en los cardenales, siquiera y tampoco en el papa, sino solo en Cristo resucitado presente en su Iglesia, guiada infaliblemente por Él mediante los pastores.

La Iglesia sufrió, sufre y sufrirá persecuciones, martirios –como los que sufren hoy los cristianos en muchas naciones–, calumnias, divisiones internas y escándalos –que son lo más doloroso–, y que hoy tal vez más que nunca, está soportando con esperanza.

La opinión pública suele considerar como Iglesia solo a la jerarquía y al clero; modo de pensar que comparten, por ignorancia, muchos católicos. La verdadera Iglesia fundada por Jesús sobre Pedro, la constituyen el pueblo de Dios que, guiado por sus pastores en nombre del Salvador, camina hacia el Reino eterno, con Cristo resucitado a la cabeza. Si se excluye aunque sea una sola de esas tres realidades, ya no hay Iglesia de Jesús, sino otro ente ajeno a la Iglesia.

Cristo concede a Pedro, y en él a los demás apóstoles de entonces y de todos los tiempos, la misión de la misericordia: o sea, el poder de perdonar los pecados. La Iglesia católica no es la Iglesia del pecado, sino la Iglesia del perdón de los pecados y de los pecadores convertidos, como Pedro y Pablo.

San Pablo decía: "Como Pedro fue capacitado para evangelizar a los judíos, así yo he sido capacitado para evangelizar a los paganos". Ambos asumieron la misma misión de Cristo y con Él: la salvación de los hombres para gloria del Padre, aunque en distintos campos y con estilos diferentes. Si bien con algún desencuentro, superado ejemplarmente por la valentía de Pablo y la humildad de Pedro. Ambos grandes amigos entre sí, fieles seguidores de Cristo, y columnas de la Iglesia.

lunes, 25 de junio de 2012

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es una cripta?

Gruta o galeria subterránea. En la arquitectura cristiana: iglesia situada bajo a iglesia principal, a menudo contiene el altar de la confesión y el sepulcro de un mártir.




VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es la credencia?

Mesita lateral o repisa en la pared situada a un lado del presbiterio donde se colocan hasta que sean utilizados los diversos elementos de la celebración: pan, vino, corporales, purificadores.


domingo, 24 de junio de 2012

SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO DE JUAN BAUTISTA, Mons. Francisco González, SF

Isaías 49,1-6
Salmo 138,1-3.13-15
Hechos 13,22-26
Lucas 1,57-66.80

Isaías 49,1-6

¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré.» Pero yo dije: «En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza.» Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra.»

Salmo 138,1-3.13-15
R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.

Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.

R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.


Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!

R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.


Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.


Hechos 13,22-26

Pablo decía: «Cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad. De la descendencia de David hizo surgir para Israel un Salvador, qué es Jesús. Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. Y al final de su carrera, Juan decía: "Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias". Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios.»

Lucas 1,57-66.80

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan.» Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.» Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan.» Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

La Iglesia celebraba hoy la fiesta y natividad de San Juan Bautista, que se viene celebrando desde el siglo IV. Juan, hijo de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen, es el precursor de Jesucristo, y a esta misión consagra su vida entera.

Esta fiesta es especial porque la Iglesia tiene como costumbre honrar la memoria de los santos conmemorando el día de la muerte, que podríamos llamar del "verdadero nacimiento". Sin embargo, en el caso de San Juan Bautista, como muy bien señalaba San Agustín hace ya muchos siglos, recordamos su nacimiento (junio 24) y su muerte (20 de agosto). Hoy, siguiendo las lecturas que se nos ofrecen, debemos enfatizar "la vida".

Juan el Bautista es un predicador judío, hijo único nacido de padres ancianos, contemporáneo y pariente de Jesús, que predicó con fuerza y sin ambigüedades, lo cual hizo que muchos se convirtieran, al mismo tiempo que se ganó enemigos, hasta tal punto que murió decapitado.

Aunque Zacarías, su padre, pertenecía a familia sacerdotal, Juan se aparta de la tradición sacerdotal, especialmente en su forma y material que usa para vestirse; no sigue a los fariseos en lo que se refiere a las normas de pureza e impureza de los alimentos; se independiza de los líderes del tempo de Jerusalén pues defiende el acceso gratuito al perdón de Dios, sin necesidad del sacrificio en el Templo.

¡Qué lección y qué ejemplo nos da San Juan! Sus palabras y su vida son un constante reto para todos nosotros. Sería fabuloso si cada uno de nosotros nos convirtiéramos "en voces que claman en el desierto", para despertar a los dormidos ante tanta injusticia; para romper las puertas del almacén del primer mundo en favor de los mundos no tan bendecidos; para hacer brotar la paz ante tanta violencia; para contribuir a señalar el camino a los perdidos y dar esperanza a los que se sienten abandonados; para poder invitar al abrazo universal de todos los seres humanos sin distinción de raza, color, nacionalidad o religión. Sería extraordinario que nos dejáramos usar por Dios para que él "nos pusiera como una luz para el mundo, para que su salvación llegase hasta el último extremo de la tierra". (Primera lectura).

Hoy hemos de pensar y defender la vida. Hoy ha habido y hay muchos bebés, que como Juan, saltaron y saltan de gozo en el seno de sus madres, pero nunca verán sus caras, ni sentirán el calor de sus besos.

Hoy podemos y debemos recordar lo que Isaías dijo de sí mismo: "Dios me llamó desde el vientre de mi madre, desde las entrañas maternas pronunció mi nombre". Dios llama, no impidamos que los llamados respondan.

Zacarías e Isabel recibieron con alegría incalculable el nacimiento del hijo que Dios les había prometido, no podían hacer menos, este hijo era la prueba fehaciente de la misericordia de Dios, la cual exige alegría y gozo: "Sus vecinos y parientes supieron que el Señor había manifestado su compasión por ella y la felicitaban".

Juan fue el precursor de Jesús. Cada uno de nosotros estamos llamados a ser precursores, y como Juan nos toca identificar a Jesús y mostrarlo a la gente, abrir nuevos caminos y allanar los escabrosos y reconocer continuamente que él (Jesús) es siempre más importante que el precursor. (J. Apecechea).

Oremos por todos nosotros, que ya desde el seno materno fuimos objeto del amor de Dios, para que no defraudemos las esperanzas que él, la Iglesia, nuestra comunidad de fe, familia y la sociedad humana puso y siguen teniendo en nosotros.

domingo, 17 de junio de 2012

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es el corporal?

Lienzo cuadrado que se coloca a partir del ofertorio sobre el altar para depositar el pan y el vino de la eucaristía. El nombre le viene del cuerpo del Señor que reposa sobre este lienzo en la celebración de la eucaristía, así como en la adoración del santísimo si se hace sobre el altar.


 

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es el copón?

Copa grande. Vaso sagrado que se usa para distribuir y conservar el cuerpo eucarístico de Cristo. También, ciborio, y píxide o pixis. En la historia ha tenido formas diversas, desde la cesta o canastillo hasta la patena mas o menos profunda y la copa en su forma actual cubierta.



VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es el conopeo?

Del gr.conopeion: velo o mosquitera. Velo que a modo de tienda cubría el sagrario donde se reserva la eucaristía. Se solía utilizar una tela del color litúgico propio del tiempo o la fiesta. También, en menor tamaño, se utilizaba para el compón o pixide a modo de manto.



VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué significa conmixtion?

De commisceo: mezclar con otra cosa. Gesto que el sacertote hace antes de la comunión. Inmixtion o mezcla. El celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es el confiteor?

"Yo confieso". Es la primera palabra de una oración que encontramos en varias celebraciones de tono penitencial; en la eucaristia. En el sacramento de la penitencia expresa el dolor de los penitentes; también durante completas, después del examen de conciencia.

sábado, 16 de junio de 2012

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué son las completas?

Última oración del día antes del descando nocturno. La que completa el curso diario de la lirurgia de las horas.

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es la colecta sálmica?

Después del rezo de cada salmo la colecta recoge en una oración las intenciones de los que habian rezado el salmo. También al principio de la misa.

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es la colecta?

Recogida de dinero o de dones en el ofertorio durante la misa.

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es el cíngulo?

Del latin congulum y cinguere: ceñir. El cíngulo o ceñidor ciñe mejor la túnica o el alba a la cintura facilitando el movimiento. A veces tiene forma de cordón y otras de cinta más o menos ancha. El soldado romano se ceñía la coraza con el cingulum.



VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué significa abnegación?

Sacrifio o renuncia de la libertad, de los afectos o de los bienes materiales al servicio de Dios, prójimo, ideales...



VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué es el atrio?

Indica el pórtico o espacio previo a veces rodeado de columnas de los edificios, sobre todo de las iglesias, basílicas y palacios.
EL TABERNACULO ESTABA RODEADO POR UN PATIO O ATRIO.

VOCABULARIO RELIGIOSO/ ¿Qué son las antífonas?

Frases breves que se dicen o cantan antes y después de los salmos en la Liturgia de las Horas.

viernes, 15 de junio de 2012

ESPIRITUALIDAD NAZARENA/ Carlos de Foucauld, en la espiritualidad de Nazaret, por José L. Vázquez Borau.


La espiritualidad nazarena nos invita a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones comunes de la vida como Él, que vivió plenamente la relación filial con el Padre, viviendo en el seno de una familia, ejerciendo un oficio, morando en una aldea y caminando por las veredas de Palestina.

La espiritualidad de Nazaret es una llamada a vivir el amor apasionado por la persona de Jesús en las situaciones más ordinarias de la vida, a ejemplo del mismo Jesús, que no se evadió de la servidumbre de las relaciones humanas...

Esta espiritualidad de Nazaret se puede vivir en cualquier situación, en la vida religiosa y en la vida de familia, en el sacerdocio y en el laicado, solo o haciendo vida en común. No es una espiritualidad del desierto ni eremítica. Es, por el contrario, una espiritualidad de relación.

"El misterio de Nazaret manifiesta, más que ningún otro, la total integridad y verdad de la naturaleza humana de Jesús. Este misterio supone que Jesús apareció entre los suyos, hombre como los demás, sin manifestar en nada, durante los años de su juventud, su cualidad de Mesías. La vida de Nazaret es en resumidas cuentas el misterio de una ausencia de misterio en la vida humana y social de Jesús". (René Voillaume, citado por José Luis Vazquez Borau en "Carlos de Foucauld, y la espiritualidad de Nazaret)

Vivir la espiritualidad de Nazaret, vivir en comunión con la Iglesia, quiere decir ser fermento en la mesa. En palabras del obispo Pedro Casaldaliga significa: "optar por una cultura de la solidaridad y optar por los empobrecidos y sus causas; potenciar el ecumenismo; asumir los desafíos de la modernidad y contribuir con la especificidad del cristianismo a humanizar; apostar por la democratización de la vida y también de la Iglesia" (Vida Nueva, n. 1193 (Madrid 1994)

Pero, además, hemos de trabajar para que la Iglesia vuelva a Nazaret. Es esencial recordar que Jesús de Nazaret no estableció una religión más, sino que nos ofreció vivir una relación con Él.

Nazaret no es un período superado por la vida pública de Jesús. Es la buena noticia del Dios hecho hombre. Dicho de otro modo, la predicación del Reino sólo se puede entender en el contexto de Nazaret: Las Bienaventuranzas y el Mandamiento del Amor constituyen el programa de Nazaret.

La Iglesia debe volver a Nazaret si quiere la alegría de Dios cercano. Nazaret es la raíz de la Fraternidad en la Iglesia y en el Mundo, desmoronando toda organización de verticalidad y sometimiento. Decir Nazaret es decir Iglesia hecha con el Pueblo y para el Pueblo.

Decir Nazaret equivale a dar valor a lo cotidiano, a lo pequeño, a lo simple. Significa saber descubrir el valor redentor de una vida sencilla de personas del pueblo, con sus penas, trabajos y alegrías sencillas.

Jesús de Nazaret vivió como un hombre trabajador de su pueblo la mayor parte de su vida, y, después, en el desierto o durante su vida pública, no dejó de ser nunca un pobre del pueblo de Yahvé, como su familia y amigos. Ser contemplativos en lo cotidiano y normal de la vida, para realizar la Voluntad de Dios.

CHARLES DE FOUCOULD, tiene siete puntos acerca de la "IMITACIÓN DE NUESTRO MUY AMADO SEÑOR JESÚS.

En el Séptimo, escribe de la ·EVANGELIZACIÓN LIBERADORA DE Nazaret, Y DICE:

"Quien desee vivir según la espiritualidad de Nazaret tendrá que ser consciente de que ésta es la base de se existencia, ya esté en el desierto o en la misión apostólica. Es decir, no puede haber apostolado sin Nazaret ni desierto sin Nazaret, ni Nazaret sin desierto y apostolado".

Y recurre a los Evangelios para ver qué nos enseñan del modo de actuar de Dios, para que estos cuatro modelos que vamos a ,meditar inspiren nuestros pasos y actuemos en consecuencia:

— Belén:

Los evangelios de Lucas y Mateo nos presentan el nacimiento de Jesús con una gran belleza plástica y un profundo significado. Jesús nace en una cueva, refugio de animales, porque no hay lugar en el pueblo para José y María.

En Belén nace el Hijo de Dios. En esto se nos muestra la pequeñez de Dios. Su estilo no es la prepotencia de los conquistadores. El estilo de Dios se asemeja más a un niño que a un general. Dios es ternura.

Jesús nació extranjero. Para encontrar a Dios hay que salir fuera, entre los pobres y marginados. La escena del nacimiento de Jesús es de alegría. En la pobreza, en la marginación, en el silencio, en el anonimato, Dios está presente.

En Belén no hay discursos. Aquí los políticos no acuden pues no hay lugar ni al éxito ni al poder. En Belén sólo se encuentra la compañía silenciosa, la alegría profunda de los pobres que saben compartir.

— Nazaret:

Es el lugar del trabajo silencioso y anónimo. Lugar donde se vive la cotidianidad sin que esto trascienda a ninguna otra esfera.

Si comparamos los años de vida oculta de Jesús con los de su vida pública; si comparamos sus tiempos de silencio y anonimato con el tiempo de anuncio público, podemos concluir que la vida de Jesús fue prácticamente la de un hombre callados, desconocido. La vida de un obrero. Pero del interior de este silencio y de este anonimato surgió la relevancia del mensaje transmitido por Jesús.

Nazaret fue la palabra clave que movió a Carlos de Foucauld y a las Fraternidades que a partir de él surgieron. René Voillaume nos indica que:

"Las consecuencias que manan de este período de la vida de Jesús son importantes para nosotros. Jesús es el santo de Dios. Ahora bien, esa santidad se halló realizada dentro de las condiciones de vida más ordinarias, las del trabajo, las de la vida familiar y social en una aldea, y por ahí se encuentra afirmado con fuerza el hecho de que las actividades humanas más oscuras y más corrientes son perfectamente compatibles con la perfección del Hijo de Dios. Jesús, dentro de la sociedad de Israel, no era sacerdote ni rabino: ni tan siquiera siguió a Juan Bautista al desierto. El primer elemento de la espiritualidad de las fraternidades, en armonía con este misterio, consiste precisamente en creer en la posibilidad de una santidad evangélica de hijo de Dios, dentro de la condición ordinaria del hombre pobre, obligado a trabajar para vivir"(R.Voillaume, Por los caminos del mundo (Marova, Madrid 1973) 279

— Galilea:

En Galilea inicia Jesús su actividad pública y llama a sus discípulos. Es aquí donde anuncia la inminencia del Reino, la paternidad de Dios y libera a muchos oprimidos de su angustia.

Galilea es el lugar de la curación eficaz, del anuncio público, de la cooperación de algunos y de la incomprensión de muchos.

— Jerusalén:

En Jerusalén Jesús es condenado grotescamente y ejecutado vergonzosamente.

El Hijo de Dios es maltratado, insultado y crucificado. Jerusalén es el lugar del desconcierto, del fracaso. Pero, a la vez, punto central de la Historia de la Salvación.

El Hijo de Dios crucificado: las personas tratadas como animales. Ésta es la condición de inhumanidad que Dios escoge para librarnos. Dios eleva donde los hombres escupimos.

Cada uno de estos modelos contiene su verdad que se enriquece con la verdad de los otros. Pero hay que señalar que en cada uno de estos modelos, Belén, Nazaret, Galilea y Jerusalén, se encuentra la presencia silenciosa, acompañante y efectiva de María. En su pequeñez habitó el misterio de Dios. El acontecimiento nuclear de la Historia de la Salvación se realiza en una joven de Nazaret, perteneciente a los pobres de Yahvé. Y el plan de Dios no ocurre por casualidad.

María nos enseña la eficacia de la sola presencia, la importancia del silencio que acompaña. No se trata de una presencia que no comunica nada, sino de aquella que la hace exclamar en voz alta: "Mi alma glorifica al Señor" (Lc 1,46).

11 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, B, por Mons. Francisco González, S.F.

Ezequiel 17,22-24
Salmo 91
2 Corintios 5,6-10
Marcos 4,26-34



Ezequiel 17,22-24

Esto dice el Señor Dios:
- Arrancaré una rama del alto cedro y la plantaré. De sus ramas más altas arrancaré una tierna y la plantaré en la cima de un monte elevado; la plantaré en la montaña más alta de Israel; para que eche brotes y dé fruto y se haga un cedro noble. Anidarán en él aves de toda pluma, anidarán al abrigo de sus ramas. Y todos los árboles silvestres sabrán que yo soy el Señor, que humilla los árboles altos y ensalza los árboles humildes, que seca los árboles lozanos y hace florecer los árboles secos. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré.

Salmo 91: Es bueno darle gracias, Señor

Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad.
R. Es bueno darle gracias, Señor.

El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano;
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios.
R. Es bueno darle gracias, Señor.

En la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi Roca no existe la maldad.
R. Es bueno darle gracias, Señor.

2 Corintios 5,6-10

Hermanos: Siempre tenemos confianza, aunque sabemos que, mientras vivimos en el cuerpo, estamos desterrados, lejos del Señor. Caminamos guiados por la fe, sin ver todavía. Estamos, pues, llenos de confianza y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor. Por eso procuramos agradarle, en el destierro o en la patria. Porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta vida.

Marcos 4,26-34


En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha". Les dijo también: "¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra". Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.,
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.


La primera lectura que está tomada del profeta Ezequiel es una buena introducción para lo que el evangelista Marcos nos presenta en el pasaje evangélico que la liturgia nos trae hoy: la humildad no es pobreza, ni impotencia, ni sequedad.

Al profeta le dolió ver el árbol destruido cuando le tocó ir al exilio. Esta vez nos escribe un poema donde las lágrimas se han secado y la vida comienza. Dios arranca una rama del gran árbol que está podrido y la planta en lo alto del monte donde crecerá, echará brotes y producirá fruto. De esa ramita saldrá un cedro noble, en donde anidarán aves de toda clase. El Señor es capaz de mucho, hasta el punto que de un árbol podrido saldrá uno noble, que de la pequeñez saldrá la grandeza, que del destierro llegarán a la libertad.

Cuando el ser humano acepta que él es la criatura e instrumento en las manos del Creador, cosas grandes pueden suceder.

En la lectura evangélica Marcos nos trae dos parábolas que se refieren al Reino. Como nos decía en su primer capítulo Jesús viene anunciando el Reino y la necesidad de un cambio radical, para poder darnos cuenta de lo que está sucediendo.

Jesús nunca define lo que es el Reino, pero sus enseñanzas, esas bonitas historietas que nos cuenta, son suficientes para que los que quieren abrir los ojos y los oídos -y de forma particular el corazón- puedan llegar a percatarse de algunos aspectos del Reino.

De nuevo nos lleva al campo, y nos habla del hombre que siembra la semilla en la tierra. Con ello parece que su trabajo ha terminado, pues, mientras duerme tranquilo, la semilla germina y va creciendo, y él sin saber cómo sucede. La tierra va haciendo su trabajo y la semilla se convierte en tallos, que luego llegan a ser espigas y en las cuales encontramos el grano. Es en ese momento, el que había sembrado algo tan minúsculo, y sin saber cómo ha sucedido, se convierte en segador, pues aquella semilla es ya espiga con grano. La semilla ha llegado a su destino. Todo lo sucedido se debe –en parte- a que el sembrador ha sabido respetar la tierra que ha ido cambiando la semilla en espiga con grano.

El Señor actúa en una forma parecida, y como esa tierra va dando vida y crecimiento al reinado que se va expandiendo y creciendo, incluso cuando encuentra dificultades.

Es consolador el aceptar la ayuda del Señor en nuestros planes y especialmente para que sus planes se hagan realidad. El no necesita de nuestra fuerza, de nuestro ingenio, de nuestro saber. Tal vez, lo que más necesita es nuestra docilidad a su plan, nuestra apertura a sus designios, nuestra fidelidad a su proyecto.

En muchos de nuestros planes pastorales parece que si no dan resultados inmediatos ya no sirven. Somos impacientes por un lado y un tanto soberbios por otro, pensando que todo depende de nosotros.

En estos momentos de la nueva evangelización, buscamos toda clase de expertos para que esa semilla del Reino de fruto, ya, pues no hay tiempo que perder. Sin embargo en la parábola nos habla de la lentitud del crecimiento de la semilla, de la pequeñez de la misma. Nada importa, pues, cuando nosotros hacemos nuestra parte, por pequeña que sea, el Señor pone el resto y la cosecha viene con toda fuerza.

Al querer poblar este Reino de Dios buscamos mucha elocuencia, mucho PR, el uso de novísimas tecnologías. Todo lo cual es bueno, pero olvidamos que lo que Cristo nos pidió fue el testimonio, por encima de toda otra enseñanza. Creo que en esa larga lista de evangelizadores tal vez no tengamos el número suficiente de maestros de la vida, esos que con su ejemplo, más que con sus palabras, nos puedan guiar a vivir al estilo de los del Reino de Dios.

Hoy en la celebración dominical oremos para que todos en la Iglesia reconozcamos nuestra pequeñez, nuestra humildad para dar paso a la grandeza y poderío de Dios, y así la ramita se convierta en árbol frondoso, la semilla llegue a ser espiga, y el grano de mostaza en un gran arbusto.

MISTICA/ "La unión con Dios no aleja del mundo". Catequesis sobre la oración en las Cartas de San Pablo.

Benedicto XVI.
Audiencia General, Ciudad del Vaticano, miércoles 13 junio 2012.

Queridos hermanos y hermanas:

El encuentro diario con el Señor y la frecuencia a los sacramentos nos permiten abrir nuestra mente y nuestro corazón a su presencia, a sus palabras, a su acción.

La oración no es solamente el aliento del alma, sino, para usar una imagen, es también el oasis de paz en el que podemos sacar el agua que alimenta nuestra vida espiritual y transforma nuestra existencia. Y Dios nos atrae hacia sí, nos hace subir a la montaña de la santidad, para que estemos siempre más cerca de Él, ofreciéndonos a lo largo del camino luz y consuelo. Esta es la experiencia personal a la que san Pablo se refiere en el capítulo 12 de la Segunda Carta a los Corintios, en la que quiero detenerme hoy.

En contra de quien impugnaba la legitimidad de su apostolado, él no repasa tanto las comunidades que ha fundado, los kilómetros que ha recorrido; no se limita a recordar las dificultades y las oposiciones que ha enfrentado para anunciar el Evangelio, sino que señala su relación con el Señor, una relación tan intensa, también caracterizada de momentos de éxtasis, de contemplación profunda (cfr. 2 Cor. 12,1); por lo que no se jacta de lo que hizo, de su fuerza, de sus actividades y logros, sino de la acción que ha hecho Dios en él y a través de él.

Con gran moderación, cuenta el momento en que vive la experiencia particular de ser arrebatado hasta el cielo de Dios. Recuerda que catorce años antes del envío de la Carta "fue arrebatado –así dice–, hasta el tercer cielo" (v. 2).

Con el lenguaje y los modos con que cuenta lo que no se puede pronunciar, san Pablo habla del hecho incluso en tercera persona; afirma de un hombre raptado al "jardín" de Dios, en el paraíso. La contemplación es tan profunda e intensa, que el Apóstol no recuerda el contenido de la revelación recibida, pero tiene muy presente la fecha y las circunstancias en las que el Señor lo tomó totalmente, lo atrajo hacia sí, como lo había hecho en el camino de Damasco en el momento de su conversión (cf. Flp. 3,12).

San Pablo añade que, justamente, para no alzarse en soberbia por la grandeza de las revelaciones recibidas, él lleva sobre sí un "aguijón" (2 Cor. 12,7), un sufrimiento, y suplica al Resucitado de ser liberado del enviado del Diablo, de tal dolorosa espina en la carne.

Por tres veces, dice, oró fervientemente al Señor para que le quite esta prueba. Y es en esta situación que, en la profunda contemplación de Dios, durante la cual "oyó palabras inefables que no es permitido a nadie pronunciar" (v. 4), recibió respuesta a su súplica. El Resucitado le dirige una palabra clara y tranquilizadora: "Mi gracia te basta; que mi fuerza se realiza en la flaqueza" (v. 9).

El comentario de Pablo a estas palabras nos puede dejar sorprendidos, pero revela la forma en que él había entendido lo que significa realmente ser un apóstol del Evangelio. Exclama así: "Por tanto, con gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones, y las angustias sufridas por Cristo; pues cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte" (v. 9b-10), es decir, no hace alarde de sus acciones, sino de la actividad de Cristo que actúa justamente en su debilidad.

Detengámonos ahora un momento en este hecho que se produjo durante los años en que san Pablo vivió en silencio y en contemplación, antes de comenzar a viajar al Occidente para anunciar a Cristo, porque esta actitud de profunda humildad y confianza frente a la manifestación de Dios, es fundamental también para nuestra oración y para nuestra vida, para nuestra relación con Dios y en nuestras debilidades.

En primer lugar, de cuáles debilidades habla el Apóstol? ¿Qué es este "aguijón" en la carne? No lo sabemos y no nos lo dice, pero su actitud nos hace comprender que todas las dificultades en el seguimiento de Cristo y en el testimonio de su Evangelio, puede ser superado abriéndose con confianza a la acción del Señor.

San Pablo es muy consciente de ser un "siervo inútil" (Lc. 17,10) –no es él quien ha hecho las grandes cosas, es el Señor–, un "vaso de barro" (2 Cor. 4,7), en el cual Dios pone la riqueza y el poder de su gracia.

En este momento de intensa oración contemplativa, san Pablo entiende claramente la forma de enfrentar y vivir cada hecho, sobretodo el sufrimiento, la dificultad, la persecución: cuando uno experimenta la propia debilidad, se manifiesta el poder de Dios, que no abandona, no te deja solo, sino que se convierte en apoyo y fuerza.

Por supuesto, Pablo hubiera preferido ser liberado de esta "espina", de este sufrimiento; pero Dios dice: "No, eso es para ti. Tendrás la gracia suficiente para resistir y hacer lo que debe hacerse". Esto también se aplica a nosotros. El Señor no nos libera de los males, más bien nos ayuda a madurar en los sufrimientos, en las dificultades, en las persecuciones.

La fe, por lo tanto, nos dice que si permanecemos en Dios, "mientras nuestro hombre exterior se va desmoronando –son muchas las dificultades–, el hombre interior se renueva, madura de día en día justamente en la prueba" (cfr. V. 16).

El Apóstol comunica a los cristianos de Corinto y también a nosotros que "el momentáneo, ligero peso de nuestra tribulación nos procura, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna" (v. 17).

En realidad, humanamente hablando, no era ligero el peso de las dificultades, era gravísimo; pero en comparación con el amor de Dios, con la grandeza del ser amados por Dios, es ligero, a sabiendas de que la cantidad de la gloria será incalculable. Así, en la medida en que crece nuestra unión con el Señor y se intensifica nuestra oración, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder de nuestros medios, de nuestras virtudes, de nuestras capacidades lo que realiza el Reino de Dios, sino es Dios que obra maravillas a través de nuestra debilidad, de nuestra insuficiencia a lo encomendado. Debemos, por tanto, tener la humildad para no confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar, con la ayuda del Señor, en la viña del Señor, confiándonos en Él como frágiles "vasos de barro".

San Pablo se refiere a dos revelaciones particulares que han cambiado radicalmente su vida. La primera –lo sabemos–, es la pregunta sobrecogedora en el camino de Damasco: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" (Hch. 9,4), una pregunta que le llevó a descubrir y encontrar a Cristo vivo y presente, y a escuchar su llamado a ser apóstol del Evangelio.

La segunda son las palabras que el Señor le ha dirigido durante la experiencia de oración contemplativa sobre la que estábamos reflexionando: "Mi gracia te basta; que mi fuerza se realiza en la flaqueza".

Solo la fe, el confiar en la acción de Dios, en la bondad de Dios que no nos abandona, es la garantía de no trabajar en vano. Así la gracia del Señor ha sido la fuerza que acompañó a san Pablo en el enorme esfuerzo por difundir el Evangelio, y su corazón ha entrado en el corazón de Cristo, haciéndose capaz de dirigir a otros hacia Aquel que murió y resucitó por nosotros.

En la oración abrimos, por lo tanto, nuestro ánimo al Señor para que Él venga a habitar en nuestra debilidad, transformándola en fuerza para el Evangelio. Y es significativo también la palabra griega con que Pablo describe este habitar del Señor en su frágil humanidad; utiliza episkenoo, que podemos tomar como "poner su propia tienda". El Señor continúa poniendo su tienda en nosotros, en medio de nosotros: es el misterio de la Encarnación. El mismo Verbo divino, que vino a morar en nuestra humanidad, quiere vivir en nosotros, plantar en nosotros su tienda, para iluminar y transformar nuestra vida y el mundo.

La intensa contemplación de Dios experimentada por san Pablo recuerda aquella de los discípulos en el monte Tabor, cuando, viendo a Jesús transfigurarse y resplandecer de luz, Pedro le dijo: "Rabí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mc. 9,5). "No sabía qué decir, porque estaban atemorizados", añade san Marcos (v. 6).

Contemplar al Señor es, al mismo tiempo, fascinante y tremendo: fascinante, porque nos atrae hacia él y rapta nuestro corazón hacia lo alto, llevándolo a su altura donde experimentamos la paz, la belleza de su amor; tremendo porque pone al descubierto nuestra debilidad humana, nuestra deficiencia, el esfuerzo para superar al Maligno que amenaza nuestras vidas, esa espina también clavada en nuestra carne.

En la oración, en la contemplación cotidiana del Señor, recibimos la fuerza del amor de Dios y sentimos que son verdaderas las palabras de san Pablo a los cristianos de Roma, donde está escrito: "Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm. 8, 38-39).

En un mundo donde hay el riesgo de confiar únicamente en la eficiencia y el poder de los medios humanos, en este mundo estamos llamados a redescubrir y dar testimonio del poder de Dios que se comunica en la oración, con la que crecemos cada día en configurar nuestra vida a la de Cristo, el cual –como él mismo dice–, "fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre ustedes" (2 Cor. 13,4).

Queridos amigos, en el siglo pasado, Albert Schweitzer, teólogo protestante y premio Nobel de la Paz, afirmaba que "Pablo es un místico y nada más que un místico", en realidad un hombre verdaderamente enamorado de Cristo y tan unido a Él, hasta poder decir: Cristo vive en mí. La mística de san Pablo no se fundamenta solo sobre la base de los acontecimientos extraordinarios que experimentó, sino también en la cotidiana e intensa relación con el Señor, que siempre lo ha sostenido con su gracia.

La mística no lo ha alejado de la realidad, por el contrario, le dio la fuerza para vivir cada día para Cristo y para construir la Iglesia hasta el fin del mundo en ese momento. La unión con Dios no aleja del mundo, sino que nos da la fuerza para permanecer de tal modo, que se pueda hacer lo que se debe hacer en el mundo.

Incluso en nuestra vida de oración podemos, por lo tanto, tener momentos de especial intensidad, en los cuales quizás, sintamos más viva la presencia del Señor, pero es importante la constancia, la fidelidad en la relación con Dios, especialmente en las situaciones de aridez, de dificultad, de sufrimiento, de aparente ausencia de Dios.

Solo si estamos aferrados al amor de Cristo, estaremos en grado hacer frente a cualquier adversidad como Pablo, convencidos de que todo lo podemos en Aquel que nos fortalece (cf. Flp. 4,13). Así que, en la medida de que damos espacio a la oración, más veremos que nuestra vida cambiará y será animada por la fuerza concreta del amor de Dios.

Es lo que sucedió, por ejemplo, con la beata Madre Teresa de Calcuta, que en la contemplación de Jesús y, precisamente, también en tiempos de larga aridez encontraba la razón última y la fuerza increíble para reconocerlo en los pobres y en los abandonados, a pesar de su frágil figura.

La contemplación de Cristo en nuestras vidas nos es ajena --como lo he dicho--, de la realidad, sino más bien nos vuelve aún más partícipes de la experiencia humana, porque el Señor, atrayéndonos a sí en la oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a cada hermano en su amor. Gracias.

sábado, 9 de junio de 2012

Flawed families of the Bible, by David E. Garland and Diana R. Garland.




















Flawed Families of the Bible.
How God’s grace works through imperfect relationships
David E. Garland and Diana R. Garland
Brazos Press,
Grand Rapids, Michigan (2007).

In this book, David and Diana Garland introduce the reader to a group of families portrayed in the Bible. They take part in God’s plan not only by bringing new life to the world but also through their dreams, expectations, struggles, weaknesses, failures, betrayals and sins.

Based on both memory and historical data, we know that human beings learned to interpret God’s will questioning their deepest wishes, dreams, fears, successes and failures, as well as within nature an miracles. This book goes a step further and recovers and insight that pervades the first chapters of the Bible and continues throughout its many books: God reveals himself through human relationships, and is there that we clearly see God does not choose holy people or holy families to carry out his plans, but ordinary men and women with doubts and flaws always present in each person.

viernes, 8 de junio de 2012

AGNUS DEI, CORDERO DE DIOS (1635), de Francisco de Zurbaran.




Francisco de Zurbarán (1598-1664) pinta aquí una imagen del Cordero de Dios o Agnus Dei muy naturalista. Cabe destacar la minuciosidad con que el artista ha pintado los bucles de lana que destacan sobre un fondo neutro y oscuro. Se trata de uno de sus temas favoritos. Suelen ser bodegones (1) que simbolizan el sacrificio pascual. El blanco de su lana representa la pureza y la victoria de la vida sobre la muerte.

La obra está pintada al óleo sobre lienzo y mide 38 cm de alto por 62 cm de ancho. Zurbarán realizó seis versiones de este tema, entre las que presentan muy pocas variantes. El cuadro es propiedad del Museo del Padro (Madrid, España).

(1) Bodegón: también llamado "naturaleza muerta". Se trata de una obra de arte que representa objetos inanimados, generalmente extraídos de la vida cotidiana, que pueden ser naturales (animales, frutas, flores, comida, plantas, rocas o conchas) o manufacturados (utensilios de cocina, de mesa o de casa, antigüedades, libros, joyas, monedas, pipas, etc.) en un espacio determinado. El bodegón se sirve del diseño, el cromatismo y la iluminación para producir un efecto de serenidad, bienestar y armonía.

jueves, 7 de junio de 2012

Solemnidad del Corpus Christi (del Cuerpo y de la Sangre de Cristo), B

Éxodo 24,3-8
Salmo 115,12-13.15-18
Hebreos 9,11-15
Marcos 14,12-16.22-26

 
Éxodo 24,3-8

En aquellos días, Moisés bajó del monte Sinaí y refirió al pueblo todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le había dado. Y el pueblo contestó a una voz: "Haremos todo lo que dice el Señor". Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano, construyó un altar al pie del monte y puso al lado del altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce tribus de Israel. Después mandó a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor. Tomó la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramó sobre el altar la otra mitad. Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo, y el pueblo respondió: "Obedeceremos. Haremos todo lo que manda el Señor". Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo: "Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído".

Salmo 115,12-13.15-18: Levantaré el cáliz de la salvación.

¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de salvación
e invocaré el nombre del Señor.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

A los ojos del Señor es muy penoso
que mueran sus amigos.
De la muerte, Señor, me has librado, a mí,
tu esclavo e hijo de tu esclava.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

Te ofreceré con gratitud un sacrificio
e invocaré tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
ante todo su pueblo.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

Hebreos 9,11-15

Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el "lugar santísimo", a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna. Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo! Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.

Marcos 14,12-16.22-26

El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" El les dijo a dos de ellos: "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ El les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena". Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen: esto es mi cuerpo". Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

Comentario de Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Celebramos este domingo la solemnidad del "Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo". Esta fiesta me trae muchos recuerdos de aquella procesión que hacíamos en mi pueblo, en la que casi siempre me tocaba hacer de turiferario y que durante todo el trayecto de la misma caminaba, hacia atrás para poder incensar continuamente el Santísimo que el párroco, bajo palio, llevaba en la custodia.

Aquí en Estados Unidos, he tenido el privilegio de llevar el Santísimo, alternando con otros sacerdotes, por algunas calles de Washington y la grata sorpresa de ver que las personas con las que nos cruzamos, algunos, se arrodillaban en la misma acera mientras la procesión y, otros se santiguaban. La fe y el respeto todavía siguen vivos en medio de nuestro pueblo.

En la primera lectura vemos una alianza más de Dios con el pueblo. Las anteriores habían sido con Noé y con Abrahan. Ahora en el Sinaí, Moisés presenta al pueblo la ley que ha recibido de Dios y ellos proclaman su compromiso de "cumplir con todo lo que ha dicho el Señor". Como señal del compromiso, levantan un altar, colocan doce piedras (representan la totalidad del pueblo) y ofrecen sacrificios, cuya sangre derramada sobre los presentes sella la alianza.

Otra sangre (segunda lectura), la del verdadero Sumo Sacerdote, que no sacrifica animales expiatorios, sino a sí mismo, consigue rescatarnos para siempre y establece la nueva alianza y, sobre todo, "nos purifica interiormente de nuestras obras malas para que en adelante sirvamos al Dios que vive".

Jesús derrama toda su sangre por nosotros y, otros muchos, antes y ahora que le han imitado en el sacrificio reclaman el compromiso de todo cristiano a una profunda alianza con el Dios que nos salva y con el hermano que nos necesita. Hoy, al celebrar y honrar el "Cuerpo de Cristo", no podemos olvidar que también podemos extender la expresión "Cuerpo de Cristo" a su Palabra, a su Iglesia, y a todos esos necesitados de ropa, comida, bebida, libertad, patria y salud (Mt. 25, 41-45) y darles, como a "Cuerpo de Cristo" todo ese respeto y ayuda que se merecen.

En el evangelio nos encontramos con el relato que Marcos hace de la preparación y del rito de la cena. En la preparación parece que se nos quiere hacer recordar el Éxodo de Egipto, la Pascua con la que se conmemora aquella salvación de los marcados con la sangre del cordero. Ahora hay un nuevo cordero, hay una nueva sangre, hay una nueva alianza, hay una nueva vida.

El Banquete Eucarístico no se puede tomar impunemente, no se puede celebrar la Eucaristía, la Cena del Señor, sin el darnos a los demás. No se puede separar la Eucaristía y nuestra vivencia de la fe. La celebración de la Eucaristía nunca termina, pues trae consigo la misión, la misión de servir a los demás, de convertirse en alimento para los demás. Las palabras del Señor: "Haced ésto en memoria mía", no se refiere simplemente al rito, sino también comprende la actitud, o sea en hacer lo que Cristo hizo y como él lo hizo.

La celebración del, como decíamos antes, Corpus Christi, es una gran oportunidad para proclamar públicamente nuestra fe, para reconocer nuestros pecados, para reconciliarnos con los hermanos, y convertirnos en pueblo eucarístico, en pueblo agradecido y comprometido con la paz, la justicia, la fraternidad y el respeto.