sábado, 30 de noviembre de 2013

Mateo 24,37-44: "Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé..."

Mateo 24,37-44
Primer Domingo de Adviento, A

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

Romanos 13,11-14a: "Dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo".

Romanos 13,11-14a
Primer Domingo de Adviento, A

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.

SALMO 121: Vamos alegres a la casa del Señor

SALMO 121
Sábado de la 29 Semana del Tiempo Ordinario II,
Viernes del 31 Semana del Tiempo Ordinario II,
Domingo de la 1 Semana de Adviento A,

Salmo 121: Vamos alegres a la casa del Señor. 

Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Isaías 2,1-5: "Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos (...) De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor".

Isaías 2,1-5
Primer Domingo de Adviento, A

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO, ciclo A: Vigilad, estad despiertos, por Mons. Francisco Gonzalez, SF.


Isaías 2,1-5
Salmo 121: Vamos alegres a la casa del Señor
Romanos 13,11-14a
Mateo 24,37-44

Isaías 2, 1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Salmo 121: Vamos alegres a la casa del Señor. 

Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Romanos 13,11-14a

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.

Mateo 24,37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

— Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

Comenzamos un nuevo año litúrgico. Con este primer domingo de Adviento se da comienzo a ese tiempo de preparación inmediata para la celebración de la Navidad. Sin embargo la lectura evangélica no está centrada en esa primera venida del Señor, sino más bien en la segunda, aunque también es verdad que el Señor siempre está viniendo, siempre está presente en medio de nosotros como Él mismo nos lo anunció y nos lo prometió.

Si quisiera resumir el mensaje del evangelio que hoy nos presenta la sagrada liturgia, es sin duda una actitud de vigilancia. En nuestra vida cotidiana nos encontramos con gente que continuamente nos llama a la vigilancia. El médico nos habla de vigilar nuestra salud, la policía de tránsito el conducir sin distracciones, los directores espirituales nuestra relación con Dios, nuestros padres el cuidar el honor de la familia, los maestros exigen nuestra atención al estudio. Todo es vigilar, vigilar y más vigilar.

La vigilancia, el estar atentos y despiertos al ahora está muy bien descrito en la frase evangélica: “Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor”. Creo que no hemos de perder el tiempo buscando la fecha del fin del mundo, que tantos han querido anunciar con exactitud, y que se han equivocado rotundamente, pues ese conocimiento nadie lo tiene, “ni los ángeles del cielo”, así que a vivir y estar siempre preparados para cuando ello suceda.

Entre los primeros cristianos hubo una cierta preocupación y un tanto de desilusión porque habían pensado que el Señor iba a venir pronto y se dieron cuenta que no era así. Esa esperanza de verlo pronto de nuevo no estaba teniendo lugar.

Tenemos que insistir en esa vigilancia pues hay el peligro de que bajemos la guardia, como se suele decir. Hay el serio peligro de que con ese retraso de acuerdo con nuestro calendario, perdamos el interés y la vigilancia.

¿En qué consiste esa vigilancia? En estar preparados, con lo cual no importa el momento o la circunstancia de su llegada. Llegue cuando llegue, como las vírgenes prudentes del evangelio, tienen suficiente aceite en sus lámparas para iluminar la llegada del novio a la casa de la novia.

Me parece oportuno recordar ese pasaje del evangelio de Mateo, evangelio que iremos leyendo un gran número de domingos este año litúrgico, cuando nos relata cómo el Señor ha estado hambriento, sediento, desnudo, enfermo, encarcelado y recién llegado al país y no nos hemos preocupado de cuidarle, de ofrecerle ayuda. Ahí está la falta de vigilancia, pues hemos sido de esos que aun teniendo ojos no hemos visto la necesidad, y teniendo oídos no hemos escuchado el grito del olvidado, del oprimido, del desahuciado.

Estar despiertos es convertirnos y ser proveedores de esperanza para los que ya la han perdido. El Santo Padre Francisco nos exhortaba a ser signos visibles, claros y radiantes de esperanza para todos. El mismo Santo Padre al hablar de esa segunda venida del Señor nos anima a que “nos preparemos para un encuentro, un hermoso encuentro con ese Cristo”, al mismo tiempo que nos exhorta a que no miremos ese momento final de la historia, ese juicio final con miedo alguno, sino que sea un motivo, una razón para vivir bien el presente pues nos ofrece este tiempo con paciencia y misericordia para que aprendamos a reconocer en Él al pobre y desamparado.

Esta insistencia del evangelio para que no nos durmamos y perseveremos en la vigilancia, no debemos tomarla como una amenaza, sino más bien como una oportunidad que el Señor nos concede, para que ayudados de su gracia y en comunión con nuestros hermanos en la fe, vayamos acercándonos más y más a esa santidad a la que todos hemos sido llamados. Esa sí que será una buena forma de estar vigilantes y despiertos, siempre alertas para participar en el banquete celestial.

Este domingo prendemos la primera vela de la corona de Adviento. Ojalá que según vayan pasando los días, aumente la luz de la justicia, la paz, el entendimiento, el amor y la reconciliación en este mundo y vayan desapareciendo del mismo las tinieblas de la injusticia, la opresión, las guerras, el hambre. Dios quiera que cuando el Niño Jesús (inmigrantes, pobres y enfermos) venga estas Navidades, encuentre posada.

La liturgia del Adviento: Ambientación


La ambientación del lugar donde la comunidad celebra su fe debe ayudar a que todos se den cuenta de que comienza una nueva etapa dentro del año litúrgico. El lugar de la celebración debería ambientarse con un aire peculiar, no de penitencia, pero sí de austeridad.

— Color morado, ausencia de flores

En primer lugar, debe resaltar el tono morado de la decoración, junto con la ausencia de flores en el altar; de este modo, la comunidad participará mejor y gozará más de la alegría festiva de la Navidad con sus ornamentos blancos y los arreglos florales.

Aunque no debe haber flores, es oportuno colocar plantas de interior en el presbiterio. Puede ser muy expresivo, también, una pancarta en un lugar visible del templo con frases como: “Ven, Señor Jesus”, “Esperamos tu venida”, “Preparemos los caminos del Señor”, etc.

— Música

Se debe escoger cuidadosamente el canto de entrada, el cual debe recrear el ambiente de la celebración. Cantos como: “Ven, Señor, no tardes”, “Esperando al Mesias”, “Ven, Salvador”, etc., son los más apropiados. Es preferible repetir un canto los cuatro domingos en lugar de cambiarlo y perderse la atmósfera propia del Adviento.

La presentación de los dones es conveniente hacerla en silencio o con una melodía suave, para resaltar el caracter austero del Adviento y permitir la meditación de los fieles.

— María de Nazareth

Es muy apropiado potenciar el tiempo de Adviento como tiempo mariano. La exhortación Marialis Cultus, del papa Pablo VI, sugirió la conveniencia de subrayar el tiempo de Adviento como tiempo mariano:

Recordamos frecuentemente en la liturgia a la Santísima Virgen.

Aparte de la solemnidad del día 8 de Diciembre, en que se celebra la Inmaculada Concepción de María, la tenemos presente sobre todo en los días feriales desde el 17 al 24 de Diciembre, y el domingo anterior a la Navidad, en que se leen las antiguas voces proféticas sobre la Virgen María y el Mesías, así como los relatos evangélicos referentes al nacimiento inminente de Cristo y del precursor.

De este modo, los fieles, que trasladan de la liturgia a la vida el espíritu del Adviento, al considerar el amor con que la Virgen Madre esperó al Hijo, se sienten animados a tomarla como modelo y a prepararse para salir al encuentro del Salvador que viene.

Por todo ello, durante el Adviento es oportuno colocar en un lugar destacado de la iglesia una bonita imagen de Santa María, que de ser posible presente su aspecto maternal e impulsar el culto mariano.

— Liturgia de la Palabra

Conviene recordar durante el Primer Domingo de Adviento que se inicia un nuevo ciclo de lecturas.

El aleluya debería cantarse los domingos y mejor omitirse los dias feriales.

— La Corona de Adviento

La corona de adviento es un círculo de follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas.

El círculo nos recuerda que Dios no tiene ni principio ni fin, es eterno.
Las ramas verdes simbolizan que Dios no cambia.
Sobre las ramas se ponen cuatro velas, una por cada semana del Adviento. Significan la luz que disipan las tinieblas del pecado; la proxima venida de la Navidad. Recordamos la espera de la Humanidad que, cayendo en el pecado, vivio en la oscuridad. Tres son de color morado, que expresan el deseo de conversión y una rosa, que expresa la alegria de la comunidad con Maria por la inminente llegada de Jesús. La vela blanca del centro es la luz de Jesus, que con su nacimiento, viene a iluminar la vida del hombre.

Las Antifonas de la “O”

Las antífonas de la “O” son siete y la Iglesia las proclama con el Magnificat del Oficio de Vísperas, la oración de la tarde, desde el día 17 al 23 de diciembre.

Son un llamamiento al Mesías, recordando la expectación con que era esperado antes de su venida, y también son una manifestación del sentimiento con que todos los años la Iglesia espera la solemnidad del nacimiento del Salvador.

Se llaman de la “O” por que todas empiezan en latín con la exclamación “O”, en castellano ‘Oh”. También se llaman Antifonas mayores.

Fueron compuestas hacia los siglos VII-VIII y se puede decir que son un compendio de la cristología más antigua de la Iglesia. Son breves oraciones dirigidas a Jesucristo, que condensan la espiritualidad del Adviento y la Navidad.

La admiración de la Iglesia ante el misterio de un Dios hecho hombre: “Oh”. La comprensión cada vez más profunda de su misterio. Y la suplica, “ven”.

Cada antifona empieza por una exclamacion, “oh”, seguida de un título mesianico tomado del Antiguo Testamento, pero entendido en la plenitud del Nuevo Testamento. Es una aclamación a Jesús el Mesías, reconociendo todo lo que representa para nosotros. Y termina siempre con la suplica: “Ven y no tardes mas”.

O Sapientia = Sabiduria, palabra
O Adonai = Senor todopoderoso
O Radix = Raiz, renuevo de Jesse (padre de David)
O Clavis = Llave de David, que abre y cierra.
O Oriens = Oriente (lugar donde nace el sol), luz
O Rex = Rey de paz
O Emmanuel = Dios-con-nosotros

Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra despues de la “O”, dan el acróstico “ero cras”, que significa “seré mañana, vendré mañana’, que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.

viernes, 29 de noviembre de 2013

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Exhortación Apostólica "La Alegría del Evangelio" (Evangelii Gaudium), Texto del papa Francisco acompañado de un breve desglose de los temas.



Evangelii Gaudium (Texto)
Un texto guía y programático

Breve desglose de los temas:
Sobre la Alegria1,
Sobre el Amor y la Misericordia37265,
Sobre la Confesión, 44,
Sobre las Devociones70,
Sobre la Doctrina Social189,
Sobre Dogmas y Doctrinas36,
Sobre la Eucaristía, 47,
Sobre los Enfermos48,
Sobre el Espíritu Santo261,
Sobre la Evangelización102427353638394548,
496988118156161178179187189197198261,
262265266274279288,
Sobre la Fe37,
Sobre la Iglesia27288,
Sobre la Inculturación69118,
Sobre el Lenguaje27,
Sobre María288,
Sobre la Misión262,
Sobre la Moral39,
Sobre la Oración262,
Sobre la Parroquia28,
Sobre la Paz230239,
Sobre la Piedad Popular6970123,
Sobre los Pobres48187189197198,
Sobre la Predicación383945137138139145147,
149150151154156157158,
Sobre el Sacerdocio, 104,

La alegría del Evangelio, en L’Osservatore Romano



Conversión pastoral y misionera de la Iglesia

El Papa Francisco tiene «un sueño». El de una Iglesia encaminada sin demora por el camino «de una conversión pastoral y misionera»: una actitud personal y comunitaria «capaz de transformar» en lo profundo costumbres, estilos, lenguajes, estructuras, orientándolos hacia la evangelización más bien que hacia «la autopreservación».

Ese «sueño» está en el centro de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, presentada el martes 26 de noviembre, en la Sala de prensa de la Santa Sede. Un documento de 224 páginas, en cinco capítulos, que recoge los frutos del Sínodo de los obispos sobre «La nueva evangelización para la transmisión de la fe» que tuvo lugar en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012. Pero es evidente que la intención del Pontífice va más allá de la sencilla recepción de las indicaciones de los padres sinodales. Porque lo que se ofrece a toda la comunidad cristiana es un texto denso y arduo, que —subrayado de no poco valor— «tiene un sentido programático y consecuencias importantes».

«Quiero dirigirme a los fieles cristianos —escribe el Papa Francisco— para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años». Al Pontífice le interesa que cada bautizado lleve a los demás con nuevo dinamismo el amor de Jesús, viviendo en «estado permanente de misión».

Esta invitación a «recuperar la frescura original del Evangelio» implica a todo fiel, porque «el sueño misionero» del Obispo de Roma es «llegar a todos». Y «dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás —puntualiza— también debo pensar en una conversión del papado», para que lo haga «más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización». Es necesaria, en este sentido, «una saludable descentralización», orientada también a un estatuto de las Conferencias episcopales «que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo también alguna auténtica autoridad doctrinal». En todo caso, no hay que tener miedo de rever costumbres de la Iglesia «no directamente ligadas al núcleo del Evangelio», incluso en el caso de que resultasen «muy arraigadas a lo largo de la historia». El llamamiento es a ser siempre «libres y creativos», abandonando una vez por todas «el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”».

"En la predicación hay que evitar algunos acentos doctrinales o morales que oscurecen 
el mensaje de amor del Evangelio"

A partir de este prefacio el documento propone las líneas de un itinerario donde se encuentran muchos de los temas más apreciados por el magisterio pastoral del Papa Bergoglio. Entre estos, la invitación a redescubrir la misericordia como «la más grande de las virtudes», evitando que en la predicación «algunos acentos doctrinales o morales»  que oscurezcan excesivamente el mensaje de amor del Evangelio. Y la necesidad de abrir las puertas de la Iglesia para «salir hacia los demás» y llegar a «las periferias humanas» de nuestro tiempo.

Fuerte es el juicio del Pontífice sobre los actuales órdenes económico-financieros mundiales, que multiplican desigualdades y exclusión social: «esa economía mata» denuncia, apuntando nuevamente el dedo contra «la cultura del descarte» y «la idolatría del dinero». No por casualidad todo un capítulo se detiene en la «dimensión social de la evangelización», con penetrantes subrayados sobre la necesidad del desarrollo integral de los más necesitados —«para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica», recuerda— y de la promoción del diálogo y de la paz.

El núcelo central del documento está dedicado expresamente a quienes en la Iglesia trabajan al servicio del anuncio evangélico. Para destacar en ello potencialidad e iniciativa, pero también alertar sobre las «tentaciones» recurrentes de la «acedia egoísta», del «pesimismo estéril», de la «mundanidad espiritual». En este sentido, gran importancia el Papa atribuye a la «fuerza evangelizadora de la piedad popular» y a la atención de la predicación por parte de los sacerdotes.

jueves, 28 de noviembre de 2013

La mesa redonda de Jesús, María y José: La Alegría del Evangelio, n. 92: Sobre la Comunida...

La mesa redonda de Jesús, María y José: La Alegría del Evangelio, n. 92: Sobre la Comunida...: La Alegría del Evangelio  (Exhortación Apostólica del papa Francisco) 24 de noviembre, 2013 Allí está la verdadera sanación, ya que el ...

La Alegría del Evangelio, n. 88: "El Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual. Muchos tratan de escapar de los demás hacia la privacidad cómoda o hacia el reducido círculo de los más íntimos, y renuncian al realismo de la dimensión social del Evangelio. Porque, así como algunos quisieran un Cristo puramente espiritual, sin carne y sin cruz, también se pretenden relaciones interpersonales sólo mediadas por aparatos sofisticados, por pantallas y sistemas que se puedan encender y apagar a voluntad. Mientras tanto, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.

La Alegría del Evangelio, n. 239: El Evangelio de la Paz

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

La Iglesia proclama «el evangelio de la paz» (Ef 6,15) y está abierta a la colaboración con todas las autoridades nacionales e internacionales para cuidar este bien universal tan grande. Al anunciar a Jesucristo, que es la paz en persona (cf. Ef 2,14), la nueva evangelización anima a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio creíble de una vida reconciliada. Es hora de saber cómo diseñar, en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones. El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural.

La Alegría del Evangelio, n. 230: Anunciar la paz

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

El anuncio de paz no es el de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza todas las diversidades. Supera cualquier conflicto en una nueva y prometedora síntesis. La diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación, hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una «diversidad reconciliada», como bien enseñaron los Obispos del Congo: «La diversidad de nuestras etnias es una riqueza [...] Sólo con la unidad, con la conversión de los corazones y con la reconciliación podremos hacer avanzar nuestro país».

La Alegría del Evangelio, n. 28: Sobre la parroquia

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión.

La Alegría del Evangelio, n. 158: Sencillez y claridad en la homilia

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Ya decía Pablo VI que los fieles «esperan mucho de esta predicación y sacan fruto de ella con tal que sea sencilla, clara, directa, acomodada». La sencillez tiene que ver con el lenguaje utilizado. Debe ser el lenguaje que comprenden los destinatarios para no correr el riesgo de hablar al vacío. Frecuentemente sucede que los predicadores usan palabras que aprendieron en sus estudios y en determinados ambientes, pero que no son parte del lenguaje común de las personas que los escuchan. Hay palabras propias de la teología o de la catequesis, cuyo sentido no es comprensible para la mayoría de los cristianos. El mayor riesgo para un predicador es acostumbrarse a su propio lenguaje y pensar que todos los demás lo usan y lo comprenden espontáneamente. Si uno quiere adaptarse al lenguaje de los demás para poder llegar a ellos con la Palabra, tiene que escuchar mucho, necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención. La sencillez y la claridad son dos cosas diferentes. El lenguaje puede ser muy sencillo, pero la prédica puede ser poco clara. Se puede volver incomprensible por el desorden, por su falta de lógica, o porque trata varios temas al mismo tiempo. Por lo tanto, otra tarea necesaria es procurar que la predicación tenga unidad temática, un orden claro y una conexión entre las frases, de manera que las personas puedan seguir fácilmente al predicador y captar la lógica de lo que les dice.

La Alegría del Evangelio, n. 157: Sobre la homila, "Una buena homilía, como me decía un viejo maestro, debe contener una idea, un sentimiento, una imagen".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Sólo para ejemplificar, recordemos algunos recursos prácticos, que pueden enriquecer una predicación y volverla más atractiva. Uno de los esfuerzos más necesarios es aprender a usar imágenes en la predicación, es decir, a hablar con imágenes. A veces se utilizan ejemplos para hacer más comprensible algo que se quiere explicar, pero esos ejemplos suelen apuntar sólo al entendimiento; las imágenes, en cambio, ayudan a valorar y aceptar el mensaje que se quiere transmitir. Una imagen atractiva hace que el mensaje se sienta como algo familiar, cercano, posible, conectado con la propia vida. Una imagen bien lograda puede llevar a gustar el mensaje que se quiere transmitir, despierta un deseo y motiva a la voluntad en la dirección del Evangelio. Una buena homilía, como me decía un viejo maestro, debe contener «una idea, un sentimiento, una imagen».

La Alegría del Evangelio, n. 156: "La evidente importancia del contenido no debe hacer olvidar la importancia de los métodos y medios de la evangelización".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Algunos creen que pueden ser buenos predicadores por saber lo que tienen que decir, pero descuidan el cómo, la forma concreta de desarrollar una predicación. Se quejan cuando los demás no los escuchan o no los valoran, pero quizás no se han empeñado en buscar la forma adecuada de presentar el mensaje. Recordemos que «la evidente importancia del contenido no debe hacer olvidar la importancia de los métodos y medios de la evangelización». La preocupación por la forma de predicar también es una actitud profundamente espiritual. Es responder al amor de Dios, entregándonos con todas nuestras capacidades y nuestra creatividad a la misión que Él nos confía; pero también es un ejercicio exquisito de amor al prójimo, porque no queremos ofrecer a los demás algo de escasa calidad. En la Biblia, por ejemplo, encontramos la recomendación de preparar la predicación en orden a asegurar una extensión adecuada: «Resume tu discurso. Di mucho en pocas palabras» (Si 32,8).

La Alegría del Evangelio, n. 154: Sobre el predicador, "Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo (...) Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra."

 El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo. De esa manera, descubre «las aspiraciones, las riquezas y los límites, las maneras de orar, de amar, de considerar la vida y el mundo, que distinguen a tal o cual conjunto humano», prestando atención «al pueblo concreto con sus signos y símbolos, y respondiendo a las cuestiones que plantea». Se trata de conectar el mensaje del texto bíblico con una situación humana, con algo que ellos viven, con una experiencia que necesite la luz de la Palabra. Esta preocupación no responde a una actitud oportunista o diplomática, sino que es profundamente religiosa y pastoral. En el fondo es una «sensibilidad espiritual para leer en los acontecimientos el mensaje de Dios» y esto es mucho más que encontrar algo interesante para decir. Lo que se procura descubrir es «lo que el Señor desea decir en una determinada circunstancia». Entonces, la preparación de la predicación se convierte en un ejercicio de discernimiento evangélico, donde se intenta reconocer –a la luz del Espíritu– «una llamada que Dios hace oír en una situación histórica determinada; en ella y por medio de ella Dios llama al creyente».

La Alegría del Evangelio, n. 151: Sobre el predicador, "Si no se detiene a escuchar esa Palabra con apertura sincera, si no deja que toque su propia vida, que le reclame, que lo exhorte, que lo movilice, si no dedica un tiempo para orar con esa Palabra, entonces sí será un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio, y no bajemos los brazos. Lo indispensable es que el predicador tenga la seguridad de que Dios lo ama, de que Jesucristo lo ha salvado, de que su amor tiene siempre la última palabra. Ante tanta belleza, muchas veces sentirá que su vida no le da gloria plenamente y deseará sinceramente responder mejor a un amor tan grande. Pero si no se detiene a escuchar esa Palabra con apertura sincera, si no deja que toque su propia vida, que le reclame, que lo exhorte, que lo movilice, si no dedica un tiempo para orar con esa Palabra, entonces sí será un falso profeta, un estafador o un charlatán vacío. En todo caso, desde el reconocimiento de su pobreza y con el deseo de comprometerse más, siempre podrá entregar a Jesucristo, diciendo como Pedro: «No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy» (Hch 3,6). El Señor quiere usarnos como seres vivos, libres y creativos, que se dejan penetrar por su Palabra antes de transmitirla; su mensaje debe pasar realmente a través del predicador, pero no sólo por su razón, sino tomando posesión de todo su ser. El Espíritu Santo, que inspiró la Palabra, es quien «hoy, igual que en los comienzos de la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y conducir por Él, y pone en sus labios las palabras que por sí solo no podría hallar».

La Alegría del Evangelio, n. 150: "Jesús se irritaba frente a esos pretendidos maestros, muy exigentes con los demás, que enseñaban la Palabra de Dios, pero no se dejaban iluminar por ella".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Jesús se irritaba frente a esos pretendidos maestros, muy exigentes con los demás, que enseñaban la Palabra de Dios, pero no se dejaban iluminar por ella: «Atan cargas pesadas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo» (Mt 23,4). El Apóstol Santiago exhortaba: «No os hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo» (3,1). Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es «comunicar a otros lo que uno ha contemplado». Por todo esto, antes de preparar concretamente lo que uno va a decir en la predicación, primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que herirá a los demás, porque es una Palabra viva y eficaz, que como una espada, «penetra hasta la división del alma y el espíritu, articulaciones y médulas, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón» (Hb 4,12). Esto tiene un valor pastoral. También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: «tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo».

La Alegría del Evangelio, n. 149: Sobre el predicador

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

El predicador «debe ser el primero en tener una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva». Nos hace bien renovar cada día, cada domingo, nuestro fervor al preparar la homilía, y verificar si en nosotros mismos crece el amor por la Palabra que predicamos. No es bueno olvidar que «en particular, la mayor o menor santidad del ministro influye realmente en el anuncio de la Palabra». Como dice san Pablo, «predicamos no buscando agradar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones» (1 Ts 2,4). Si está vivo este deseo de escuchar primero nosotros la Palabra que tenemos que predicar, ésta se transmitirá de una manera u otra al Pueblo fiel de Dios: «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt 12,34). Las lecturas del domingo resonarán con todo su esplendor en el corazón del pueblo si primero resonaron así en el corazón del Pastor.

La Alegría del Evangelio, n. 147: Sobre la homilía, "Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Ante todo conviene estar seguros de comprender adecuadamente el significado de las palabras que leemos. Quiero insistir en algo que parece evidente pero que no siempre es tenido en cuenta: el texto bíblico que estudiamos tiene dos mil o tres mil años, su lenguaje es muy distinto del que utilizamos ahora. Por más que nos parezca entender las palabras, que están traducidas a nuestra lengua, eso no significa que comprendemos correctamente cuanto quería expresar el escritor sagrado. Son conocidos los diversos recursos que ofrece el análisis literario: prestar atención a las palabras que se repiten o se destacan, reconocer la estructura y el dinamismo propio de un texto, considerar el lugar que ocupan los personajes, etc. Pero la tarea no apunta a entender todos los pequeños detalles de un texto, lo más importante es descubrir cuál es el mensaje principal, el que estructura el texto y le da unidad. Si el predicador no realiza este esfuerzo, es posible que su predicación tampoco tenga unidad ni orden; su discurso será sólo una suma de diversas ideas desarticuladas que no terminarán de movilizar a los demás. El mensaje central es aquello que el autor en primer lugar ha querido transmitir, lo cual implica no sólo reconocer una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir. Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias.

La Alegría del Evangelio, n. 145: "Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

La preparación de la predicación es una tarea tan importante que conviene dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral. Con mucho cariño quiero detenerme a proponer un camino de preparación de la homilía. Son indicaciones que para algunos podrán parecer obvias, pero considero conveniente sugerirlas para recordar la necesidad de dedicar un tiempo de calidad a este precioso ministerio. Algunos párrocos suelen plantear que esto no es posible debido a la multitud de tareas que deben realizar; sin embargo, me atrevo a pedir que todas las semanas se dedique a esta tarea un tiempo personal y comunitario suficientemente prolongado, aunque deba darse menos tiempo a otras tareas también importantes. La confianza en el Espíritu Santo que actúa en la predicación no es meramente pasiva, sino activa y creativa. Implica ofrecerse como instrumento (cf. Rm 12,1), con todas las propias capacidades, para que puedan ser utilizadas por Dios. Un predicador que no se prepara no es «espiritual»; es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido.

La Alegría del Evangelio, n. 139: "La Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que le habla a su hijo"

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

...La Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado. Además, la buena madre sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en su hijo, escucha sus inquietudes y aprende de él. El espíritu de amor que reina en una familia guía tanto a la madre como al hijo en sus diálogos, donde se enseña y aprende, se corrige y se valora lo bueno; así también ocurre en la homilía. El Espíritu, que inspiró los Evangelios y que actúa en el Pueblo de Dios, inspira también cómo hay que escuchar la fe del pueblo y cómo hay que predicar en cada Eucaristía. La prédica cristiana, por tanto, encuentra en el corazón cultural del pueblo una fuente de agua viva para saber lo que tiene que decir y para encontrar el modo como tiene que decirlo. Así como a todos nos gusta que se nos hable en nuestra lengua materna, así también en la fe nos gusta que se nos hable en clave de «cultura materna», en clave de dialecto materno (cf. 2 M 7,21.27), y el corazón se dispone a escuchar mejor. Esta lengua es un tono que transmite ánimo, aliento, fuerza, impulso.

La Alegría del Evangelio, n. 138: Sobre la homilia, "Es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración. Es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase. El predicador puede ser capaz de mantener el interés de la gente durante una hora, pero así su palabra se vuelve más importante que la celebración de la fe. Si la homilía se prolongara demasiado, afectaría dos características de la celebración litúrgica: la armonía entre sus partes y el ritmo. Cuando la predicación se realiza dentro del contexto de la liturgia, se incorpora como parte de la ofrenda que se entrega al Padre y como mediación de la gracia que Cristo derrama en la celebración. Este mismo contexto exige que la predicación oriente a la asamblea, y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida. Esto reclama que la palabra del predicador no ocupe un lugar excesivo, de manera que el Señor brille más que el ministro.

La Alegría del Evangelio, n. 137: Sobre la homilia

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Cabe recordar ahora que «la proclamación litúrgica de la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza». Hay una valoración especial de la homilía que proviene de su contexto eucarístico, que supera a toda catequesis por ser el momento más alto del diálogo entre Dios y su pueblo, antes de la comunión sacramental. La homilía es un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo. El que predica debe reconocer el corazón de su comunidad para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios, y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto.

La Alegría del Evangelio, n. 288: Estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque «derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo.

La Alegría del Evangelio, n. 279: Sentido de misterio

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

...Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos, porque «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2 Co 4,7). Esta certeza es lo que se llama «sentido de misterio». Es saber con certeza que quien se ofrece y se entrega a Dios por amor seguramente será fecundo (cf. Jn 15,5). Tal fecundidad es muchas veces invisible, inaferrable, no puede ser contabilizada. Uno sabe bien que su vida dará frutos, pero sin pretender saber cómo, ni dónde, ni cuándo. Tiene la seguridad de que no se pierde ninguno de sus trabajos realizados con amor, no se pierde ninguna de sus preocupaciones sinceras por los demás, no se pierde ningún acto de amor a Dios, no se pierde ningún cansancio generoso, no se pierde ninguna dolorosa paciencia. Todo eso da vueltas por el mundo como una fuerza de vida. A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que escapa a toda medida. Quizás el Señor toma nuestra entrega para derramar bendiciones en otro lugar del mundo donde nosotros nunca iremos. El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere y donde quiere; nosotros nos entregamos pero sin pretender ver resultados llamativos. Sólo sabemos que nuestra entrega es necesaria. Aprendamos a descansar en la ternura de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como a Él le parezca.

La Alegría del Evangelio, n. 274: "Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Para compartir la vida con la gente y entregarnos generosamente, necesitamos reconocer también que cada persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físico, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de Dios, criatura suya. Él la creó a su imagen, y refleja algo de su gloria. Todo ser humano es objeto de la ternura infinita del Señor, y Él mismo habita en su vida. Jesucristo dio su preciosa sangre en la cruz por esa persona. Más allá de toda apariencia, cada uno es inmensamente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega. Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida. Es lindo ser pueblo fiel de Dios. ¡Y alcanzamos plenitud cuando rompemos las paredes y el corazón se nos llena de rostros y de nombres!

La Alegría del Evangelio, n. 266: "El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie.

La Alegría del Evangelio, n. 265: Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones: «El misionero está convencido de que existe ya en las personas y en los pueblos, por la acción del Espíritu, una espera, aunque sea inconsciente, por conocer la verdad sobre Dios, sobre el hombre, sobre el camino que lleva a la liberación del pecado y de la muerte. El entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza». El entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción. Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor.

La Alegría del Evangelio, n. 262: Evangelizadores con Espíritu

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y desintegradoras sólo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración, porque mutilan el Evangelio. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad. Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía. Al mismo tiempo, «se debe rechazar la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, que poco tiene que ver con las exigencias de la caridad y con la lógica de la Encarnación». Existe el riesgo de que algunos momentos de oración se conviertan en excusa para no entregar la vida en la misión, porque la privatización del estilo de vida puede llevar a los cristianos a refugiarse en alguna falsa espiritualidad.

La Alegría del Evangelio, n. 261: El Espíritu de Evangelizar

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Cuando se dice que algo tiene «espíritu», esto suele indicar unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria. Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos. ¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu. En definitiva, una evangelización con espíritu es una evangelización con Espíritu Santo, ya que Él es el alma de la Iglesia evangelizadora. Antes de proponeros algunas motivaciones y sugerencias espirituales, invoco una vez más al Espíritu Santo; le ruego que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en una audaz salida fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos.

La Alegría del Evangelio, n. 198. Opción por los pobres

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una «forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia».[164] Esta opción –enseñaba Benedicto XVI– «está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza».[165] Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.

La Alegría del Evangelio, n. 197: Dios y los pobres

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo «se hizo pobre» (2 Co 8,9). Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres. Esta salvación vino a nosotros a través del «sí» de una humilde muchacha de un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio. El Salvador nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres; fue presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc 2,24; Lv 5,7); creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan. Cuando comenzó a anunciar el Reino, lo seguían multitudes de desposeídos, y así manifestó lo que Él mismo dijo: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres» (Lc 4,18). A los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza, les aseguró que Dios los tenía en el centro de su corazón: «¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!» (Lc 6,20); con ellos se identificó: «Tuve hambre y me disteis de comer», y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25,35s).

La Alegría del Evangelio, n. 189: Sobre la posesión privada de los bienes

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

La solidaridad es una reacción espontánea de quien reconoce la función social de la propiedad y el destino universal de los bienes como realidades anteriores a la propiedad privada. La posesión privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien común, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde. Estas convicciones y hábitos de solidaridad, cuando se hacen carne, abren camino a otras transformaciones estructurales y las vuelven posibles. Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces.

La Alegría del Evangelio, n. 187: Sobre el clamor de los pobres

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quiere escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo […] Ahora pues, ve, yo te envío…» (Ex 3,7-8.10), y se muestra solícito con sus necesidades: «Entonces los israelitas clamaron al Señor y Él les suscitó un libertador» (Jc 3,15). Hacer oídos sordos a ese clamor, cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto, porque ese pobre «clamaría al Señor contra ti y tú te cargarías con un pecado» (Dt 15,9). Y la falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios: «Si te maldice lleno de amargura, su Creador escuchará su imprecación» (Si 4,6). Vuelve siempre la vieja pregunta: «Si alguno que posee bienes del mundo ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?» (1 Jn 3,17). Recordemos también con cuánta contundencia el Apóstol Santiago retomaba la figura del clamor de los oprimidos: «El salario de los obreros que segaron vuestros campos, y que no habéis pagado, está gritando. Y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos» (5,4).

La Alegría del Evangelio, n. 184: "Ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: «Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es éste nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

No es el momento para desarrollar aquí todas las graves cuestiones sociales que afectan al mundo actual, algunas de las cuales comenté en el capítulo segundo. Éste no es un documento social, y para reflexionar acerca de esos diversos temas tenemos un instrumento muy adecuado en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cuyo uso y estudio recomiendo vivamente. Además, ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio en la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos. Puedo repetir aquí lo que lúcidamente indicaba Pablo VI: «Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es éste nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país».

La Alegría del Evangelio, n. 179: Evangelio de la fraternidad y la justicia

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Esta inseparable conexión entre la recepción del anuncio salvífico y un efectivo amor fraterno está expresada en algunos textos de las Escrituras que conviene considerar y meditar detenidamente para extraer de ellos todas sus consecuencias. Es un mensaje al cual frecuentemente nos acostumbramos, lo repetimos casi mecánicamente, pero no nos aseguramos de que tenga una real incidencia en nuestras vidas y en nuestras comunidades. ¡Qué peligroso y qué dañino es este acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia! La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia».[144] Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.

La Alegría del Evangelio, n. 178: Cuidar el bien de los demás

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que «con ello le confiere una dignidad infinita» (...) Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque «Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres». Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales: «El Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de una mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables» (...) Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana (...) La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás.

La Alegría del Evangelio, n. 161: Sobre el crecimiento de la fe

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

No sería correcto interpretar este llamado al crecimiento exclusiva o prioritariamente como una formación doctrinal. Se trata de «observar» lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos: «Éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,12). Es evidente que cuando los autores del Nuevo Testamento quieren reducir a una última síntesis, a lo más esencial, el mensaje moral cristiano, nos presentan la exigencia ineludible del amor al prójimo: «Quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley [...] De modo que amar es cumplir la ley entera» (Rm 13,8.10). Así san Pablo, para quien el precepto del amor no sólo resume la ley sino que constituye su corazón y razón de ser: «Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5,14). Y presenta a sus comunidades la vida cristiana como un camino de crecimiento en el amor: «Que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos» (1 Ts 3,12). También Santiago exhorta a los cristianos a cumplir «la ley real según la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (2,8), para no fallar en ningún precepto.

La Alegría del Evangelio, n. 49: Sobre la Evangelización, "No tengáis miedo"

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37).

La Alegría del Evangelio, n. 48: Sobre los pobres, "los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.

La Alegría del Evangelio, n. 27: Opción misionera y reforma de la Iglesia

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial»

La Alegría del Evangelio, n. 123: Sobre el "precioso tesoro" de la piedad popular

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio. Fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi quien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer» y que «hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe». Más cerca de nuestros días, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos».

La Alegría del Evangelio, n. 118: Sobre la Inculturación de Evangelio

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Los Obispos de Oceanía pidieron que allí la Iglesia «desarrolle una comprensión y una presentación de la verdad de Cristo que arranque de las tradiciones y culturas de la región», e instaron «a todos los misioneros a operar en armonía con los cristianos indígenas para asegurar que la fe y la vida de la Iglesia se expresen en formas legítimas adecuadas a cada cultura». No podemos pretender que los pueblos de todos los continentes, al expresar la fe cristiana, imiten los modos que encontraron los pueblos europeos en un determinado momento de la historia, porque la fe no puede encerrarse dentro de los confines de la comprensión y de la expresión de una cultura. Es indiscutible que una sola cultura no agota el misterio de la redención de Cristo.

La Alegría del Evangelio, n. 70: Sobre la piedad popular

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

También es cierto que a veces el acento, más que en el impulso de la piedad cristiana, se coloca en formas exteriores de tradiciones de ciertos grupos, o en supuestas revelaciones privadas que se absolutizan. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica «piedad popular». Algunos promueven estas expresiones sin preocuparse por la promoción social y la formación de los fieles, y en ciertos casos lo hacen para obtener beneficios económicos o algún poder sobre los demás. Tampoco podemos ignorar que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico. Es innegable que muchos se sienten desencantados y dejan de identificarse con la tradición católica, que son más los padres que no bautizan a sus hijos y no les enseñan a rezar, y que hay un cierto éxodo hacia otras comunidades de fe. Algunas causas de esta ruptura son: la falta de espacios de diálogo familiar, la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo desenfrenado que alienta el mercado, la falta de acompañamiento pastoral a los más pobres, la ausencia de una acogida cordial en nuestras instituciones, y nuestra dificultad para recrear la adhesión mística de la fe en un escenario religioso plural.

La Alegría del Evangelio, n. 69: Sobre la piedad popular

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. En los países de tradición católica se tratará de acompañar, cuidar y fortalecer la riqueza que ya existe, y en los países de otras tradiciones religiosas o profundamente secularizados se tratará de procurar nuevos procesos de evangelización de la cultura, aunque supongan proyectos a muy largo plazo. No podemos, sin embargo, desconocer que siempre hay un llamado al crecimiento. Toda cultura y todo grupo social necesitan purificación y maduración. En el caso de las culturas populares de pueblos católicos, podemos reconocer algunas debilidades que todavía deben ser sanadas por el Evangelio: el machismo, el alcoholismo, la violencia doméstica, una escasa participación en la Eucaristía, creencias fatalistas o supersticiosas que hacen recurrir a la brujería, etc. Pero es precisamente la piedad popular el mejor punto de partida para sanarlas y liberarlas.

La Alegría del Evangelio, n. 45: Sobre la Evangelización, "Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva"

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo para todos» (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino.

La Alegría del Evangelio, n. 39: Sobre la Evangelización, "El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva..."

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos. ¡Esa invitación en ninguna circunstancia se debe ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor. Si esa invitación no brilla con fuerza y atractivo, el edificio moral de la Iglesia corre el riesgo de convertirse en un castillo de naipes, y allí está nuestro peor peligro. Porque no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener «olor a Evangelio».

La Alegría del Evangelio, n. 38: Sobre la Predicación

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Es importante sacar las consecuencias pastorales de la enseñanza conciliar, que recoge una antigua convicción de la Iglesia. Ante todo hay que decir que en el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción. Ésta se advierte en la frecuencia con la cual se mencionan algunos temas y en los acentos que se ponen en la predicación. Por ejemplo, si un párroco a lo largo de un año litúrgico habla diez veces sobre la templanza y sólo dos o tres veces sobre la caridad o la justicia, se produce una desproporción donde las que se ensombrecen son precisamente aquellas virtudes que deberían estar más presentes en la predicación y en la catequesis. Lo mismo sucede cuando se habla más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios.

La Alegría del Evangelio, n. 37: "En el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden".

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013

Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo «la fe que se hace activa por la caridad» (Ga 5,6). Las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu: «La principalidad de la ley nueva está en la gracia del Espíritu Santo, que se manifiesta en la fe que obra por el amor». Por ello explica que, en cuanto al obrar exterior, la misericordia es la mayor de todas las virtudes: «En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse en otros y, más aún, socorrer sus deficiencias. Esto es peculiar del superior, y por eso se tiene como propio de Dios tener misericordia, en la cual resplandece su omnipotencia de modo máximo»

La Alegría del Evangelio, n. 36: Sobre la Evangelización, "Todas las verdades reveladas proceden de la misma fuente divina y son creídas con la misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio. En este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. En este sentido, el Concilio Vaticano II explicó que «hay un orden o “jerarquía” en las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana». Esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral".


La Alegría del Evangelio, n. 35: Sobre la Evangelización, "Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante".


La Alegría del Evangelio, n.24: Sobre la Evangelización, “La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo".

“La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe «fructificar». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo”.

La Alegría del Evangelio, n.10: Sobre la Evangelización

La Alegría del Evangelio 
(Exhortación Apostólica del papa Francisco)
24 de noviembre, 2013.

“Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión»”.

Familia y Escuela: La Alegría del Evangelio, n.64: Sobre Educación

Familia y Escuela: La Alegría del Evangelio, n.64: Sobre Educación: La Alegría del Evangelio (Exhortación Apostólica del papa Francisco) 24 de noviembre, 2013 "Vivimos en una sociedad de la informaci...

La Alegría del Evangelio, n.206: Sobre la Economía Mundial

La Alegría del Evangelio (Exhortación Apostólica)
24 de noviembre, 2013

n. 206. La economía, como la misma palabra indica, debería ser el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero. Todo acto económico de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en el todo; por ello ningún gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad común. De hecho, cada vez se vuelve más difícil encontrar soluciones locales para las enormes contradicciones globales, por lo cual la política local se satura de problemas a resolver. Si realmente queremos alcanzar una sana economía mundial, hace falta en estos momentos de la historia un modo más eficiente de interacción que, dejando a salvo la soberanía de las naciones, asegure el bienestar económico de todos los países y no sólo de unos pocos.

“La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría” (Evangelii Gaudium, n.7)


Juan 20,19-20: “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor”.


Lucas 1:41-44: En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno (...) ¿De dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno".

Lucas 1:41-44: En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.

Lucas 1,28: “Alégrate” es el saludo del ángel a María.


Zacarías 9,9: “¡Exulta sin freno, Sión, grita de alegría, Jerusalén, que viene a ti tu Rey, justo y victorioso!”


Isaías 49,13: “¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! ¡Prorrumpid, montes, en cantos de alegría! Porque el Señor ha consolado a su pueblo, y de sus pobres se ha compadecido”


Isaías 40,9: “Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión, clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén”.


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Los escritos del Papa: cartas encíclicas, epístolas encíclicas, constitución apostólica, exhortación apostólica, carta apostólica, bula, motu proprio.


1. Cartas Encíclicas
2. Epístola Encíclica
3. Constitución Apostólica
4. Exhortación Apostólica
5. Cartas Apostólicas
6. Bulas y Breves
7. Motu Proprio

CARTAS ENCÍCLICAS

Del latín Literae encyclicae, que literalmente significa "cartas circulares". Las encíclicas son cartas públicas del Papa que expresan su enseñanza en materia de gran importancia. Pablo VI definió la encíclica como "un documento, en la forma de carta, enviado por el Papa a los obispos del mundo entero".

Las encíclicas se proponen:

  • Enseñar sobre algún tema doctrinal o moral
  • Avivar la devoción
  • Responder a errores
  • Informar sobre peligros para la fe procedentes de la cultura y los gobiernos

Las cartas encíclicas tienen el valor de enseñanza dirigida a la Iglesia Universal. Sin embargo, cuando tratan con cuestiones sociales, económicas o políticas, son dirigidas no solo a los católicos, sino a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Esta práctica la inició el Papa Juan XXIII con su encíclica Pacem in terris (1963).

En algunos casos, como el de la encíclica Veritatis splendor (1993) de Juan Pablo II, el Papa solo incluye en su saludo de apertura, a los Obispos, aunque la doctrina de la encíclica sea para instruir a todos los fieles. Esto tiene su razón de ser en el hecho de que los obispos son los pastores que deben enseñar a los fieles la doctrina.

El papa Pío XII mostró que las encíclicas, aunque no son la forma usual de promulgar pronunciamientos infalibles, reflejan el Magisterio Ordinario de la Iglesia y, por tanto, merecen ese respeto de parte de los fieles (Humani generis, 1950)

El título que se le da a la encíclica se deriva de sus primeras palabras en latín. Por ejemplo la encíclica del Papa Pablo VI sobre la inmoralidad de la contracepción, se tituló Humanae vitae, (Vida Humana).

— Breve Historia:

La encíclica es una forma muy antigua de correspondencia eclesiástica, que denota la comunión de fe y caridad que existe entre las comunidades que forman la Iglesia. En un principio, los obispos frecuentemente enviaban cartas a otros obispos para asegurar la unidad en la doctrina y vida eclesial.

Benedicto XIV (1740-1758), reavivó la costumbre, enviando "cartas circulares" a otros obispos. Estas cartas papales tocaban temas de doctrina, moral o disciplina, afectando a toda la Iglesia.

Con Gregorio XVI (1831-1846), el término "encíclica" se hizo de uso general.

León XIII (1878-1903), escribió el doble de encíclicas escritas por su predecesor Pío IX (1846-1878), con 75 encíclicas en total. León XIII cambió el tono de las encíclicas, el cual había sido sobre todo condenatorio, y comenzó a esbozar una idea rápida, de forma positiva, de como la Iglesia debía responder a los problemas concretos, especialmente en el orden ético-social. Esta innovación de León XIII, popularizó las encíclicas como textos de referencia, no solo para la doctrina Católica sino para muchos programas de acción.

— Tipos de Encíclicas

Según la materia de que tratan, las encíclicas pueden ser:

1. Doctrinales:

Desarrollan la doctrina que el Papa propone en la misma. Entre las más recientes están:

Mistici corporis Christi (1943), de Pío XII, sobre la Iglesia como el Cuerpo Místico de Cristo.
Divino afflante Spiritu (1943), de Pío XII, promoviendo los Estudios Bíblicos.
Mediator Dei (1947), de Pío XII, sobre la Sagrada Liturgia.
Mysterium fidei (1965), de Pablo VI, sobre la Eucaristía.
Redemptor hóminis (1979), de Juan Pablo II, sobre la redención y la dignidad del hombre.
Dives in misericordie (1980), de Juan Pablo II, sobre la Divina Misericordia.
Dominum et vivifiantem (1986), de Juan Pablo II, sobre el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y del mundo.

Algunas buscan clarificar opiniones teológicas erróneas explicando el error y enseñando la doctrina ortodoxa:

Humani generis (1950), de Pío XII, lidió con falsas opiniones que amenazaban socavar los fundamentos de la doctrina Católica.
Humanae vitae (1968), de Pablo VI, reafirmó la enseñanza de la Iglesia sobre la contracepción.
Vertatis splendor (1993), de Juan Pablo II, trata sobre las cuestiones fundamentales de la teología moral, advirtiendo sobre los peligros presentados por las teorías morales del consecuencialismo y el proporcionalismo. Para combatir estas opiniones, del Papa Juan Pablo II, enfatizó la enseñanza tradicional de que algunos actos, en sí mismos, son "intrínsecamente malos".
Evangelium vitae (1995), de Juan Pablo II, profundizó sobre la enseñanza de la Iglesia acerca de la defensa y dignidad de la vida humana.

2. Sociales:

Desde finales del siglo XIX, los papas han expuesto una doctrina social que ha enriquecido la tradición de la Iglesia. Aunque son articuladas en diferentes maneras y aplicadas a varios problemas, el corazón de las enseñanzas de los papas ha sido la defensa de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios.

Rerum novarum (1891), sobre los problemas del capital y el trabajo, de León XIII
Quadragésimo anno (1931), sobre la reconstrucción del orden social, de Pío XI
Mater et magistra (1961), sobre el Cristianismo y el progreso social, de Juan XXIII
Populorum progresio (1967), sobre el desarrollo de los pueblos, de Pablo VI
Laboren exercens (1981), sobre el trabajo humano, de Juan Pablo II
Sollicitudo rei socialis (1987), sobre la preocupación social de la Iglesia, de Juan Pablo II
Centesimus annus (1991), sobre varias cuestiones de la doctrina social, de Juan Pablo II

3. Exhortatorias:

Algunas encíclicas tratan sobre temas más espirituales. Su propósito principal es ayudar a los católicos en su vida sacramental y devocional. Al no estar enmarcadas en vista a una controversia doctrinal o teológica, estas encíclicas expanden la dimensión del misterio Cristiano, como una ayuda para la piedad.

Ejemplos de éstas encíclicas son:

Haurietis aquas (1956), de Pío XII, sobre la devoción al Sagrado Corazón
Redemptoris mater (1987), de Juan Pablo II, sobre la Virgen María en la vida de la Iglesia peregrina

3. Disciplinares

De vez en cuando, hay encíclicas que tratan cuestiones particulares disciplinarias o prácticas.

Ejemplos de estas son:

Fidei donum (1957), de Pío XII, comenzó la transferencia de muchos sacerdotes a las tierras de misión.
Sacerdotalis caelibatus (1967), de Pablo VI, que reafirmó la tradición latina del celibato sacerdotal.

EPÍSTOLAS ENCÍCLICAS

Difieren muy poco de las cartas encíclica. Las epístolas son poco frecuentes y se dirigen primariamente a dar instrucciones en referencia a alguna devoción o necesidad especial de la Santa Sede. Por ejemplo: algún evento especial, como el Año Santo.

CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA

Son la forma más común en la que el Papa ejerce su autoridad "petrina". A través de estas, el Papa promulga leyes concernientes a los fieles. Tratan de la mayoría de los asuntos doctrinales, disciplinares y administrativos. La erección de una nueva diócesis, por ejemplo, se hace por medio de una Constitución Apostólica.

Mientras que al principio, estos documentos enunciaban normas legales y contenían principalmente documentos legislativos, ahora tienen frecuentemente un fuerte componente doctrinal. Pertenecen al magisterio ordinario del Papa.

Ejemplos:

Sacrae disciplinae (1983), de Juan Pablo II, en la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico.
Pastor bonus (1988), de Juan Pablo II sobre el ministerio y organización de la curia romana.
Fidei depositum (1992), de Juan Pablo II, en la promulgación del Catecismo Universal de la Iglesia Católica.

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA

Estos documentos generalmente se promulgan después de la reunión de un Sínodo de Obispos o por otras razones. Son parte del magisterio de la Iglesia. Exhortaciones apostólicas post-sinodales son:

Evangelli nuntiandi (1975), de Pablo VI, sobre la evangelización del mundo moderno.
Catechesi tradendae (1979), de Juan Pablo II, sobre la catequesis.
Familiaris consortio (1984), de Juan Pablo II, sobre el papel de la familia cristiana.
Reconciliatio et paenitentia (1984), de Juan Pablo II, sobre la reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia.
Redemptoris custos (1989), de Juan Pablo II, sobre la persona y misión de san José en la vida de Cristo y la Iglesia.
La Alegría del Evangelio (2013), del papa Francisco.

CARTA APOSTÓLICA

Estos textos son cartas dirigidas a grupos de personas. Pertenecen al Magisterio Ordinario. Cartas Apostólicas son:

A los jóvenes del Mundo, Juan Pablo II (1985).
A las Mujeres, Mulieris dignitatem, Juan Pablo II (1988).
A las familias, Juan Pablo II (1994).
Tertio milenio adveniente, Juan Pablo II (1994), sobre la preparación del Jubileo del año 2000.
Dies Domini, Juan Pablo II (1998), sobre el Día del Señor.

BULA

Desde el siglo VI en adelante, la cancillería papal usó un sello de plomo o de cera para autentificar sus documentos. La bula era inicialmente un tipo de plato redondo que se aplicaba a los sellos metálicos que acompañaban ciertos documentos papales o reales.

Alrededor del siglo XIII, empezó a significar no solo el sello en sí mismo, sino el documento per-se. Desde ahí hasta el siglo XV, la bula era un término amplio que designaba la mayoría de los documentos papales.

Durante el pontificado del papa Eugenio IV (1431) comenzó un cambio. Ya existía una delineación de documentos papales, por ejemplo, en el 1265 el papa Clemente IV escribió a un sobrino y usó, no una bula sino un sello de cera que tenía la impresión del anillo del pescador.

El papa Eugenio IV, efectuó cambios administrativos para remplazar el sistema de bulas con una variedad de documentos, siendo el más notable el "breve apostólico".

Las bulas continuaron siendo utilizadas, sin embargo, en ciertos momentos en conjunción con los breves. Un ejemplo de este caso fue bajo el pontificado del Papa Julio II (1503-1513), quien primero otorgó un breve concediendo la dispensación al Rey Enrique VIII de Inglaterra para casarse con Catalina de Aragón y luego otorgó una bula.

Por costumbre la bula tiene una inscripción en la cual el Papa utiliza el título Episcopus Servus Servorum Dei (El Siervo de los Siervos de Dios). Este título fue adoptado por el papa san Gregorio I (Magno; 590-604). Se popularizó su uso en el 1800.

Una colección de bulas es llamada "bullarium".

Algunos documentos papales reciben el nombre de bula de forma equivocada. Un ejemplo es la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus (1950), promulgada por el Papa Pío XII cuando definió el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen a los Cielos. Este documento es llamado frecuentemente con el nombre de "bula".

MOTU PROPRIO

Son documentos papales que contienen las palabras "Motu proprio et certa scientia". Significa que dichos documentos son escritos por la iniciativa personal del Santo Padre y con su propia autoridad. Ejemplos:

Carta Apostólica dada en forma de Motu Proprio Ad tuendam fidem (1998) de Juan Pablo II, con la cual se introducen algunas normas en el Código de Derecho Canónico y el Código de Cánones de las Iglesias Orientales.

EL MAGISTERIO ORDINARIO

Es conveniente notar que solamente la enseñanza dirigida a toda la Iglesia Universal expresa el Magisterio Ordinario en su sentido pleno. Los discursos Ad limina, dados a los obispos de una región particular y los discursos dados durante las visitas a los diferentes países, no pertenecen, en el mismo grado, al Magisterio Ordinario como aquellos discursos dirigidos a la Iglesia Universal. Sin embargo hay que notar que cuando el Papa enseña, aunque sea a una región particular, frecuentemente se refiere a verdades que con anterioridad pertenecen al magisterio.

El Papa, con mucha frecuencia, trata cuestiones sociales, económicas y políticas específicas con el propósito de derramar sobre las mismas la luz del Evangelio. Aparte de enseñar ciertos principios morales, también recomiendan formas de acción práctica. Estas últimas proposiciones merecen respetuosa consideración, pero no llaman al ejercicio del asentimiento religioso de la misma manera que lo exige la enseñanza en fe y moral. Los católicos son libres para presentar soluciones prácticas alternativas, siempre y cuando acepten los principios morales expuestos por el Papa. En todo caso la autoridad del Papa merece profundo respeto.

Por ejemplo, el apoyo de su S.S. Juan Pablo II para que se de una compensación financiera a las madres que se quedan en el hogar cuidando de los hijos que sea igual a la de otros tipos de trabajos realizados por las mujeres, o su petición de que se cancele la deuda externa de los países del Tercer Mundo, como una forma de aliviar su pobreza masiva, caen dentro de esta categoría.

Fuente: corazones.org