sábado, 30 de septiembre de 2023

Mateo 21,28-32 por M. Dolors Gaja, MN.

Mateo 21,28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: «El primero.»  Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Comentario por M. Dolors Gaja, MN.

Rodeado de fariseos y sacerdotes Jesús les lanza la pregunta: ¿qué os parece?

¡Qué buen conocedor de la psicología humana es Jesús! No es que quiera ponerles la zancadilla, no es que les haga una pregunta trampa. No. Jesús sabe que muchas veces tenemos que distanciarnos de nuestros hechos y actitudes para poder ser buenos jueces. Sabe que, en general, tendemos a tener corazón de juez con los otros y corazón de madre con nosotros mismos.

Por eso, Jesús les pone una situación objetiva: dos hijos ante el mandato de su padre. Pero la aparición de la Viña – símbolo de Israel – ya nos da a entender que estamos ante el Dios de Israel que llama a sus hijos…

El primero, el “rebelde”, parece poseer una cualidad que no tiene el otro: la de reflexionar y, a nivel más profundo, la de arrepentirse cuando no obra bien. Porque cuando hay unas tierras, un negocio familiar, se da por descontado  que puede contarse con todos.

El segundo hijo trata al Padre, en el fondo, como si fuera un “jefe” con el cual hay que quedar bien ante todo. Está lejos de la espontaneidad del primero. Pero ni siquiera tiene su capacidad de cambio.

En la segunda parte de la parábola Jesús es contundente. Y lo es a partir de la sentencia de sus oyentes: ha sido el primer hijo, el rebelde, el descarriado o maleducado el que, al fin, ha hecho lo que quería el Padre.

La sentencia de Jesús es dura de oír: esto ha pasado con vosotros, escribas, letrados, sacerdotes…catequistas, cristianos de toda la vida, gente  de misa… Porque en el fondo no estamos abiertos a la sorpresa de Dios, mientras otros sí lo están. Quizá no tienen una vida muy moral pero no han encasillado a Dios en sus normas y preceptos y son más capaces de percibirlo en cualquier manifestación suya.

¿Y DÓNDE ESTÁ EL TERCER HIJO?

Si alguna característica común tienen estos hijos es la incoherencia. Uno dice no y luego es sí. Otro dice sí y luego es no. Algo que hacemos todos…

Pero y el hijo que dice sí y luego es sí? Obviamente ese es el Hijo, el que dijo siempre sí a la Voluntad del Padre y, pese al miedo y a la cruz, siguió diciendo sí. Él es el Amén, el Alfa y Omega. Él es el Sí.

Fijemos nuestra mirada en Jesús. Y pidámosle con humildad esa coherencia de vida que tanto nos falta a quienes nos llamamos cristianos.

30 de septiembre: San Jerónimo, Padre y Doctor de la Iglesia

 


viernes, 29 de septiembre de 2023

¿Quiénes son los ángeles?


La etimología de la palabra "ángel" procede del latín ángelus, y este a su vez del griego “ágguelos” o “mal'akj” en hebreo, que quiere decir "mensajero" o "servidor" de Dios (Hebreos 1,7).

El papa san Pío X decía que "los ángeles son las criaturas más nobles creadas por Dios"; son inmortales, tienen voluntad propia, poseen conocimientos más amplios y su poder es muy superior a los hombres (Salmo 103,20; 2Pedro 2,11).

Su apariencia puede ser como un relámpago, y sus vestiduras blancas como la nieve (Mateo 28,3); además están siempre en la presencia del Padre Eterno (Mateo 18,10), y constituyen su ejército celestial (Salmo 148,2).

Sobre su número las Escrituras aclaran que son "millones de millones" (Daniel 7,10; Apocalipsis 5,11).

Santo Tomás de Aquino enseñaba que los ángeles fueron creados antes que el hombre, porque un ángel rebelde a Dios, fue el culpable de la caída de nuestros primeros padres. Se admite entonces que el Padre del cielo los creó en un principio, cuando sacó de la nada el universo (Concilio de Letrán, 1215).

Hay en estos seres espirituales tres instantes: su creación, la prueba de obediencia a que fueron sometidos por Dios, y el premio en el cielo para los ángeles buenos, y el castigo en el infierno para los ángeles malos.

San Gregorio Magno afirmaba que "casi todas las páginas de la revelación escrita, dan testimonio de los ángeles".

En la Biblia se registran cerca de 400 veces; tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

En la vida del Hijo de Dios, se encuentran desde su nacimiento en el portal de Belén, hasta su triunfante resurrección en Jerusalén, y regreso al cielo. Por eso, Cristo Jesús es superior a todos ellos (Hebreos 1,4), creados por él (Colosenses 1,16); y sometidos bajo su autoridad y poder (1Pedro 3,22).

29 de septiembre: "Has hecho al hombre superior a los ángeles" (Salmo 8) por el papa Francisco

29 de Spetiembre: 


Comentario del papa Francisco
"Has hecho al hombre superior a los ángeles"

El Papa señaló que las lecturas del día nos presentan imágenes muy fuertes: la visión de la gloria de Dios narrada por el profeta Daniel con el Hijo del Hombre, Jesucristo, frente al Padre; la lucha del arcángel Miguel y sus ángeles contra “el gran dragón, la serpiente antigua, aquel que es llamado diablo”, y “seduce a toda la tierra” pero es derrotado, como afirma el Apocalipsis; y el Evangelio en que Jesús dice a Natanael: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”.

El Papa Francisco habló de la lucha entre el demonio y Dios: “Esta lucha sucede después de que Satanás busca destruir a la mujer que está por parir al hijo”, explicó.

“Satanás siempre busca destruir al hombre: a aquel hombre que Daniel veía ahí, en la gloria, y que Jesús decía a Natanael que habría de venir en la gloria”, continuó.

“Desde el principio la Biblia nos habla de esto: de aquella seducción para destruir, de Satanás, quizá por envidia –dijo el Papa-. Nosotros leemos en el Salmo 8: “Tú has hecho al hombre superior a los ángeles”, y esa inteligencia tan grande del ángel no podía llevar a cuestas esta humillación, que una criatura inferior hubiera sido hecho superior; y buscaba destruirlo”.

Satanás, por lo tanto, busca destruir a la humanidad, a todos nosotros: “Muchos proyectos, excepto los mismos pecadores, pero muchos, muchos proyectos de deshumanización del hombre, son obra de él, simplemente porque odia al hombre”, aseguró Francisco.

“Es astuto: lo dice la primera página del Génesis; es astuto –advirtió el Papa-. Presenta las cosas como si fueran buenas. Pero su intención es la destrucción. Y los ángeles nos defienden. Defienden al hombre y defienden al Hombre-Dios, al Hombre superior, Jesucristo que es la perfección de la humanidad, el más perfecto”.

“Por eso la Iglesia honra a los ángeles, porque son aquellos que estarán en la gloria de Dios – están en la gloria de Dios – porque defienden el gran misterio escondido de Dios, es decir, que el Verbo se hizo carne”, destacó.

“La tarea del pueblo de Dios – afirmó el Papa – es custodiar en sí al hombre: al hombre Jesús” porque “es el hombre que da vida a todos los hombres”.

En cambio, en sus proyectos de destrucción, Satanás inventa “explicaciones humanísticas que van en contra del hombre, en contra de la humanidad y en contra de Dios”, añadió el Papa.

“La lucha es una realidad cotidiana, en la vida cristiana: en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestras iglesias… Si no se lucha, seremos derrotados”, constató.

“Pero el Señor ha dado este trabajo principalmente a los ángeles: de luchar y vencer –prosiguió-. Y el canto final del Apocalipsis, después de esta lucha, es muy bello: ‘Ahora se ha cumplido la salvación, la fuerza y el Reino de nuestro Dios y el poder de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, aquel que los acusaba frente a nuestro Dios día y noche’”.

El Papa, finalmente, invitó a orar a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael y a “rezar esa oración antigua pero muy hermosa, al arcángel Miguel, para que continúe luchando para defender el misterio más grande de la humanidad: que el Verbo se hizo Hombre, murió y resucitó. Este es nuestro tesoro. Que él continúe luchando para custodiarlo”.


La oración clásica al arcángel San Miguel dice:


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del enemigo.
Reprímelo Dios, te pedimos humildemente,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno a Satanás
y a otros espíritus malignos, que andan por el mundo
para la perdición de las almas.
Amen

29 de septiembre: SANTOS ARCÁNGELES, MIGUEL, GABRIEL Y RAFAEL

lunes, 25 de septiembre de 2023

26 de septiembre: SAN COSME Y SAN DAMIÁN

Santa María de la Merced, semblanza teológica

 

La tradición mercedaria ha concebido a la Madre de Jesús como símbolo de la Merced de Dios, es decir, de su misericordia a favor de esclavos y cautivos. Se dice en esa tradición, con palabras de gran poder evocativo, que María es fundamento (fuente arcana y vientre maternal) de donde brota gracia y misericordia de Dios para los hombres cautivados, dentro de este mundo malo. Ella es la expresión más cercana de aquel Dios a quien llamamos Padre de misericordia. Es la piedad de Dios hecha cercana, aquella gracia siempre abierta, dirigida a suscitar la libertad y amor de Dios sobre la tierra. Es Madre de misericordia, esto es, origen de merced y redención, en medio de la tierra cautivada. Así ha manifestado su más hondo misterio ante Pedro Nolasco, redentor de cautivos, su devoto y santo de misericordia redentora.

Lógicamente, al situarse de esa forma ante María, los religiosos mercedarios han dejado algo en sombra a su hermano fundador, Pedro Nolasco. Saben que el misterio de la redención les sobrepasa, desbordando incluso la figura de san Pedro Nolasco, y añaden que esa redención de Dios se manifiesta sobre el mundo de un modo especial y materno a través de María, a quien ellos conciben como signo de la misericordia de Dios, al lado de su Hijo Jesucristo.

Por eso la presentan ya muy pronto como Madre y fundadora, no porque pretendan apoyarse simplemente en una manifestación o aparición sensible, sino porque María sigue siendo fundamento, inspiración y contenido de toda la actuación liberadora. María es así la merced de Dios. En esta línea se mantienen las constituciones antiguas de la Merced, cuando citan unas palabras de la Biblia: “Mirad la hondura o cavidad del lago de donde habéis sido tomados, esto es, las piadosísimas entrañas de la madre de Dios”.

El texto alude a Sara, esposa de Abrahán, madre del pueblo (cf. Isaías 51,1-2). Pues bien, ahora la madre universal es ya María. Ella es por Dios y desde Dios la "hondura del lago de la vida"; es el principio, entraña, de toda acción liberadora. Por eso, ya no es madre a la que todo vuelve, en gesto regresivo; no es sencillamente apoyo o refugio en el peligro. Ciertamente, ella sostiene a los cautivos que se encuentran derrotados. Pero los hermanos redentores la descubren siempre como mujer comprometida: pone en marcha el gran camino de liberación de los cautivos, es promotora de nueva redención para aquellos que la invocan, pertenezcan o no a la orden que lleva su nombre.

MARÍA DE LA MERCED, EVANGELIO DE LA LIBERTAD

Para comprender y actualizar esa tradición mariana de los principios mercedarios tenemos que volver a la Escritura, descubriendo la función liberadora de la madre de Jesús. Lo haremos destacando tres de los aspectos que supone el evangelio: anuncio, compromiso, celebración.

Todos presentan un rasgo mariano, que nosotros reasumimos luego en perspectiva mercedaria. La madre de Jesús se nos revela de esa forma como signo personal, signo importante, de ese evangelio de liberación (cf. Ap 14,6) de Dios que pretendemos proclamar sobre la tierra.

El evangelio es ante todo buena nueva, anuncio de la acción liberadora de Jesús que ofrece el reino. En ese plano se sitúan las acciones y palabras de su historia, abierta en oración al Padre y extendida en amor hacia los pobres. En perspectiva pospascual, la buena nueva se concretiza como testimonio de la resurrección de Jesús entre los hombres: por eso proclamamos el perdón, la libertad y gracia de Dios sobre la tierra.

En plano de Merced, este evangelio ha recibido un carácter mariano: María se presenta como madre de cautivos, ella simboliza la presencia salvadora de Dios entre los pobres y perdidos de este mundo, como se precisa partiendo de dos textos. Conforme a Jn 19,25-27, María es madre del discípulo amado, en quien se incluyen todos los creyentes de la iglesia. Mt 25,31-46 identifica a esos hermanos con los hombres exiliados, enfermos o cautivos. Uniendo ambos pasajes, el conjunto de la iglesia y de manera especial los mercedarios han sabido que María es madre de aquellos que se encuentran sin amparo sobre el mundo.

Ella se convierte así en señal del evangelio: es buena nueva de Jesús para los pobres. El evangelio es en segundo lugar un compromiso. El kerigma de Jesús que anuncia el reino se traduce en forma de exigencia: "¡Convertíos!" Lo que importa es entregar la vida poniéndola al servicio de Dios y su evangelio, en actitud de amor abierto a los hermanos. Siguiendo en esa línea, en perspectiva pospascual, el compromiso de la iglesia se explicita por medio del bautismo: hay que dejarse transformar por Cristo, crear comunidad con los hermanos, en camino que conduce hacia la nueva humanidad reconciliada.

En plano de Merced, esta exigencia ha recibido también un carácter mariano: María está asociada al compromiso de Jesús y colabora en la misma tarea redentora con su fe y su maternidad entera (Lc 1,38.45; cf. 1,30-35). Ella nos lleva hasta el lugar de la necesidad humana, para abrirnos los ojos y decirnos "falta el vino", falta libertad para mis hijos (cf. Jn 2,1-11): nos conduce al lugar donde se encuentran los hermanos para compartir con ellos el mismo compromiso de unidad y de plegaria (cf. He 1,14). A partir de aquí, en perspectiva de Merced, María se presenta como hermana mayor, mujer comprometida que conduce a toda la familia al lugar donde podemos desplegar y realizar la vida como entrega por los otros. Ella es, al mismo tiempo, madre que se ocupa de los hijos cautivos, pero no se ha limitado a llorar como Raquel la muerte irreparable (cf. Mt 2,16-18); sus hijos no están muertos todavía, y por eso se dispone a combatir, como "doncella de Sion", para ofrecerles amor y libertad sobre la tierra. Así lo han entendido los primeros mercedarios.

El evangelio es, finalmente, plenitud que se celebra. El anuncio y compromiso se traducen como júbilo festivo que actualiza la verdad del reino: así lo muestran en nivel de historia los milagros de Jesús, esa alegría que despierta su voz de salvación entre los hombres. En nivel de confesión pascual, la iglesia misma es una especie de sociedad celebrativa; comunidad de aquellos que mantienen la fiesta de Jesús sobre la tierra. En plano de Merced, la fiesta de Jesús recibe pronto un carácter mariano. María anuncia el reino, como madre, como hermana mayor nos introduce en el lugar de su exigencia, como compañera entona en nuestro nombre el canto de la libertad en el Magníficat (cf. Lc 1,46-55). A través de esa canción ella ha iniciado una liturgia jubilosa de agradecimiento redentor: salta de gozo y nos invita a acompañarla porque el reino ha comenzado a realizarse como fiesta de amor en nuestra historia.

En esta línea se destaca un elemento a veces olvidado: la madre de Jesús es verdadero architriclino, mayordomo de la fiesta de los hombres (cf. Jn 2,9. Falta el vino de las bodas de Caná y los invitados deberán cerrar su fiesta: volverán vacíos a su vida precedente, al agua de los ritos, las obligaciones de la historia. Precisamente ha sido María la que dice a Jesús que falta el vino: ya se apaga la fiesta de los hombres, la alegría del banquete y de las bodas. María virgen-madre desbordante de amor hacia la vida, quiere que la vida, libertad y amor triunfen y culminen. Por eso mueve a Nolasco y sus hermanos mercedarios, pidiéndoles que extiendan la fiesta de la vida y libertad sobre la tierra, para que así pueda celebrarse el gozo de Dios entre los hombres.

De esta forma se completa la palabra que hemos visto al ocuparnos del dolor de María. Allí aparece como madre dolorosa, Virgen de la sangre, atravesada por la espada del rechazo, cautiverio y sufrimiento (cf. Lc 2,35); en medio del dolor se presentaba como redentora. Pues bien, ahora aparece como madre de la fiesta: cuida el vino de la vida para que los hombres liberados puedan celebrar el gozo de Dios sobre la tierra. Así viene a presentarse como mujer de la Merced o redentora; la primera mercedaria de la historia. María es, por lo tanto, icono o signo escatológico del gozo y redención de Dios para los hombres. Ella es madre-evangelista porque anuncia el reino de Jesús a los pequeños y cautivos de la tierra. Es madre-exigente, hermana redentora, que nos hace ponernos al servicio de la vida. Ella es, en fin, madre-cantora: por ser sacerdotisa de la salvación y la justicia ya cumplida, entona su alegría, nos enseña el himno de su libertad sobre la tierra.

CANTORA DE LA REDENCIÓN. EL MAGNIFICAT (Lc 1,46-55)

María cantora de libertad. La acción liberadora reflejada en el nombre de Merced, que nosotros aplicamos a María, puede sustentarse en unos textos primordiales del NT. Hay un evangelio de liberación que se explicita, sobre todo, en el anuncio de Jesús en Nazaret (Lc 4,18-19). Hay un compromiso de acción liberadora que responde a la exigencia del juicio universal (cf. Mt 25,31-46). Hay, en fin, un canto de la libertad que ha recibido en su principio forma mariana en el Magníficat (Lc 1,46-55); es significativo el hecho de que sea María, mujer, la que, asumiendo el anuncio y compromiso de liberación, lo lleve hasta su culmen, convirtiéndolo en un canto.

En otro tiempo, cierta la piedad mariana, tomada en general, apenas sabía qué hacer con ese texto, lleno de resonancias del AT y de esperanzas de transformación utópica del mundo. Ahora, en el nuevo contexto de Merced, el Magníficat, empieza a interpretarse y aplicarse como texto base de la teología y vida de la iglesia: es el canto en que María, culminando la dinámica de espera de Israel y asumiendo el cumplimiento de Jesús, ofrece ante los hombres el latido de una libertad que transfigura las mismas condiciones de la historia. En el principio se halla el gesto y la palabra activa de María, nueva profetisa:

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador (Lc 1,46-47)

 Esta oración expresa, en forma de liturgia jubilosa, la respuesta de María, que se entrega en manos de Dios, colaborando en su tarea redentora. Ella es la sierva de Yavhé; como pobre ha colocado lo que tiene en manos del Señor que ama a los pobres (cf. Lc 1,38.48), realizando así un servicio redentor para los otros. Ella se sabe enriquecida, transformada por la acción de Dios, y canta: responde jubilosa al don que ha recibido, ofrece a los demás el gozo de su gracia. Ya no pide nada: constata la grandeza del misterio y alumbrada por la voz de su palabra, como nueva iluminada de los campos de liberación de Dios, entona a voz en grito el himno de la vida.

El Magníficat se muestra, por lo tanto, como canto-profecía de liberación: revela el compromiso de Dios, aquello que realiza en la historia de los hombres; pero, al mismo tiempo, anuncia la acción de aquellos hombres que, unidos a María, se ponen en las manos de Dios y explicitan su gracia redentora. No perdamos de vista estos dos planos: aunque el texto destaque la actuación de Dios, supone y acentúa igualmente la colaboración de los hombres que le escuchan y responden. Esa acción de Dios va dirigida a tres objetos o metas: María, humanidad, Israel. Dios actúa, antes que nada, en la persona y vida de María:

Ha mirado la pequeñez de su sierva... ha hecho en mí cosas grandes aquel que es Poderoso (Lc 1,48-49)

Se define Dios como el que mira: se fija en la pequeñez de María para elevarla y transformarla. Por su parte, María aparece en forma de pequeña sierva; sólo así puede representar a todos los esclavos y oprimidos, a todos los siervos y perdidos de la tierra. Ella no empieza estando encima; vive y se presenta como esclava. Hay al fondo de esta gran palabra un signo de aquello que podríamos llamar misterio de encarnación mariana: la madre de Jesús asume la pequeñez del mundo, sólo así, como sierva que se sabe unida a todos los siervos y cautivos de la historia, ella recibe la gracia liberadora de Dios; y al recibirla sabe que se trata de una gracia y libertad abiertas poderosamente a todos los confines de la tierra. Por eso dice:

"Ha hecho en mí cosas grandes aquel que es Poderoso; su nombre es santo y su misericordia se mantiene de generación en generación sobre aquellos que le aceptan" (cf Lc 1,49-50)

De esa forma viene a expandirse por María el gran misterio de la redención universal, la pequeñez y gloria de Jesús que los cristianos cantan en el himno de Flp 2,6-11. Dios actúa, según esto, en el conjunto de la humanidad. Al incluirse como sierva entre la masa de oprimidos de la tierra, María canta su liberación como principio y signo de una libertad que está extendiéndose hacia todos. Por eso, desde el mismo centro de su historia personal, ella introduce una palabra de transformación social, el cambio más profundo de la historia:

Dispersó a los soberbios de corazón (para acoger en su lugar a los humildes). Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humillados. A los hambrientos los colma de bienes, a los ricos despide vacíos (Lc 1,51-53)

 El cambio empieza en un plano ideológico (soberbios): la gracia de Dios hace vana aquella imposición de los que quieren justificarse a sí mismos, descargando su grandeza y su poder sobre los otros. Sigue el cambio en nivel socio-político (poderosos-humildes): María canta el surgimiento de una nueva humanidad donde se quiebra la vara de los grandes, para abrir camino de existencia a los humildes y oprimidos. La transformación culmina en un plano económico (pobres-ricos): María anuncia como profetisa la llegada de una humanidad en la que todo se comparte. No habrá ricos, personas que se elevan y caminan por encima de los otros, triunfarán los pobres, aquellos que, apoyados por el mismo Dios, comparten de manera gratuita la existencia.

Significativamente, en todo ese gran cambio de la humanidad, que María entona como profetisa de liturgia divina, parecen diluirse las palabras religiosas: no se habla de fe como experiencia aislada de la vida, no se alude a prácticas de culto que pudieran separarse de la historia. María canta al hombre nuevo, al hombre que, al ponerse en manos de Dios, realiza plenamente las más viejas promesas de la biblia. Así ha de interpretarse la referencia israelita:

Como lo habla prometido a nuestros padres, Abrahán y su descendencia para siempre (Lc 1,55)

 Al final de esa gran línea de promesa y cumplimiento del AT, María proclama la llegada de la nueva humanidad: la bendición de Abrahán culmina, los esclavos dejan para siempre su opresión, vuelven a la patria los proscritos del exilio, los profetas ven cumplida su palabra... Ella humilde sierva de Yavé, que parecía encerrada en el silencio de su diálogo con Dios en actitud de anunciación se ha desvelado como profetisa de la historia universal: descubre iluminada y canta jubilosa la irrupción del mundo nuevo que Dios ha comenzado a crear entre los hombres. Por eso, ellos responden:Me llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1,48).

María es bienaventurada con los pobres y cautivos, con los siervos y oprimidos de la tierra, en los que el mismo Hijo de Dios se hace presente (cf Lc. 6,20-21; Mt 25,40). Al mismo tiempo es bienaventurada con aquellos que ayudan a los pobres, con los misericordiosos y liberadores, los hombres que inauguran sobre el mundo un camino de servicio, de entrega de la vida por los otros (cf. Mt 5,7-9; 25,40). En el lugar donde confluyen ambos rasgos, allí donde pequeñez y servicio aparecen a la luz del misterio de Dios, recibe su sentido y se explicita plenamente el misterio de María, Virgen de la Merced: ella, cantora del Magníficat, es signo de liberación y amor de Dios en nuestra historia.

MARÍA DE LA MERCED. SENTIDO ECLESIAL

A veces hemos vivido la presencia mariana de manera más devocional que comprometida, más conservadora que misionera. Pues bien, en estos últimos años, a la luz del Vaticano II y de los textos de la Conferencia del Celam de Puebla (1979), se ha escuchado nuevamente el gran mensaje de liberación que el evangelio ha vinculado con María. De esta forma, en camino gozoso y sorprendente, la Merced ha vuelto al más antiguo y más precioso sentido redentor de su principio.

Por eso, la misma devoción mariana incluye un gesto de praxis: no se puede hablar de María como madre de la libertad sino allí donde se vive intensamente la tragedia del cautiverio y se realizan esfuerzos por solucionarlo. Así surgió el título de Merced: la nueva devoción creció en un campo de actuación liberadora. María enseñó a los mercedarios el camino y exigencia de su acción por los cautivos.

Significativamente, los obispos de América Latina en Puebla han colocado la figura de María allí donde el impulso del Espíritu conduce al compromiso de liberación de los pequeños y los pobres: ella es (con Jesús) "la gran protagonista de la historia" (n. 293), aquella que "con su amor materno cuida de los hermanos de Jesús que todavía peregrinan" (cf. Puebla 288; LG 62). Por eso puede presentarse como el modelo de una iglesia que quiere ser liberadora. En esta línea se sitúan las palabras de la Congregación para la defensa de la fe:

"Dependiendo totalmente de Dios y plenamente orientada hacia él por el empuje de la fe, María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La iglesia debe mirar hacia ella, Madre y modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión... (Libertatis nuntius 1984)

De esta manera, una teología de la libertad y de la liberación, como eco filial del Magnificat de María conservado en la memoria de la iglesia, constituye una exigencia de nuestro tiempo. Un reto formidable se lanza a la esperanza teologal y humana. La Virgen magnánima del Magníficat, que envuelve a la iglesia y a la humanidad con su plegaria, es el firme soporte de la esperanza. En efecto, en ella contemplamos la victoria del amor divino que ningún obstáculo puede detener y descubrimos a qué sublime libertad eleva Dios a los humildes".

La Merced ya resaltaba esa función liberadora de María desde el mismo s. XIII. Ahora lo ha vuelto a resaltar en los diversos textos de su legislación posconciliar (de 1970 a 1986), que pudieran tomarse como ejemplo práctico de mariología liberadora, en la línea de san Pedro Nolasco, antes de toda discusión moderna. Por eso las Constituciones de las religiosas de Ntra. Sra. de la Merced, redactadas en 1980, pero fundadas en el primitivo espíritu de la Merced, dicen:

"Desde su misma fundación y a lo largo de la historia, la mercedaria ha visto en María, la Madre de Jesús, el prototipo de liberación, la verdad y el sentido de aquello que se realiza en la obra redentora. La mercedaria descubre y venera en María de la Merced (= de la redención de los cautivos) aquel principio de libertad y entrega por los otros, de sacrificio por los demás y de esperanza escatológica que expresa y define toda su existencia, según las palabras del Magnificat: Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes... (Lc 1,47ss). Mirando hacia María, la mujer de fe, comprende la mercedaria lo que significa libertad, amor que se ofrece, esperanza que se mantiene abierta a todos los caminos. Por haber recibido de María su inspiración y su nombre la venera, alaba y ama".

Como segundo texto de inspiración mariano-redentora presentamos parte de las conclusiones del encuentro intermercedario celebrado en Barcelona (1981) con la participación de hermanos/as de los diversos institutos de la Merced. Ellos han vinculado devoción mariana y praxis (acción) liberadora:

"Nuestra propia liberación, según el modelo que es María, nos llevará a la acción redentora y a cantar con María y como María en el Magnificat la grandeza de Dios que libera al hombre. De una verdadera devoción o amor filial a María debe surgir la disponibilidad más completa para participar con ella en la liberación de los pobres y esclavos. El canto a María de la Merced debe sugerir nuestro trabajo liberador. Siendo María de la Merced símbolo de una realidad plenamente actual, hemos de ser capaces de transmitirlo y comunicarlo a un mundo que necesita y desea una nueva presentación de María, a través de nuestra vida, de la liturgia, de nuestro trabajo, etc. Los mercedarios debemos recabar de María una gran sensibilidad para conocer y comprender los problemas de la fe en el mundo de hoy, para descubrir las situaciones de mayor esclavitud y las personas que más necesitan de la liberación que nos trae María de la Merced".

La acción redentora, ligada a la Merced, brota según eso de una intensa devoción mariana que patentiza, a mi entender, tres rasgos principales.

Momento de veneración: María se presenta desde el corazón del evangelio como madre y protectora de cautivos; por eso la invoca el redentor y descubre su presencia entre los pobres y perdidos, utilizando con ellos la palabra de la Salve: "a ti llamamos, desterrados..."

Momento de iluminación: María está empeñada por Cristo y como Cristo en la tarea de transformación liberadora de la historia; allí la encuentra el redentor, también interpelado por la misma gran tarea.

Eso nos sitúa ya en el momento del compromiso: amar a María significa ponerse al servicio de aquellos que se encuentran cautivados.

Esos tres momentos reproducen la trama original del título de Merced. También san Pedro Nolasco veneraba a María, dejándose iluminar por su palabra redentora y asumiendo su mismo compromiso de liberación. Aquel comienzo plantea ante nosotros un gran reto. No basta con rezar a María de un modo emotivamente cordial, hay que traducir su inspiración y su presencia, logrando que ella emerja como signo universal de libertad y de esperanza sobre el mundo. El día en que asumamos y mostremos el misterio de María redentora de cautivos desde el centro de esta tierra cautivada serán muchos los que encuentren en ella un fundamento de vida y esperanza. María de la Merced pertenece al tesoro y corazón de una iglesia cristiana que quiere ser liberadora. Ella patentiza, manifiesta, hace presente, la misericordia maternal de Dios para aquellos que sufren cautiverio y se encuentran de esa forma en riesgo de perder su dignidad humana y su misma libertad y conciencia religiosa.

De una forma que pudiéramos llamar providencial, Juan Pablo II ha vuelto a situar la figura de María en esta misma perspectiva. Por eso asume las palabras ya citadas del documento de la C. de la Doctrina de la fe, presentando a María como "la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad". Por eso añade en su encíclica:

María proclama la venida del misterio de la salvación, la venida del mesías de los pobres (cf. Is 11,4; 61,1). La iglesia, acudiendo al corazón de María, a la profundidad de su fe, expresada en las palabras del Magnificat, renueva cada vez mejor en sí la conciencia de que no se puede separar la verdad sobre el Dios que salva (sobre Dios que es fuente de todo don) de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los humildes que, cantado en el Magnificat, se encuentra luego expresado en las palabras y obras de Jesús" (Redemptoris Mater) .

En la aurora del año 2000, confortado por el jubileo mariano de 1987-1988, Juan Pablo II se siente llamado a proclamar su palabra de redención y de esperanza hacia los pueblos oprimidos. De esa forma ha presentado a María como madre de la libertad, especialmente en relación con los países donde una dictadura de carácter materialista-dialéctico, llamada comunista, impide el desarrollo total de la persona. Pero, al mismo tiempo, el papa ha presentado a María como madre de la liberación para aquellos pueblos y naciones que viven oprimidos bajo el yugo de un materialismo-burgués, que pudiéramos llamar capitalista.

Uniendo los dos rasgos, en el lugar donde confluyen ambas perspectivas, el papa podría haber dado a la Virgen el titulo de Madre de la Merced o redentora de cautivos. Ella es madre de todos los que se hallan oprimidos, no pudiendo desplegar su libertad y plenitud cristiana. Ella es madre de los redentores, es decir, de aquellos que libremente han asumido el compromiso de san Pedro Nolasco y "están alegremente dispuestos a entregar la vida para redimir o liberar a los hermanos cautivados". 

Autor: X. Pikaza, Diccionario de mariologia, Paulinas, Madrid 1999, 1324-1333.

+ SOBRE NTRA. SRA. DE LA MERCED


sábado, 23 de septiembre de 2023

Domingo de la 25 Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A

Mateo 20,1-16: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?"

Mateo 20,1-16
Miércoles de la 20 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña. "Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."


SOBRE EL MISMO TEMA:

DOMINGO DE LA 25 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo A (Lecturas)

Isaías 55,6-9
Salmo 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan
Filipenses 1,20c-24.27a
Mateo 20,1-16


Isaías 55,6-9

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes.

Salmo 144: Cerca está el Señor de los que lo invocan

Día tras día, te bendeciré, Dios mío
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
Grande es el Señor y merece toda alabanza,
es incalculable su grandeza.
R. Cerca está el Señor de los que lo invocan

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
R. Cerca está el Señor de los que lo invocan

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente.
R. Cerca está el Señor de los que lo invocan


Filipenses 1,20c-24.27a

Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

23 de septiembre: San Pío de Pietrelcina

P. Pío de Pietrelcina: Mucho más que el santo de los estigmas

+ SOBRE EL P. PÍO DE PIETRELCINA

sábado, 16 de septiembre de 2023

DOMINGO DE LA 24 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A

16 de septiembre: San Cipriano de Cartago

 



San Cipriano, obispo en abierta discrepancia con Roma


Estamos ante uno de los grandes personajes de la historia de la Iglesia. Según estimación generalizada hay que esperar hasta S. Agustín para encontrar una personalidad que pudiera superarle. Por cierto, entre estas dos vidas, a mí me parece ver algún paralelismo, salvando las distancias, naturalmente.

El Águila de Hipona posee una más sólida formación humanística y sus  escritos rezuman una teología más profunda y elaborada, pudiéndose decir que es una figura más reconocida y universal que Cipriano, pero las similitudes están ahí; ambos proceden del N. de África como lugar común de origen, tienen unos antecedentes paganos y una juventud borrascosa, uno y otro proceden de familia en buena situación, los dos buscaron la verdad con inteligencia recta y corazón leal, para acabar encontrando en el evangelio la satisfacción cumplida a sus aspiraciones más profundas y así como Cipriano encontró  en  el sacerdote Cecilio un lazarillo que le guiara en medio de las tinieblas, Agustín tuvo a su lado a su madre Mónica y también a San Ambrosio, obispo de Milán, pero sobre todo el paralelismo entre ambos lo encontramos en el ejercicio de su labor ministerial como obispos, cargos a los que llegaron por aclamación popular. Aparte de ser insignes doctores, también fueron santos pastores en sus respectivas diócesis, que supieron conducir con prudencia en tiempos nada fáciles.

Cipriano sería bautizado hacia el año 245 y a partir de aquí su vida cambió por completo. Repartió sus bienes entre los pobres, dedicándose a la oración, la penitencia y al estudio de las ciencias sagradas, tomando como maestro y guía a Tertuliano.  Habría de pasar poco tiempo del bautismo cuando le vemos ordenado diácono y sacerdote, para ser consagrado obispo de Cartago el año 249. Le esperaban tiempos turbulentos a Cipriano en el ejercicio de este sagrado ministerio, tanto por lo que se refiere de puertas adentro como de puestas afuera.

Al principio de su elección había calma, pero no bien pasado un año se decretó una persecución sangrienta contra los cristianos, en tiempo de Decio, lo que le obliga a huir y esconderse para salvar la vida, cosa que no le perdonaron sus adversarios, negándose a aceptar sus justificaciones, pues daban por hecho, que ello fue un acto de cobardía. Cuando cesó la persecución pudo regresar a Cartago, pero aquí se encontró con un panorama desolador: negligencia en el clero, deserciones masivas, siendo muchos los que habían apostatado, no faltando entre ellos sacerdotes, lo que ponía sobre la mesa un problema disciplinar de primer orden. ¿Qué hacer ahora? Cipriano junto con el papa Cornelio era de la opinión de abrir la mano y dejar volver al redil a los lapsis (apóstatas), pero había una fuerte oposición encabezada por Novaciano contra esa medida, acusando a ambos de “Libellatici” (Acatadores de las órdenes del emperador) No fue esto solo, Cipriano tuvo que emplearse a fondo contra la peste y el hambre que asoló a la ciudad, ayudando, consolando y exhortando.

Le quedaba a Cipriano librar una batalla aún más delicada, esta vez contra el papa Esteban I. Éste defendía que los bautizados por apóstatas, bautizados habían quedado; en cambio Cipriano sostenía que esto no era así, sino que había que rebautizarlos nuevamente. Esteban trata de imponerse apelando a la autoridad que le confiere el ser Papa, pero Cipriano responde que la autoridad del obispo romano estaba equiparada, pero que no era superior a la suya propia, en vista de lo cual, Esteban I rompe con Cartago. Cisma a la vista... Quién iba a decir que el autor "De Unitate Ecclesiae", donde se dice; “Nadie puede tener a Dios por padre si no tiene a la Iglesia por madre” o “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, se iba a ver en situación tan comprometida. Afortunadamente, por circunstancias que no son del caso, la cosa no pasó a mayores.

Por si fuera poco, en el año 257 el emperador Valerio decreta una persecución más encarnecida que la anterior. El procónsul, Paterno ordena comparecer a Cipriano y después de interrogarlo decide desterrarlo a Curubis. Unos meses más tarde, el sucesor de Paterno, Galerio Máximo, le vuelve a reclamar para acabar dictando sobre él la sentencia fatal: “Cipriano, queda condenado a muerte. Le cortarán la cabeza con una espada". A lo que Cipriano respondió: "¡Gracias sean dadas a Dios!" Llevado al lugar de la ejecución, cayó de rodillas y se preparó para entregar su alma al Altísimo, no sin antes ordenar que se le dieran al verdugo veinticinco monedas de oro.

Reflexión desde el contexto actual:

Sin que ello suponga empañar para nada la grandeza de este mártir y confesor, puede decirse que algunos aspectos de su recia y fuerte personalidad podrían ser susceptibles de enjuiciamiento desde la óptica especial de nuestro tiempo, después de haber pasado tantos siglos. Su enfrentamiento con el Papa Esteban I, en los términos que lo planteaba Cipriano, no deja de ser un tema sensible que merecía la pena estudiar en profundidad. En la actualidad no deja de haber casos así.  Estamos viendo cómo, con relativa frecuencia, se producen enfrentamientos al más alto nivel eclesial. Oímos hablar incluso de que el frente anti-Bergoglio no está constituido por un solo obispo disidente, sino que en palabras del cualificado vaticanista Marco Politi "No son una minoría. El 30% del clero, los obispos y los laicos más comprometidos en el mundo están en contra de Francisco”.

Autor: Ángel Gutiérrez Sanz

+ SOBRE SAN CIPRIANO

viernes, 15 de septiembre de 2023

16 de septiembre: San Cornelio, Papa y mártir

 


15 de septiembre: Ntra. Sra. de los Dolores

¿Qué es el Stabat Mater?


No es posible hablar de la Virgen de los Dolores sin tener en cuenta el Stabat Mater, un himno del siglo XIII asociado a la Virgen Dolorosa. Este himno se ha atribuido al fraile franciscano Jacopone da Todi y que comienza con el conocido Stabat Mater dolorosa. Es una bella oración que se centra en los sufrimientos de la Virgen durante la Pasión de su hijo.

 

Texto del Stabat Mater en el latín:

Stabat Mater dolorosa
Iuxta crucem lacrimosa,
Dum pendebat filius.
Cuius animam gementem
Contristatam et dolentem
Pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
Fuit illa benedicta
Mater unigeniti
Quae maerebat et dolebat.
Et tremebat, cum videbat
Nati poenas incliti.

Quis est homo qui non fleret,
Matrem Christi si videret
In tanto supplicio?
Quis non posset contristari,
Piam matrem contemplari
Dolentem cum filio?
 
Pro peccatis suae gentis
Vidit Jesum in tormentis
Et flagellis subditum.
Vidit suum dulcem natum
Morientem desolatum
Dum emisit spiritum.
 
Eja mater fons amoris,
Me sentire vim doloris
Fac ut tecum lugeam.
Fac ut ardeat cor meum
In amando Christum Deum,
Ut sibi complaceam.
 
Sancta mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas
Cordi meo valide.
Tui nati vulnerati
Tam dignati pro me pati,
Poenas mecum divide!
 
Fac me vere tecum flere,
Crucifixo condolere,
Donec ego vixero.
Juxta crucem tecum stare
Te libenter sociare
In planctu desidero.
 
Virgo virginum praeclara,
Mihi jam non sis amara,
Fac me tecum plangere.
Fac ut portem Christi mortem,
Passionis eius sortem
Et plagas recolere.
 
Fac me plagis vulnerari,
Cruce hac inebriari
Ob amorem filii,
Inflammatus et accensus,
Per te virgo sim defensus
In die judicii.
 
Fac me cruce custodiri,
Morte Christi praemuniri,
Confoveri gratia.
Quando corpus morietur
Fac ut animae donetur
Paradisi gloria.
Amen.


Texto del Stabat Mater en castellano:

 Estaba la Madre dolorosa
llorando junto a la cruz
de la que pendía su Hijo.
Su alma quejumbrosa,
apesadumbrada y gimiente,
atravesada por una espada.
 
¡Qué triste y afligida
estaba la bendita Madre
del Hijo unigénito!
Se lamentaba y afligía
y temblaba viendo sufrir
a su divino Hijo.
 
¿Qué hombre no lloraría
viendo a la Madre de Cristo
en tan gran suplicio?
¿Quién no se entristecería
al contemplar a la querida Madre
sufriendo con su hijo?
 
Por los pecados de su pueblo
vio a Jesús en el tormento
y sometido a azotes.
Ella vio a su dulce Hijo
entregar el espirítu
y morir desamparado.
 
¡Madre, fuente de amor,
hazme sentir todo tu dolor
para que llore contigo!
Haz que arda mi corazón
en el amor a Cristo Señor,
para que así le complazca.
 
¡Santa María, hazlo así!
Graba las heridas del Crucificado
profundamente en mi corazón.
Comparte conmigo las penas
de tu hijo herido, que se ha dignado
a sufrir la pasión por mí.
 
Haz que llore contigo,
que sufra con el Crucificado
mientras viva.
Deseo permanecer contigo,
cerca de la cruz,
y compartir tu dolor.

Virgen excelsa entre las virgenes,
no seas amarga conmigo,
haz que contigo me lamente.
Haz que soporte la muerte de Cristo,
haz que comparta su pasión
y contemple sus heridas.

Haz que sus heridas me hieran,
embriagado por esta cruz
y por el amor de tu hijo.
Inflamado y ardiendo,
que sea por ti defendido, oh Virgen,
el día del Juicio.

Haz que sea protegido por la cruz,
fortificado por la muerte de Cristo,
fortalecido por la gracia.
Cuando muera mi cuerpo
haz que se conceda a mi alma
la gloria del paraíso.

Amén.


jueves, 14 de septiembre de 2023

Los Siete Dolores Maria, de Adriaen Isenbrandt

 


Los siete dolores de María de Adriaen Isenbrandt
obra gótica en la iglesia de Nuestra Señora de Brujas, 
Flandes c. 1518-1535.


¿Qué son los 7 dolores de la Virgen?

 

La Virgen de los Dolores es tradicionalmente representada con uno o con siete puñales 
atravesándole el corazón, en referencia a la profecía de Simeón, 
que dijo a María que una espada le atravesaría el alma.


El 15 de septiembre, justo un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Iglesia celebra una de las grandes devociones marianas, la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Dos fiestas que están unidas por la pasión de Cristo.

Esta fiesta que recuerda los grandes sufrimientos de la Virgen María es una de las advocaciones más populares. De tradición antiquísima, la Virgen de los Dolores se encuentra en miles de iglesias de todo el mundo y su culto popular es uno de los más importantes.

¿Cuándo comenzó la devoción a la Virgen de los Dolores?

Nuestra Señora de los Dolores es una de las advocaciones marianas más universales. No está vinculada ni a un determinado lugar físico ni a una aparición sino a los sufrimientos que padeció María por los terribles sufrimientos de su hijo Jesús.

Ya en el siglo VIII en la Iglesia se escribía acerca de la “Compasión de la Virgen”, en relación a la participación de María en los dolores de Cristo. Primero surgió la devoción a los cinco dolores de María, que posteriormente se amplió a los 7 dolores que se meditan actualmente. De este modo, pronto comenzaron a componerse himnos para honrar a la Mater Dolorosa. Un ejemplo de ellos es el Stabat Mater.

En Occidente la fiesta comenzó a celebrarse durante la Edad Media bajo el nombre de “Transfixión de María” o la “Recomendación de María en el Calvario” y en un principio se conmemoraba en el tiempo pascual.

Una buena parte de la responsabilidad de la difusión de esta devoción de la Virgen se debe a los religiosos servitas, muy devotos de los dolores de María. Fueron ellos que comenzaron a celebrar esta memoria bajo la Cruz con oficio y misa especial. Más tarde, ya comenzó a celebrarse el tercer domingo de septiembre. Pero, además, el viernes anterior al Domingo de Ramos se conmemoraba también el llamado popularmente como “Viernes de Dolores”.

Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la Exaltación de la Santa cruz.

¿Cuáles son los siete dolores de la Virgen?

Los Siete Dolores de la Virgen es una antigua devoción que ha llegado hasta nuestros días y en las que se repasan siete dolores que la Virgen padeció durante la vida de Jesús y que es un reflejo del amor y sufrimiento de la Madre de Cristo. Para meditar los siete dolores se utilizan pasajes del Evangelio en los que aparece María.

Primer Dolor: La profecía de Simeón. (Lucas 2,22-35): «Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción. ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones». (Lc2,34-35)

Segundo Dolor: La huida a Egipto. (Mateo 2,13-15): «Cuando ellos se retiraron, el ángel de Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes: para que se cumpliera lo dicho por el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo». (Mt 2,13-15)

Tercer Dolor: El Niño perdido en el Templo. (Lucas 2,41 -50): «Al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas…Cuando le vieron quedaron sorprendidos y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando…» (Lc2,46-48)

Cuarto Dolor – María se encuentra con Jesús camino al Calvario. (Lam 1,12): «Vosotros que pasáis por el camino, mirad, fijaos bien si hay dolor parecido…» (Lam 1,12)

Quinto Dolor – Jesús muere en la Cruz. (Juan 19,17-39): «Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo :»Ahí tienes a tu madre…» (Lc 19, 25-27)

Sexto Dolor – María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz. (Juan 19, 38): «Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió.» (Jn 19,38)

Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro. (Lucas 23, 53-54): «…y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.» (Lc 23, 53-54).

¿Cuáles son las 7 promesas de la Virgen para quien medite sus dolores?

En sus revelaciones a santa Brígida de Suecia en el siglo XIV, la Virgen le dijo que concedería siete gracias a aquellos que cada día la acompañen rezando con verdadera devoción siete Avemarías meditando acerca de sus dolores y sus lágrimas. Estas son las 7 promesas:

1. Les concederá paz a sus familias.

2. Serán iluminadas de los divinos Misterios.

3. Les dará consuelo en sus penas y compañía en sus trabajos.

4. Cuando no se oponga a la voluntad de su Hijo o a la salvación de sus almas, les concederá lo que le pidan.

5. Protección en cada momento de la vida y les defenderá en sus batallas espirituales contra el enemigo.

6. Asistencia en el momento de la muerte y verán su rostro.

7. Aquellos que propaguen esta devoción, sean llevados de esta vida terrena a la felicidad eterna, sus pecados serán perdonados y el Señor será su gozo y consuelo eterno.

¿Por qué se representa a la Virgen con puñales clavados en su corazón?

La Virgen de los Dolores ha sido tradicionalmente representada o bien con una espada clavada en su corazón o bien con siete puñales. Así ha sido durante siglos tanto en el arte como en la rica imaginería religiosa. El origen se remonta a las propias Escrituras, concretamente en la profecía de Simeón que recoge el Evangelio de San Lucas, en la que el anciano le dice a la Virgen que una espada le atravesará el alma, ante el gran sufrimiento que verá en su hijo Jesús. Tras la devoción de los siete dolores también se empezaron a utilizar siete puñales, uno por cada dolor, para representar a la Virgen Dolorosa.

Así lo recogía el Evangelio de San Lucas:

“Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu Santo vino al Templo; y al introducir sus padres al niño Jesús para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: ‘Ahora, Señor, ya puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos, luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo, Israel’. Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: ‘Mira, éste ha sido destinado para ser caída y resurrección de muchos en Israel, y como signo de contradicción –y a ti misma una espada te atravesará el alma-, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones’”. (Lc 2, 22-35).

+ SOBRE NTRA. SRA. DE LOS DOLORES