lunes, 31 de enero de 2011

Manos que oran, de Alberto Durero



Uno de los cuadros mas famosos de Alberto Durero es el llamado “Manos que oran”. Detras de este cuadro hay una historia preciosa.

Pertenecia el pintor a una familia numerosa, dieciocho hermanos. Su padre trabajaba en unas minas de oro, cerca de Nuremberg, como orfebre y en todo lo que podia. Dos de los hermanos, Alberto y otro, sentían gran afición por el arte. Pero sabían que su familia no podía costear los estudios de ninguno.

Después de hablar muchas veces de sus ilusiones, un domingo, al salir de la Iglesia, decidieron echar al aire una moneda a ver a cuál de los dos le tocaba la suerte. El afortunado iría a Nuremberg a estudiar y el otro a trabajar a las minas para costearle los gastos. Y cuando aquél acabase sus estudios, con su trabajo de artista, le pagaría al otro para que estudiase. La suerte cayo sobre Alberto.

Pronto destacó. Después de algún tiempo ya sus obras se vendían y a buen precio. Al acabar, cuatro años de preparación, volvió a su casa y celebraron un festejo familiar. Al final, Alberto brindó por su hermano y le dijo:

— Tu me has pagado a mí. Ahora ve tú a la Academia, que yo me hago cargo de tus gastos.
— No, hermano —respondió el aludido—. Mira mis manos: el duro trabajo en la mina durante cuatro años las ha deformado. Ya no sirven para el arte. Para mí... ya es tarde.

Alberto Durero, como homenaje a aquel hermano suyo, plasmó en el lienzo sus manos maltratadas: manos huesudas, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo.

Como título al cuadro puso, simplemente, “Manos”. Pero la gente, ante la fuerza de aquellas manos, le completó el nombre y le llamo “Manos que oran”.

Fuente:
Orar con una sonria diaria
Agustin Filgueiras, Bilbao 2004.