domingo, 27 de abril de 2014

HOMILÍA DE LA CANONIZACIÓN DE JUAN XXIII Y JUAN PABLO II, por el papa Francisco

Texto completo de la homilía del Papa
Misa de la Canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II
2 Domingo de Pascua, Año A: 
Evangelio segun san Juan 20,19-31



En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado. Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería.

Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos, y Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).

Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2,24; cf. Is 53,5).

Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús.

Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia. Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte la cercanía materna de María.

En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante» (1 P 1,3.8). La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá  privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.

Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47). Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.

Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; fue el Papa de la docilidad al Espíritu.

En este servicio al Pueblo de Dios, Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.

Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.



2 DOMINGO DE PASCUA O DE LA MISERICORDIA, Año A, por Mons. Francisco González, S.F.

Hechos 2,42-47
Salmo 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia.
1 Pedro 1,3-9
Juan 20,19-31

Hechos 2,42-47

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Salmo 117: Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia

1 Pedro 1,3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Juan 20,19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
— Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
— Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
— Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
— Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
— Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
— Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
— Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
— ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
— ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

— Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

Estamos en el segundo domingo de Pascua y hasta el sexto y último de este tiempo pascual, la primera lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles. Hoy corresponde al segundo capítulo (2, 42-47). Un pasaje que aunque escrito tantos cientos de años atrás, nos viene como anillo al dedo hoy día precisamente.

Jesús ha resucitado y San Lucas nos describe a ese grupo original de creyentes: viven en comunidad; asisten al Templo, lo que les une al pueblo de la Antigua Alianza. Se reúnen para “la fracción del pan”, la celebración de la Eucaristía, lo que les hace miembros de la Nueva Alianza; tenían todo en común y se repartía de acuerdo a las necesidades de los miembros de la comunidad.

Este estilo de vida, había sido soñado por filósofos y maestros, pero aquí se realiza gracias a las enseñanzas del Maestro, gracias al poder del Espíritu Santo que transformando los corazones de los creyentes, ellos se comprometen con Dios y con el hermano.

Hablando a nivel internacional y local, nos podemos preguntar ¿Dónde está el espíritu comunitario? Incluso por parte de creyentes cuando en este siglo todavía existe el racismo ¿Dónde está el espíritu comunitario de solidaridad?

No es de extrañar que el Santo Padre, el papa Francisco, escribiera al Foro Económico de Davos, haciendo un llamamiento para que pusieran en marcha “decisiones, mecanismos y procesos encaminados a una mejor distribución de la riqueza, la creación de fuentes de empleo y la promoción integral del pobre, que va más allá de una simple mentalidad de asistencia”.

En verdad es intolerable que miles mueran de hambre cada día. Es vergonzoso comprobar que después de tanto hablar de crecimiento lo único que crece es la desigualdad y la injusta distribución de la riqueza. Es triste constatar que la crisis económica se ha convertido en un mecanismo perfecto para aumentar la riqueza de los ricos.

El apóstol Pedro (segunda lectura) nos recuerda que hemos renacido a una nueva vida por la Resurrección de Cristo. El cristiano responde en fe, en esperanza, en constancia y en amor hacia Cristo. La fe, está protegida por Dios, pues sería difícil mantenerla sin Él, especialmente en esos tiempos en que el creyente “tendrá que sufrir varias pruebas”, una de las cuales es en ser verdaderos hermanos, pues hay que poner en práctica en la vida diaria ese “tener una misma fe, un mismo Señor, un mismo bautismo”. Ser “hermanos en la fe”, exige “ser hermanos en el amor”.

Finalmente nos encontramos con el evangelio (Jn. 20, 19-31). La figura de Tomás puede ser la foto de mucha de nuestra gente contemporánea: “Si no lo veo no lo creo”. Él se ha separado de la comunidad, él es independiente, va por sí solo, no tiene el apoyo de los demás y por eso exige “ver” y “tocar”. Sin embargo, ante la presencia del Señor, proclama su fe sin tener que palpar las heridas del Señor, que con esta visita les dá prueba de su resurrección.

La comunidad es esencial para nosotros. La parroquia es un lugar privilegiado para recibir enseñanza, para orar juntos, para celebrar la Eucaristía, para la convivencia fraterna, para la solidaridad con el mundo que, aún en medio del pecado, todavía sigue buscando caminos de paz y oportunidades para la convivencia universal. Ojalá que un día de éstos podamos decir, gritar, que estalló la paz en el mundo entero.

viernes, 25 de abril de 2014

SUGERENCIAS PARA LA LITURGIA PASCUAL



La liturgia pascual debe mostrar su esplendor no únicamente el Domingo de Pascua, y ni siquiera sólo durante la Octava pascual, sino que debe extenderse en ese tiempo gozoso a más no poder, de los cincuenta días de Pascua, hasta Pentecostés inclusive.

Unidad celebrativa

Para ello, es bueno seguir unas mismas fórmulas litúrgicas en saludos y moniciones, en el realce de determinados cantos, etc., cada día, cada domingo, para subrayar precisamente esa unidad festiva y solemne de la Pascua entera.

La liturgia, incluso la Misa diaria, debe distinguirse claramente de una Misa ferial del tiempo ordinario o de una Misa celebrada en Adviento. Estamos en la Fiesta de las Fiestas, no lo olvidemos nunca.

Saludo inicial del sacerdote

El saludo inicial del sacerdote, para los cincuenta días de Pascua, debería ser, tal como lo ofrece el Ordo Missae en la edición castellana, el siguiente:

"El Dios de la vida, que ha resucitado a Jesucristo, 
rompiendo las ataduras de la muerte, 
esté con todos vosotros".

El acto penitencial o 
la aspersión del agua bendecida

Los domingos, en lugar del acto penitencial, se podría realizar la aspersión con el agua bendecida y un canto bautismal. Si el agua está ya bendecida desde la liturgia pascual, se recita una oración de acción de gracias y todos respondemos: "Bendito seas por siempre, Señor".

Si se hace el acto penitencial, la invitación para los domingos y los días de la octava de Pascua sería ésta:

"En el día en que celebramos la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, reconozcamos que estamos necesitados de la misericordia del Padre para morir al pecado y resucitar a la vida nueva".

Fuera de la Octava de Pascua, por ejemplo la siguiente fórmula que recalca cómo Jesucristo es el Justo, a quien Dios resucitó, y ahora es el Gran Intercesor, el único Mediador:

"Jesucristo, el justo, intercede por nosotros y nos reconcilia 
con el Padre. Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento, 
para acercarnos a la mesa del Señor".

Y la fórmula 3ª del acto penitencial:

"Tú, el Primogénito de entre los muertos: Señor, ten piedad...", 

Gloria

Mejor que el acto penitencial se recite, no se cante, para que tenga más fuerza e importancia el canto del Gloria todos los domingos pascuales.

El Gloria es un canto pascual y merece que, como tal, se cante (con su letra, claro, sin paráfrasis, ni algo parecido porque diga la palabra "gloria", sino el himno "Gloria a Dios en el cielo"). Es un himno que ha estado mudo -recordémoslo- durante los domingos cuaresmales, y que ahora se convierte en canto pascual, alegre, a Jesucristo, "Cordero de Dios, Hijo del Padre".

Salmo responsorial

El salmo responsorial, como cada domingo, cantado, con la antífona propia, por ejemplo, "Dad gracias al Señor porque es bueno" o cantando un "Aleluya" como respuesta a cada estrofa.

En las misas feriales, si no se canta el salmo, se podría añadir la palabra "Aleluya" a la respuesta. Por ejemplo, la respuesta: "Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti", sería "Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Aleluya". Así los fieles todos estaríamos repitiendo la palabra "Aleluya" en la respuesta al salmo durante los 50 días, dando un tono distinto.

Oración de los fieles

Los domingos, cántese la oración de los fieles, es decir, cántese "Te rogamos, óyenos", "Señor, escucha y ten piedad", "Señor, ten piedad", "Kyrie eleison".

Un pueblo de redimidos, de hijos ya por el Bautismo, que han recibido el Espíritu de adopción, clama al Padre por las necesidades del mundo entero y de la Iglesia, y lo hace cantando, realzando su oración ante la propuesta -la intención- que nos señala un diácono o un lector.

Plegaria Eucarística

La plegaria eucarística, para cada día de la cincuentena pascual, el Canon romano. Emplear una misma plegaria eucarística cada día de un tiempo litúrgico da unidad de sentido. Es verdad que no es obligatorio, pero es razonable que los dos tiempos litúrgicos más importantes (Cincuenta pascual y Tiempo de Navidad) sean destacados por el uso diario del Canon romano.

Y, si se puede, cantando los domingos el diálogo del prefacio ("Levantemos el corazón", "Demos gracias..."), el Santo, las palabras de la consagración, la aclamación ("Este es el Sacramento de nuestra fe", "Anunciamos tu muerte..."), la doxología ("Por Cristo, con él y en él") con su "Amén" solemne. Simplemente, porque es Pascua.

Un detalle para todos. Durante la octava de Pascua se dice en el prefacio "glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca en ESTE DÍA en que Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado", y en el Canon "reunidos en comunión... para celebrar el día santo de la resurrección...", porque la Octava de pascua se considera un ÚNICO DÍA, un gran Día en 8 días. Pasada la octava de Pascua, se dirá entonces "pero más que nunca en ESTE TIEMPO en que Cristo..."

Padrenuestro

La monición al Padrenuestro podría ser la que subraya nuestra dignidad de hijos de Dios, que es un fruto de la Pascua:

"Llenos de alegría por ser hijos de Dios, 
digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó: 
Padre nuestro..."

Paz

La monición diaconal para el beso de paz, la más pascual durante los cincuenta días:

"En el Espíritu de Cristo resucitado, daos fraternalmente la paz".

Despedida

Por último, la despedida durante la Octava de Pascua tiene doble Aleluya:

"Podéis ir en paz. Aleluya, aleluya. 
R/ Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya". 

La fórmula de despedida más apropiada es:

"Anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. 
Podéis ir en paz".

Los domingos es habitual cantar la Misa; pero en las ferias (es decir, la Misa de días laborables) de la Pascua, habría que intentar cantar siempre, al menos, el "Aleluya" antes del Evangelio y el "Santo". Así se notaría la fuerza y la belleza de este tiempo pascual incluso en las Misas feriales.

Un pequeño recordatorio: el cirio pascual brilla encendido al lado del ambón (Cristo-Luz da la clave de interpretación definitiva de las Escrituras, la Escritura se lee a la luz del Cirio-el Señor resucitado), brilla encendido al lado del ambón, repetimos, en cada celebración de los cincuenta días de Pascua, Misa, Laudes y Vísperas. Encenderlo sólo los domingos, además de cicatería, es un contrasigno: se consumirá como ofrenda en honor del Señor.

Fuente: José Sánchez Martínez es sacerdote de la diócesis de Córdova, España.

martes, 22 de abril de 2014

De los Papiros Bodmer, ¿las copias más antiguas del Nuevo Testamento?, por Luis Antequera

Los Papiros Bodmer son un grupo de veintidós papiros descubiertos en Egipto en 1952 en Pabau, cerca de Dishna (Egipto), no lejos de Nag Hammadi, donde se produce otro de los grandes hallazgos del siglo, la biblioteca del Nag Hammadi unos años antes, los cuales fueron adquiridos por el coleccionista suizo Martin Bodmer (1899-1971) que, de manera idéntica a como ocurre en el caso de los Chester Beatty, les presta el nombre por el que son conocidos. Se conservan en la Biblioteca Bodmeriana de Literatura Mundial, en Cologny, a las afueras de Ginebra. En el 2007 la Biblioteca Vaticana adquirirá dos de los mejores exponentes del conjunto, los papiros, el P74 y el P75.

Los Papiros Bodmer incluyen unos cincuenta textos individuales, en lengua griega y copta, la mayoría en forma de códice, otros en forma de rollos, y tres escritos sobre pergamino. En cuanto a su temática, contienen fragmentos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, amén de otras obras, tanto del cristianismo primitivo como clásicas (Homero, Menandro), y una colección de cartas de los abades del Monasterio de San Pacomio.

Entre los papiros que nos interesan aquí, el P72 es la copia más antigua conocida de la Epístola de Judas, y de las Epístolas de Pedro.

El P74, publicado en 1961 por Rodolfo Kasser, contiene fragmentos de los Hechos de los Apóstoles, de la Carta de Santiago, de las dos Cartas de Pedro, de la Tercera Carta de Juan y de la Carta de Judas. Está mal conservado y data del s. VII s. VII.


Papiro P66


Pero las joyas de la colección tal vez sean el P66 y el P75. En cuanto al primero, el P66 tal vez sea el más antiguo. Según el profesor de la Universidad de Ginebra Victor Martin, dataría del año 200, si bien Herbert Hunger de la Biblioteca Nacional de Viena, dataría incluso de antes, mediados del siglo segundo.

P66 recoge el Evangelio de Juan prácticamente completo, a excepción de dos pasajes, el de la agitación de las aguas dentro del episodio de la curación de un enfermo en la piscina de Betesda (Jn 5, 3-4), y el de la mujer sorprendida en adulterio (Jn 7, 53-8, 11). No tanto por haber desaparecido, cuanto por no haberlos recogido el copista. De hecho, el episodio de la mujer adúltera, por cierto, uno de los más bellos de todo el Evangelio, falta en muchas de las copias de Juan que llegan a nuestros días.

En cuanto al P75, adquirido como el P74 por el Vaticano, es un códice que recoge la práctica totalidad de los evangelios de Lucas y otra vez de Juan. Publicados en 1961 por el mismo Victor Martin y P. Kaiser, le atribuyen una fecha de realización entre los años 175 y 225, lo que lo convertiría en la copia más antigua que nos ha llegado del Evangelio de Lucas y en la segunda más antigua del de Juan. Está compuesto de 102 páginas, que según los cálculos de los estudiosos debieron ser hasta 144 en origen.

Y se halla asimismo entre los papiros de la colección Bodmer una copia del conocido como Protoevangelio de Santiago, un apócrifo sumamente cercano a la tradición y muy interesante.

Fuente: religionenlibertad.com

El Documento "Q", por Luis Antequera

“Documento Q” es un documento que no existe, y que más que probablemente, no existirá nunca. Dicho en otras palabras, ni ha sido encontrado ni con toda probabilidad se encuentre jamás. Es más, si se encuentra, probablemente ni siquiera seremos capaces de reconocerlo, o a lo mejor, hasta lo hemos hallado ya y no lo hemos reconocido, como si del Elías del que habla Jesús cuando dice de él que “vino ya, pero no le reconocieron” (Mt. 17, 11) se tratara.

“Q”, que viene de “quelle”, “fuente” en alemán, no es otra cosa que una entelequia, un documento virtual recompuesto con todos aquellos pasajes contenidos en los evangelios de Mateo y de Lucas que no se contienen en Marcos.

Así de fácil, así de sencillo. Vds. se preguntarán: “¿sólo eso?”. Y yo les responderé: “sólo eso”. Para a continuación preguntarme: “bueno muy bien, es sólo eso… ¿pero para que sirve semejante cosa?”

La tesis de partida es la siguiente: el Evangelio de Marcos es el primero que se escribió. Cosa que es uno de los grandes (y de los pocos, por cierto, digan ellos lo que digan) acuerdos alcanzados por la exégesis moderna tan relacionada con el Jesús histórico y que se demuestra de la siguiente manera: si Vds. escribieran Marcos sobre una hoja transparente, y lo aplicaran sobre Mateo y sobre Lucas, encontrarían que la práctica totalidad de los episodios de Marcos se recogen en esos dos evangelios que, además, son mucho más largos y completos, “adornados” con más eventos. Lo cual viene a demostrar, según esos autores, de una manera, además, bastante sensata y asumible, que Marcos fue el primer evangelio, corto y rudimentario, y que sirvió de fuente y base para los otros dos sinópticos, que daré en llamar, si me lo permiten Vds., “sinópticos superiores”, más completos y elaborados.

Aparte de los episodios que narra Marcos y que recogen unánimemente sus compañeros sinópticos, se constata la coincidencia de Mateo y Lucas en una serie de episodios. Pues bien, si recopilamos esos episodios comunes a Mateo y a Lucas pero no recogidos en Marcos, estaríamos ante una segunda fuente de la que se habrían valido ambos evangelistas, los “sinópticos superiores” (Mateo y Lucas). Luego estarían, en tercer lugar, las fuentes de las que cada uno de ellos se hubieran servido por sí mismos, las cuales determinarían finalmente, las diferencias entre Mateo y Lucas.

Para terminar y para que no se queden Vds. con ninguna duda, les diré que la hipótesis de la existencia de “Q” fue presentada en 1848 por Christian Hermann Weisse, y fue denominada “Q” por Johannes Weiss en 1890.

En cuanto a su reconstrucción, se han producido muchas propuestas, las cuales registran diferencias en pequeños detalles tanto de eventos como de colocación de los mismos. Entre ellas, las del alemán Adolf von Harnack (1908), el británico T. W. Manson (1949), el alemán Athanasius Polag (1982) o el canadiense John Kloppenborg (2000).

“Q” contendría un número variable de episodios, sobre los doscientos, la mayoría de ellos meramente dícticos, o sea, que revisten la forma de un dicho de Jesús; unos pocos fácticos, es decir, que trasmiten un hecho.

Evidentemente anterior a Mateo y a Lucas, por lo que a su cronología se refiere datarlo con más precisión exige datar con esa misma justeza Mateo y Lucas, lo cual no es ni mucho menos, como hemos tenido ocasión de explicar cuando a 7Q5 nos hemos referido, pan comido, y el margen en el que oscilan las aproximaciones puede variar en bastante más de medio siglo. Bien que los más optimistas, -y yo creo, también, que los más realistas-, hablen de la existencia de textos evangélicos tan pronto como hacia el año 50. ¿Qué vaya a aparecer "Q" alguna vez? Me permito dudarlo, pero eso es ya harina de otro costal.

Fuente: religionenlibertad.com

lunes, 21 de abril de 2014

Del Papiro Rylands, el fragmento del Evangelio más antiguo nunca hallado, por Luis Antequera

El Papiro Rylands, cuyo nombre de catálogo es P52, es uno de los grandes tesoros, si no “el gran tesoro”, de la Biblioteca John Rylands, de Manchester. Consiste en un pequeño pedazo de papiro que recoge unos breves pasajes del Evangelio de Juan, y constituyen el fragmento de cualquiera de los cuatro evangelios más antiguo nunca hallado hasta la fecha.

Lo primero que ha de decirse es que se trata de un trozo de papiro. El papiro, de donde por cierto, viene la palabra “papel” (en inglés la relación es aún más evidente al decirse “paper”), fue el elemento comúnmente utilizado para la escritura desde el año 3000 a. C. y hasta el s. XI d.C., aunque ya desde el s. V es paulatinamente sustituído por el pergamino, y se obtiene de una planta acuática de idéntico nombre.



Por lo que se refiere a nuestro P52, hablamos de un fragmento muy pequeño, (ver en las fotografías, arriba el anverso, abajo el reverso, a tamaño prácticamente real), escrito por las dos caras, en una de las cuales leemos parte de Jn. 18, 31-33, a saber:

“[…] los judíos: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie.» Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?»”.

Y en el reverso, parte de Jn. 18, 37-38, a saber:

“[…] soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.» Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?» Y, dicho esto, volvió a salir hacia los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él”.

Coinciden los expertos en que fue escrito en los primeros años del s. II, y aunque algunos se atreven a datarlo en el reinado de Trajano, por lo tanto antes del 117, por la morfología de su escritura lo más probable parece que pertenezca al período adriánico, por lo tanto entre el 117 y el 138 d.C.. Algo que, en cualquier caso, tiene muchas implicaciones, pero dos de la máxima importancia.

Por la primera, el Papiro Rylands desmiente a los exégetas que se habían manifestado a favor de una datación muy posterior del Evangelio de Juan, los cuales, basados tal vez en que la primera mención explícita al mismo se halla en San Ireneo hacia el año 180, situaban la obra en las postrimerías del s. II. Y contribuye, por el contrario, a emplazar su realización en los años finales del s. I, una datación que coincide plenamente con la tradición, según la cual, la habría redactado el apóstol Juan en sus últimos años de vida, concluída en torno al año 100.

Por la segunda, el Papiro Rylands representaría una de las primeras copias del Evangelio de Juan, de cuyo manuscrito original le separarían apenas unos pocos años, diez o veinte, no más. Lo que a su vez, representa un hito difícilmente superable de cercanía entre el manuscrito de una obra clásica y su copia más antigua conocida. Sólo a modo de ejemplo, tal diferencia, según acostumbra a señalarse, es tan grande como 1.600 años en las obras de Eurípides, 1.400 en las tragedias de Sófocles, o 1.300 en los escritos de Platón.

El Papiro Rylands fue hallado en Egipto. Al respecto, no está de más señalar que, según la tradición, Juan escribió su Evangelio en Efeso, a varios miles de kilómetros. Fue adquirido en un mercado egipcio, junto con otros objetos, por Bernard Grenfeld, cosa que ocurrió en 1920. Si bien hasta que en 1934 Colin H. Roberts lo tradujo, no se fue consciente del contenido del fragmento papiráceo. Fácil de imaginar la cara que se le quedó al traductor al descubrir el texto que traducía.

Está escrito en griego, que es, salvo quizás el de Mateo en una primera versión, como se escribieron los cuatro evangelios. Mide apenas 8,9x6 cms., es decir, poco más que una tarjeta de visita. A tenor de de su tamaño y del de la letra que contiene, se ha calculado que pertenece a una página que mediría 16x21 cms., y que el Evangelio de Juan del que procede se contendría en un tomo de unas 130 páginas. Y reviste otra importante curiosidad: los restos que lo acompañan permiten afirmar que pertenece a un códice y no a un rollo, lo que indicaría que los cristianos habrían adquirido muy tempranamente esta manera de encuadernar, la del libro que conocemos hoy en día en definitiva, en detrimento del sistema del rollo, tan afín a la tradición judía. Otro dato que añadir a la temprana separación de la nueva religión respecto del tronco judaico del que procedía.

Fuente: religionenlibertad.com

De los Papiros bíblicos Chester Beatty, textos canónicos completos del s. III, si no del II, por Luis Antequera

Los Papiros Chester Beatty son un grupo de papiros bíblicos escritos en griego y de origen cristiano, compuesto por once manuscritos, siete del Antiguo Testamento, algunos de ellos los más antiguos que han llegado a nuestros días en griego; tres del Nuevo Testamento; y un undécimo que contiene el importante Libro de Henoc y unos textos sobre liturgia no identificados.

Aunque dos de ellos datarían del s. IV, la mayor parte están fechados en el s. III, es decir de antes de la persecución de Diocleciano que se produce entre los años 303 y 311 y se ceba precisamente en los documentos. Tienen, además, el valor histórico de ser anteriores a las dos grandes colecciones que han llegado a nuestros días, las dos del s. IV, a saber, el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico.

Las circunstancias de su hallazgo no están claras. Según algunos, proceden de las ruinas de la antigua ciudad de Atfih, según otros de Fayum, las dos en Egipto. En cualquier caso, se adquieren a lo largo de la década de los 30, realizándose los primeros anuncios de la adquisición en 1931. Frederic G. Kenyon publicará entre 1933 y 1958 un impresionante trabajo en ocho volúmenes sobre los manuscritos que titulará “The Chester Beatty Biblical Papyri: Descriptions and Texts of Twelve Manuscripts on Papyrus of the Greek Bible”.


Sir Alfred Chester Beatty


Los papiros son adquiridos por Sir Alfred Chester Beatty (1878-1968), norteamericano nacionalizado británico y muy vinculado a Irlanda, dedicado al negocio de la minería, que les presta su nombre, y se conservan en la Biblioteca Chester Beatty, en Dublin, que custodia todos los manuscritos adquiridos por el coleccionista a lo largo de su vida.

Todos los manuscritos son textos en códice, lo que demuestra que desde muy temprano, los cristianos abandonan el sistema de rollo que utilizaban los judíos para pasar a utilizar la encuadernación en libro o códice, si bien esta curiosa característica aparece ya en un papiro cristiano muy anterior cual es el Papiro Rylands.


Biblioteca Chester Beatty, Dublín (Irlanda)


En cuanto a los papiros veterotestamentarios, siguen el texto de la Septuaginta. El P4 y el P5 contienen fragmentos del Génesis. El P6 contiene un manuscrito del libro de los Números y otro del Deuteronomio. El P7 recoge el libro de Isaías. El P8 contiene dos hojas fragmentadas del libro de Jeremías. El P9 y el P10 transcriben los libros de Ezequiel, Daniel, y Ester. Y el P11 un fragmento del Eclesiastés.


Papiro P45. Página 30: Hech 17,9-17


Por lo que hace a los textos neotestametarios, el P45 habría sido originariamente un códice de 110 hojas que recogería los cuatro Evangelios y el libro de los Hechos. Sin embargo, sólo nos han llegado 30 hojas, conteniendo fragmentos de Mateo (capítulos 20/21 y 25/26), de Lucas (capítulos 4-9, 11-12, 6-7, 9-14) y de Juan (4-5, y 10-11), nada de Marcos pues, así como de Hechos (capítulos 4 a 17). Todos ellos fechados en la primera mitad del s. III, aunque algunos papirólogos los fechan incluso de antes, con la curiosa particularidad del orden en el que están colocados los evangelios, a saber, Mateo, Juan, Lucas y Marcos, lo que se explicaría por la prioridad concedida a Mateo y Juan en cuanto apóstoles.

El P46, fechado en torno al año 200, contiene las Epístolas de San Pablo. Nos han llegado 85 de las 104 hojas originales, las cuales recogen las epístolas a los Hebreos, a los Efesios, a los Gálatas, a los Filipenses, a los Colosenses, la Primera a los Coríntios y la Segunda a los Corintios, así como fragmentos de las dirigidas a los Romanos (5-6, 8-15) y la Primera a los Tesalonicenses (1-2, y 5).

El P47, datado también en el s. III, contiene diez hojas del Apocalipsis de San Juan, los capítulos 9 a 17.

Fuente: religionenlibertad.com

De cómo se ordenó la Biblia en capítulos y versículos, por Luis Antequera


Cosa que, como bien se imagina el lector, no hicieron los propios escritores bíblicos. Lo cierto, sin embargo, es que ya desde los primeros tiempos los judíos tuvieron la inquietud de clasificar la Biblia, en este caso el Antiguo Testamento, de alguna manera que facilitara su lectura e identificara sus distintas partes y contenidos.

Pero la clasificación tal como hoy la conocemos, con los capítulos y versículos que se encuentra uno en cualquier biblia, es una obra diferente y bien posterior, que cabe imputar al haber de tres personajes:

- Stephen Langton,
- Santos Pagnino,
- Robert Estienne,

en un proceso que viene a durar más de tres siglos, el cual se inicia en 1220 y se culmina en 1555.

La historia comienza con el inglés Stephen Langton (h. 1150-1228), que acabaría siendo Arzobispo de Canterbury, y quien en 1220, mientras enseñaba en la Sorbona, y sobre un texto de la Biblia Vulgata, clasifica la Biblia en capítulos.

Al morir en 1228 existe ya una edición, la llamada “Biblia parisiense”, con el resultado de su trabajo. El éxito es tan grande que será inmediatamente adoptado por los doctores de la Universidad de París y hasta por los mismísimos judíos: en 1525 Jacob ben Jayim publicaba en Venecia una Biblia que recogía la clasificación en capítulos realizada por Langton. Entre 1244 y 1248 Hugo de Sancto Caro también realizará una clasificación de la Biblia en capítulos, pero no conseguirá desbancar a la realizada por Langton.

La clasificación de Langton se había limitado a los capítulos, pero para llegar a la Biblia tal como llega a nuestros hogares hoy día, será necesario aún subdividirla en partes más pequeñas que permitan ubicar con mayor rapidez y exactitud las frases y palabras deseadas. El primer intento en este sentido será el del dominico italiano Santos Pagnino (1470-1536), judío converso y después dominico nacido en Lucca, quien en 1528 publica en Lyon su traducción latina de la Biblia, la “Veteris et Novi Testamenti nova translatio”, subdividida en frases cortas con un sentido más o menos completo o, en otras palabras, en versículos (versos pequeños, para que nos entendamos).

El editor protestante francés Robert Estienne (1503-1559), también conocido como Robert D ‘Etienne, Robertus Stephanus o Roberto Stefano, retoca la división realizada por Santos Pagnino, y completa la obra iniciada por éste, que no había, por así decir, “versiculado” los siete libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento, a saber, Tobías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc, es decir, los libros deuterocanónicos, con lo que se da una divertida paradoja: un católico que se deja sin revisar los siete libros del canon que sólo tiene el canon católico y no el protestante, y un protestante que revisa los libros del canon católico que faltan en el protestante, trabajando, en definitiva, juntos por un trabajo del que se valdrán los unos como los otros. Estienne publica el Nuevo Testamento versiculado en 1551, y la Biblia completa versiculada en 1555, divulgando así la nueva clasificación que terminará imponiéndose.

El 9 de noviembre de 1592, por último, el Papa Clemente VIII hace publicar una nueva versión de la Biblia en latín, la cual constituye la primera edición de la Iglesia Católica que viene con la ya definitiva división de capítulos y versículos, con lo que el gran trabajo iniciado por Langton, continuado por Pagnino y completado por Estienne, queda definitivamente consagrado.

Fuente: religionenlibertad.com

¿Sabe Vd. de donde viene la palabra "pagano"?, por Luis Antequera

En todas las grandes religiones existe una palabra para definir y describir a todos cuantos no practican la religión en cuestión. Los judíos los llaman “gentiles”, los musulmanes “infieles”, y los cristianos los llaman paganos. Y bien ¿por qué paganos y no de otra manera?

Pagano no es otra cosa que “habitante del pago”, o si se quiere “de la aldea”, aldeano en consecuencia. Así lo reconoce el Diccionario de la Real Academia de la Lengua que dice sobre su origen: “Del latín paganus, aldeano, de pagus, aldea, pago”.

Una palabra, “pago”, que no se utiliza ya en España, pero que es de uso cotidiano en determinados países hispanoamericanos, entre los cuales notablemente Argentina o Bolivia.

Sin embargo termina adquiriendo un significado diferente, que es el que recoge como significado el propio Diccionario, a saber:

“1. adj. Se dice de los idólatras y politeístas, especialmente de los antiguos griegos y romanos.
“2. adj. Se dice de todo infiel no bautizado.”

Obsérvese que según la primera acepción, para ser pagano hay que ser politeísta, lo que excluiría de dicha condición a judíos y a musulmanes; mientras que en la segunda es pagano todo aquél que no es cristiano, lo que aquí sí, incluiría a judíos y musulmanes también.

Llegados a este punto la pregunta es: ¿cómo es que “el habitante del pago” termina perdiendo su significado original para adquirir un significado tan diferente que describe al que no está bautizado, esto es, no es cristiano? Pues bien, por una sencilla y única razón: la resistencia que halló el cristianismo para calar entre los habitantes del pago, en el campo y en las pequeñas aldeas, a diferencia de lo acontecido en las grandes ciudades, que es donde impregnó con mayor facilidad.

Su uso puede iniciarse hacia el s. IV, probablemente no antes. De hecho Pablo es llamado el “Apóstol de los Gentiles”, utilizando la palabra judía que describe al que no profesa la religión elegida, y no “Apóstol de los Paganos”

Fuente: religionenlibertad.com

Del origen y significado de la palabra "evangelio", por Luis Antequera




La palabra “evangelio” proviene del griego “eυaγγελιον”, “euangelion”, a su vez proviene de la composición de dos términos “eu” (“ευ), bueno/a, y “angelion” (“aγγελιον”), noticia, mensaje, dando por lo tanto “la buena noticia”.

La raíz “eu” está presente en muchas palabras españolas. Así “eutanasia”, la buena muerte; “eufemismo”, lo que suena bien; “Eulalia”, la que habla bien; y tantas otras. En cuanto a “angelion”, es una raíz presente en otras palabras españolas como “ángel”, que al fin y al cabo, no significa otra cosa que el que porta el mensaje, el mensajero.

De entre los evangelistas, sólo en Marcos vemos utilizada la palabra, lo que acontece en tres ocasiones. En dos de ellas -la tercera la analizamos más adelante-, su utilización tiene una clara relación con su significado originario de “buena nueva”, “buena noticia”, y aparece en boca del propio Jesús:

“Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; 
pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, 
la salvará” (Mc 8,35)

“Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, 
hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda 
por mí y por el Evangelio, 
quedará sin recibir el ciento por uno” (Mc 10,29-30)

En Mateo también la vemos utilizada, pero no en su forma griega, sino traducida como “buena nueva”, cosa que ocurre en hasta cinco ocasiones, circunstancia que también vemos ocurrir en Marcos otras cinco veces y ocho en Lucas. Juan, definitivamente, no usa la locución, ni en su forma griega ni en su forma traducida.

Con parecida intención y significado, como la buena nueva que representa Jesús, usa la palabra Pablo, que a lo largo de sus cartas la repite en su forma griega en hasta sesenta y cinco ocasiones, a las que añadir otras cinco en que utiliza la expresión “buena nueva”.

Entre los escritores canónicos lo hace también Pedro en dos ocasiones (1Pe 1,12 y 4,17), a las que añadir otras dos en las que usa la locución “buena nueva”, siempre en su Primera Carta y siempre con el significado de la buena noticia que es Jesús. Y ninguno otro.

De todas las veces que la palabra se utiliza en los textos canónicos, dos merecen ser destacadas. En primer lugar, la primera ocasión en que Marcos lo hace, a saber, aquélla con la que abre su propio evangelio:

“Comienzo del Evangelio de Jesús, 
el Cristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1)

Donde aunque efectivamente la locución sigue significando la “buena nueva” de Jesucristo, podría estar adquiriendo una dimensión nueva, perfectamente compatible con lo que hoy entendemos por evangelio, es decir, los libros escritos por personas concretas sobre los dichos y hechos de Jesús de Nazaret. Y si no propiamente en la intención de su autor, San Marcos, sí en la de los que luego utilizarán el término para titular la obra entera, la de Marcos y la de sus colegas evangelistas.

Entre las alusiones paulinas, sesenta y cinco como se ha dicho, una particularmente enigmática, aquélla en la que dice:

“Con él [con Tito] enviamos al hermano [no da el nombre], 
cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido 
por todas las iglesias”.

En la que podría existir una referencia a uno de los grandes compañeros de Pablo, Lucas, ese “hermano” del que no da el nombre. Y puestos a especular, estar refiriéndose a su obra escrita que, como se sabe, abarca un Evangelio y los Hechos de los Apóstoles, lo que convertiría a Pablo en uno de los primeros, si no el primero, en dar dicho nombre, "evangelio", a la obra, más allá de utilizarlo para referirse al propio mensaje de Jesucristo.

Consta desde tiempos muy tempranos que los cristianos ya se referían a los libros que relataban la misión de Cristo como evangelios. El primer testimonio en dicho sentido tal vez sea el del tempranísimo autor San Justino, muerto entre los años 162 y 168, quien en su “Primera Apología” dirigida al Emperador Antonino Pío y escrita hacia el año 150, habla ya de las “memorias de los Apóstoles que son llamadas Euaggelia”, algo que permite aventurar que el uso de la palabra tenía ya cierta antigüedad, tanta que a lo mejor la conecta con la realización del cuarto evangelio, el de Juan, hacia los últimos años del s. I.

Al igual que ocurre en español, “evangelio” es literalmente transpuesto a las principales lenguas europeas, dando “evangile” en francés, “evangelium” en alemán, “evangelho” en portugués, o “vangilio” en italiano. Un caso reviste particular interés, cual es el de la lengua inglesa, donde da “gospel”, que no es otra cosa que la traducción término por término al inglés: “go” de “good”, (aunque alguien pudiera pensar que de “God”), es decir, “bueno/a”; y “spel” de “spell”, “palabra, noticia” (el verbo “to spell” se utiliza actualmente como “deletrear”): “la buena noticia” pues.

Fuente: religionenlibertad.com

Mateo 28,8-15: "Las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro (...) llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos (...) Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos (...) No tengáis miedo (...) Algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras dormíais"

Mateo 28,8-15
Lunes de la Octava de Pascua,

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»  Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.  Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

jueves, 17 de abril de 2014

La Última Cena, de Salvador Dalí


La Última Cena (1955) 
Salvador Dalí

La Institución de la Eucaristía, de Nicolás Poussin


Institución de la Eucaristía (1640)
Nicolás Poussin
Óleo sobre lienzo
Museo del Louvre, París

LA ÚLTIMA CENA, Catedral de Chartres (Francia)


VIERNES SANTO (Lecturas)

Isaías 52,13-53,12
Salmo 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
Hebreos 4,14-16;5,7-9
Juan 18,1-19,42

Isaías 52,13-53,12

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quien creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Salmo 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cachorro inútil.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor.
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

Hebreos 4,14-16;5,7-9

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Juan 18,1-19,42

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venia sobre él, se adelanto y les dijo:
+. "¿A quién buscáis?"
C. Le contestaron:
S. "A Jesús, el Nazareno."
C. Les dijo Jesús:
+. "Yo soy."
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: "Yo soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+. "¿A quién buscáis?"
C. Ellos dijeron:
S. "A Jesús, el Nazareno."
C. Jesús contestó:
+. "Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos."
C. Y así se cumplió lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me diste." Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+. "Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?"
* Llevaron a Jesús primero a Anás
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo." Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?"
C. Él dijo:
S. "No lo soy."
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentÁndose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto:
+. "Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo."
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. "¿Así contestas al sumo sacerdote?"
C. Jesús respondió:
+. "Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?"
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.
¿No eres tú también de sus discípulos? No lo soy
C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. "¿No eres tú también de sus discípulos?"
C. Él lo negó, diciendo:
S. "No lo soy."
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. "¿No te he visto yo con él en el huerto?"
C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo.
Mi reino no es de este mundo
C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en le pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. "¿Qué acusación presentáis contra este hombre?"
C. Le contestaron:
S. "Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos."
C. Pilato les dijo:
S. "Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley."
C. Los judíos le dijeron:
S. "No estamos autorizados para dar muerte a nadie."
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
C. Jesús le contestó:
+. "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?"
C. Pilato replicó:
S. "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?"
C. Jesús le contestó:
+. "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí."
C. Pilato le dijo:
S. "Conque, ¿tú eres rey?"
C. Jesús le contestó:
+. "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz."
C. Pilato le dijo:
S. "Y, ¿qué es la verdad?"
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. "Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?"
C. Volvieron a gritar:
S. "A ése no, a Barrabás."
C. El tal Barrabás era un bandido.
* ¡Salve, rey de los judíos!
C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los saldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. "¡Salve, rey de los judíos!"
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. "Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa."
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. "Aquí lo tenéis."
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él."
C. Los judíos le contestaron:
S. "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios."
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. "¿De donde eres tú?"
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?"
C. Jesús le contestó:
+. "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor."
¡Fuera, fuera; crucifícalo!
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. "Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César."
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. "Aquí tenéis a vuestro rey."
C. Ellos gritaron:
S. "¡Fuera, fuera; crucifícalo!"
C. Pilato les dijo:
S. "¿A vuestro rey voy a crucificar?"
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. "No tenemos más rey que al César."
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Lo crucificaron, y con él a otros dos
C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos." Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. "No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.""
C. Pilato les contestó:
S. "Lo escrito, escrito está."
Se repartieron mis ropas
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron:
S. "No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca."
C. Así se cumplió la Escritura: "Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica". Esto hicieron los soldados.
Ahí tienes a tu hijo. - Ahí tienes a tu madre
C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+. "Mujer, ahí tienes a tu hijo."
C. Luego, dijo al discípulo:
+. "Ahí tienes a tu madre."
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.
Está cumplido
C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+. "Tengo sed."
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+. "Está cumplido."
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

*Todos se arrodillan, y se hace una pausa

Y al punto salió sangre y agua
C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: "No le quebrarán un hueso"; y en otro lugar la Escritura dice: "Mirarán al que atravesaron."
Vendaron todo el cuerpo de Jesús, con los aromas
C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

sábado, 12 de abril de 2014

DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (de Ramos), Año A, por Mons. Francisco González, S.F.

Isaías 50, 4-7
Salmo 21: Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2, 6-11
Mateo 26,14-27,66

Isaías 50,4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

Salmo 21: Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Filipenses 2,6-11

Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla -en el cielo, en la tierra, en el abismo-, y toda lengua proclame: "¡Jesucristo es Señor!", para gloria de Dios Padre.

Mateo 26,14-27,66

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo:
C.— En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S.— ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?
C.–- Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S.— ¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
C.— Él contestó:
+ Id a casa de Fulano y decidle: El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.
C.— Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
C.— Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S.— ¿Soy yo acaso, Señor?
C.— Él respondió:
+ El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido.
C.— Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S.— ¿Soy yo acaso, Maestro?".
C.— Él respondió:
+ Así es.
C.— Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:
+ Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
C.— Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:
+ Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre.
C.— Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
+ Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C.— Pedro replicó:
S.— Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.
C.— Jesús les dijo:
+ Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás".
C.— Pedro le replicó:
S.— Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C.— Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ Sentaos aquí mientras voy allá a orar.
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.
C.— Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C.— Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ ¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil".
C.— De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
C.— Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C.— Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S.— Al que yo bese, ése es: detenedlo.
C.— Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. —¡Salve, Maestro!
C.— Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ Amigo, ¿a qué vienes?
C.— Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar.
C.— Entonces dijo Jesús a la gente:
+ Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.
C.— Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S.— Este ha dicho: Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.
C.— El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S.— ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C.— Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S.— Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
C.— Jesús respondió:
+ Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.
C.— Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S.— Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?
C.— Y ellos contestaron:
S.— Es reo de muerte.
C.— Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
S.— Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado.
S.— Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
S. También tú andabas con Jesús el Galileo.
C.— Él lo negó delante de todos diciendo:
S.— No sé qué quieres decir.
C.— Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S.— Este andaba con Jesús el Nazareno.
C.— Otra vez negó él con juramento:
S.— No conozco a ese hombre.
C.— Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento.
C.— Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S.— No conozco a ese hombre.
C.— Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: Antes de que cante el gallo me negarás tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:
S.— He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.
C.— Pero ellos dijeron:
S.— ¿A nosotros qué? ¡Allá tú!
C.— Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S.— No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre.
C.— Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía "Campo de Sangre". Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S.— ¿Eres tú el rey de los judíos?
C.— Jesús respondió:
+ Tú lo dices.
C.— Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S.— ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?
C.— Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S.— ¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?
C.— Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S.— No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.
C.— Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S.— ¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
C.— Ellos dijeron:
S.— A Barrabás.
C.— Pilato les preguntó:
S.— ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?
C.— Contestaron todos:
S.— ¡Que lo crucifiquen!
C.— Pilato insistió:
S.— Pues ¿qué mal ha hecho?
C.— Pero ellos gritaban más fuerte:
S.—  ¡Que lo crucifiquen!
C.— Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:
S.— Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
C.— Y el pueblo contestó:
S.— ¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
C.— Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S.—¡Salve, rey de los judíos!
C.— Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
C.— Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir "La Calavera"), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: "Este es el Rey de los Judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:
S.—Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
C.— Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:
S.— A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?.
C.— Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ Elí, Elí, lamá sabaktaní.
C. Es decir:
+ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
C.— Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S.— A Elías llama éste.
C.— Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:
S.— Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
C.— Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:
S.— Realmente éste era Hijo de Dios.
C.— Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S.— Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: "A los tres días resucitaré". Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos". La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:
S.— Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.
C.— Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

— Comentario por Mons. Francisco González, S.F.

Entramos en la Semana Santa con el Domingo de Ramos. En esta semana vamos a recordar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; tendremos la celebración de la institución de la Eucaristía el Jueves Santo; el Viernes Santo volveremos a escuchar la lectura de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, seguida de la Adoración de la Cruz y la Santa Comunión. Finalmente la Vigilia Pascual, cuando leeremos la historia de la salvación, los catecúmenos serán bautizados, los ya bautizados renovaremos nuestras promesas bautismales y todos celebraremos el triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte.

En la liturgia de este domingo tenemos una procesión y bendición de palmas o ramos en recuerdo de la entrada triunfal de Cristo en la Ciudad Santa donde la gente lo recibió con gritos de “Bendito el que viene en el nombre del Señor”, aunque a decir verdad, pronto cambiaron de opinión. Sin embargo, yo estoy seguro que el Señor gozó aceptando la sencilla, pero gozosa, acogida que le dispensaron ese día.

Este tono de gozo cambia con la primera lectura (Is. 50,4-7) donde nos encontramos con la figura del ‘siervo’: “No oculté el rostro a los insultos”. El siervo despreciado, humillado, rechazado, que no es otro que Jesús, que nos redime en su condición de siervo, que es despreciado, rechazado, humillado y sacrificado para obtener nuestra redención.

En la segunda lectura (Flp. 2,6-11) el apóstol Pablo sigue con el tema del ‘siervo’ que “se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo”.

Hoy, en nuestra sociedad, en la mayoría de nuestros ambientes, incluido los religiosos, a veces medimos la dignidad humana por el prestigio, el título, la situación económica y no ponemos tanta atención a esos valores que hay por dentro de la persona, pero que la elevan mucho más alto que todas las fuerzas sociales juntas puedan hacerlo. La dignidad del hombre no se mide por el vestido, el color del mismo, el uniforme o la cuenta corriente: “Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo”.

La lectura de la Pasión (Mt. 26,114-27,66) requiere serenidad de espíritu e intensidad del corazón. Es la narración de esos momentos trágicos, pero de consecuencias grandiosas y victoriosas en la vida de Jesús: pues si es verdad que sufre una muerte trágica, es también muy verdad que resucita a una vida gloriosa, “para nunca más morir” y así nos abre las puertas a todos los que hemos sido bautizados en su nombre.

En el relato de la Pasión vemos que no acepta ser protegido por la espada, las espadas no resuelven los problemas de la vida y Cristo opta por el amor.

De alguna forma, el apóstol que le traiciona y vende, no llega a disfrutar de su ganancia. Más aún, confiesa su error, proclama ante las autoridades su equivocación.

Ya en la cruz y ante el reto de uno de los crucificados para bajar de la cruz y quedar libres, Jesús, no puede hacer eso, pues como nos dice un autor moderno, lo que verdaderamente sujetaba a Jesús en la cruz no eran los clavos, sino el amor que sentía por toda la humanidad.

¿Con qué actitud comienzo yo la Semana Santa?

DOMINGO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR (de Ramos), Año A (Lecturas)

Isaías 50, 4-7
Salmo 21: Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2, 6-11
Mateo 26,14-27,66

Isaías 50, 4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he revelado ni me he echado atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

Salmo 21: Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel.
R. Dios mío, Dios mío, 
¿por qué me has abandonado?

Filipenses 2, 6-11

Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla -en el cielo, en la tierra, en el abismo-, y toda lengua proclame: "¡Jesucristo es Señor!", para gloria de Dios Padre.

Mateo 26,14-27,66

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo:
C.— En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S.— ¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?
C.–- Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S.— ¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
C.— Él contestó:
+ Id a casa de Fulano y decidle: El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.
C.— Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
+ Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
C.— Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S.— ¿Soy yo acaso, Señor?
C.— Él respondió:
+ El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido.
C.— Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S.— ¿Soy yo acaso, Maestro?".
C.— Él respondió:
+ Así es.
C.— Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:
+ Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
C.— Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:
+ Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre.
C.— Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
+ Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C.— Pedro replicó:
S.— Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.
C.— Jesús les dijo:
+ Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás".
C.— Pedro le replicó:
S.— Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C.— Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:
+ Sentaos aquí mientras voy allá a orar.
C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:
+ Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.
C.— Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C.— Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
+ ¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil".
C.— De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.
C.— Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C.— Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S.— Al que yo bese, ése es: detenedlo.
C.— Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. —¡Salve, Maestro!
C.— Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ Amigo, ¿a qué vienes?
C.— Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
+ Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar.
C.— Entonces dijo Jesús a la gente:
+ Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.
C.— Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S.— Este ha dicho: Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.
C.— El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S.— ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C.— Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S.— Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
C.— Jesús respondió:
+ Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.
C.— Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S.— Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?
C.— Y ellos contestaron:
S.— Es reo de muerte.
C.— Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
S.— Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado.
S.— Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
S. También tú andabas con Jesús el Galileo.
C.— Él lo negó delante de todos diciendo:
S.— No sé qué quieres decir.
C.— Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S.— Este andaba con Jesús el Nazareno.
C.— Otra vez negó él con juramento:
S.— No conozco a ese hombre.
C.— Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento.
C.— Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S.— No conozco a ese hombre.
C.— Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: Antes de que cante el gallo me negarás tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:
S.— He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.
C.— Pero ellos dijeron:
S.— ¿A nosotros qué? ¡Allá tú!
C.— Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S.— No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre.
C.— Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía "Campo de Sangre". Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S.— ¿Eres tú el rey de los judíos?
C.— Jesús respondió:
+ Tú lo dices.
C.— Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S.— ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?
C.— Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S.— ¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?
C.— Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S.— No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.
C.— Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S.— ¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
C.— Ellos dijeron:
S.— A Barrabás.
C.— Pilato les preguntó:
S.— ¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?
C.— Contestaron todos:
S.— ¡Que lo crucifiquen!
C.— Pilato insistió:
S.— Pues ¿qué mal ha hecho?
C.— Pero ellos gritaban más fuerte:
S.—  ¡Que lo crucifiquen!
C.— Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:
S.— Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
C.— Y el pueblo contestó:
S.— ¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
C.— Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S.—¡Salve, rey de los judíos!
C.— Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
C.— Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir "La Calavera"), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: "Este es el Rey de los Judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:
S.—Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
C.— Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:
S.— A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?.
C.— Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ Elí, Elí, lamá sabaktaní.
C. Es decir:
+ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
C.— Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S.— A Elías llama éste.
C.— Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:
S.— Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
C.— Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:
S.— Realmente éste era Hijo de Dios.
C.— Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S.— Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: "A los tres días resucitaré". Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: "Ha resucitado de entre los muertos". La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:
S.— Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis.
C.— Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

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   Francisco González, SF