martes, 31 de octubre de 2017

Lucas 13,18-21: "¿A qué se parece el reino de Dios?"

Lucas 13,18-21
Martes de la 30 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo, decía Jesús: "¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas." Y añadió: "¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta."


SOBRE EL MISMO TEMA:

Mt 13,18-21: Francisco pide no centrarse en una pastoral de conservación sino dejar actuar más al Espíritu Santo

Mt 13,18-21 

“La esperanza es la que nos da la plenitud, la esperanza de salir de nuestra cárcel, de nuestras limitaciones, de nuestra esclavitud, de la corrupción y llegar a la gloria. El camino hacia la plenitud es un camino de esperanza, y la esperanza es un regalo del Espíritu. Es justamente el Espíritu Santo el que, dentro de nosotros, nos proporciona algo grandioso: la liberación, la gran alegría. Por eso Jesús dice: ‘Del interior de una semilla de mostaza, de ese grano pequeño, surge una fuerza que genera un crecimiento inimaginable’”.

Estas son las palabras que pronunció el Papa Francisco durante la homilía que ha pronunciado en la misa celebrada este martes en la Casa Santa Marta, donde pidió a la Iglesia valentía para hacer crecer el Reino de Dios.

Crecimiento mediante la fuerza del Espíritu Santo

El Papa dijo que esta fuerza “es el Espíritu Santo que habita en nosotros y que da esperanza”. Francisco explicó que esa fuerza interior, esa esperanza “crece en nosotros no por medio del proselitismo, sino mediante la fuerza del Espíritu Santo”.

Además, animó a los miembros de la Iglesia a dejar que crezca esa semilla con la fuerza del Espíritu, pues “muchas veces vemos que se prefiere una pastoral de conservación en vez de dejar que crezca el Reino de Dios. Para que el Reino crezca se necesita valentía, la valentía de dejar que crezca el grano y de mezclar la levadura”.

"La esperanza es la virtud más humilde"

El Pontífice animó a no tener miedo a ensuciarse las manos a la hora de sembrar la semilla del Reino de Dios. “¡Ay de aquellos que predican el Reino de Dios con la intención de no ensuciarse las manos! Esos son custodios de museos: prefieren las cosas bellas antes que el gesto de sembrar y mezclar para que la fuerza crezca”.

Ese es el mensaje de Pablo en la carta a los Romanos: “esa tensión que va de la esclavitud del pecado a la plenitud de la gloria. La esperanza es la que va adelante, la esperanza no decepciona. A veces la esperanza puede parecer pequeña, como también parece pequeño el grano del que surge un gran árbol o la levadura que hace crecer”.

“La esperanza es la virtud más humilde”, explicó el Papa, y concluyó insistiendo en la valentía necesaria para “hacer crecer el Reino de Dios”.

domingo, 29 de octubre de 2017

Amarás a tu prójimo, por el P. Raniero Cantalamessa, OFM

«Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Añadiendo las palabras «como a ti mismo», Jesús nos ha puesto delante de un espejo al que no podemos mentir; nos ha dado una medida infalible para descubrir si amamos o no al prójimo.

Sabemos muy bien, en cada circunstancia, qué significa amarnos a nosotros mismos y qué querríamos que los otros hicieran por nosotros. Jesús no dice, si se presta atención bien: «Lo que el otro te hace a ti, házselo tú a él». Esto sería aún la ley del talión: «Ojo por ojo, diente por diente». Dice: lo que tú querrías que el otro te hiciera a ti, házselo tú a él (Cf. Mt 7,12), que es bien distinto.

Jesús consideraba el amor al prójimo como «su mandamiento», aquél en el que se resume toda la Ley. «Este es mi mandamiento: que os améis los unos como yo os he amado» (Jn 15,12). Muchos identifican todo el cristianismo con el precepto del amor al prójimo, y no carecen de razón. Pero debemos intentar ir un poco más allá de la superficie de las cosas.

Cuando se habla de amor al prójimo la mente va enseguida a las «obras» de caridad, a las cosas que hay que hacer por el prójimo: darle de comer, de beber, visitarle; en resumen, ayudar al prójimo. Pero esto es un efecto del amor, no es aún el amor. Antes de la beneficencia viene la benevolencia; antes que hacer el bien, viene el querer bien.

La caridad debe ser «sin fingimiento», esto es, sincera (literalmente «sin hipocresía», Rm 12,9); se debe amar «con corazón puro» (1P 1,22). Se puede de hecho hacer la caridad y la limosna por muchos motivos que nada tienen que ver con el amor: para adornarse, para pasar por benefactores, para ganarse el paraíso, hasta por remordimiento de conciencia.

Mucha caridad que hacemos a países del Tercer Mundo no está dictada por el amor, sino por remordimiento. Nos damos cuenta de la escandalosa diferencia que existe entre nosotros y ellos y nos sentimos en parte responsables de su miseria. ¡Se puede carecer de caridad incluso al «hacer caridad»! Sería un error fatal contraponer entre sí el amor del corazón y la caridad de los hechos, o refugiarse en las buenas disposiciones interiores hacia los demás para encontrar en ello una excusa a la propia falta de caridad activa y concreta.

Si encuentras a un pobre hambriento y tiritando de frío, decía Santiago, ¿de qué le sirve si le dices: «¡Pobrecillo, ve, caliéntate, come algo!», pero no le das nada de lo que necesita? «Hijos», añade San Juan, «no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad» (1 Jn 3,18). No se trata por lo tanto de devaluar las obras exteriores de caridad, sino hacer que éstas tengan el fundamento en un genuino sentimiento de amor y de benevolencia.

La caridad del corazón o interior es la caridad que todos podemos ejercitar, es universal. No es una caridad que algunos –los ricos y los sanos– sólo pueden dar y los otros –los pobres y los enfermos– sólo recibir. Todos pueden darla y recibirla. Además es concretísima. Se trata de comenzar a mirar con ojos nuevos las situaciones y a las personas con las que vivimos. ¿Qué ojos? Si es sencillo: ¡los ojos con los que querríamos que Dios nos mirara a nosotros! Ojos de disculpa, de benevolencia, de comprensión, de perdón...

Cuando esto sucede, todas las relaciones cambian. Caen, como por milagro, todos los motivos de prevención y hostilidad que impedían amar a cierta persona y ésta nos empieza a aparecer por lo que es en realidad: una pobre criatura que sufre por sus debilidades y sus limitaciones, como tú, como todos. Es como si la careta que los hombres y las cosas se han puesto se cayera y la persona se nos apareciera por los que verdaderamente es.

viernes, 27 de octubre de 2017

Mensaje del Papa Francisco en la I Jornada Mundial de los Pobres


Mensaje del Santo Padre
I Jornada Mundial de los Pobres
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario
19 noviembre 2017

No amemos de palabra sino con obras

1. «Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1 Jn 3,18). Estas palabras del apóstol Juan expresan un imperativo que ningún cristiano puede ignorar. La seriedad con la que el «discípulo amado» ha transmitido hasta nuestros días el mandamiento de Jesús se hace más intensa debido al contraste que percibe entre las palabras vacías presentes a menudo en nuestros labios y los hechos concretos con los que tenemos que enfrentarnos. El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres. Por otro lado, el modo de amar del Hijo de Dios lo conocemos bien, y Juan lo recuerda con claridad. Se basa en dos pilares: Dios nos amó primero (cf. 1 Jn 4,10.19); y nos amó dando todo, incluso su propia vida (cf. 1 Jn 3,16).

Un amor así no puede quedar sin respuesta. Aunque se dio de manera unilateral, es decir, sin pedir nada a cambio, sin embargo inflama de tal manera el corazón que cualquier persona se siente impulsada a corresponder, a pesar de sus limitaciones y pecados. Y esto es posible en la medida en que acogemos en nuestro corazón la gracia de Dios, su caridad misericordiosa, de tal manera que mueva nuestra voluntad e incluso nuestros afectos a amar a Dios mismo y al prójimo. Así, la misericordia que, por así decirlo, brota del corazón de la Trinidad puede llegar a mover nuestras vidas y generar compasión y obras de misericordia en favor de nuestros hermanos y hermanas que se encuentran necesitados.

2. «Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha» (Sal 34,7). La Iglesia desde siempre ha comprendido la importancia de esa invocación. Está muy atestiguada ya desde las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro pide que se elijan a siete hombres «llenos de espíritu y de sabiduría» (6,3) para que se encarguen de la asistencia a los pobres. Este es sin duda uno de los primeros signos con los que la comunidad cristiana se presentó en la escena del mundo: el servicio a los más pobres. Esto fue posible porque comprendió que la vida de los discípulos de Jesús se tenía que manifestar en una fraternidad y solidaridad que correspondiese a la enseñanza principal del Maestro, que proclamó a los pobres como bienaventurados y herederos del Reino de los cielos (cf. Mt 5,3).

«Vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2,45). Estas palabras muestran claramente la profunda preocupación de los primeros cristianos. El evangelista Lucas, el autor sagrado que más espacio ha dedicado a la misericordia, describe sin retórica la comunión de bienes en la primera comunidad. Con ello desea dirigirse a los creyentes de cualquier generación, y por lo tanto también a nosotros, para sostenernos en el testimonio y animarnos a actuar en favor de los más necesitados. El apóstol Santiago manifiesta esta misma enseñanza en su carta con igual convicción, utilizando palabras fuertes e incisivas: «Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que le aman? Vosotros, en cambio, habéis afrentado al pobre. Y sin embargo, ¿no son los ricos los que os tratan con despotismo y los que os arrastran a los tribunales? [...] ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: “Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago”, y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta» (2,5-6.14-17).

3. Ha habido ocasiones, sin embargo, en que los cristianos no han escuchado completamente este llamamiento, dejándose contaminar por la mentalidad mundana. Pero el Espíritu Santo no ha dejado de exhortarlos a fijar la mirada en lo esencial. Ha suscitado, en efecto, hombres y mujeres que de muchas maneras han dado su vida en servicio de los pobres. Cuántas páginas de la historia, en estos dos mil años, han sido escritas por cristianos que con toda sencillez y humildad, y con el generoso ingenio de la caridad, han servido a sus hermanos más pobres.

Entre ellos destaca el ejemplo de Francisco de Asís, al que han seguido muchos santos a lo largo de los siglos. Él no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos. Él mismo vio en ese encuentro el punto de inflexión de su conversión: «Cuando vivía en el pecado me parecía algo muy amargo ver a los leprosos, y el mismo Señor me condujo entre ellos, y los traté con misericordia. Y alejándome de ellos, lo que me parecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo» (Test 1-3; FF 110). Este testimonio muestra el poder transformador de la caridad y el estilo de vida de los cristianos.

No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia. Estas experiencias, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida. En efecto, la oración, el camino del discipulado y la conversión encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica. Y esta forma de vida produce alegría y serenidad espiritual, porque se toca con la mano la carne de Cristo. Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía. El Cuerpo de Cristo, partido en la sagrada liturgia, se deja encontrar por la caridad compartida en los rostros y en las personas de los hermanos y hermanas más débiles. Son siempre actuales las palabras del santo Obispo Crisóstomo: «Si queréis honrar el cuerpo de Cristo, no lo despreciéis cuando está desnudo; no honréis al Cristo eucarístico con ornamentos de seda, mientras que fuera del templo descuidáis a ese otro Cristo que sufre por frío y desnudez» (Hom. in Matthaeum, 50,3: PG 58).

Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma.

4. No olvidemos que para los discípulos de Cristo, la pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de él y con él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos (cf. Mt 5,3; Lc 6,20). La pobreza significa un corazón humilde que sabe aceptar la propia condición de criatura limitada y pecadora para superar la tentación de omnipotencia, que nos engaña haciendo que nos creamos inmortales. La pobreza es una actitud del corazón que nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo como objetivo de vida y condición para la felicidad. Es la pobreza, más bien, la que crea las condiciones para que nos hagamos cargo libremente de nuestras responsabilidades personales y sociales, a pesar de nuestras limitaciones, confiando en la cercanía de Dios y sostenidos por su gracia. La pobreza, así entendida, es la medida que permite valorar el uso adecuado de los bienes materiales, y también vivir los vínculos y los afectos de modo generoso y desprendido (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 25-45).

Sigamos, pues, el ejemplo de san Francisco, testigo de la auténtica pobreza. Él, precisamente porque mantuvo los ojos fijos en Cristo, fue capaz de reconocerlo y servirlo en los pobres. Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación. Al mismo tiempo, a los pobres que viven en nuestras ciudades y en nuestras comunidades les recuerdo que no pierdan el sentido de la pobreza evangélica que llevan impresa en su vida.

5. Conocemos la gran dificultad que surge en el mundo contemporáneo para identificar de forma clara la pobreza. Sin embargo, nos desafía todos los días con sus muchas caras marcadas por el dolor, la marginación, la opresión, la violencia, la tortura y el encarcelamiento, la guerra, la privación de la libertad y de la dignidad, por la ignorancia y el analfabetismo, por la emergencia sanitaria y la falta de trabajo, el tráfico de personas y la esclavitud, el exilio y la miseria, y por la migración forzada. La pobreza tiene el rostro de mujeres, hombres y niños explotados por viles intereses, pisoteados por la lógica perversa del poder y el dinero. Qué lista inacabable y cruel nos resulta cuando consideramos la pobreza como fruto de la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada.

Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad.

Todos estos pobres —como solía decir el beato Pablo VI— pertenecen a la Iglesia por «derecho evangélico» (Discurso en la apertura de la segunda sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II, 29 septiembre 1963) y obligan a la opción fundamental por ellos. Benditas las manos que se abren para acoger a los pobres y ayudarlos: son manos que traen esperanza. Benditas las manos que vencen las barreras de la cultura, la religión y la nacionalidad derramando el aceite del consuelo en las llagas de la humanidad. Benditas las manos que se abren sin pedir nada a cambio, sin «peros» ni «condiciones»: son manos que hacen descender sobre los hermanos la bendición de Dios.

6. Al final del Jubileo de la Misericordia quise ofrecer a la Iglesia la Jornada Mundial de los Pobres, para que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados. Quisiera que, a las demás Jornadas mundiales establecidas por mis predecesores, que son ya una tradición en la vida de nuestras comunidades, se añada esta, que aporta un elemento delicadamente evangélico y que completa a todas en su conjunto, es decir, la predilección de Jesús por los pobres.

Invito a toda la Iglesia y a los hombres y mujeres de buena voluntad a mantener, en esta jornada, la mirada fija en quienes tienden sus manos clamando ayuda y pidiendo nuestra solidaridad. Son nuestros hermanos y hermanas, creados y amados por el Padre celestial. Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad. Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas, traicionando el don original destinado a la humanidad sin exclusión alguna.

7. Es mi deseo que las comunidades cristianas, en la semana anterior a la Jornada Mundial de los Pobres, que este año será el 19 de noviembre, Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta. Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo, de tal modo que se manifieste con más autenticidad la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey del universo, el domingo siguiente. De hecho, la realeza de Cristo emerge con todo su significado más genuino en el Gólgota, cuando el Inocente clavado en la cruz, pobre, desnudo y privado de todo, encarna y revela la plenitud del amor de Dios. Su completo abandono al Padre expresa su pobreza total, a la vez que hace evidente el poder de este Amor, que lo resucita a nueva vida el día de Pascua.

En ese domingo, si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos: será el momento propicio para encontrar al Dios que buscamos. De acuerdo con la enseñanza de la Escritura (cf. Gn 18, 3-5; Hb 13,2), sentémoslos a nuestra mesa como invitados de honor; podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente. Con su confianza y disposición a dejarse ayudar, nos muestran de modo sobrio, y con frecuencia alegre, lo importante que es vivir con lo esencial y abandonarse a la providencia del Padre.

8. El fundamento de las diversas iniciativas concretas que se llevarán a cabo durante esta Jornada será siempre la oración. No hay que olvidar que el Padre nuestro es la oración de los pobres. La petición del pan expresa la confianza en Dios sobre las necesidades básicas de nuestra vida. Todo lo que Jesús nos enseñó con esta oración manifiesta y recoge el grito de quien sufre a causa de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario. A los discípulos que pedían a Jesús que les enseñara a orar, él les respondió con las palabras de los pobres que recurren al único Padre en el que todos se reconocen como hermanos. El Padre nuestro es una oración que se dice en plural: el pan que se pide es «nuestro», y esto implica comunión, preocupación y responsabilidad común. En esta oración todos reconocemos la necesidad de superar cualquier forma de egoísmo para entrar en la alegría de la mutua aceptación.

9. Pido a los hermanos obispos, a los sacerdotes, a los diáconos —que tienen por vocación la misión de ayudar a los pobres—, a las personas consagradas, a las asociaciones, a los movimientos y al amplio mundo del voluntariado que se comprometan para que con esta Jornada Mundial de los Pobres se establezca una tradición que sea una contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo.

Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda. Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio.

Vaticano, 13 de junio de 2017
Memoria de San Antonio de Padua

El Papa Francisco instituye la Jornada Mundial de los Pobres


El Papa Francisco animó a los cristianos, creyentes de otras religiones y en general a todo el mundo, con motivo de la I Jornada Mundial de los Pobres, a invitar a los pobres “a nuestra mesa como invitados de honor”, ya que así “podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente”.

El Santo Padre expresó su deseo de que las comunidades cristianas, en ese día “se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta”.

“Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo, de tal modo que se manifieste con más autenticidad la celebración de la Solemnidad de Cristo Rey del universo, el domingo siguiente”.

Francisco propuso que “en ese domingo, si en nuestro vecindario viven pobres que solicitan protección y ayuda, acerquémonos a ellos: será el momento propicio para encontrar al Dios que buscamos”.

Por otro lado, el Papa subrayó que el sustento de esa misericordia debe ser la oración, porque “el fundamento de las diversas iniciativas concretas que se llevarán a cabo durante esta Jornada será siempre la oración”.

“Que esta nueva Jornada Mundial se convierta para nuestra conciencia creyente en un fuerte llamamiento, de modo que estemos cada vez más convencidos de que compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda. Los pobres no son un problema, sino un recurso al cual acudir para acoger y vivir la esencia del Evangelio”, destacó.

Francisco explicó los objetivos de la Jornada Mundial de los Pobres. “Esta Jornada tiene como objetivo, en primer lugar, estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo suya la cultura del encuentro. Al mismo tiempo, la invitación está dirigida a todos, independientemente de su confesión religiosa, para que se dispongan a compartir con los pobres a través de cualquier acción de solidaridad, como signo concreto de fraternidad”.

Francisco denunció las crecientes desigualdades sociales en el mundo que surgen, cada vez con mayor frecuencia, debido a los abusos de unos pocos privilegiados.

“Hoy en día –lamentó–, desafortunadamente, mientras emerge cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en grandes sectores de la sociedad entera”.

El Papa advirtió, que “ante este escenario, no se puede permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A todo esto se debe responder con una nueva visión de la vida y de la sociedad”.

Además, en el mensaje explicó cómo debe concretarse la misericordia con los pobres. “No pensemos sólo en los pobres como los destinatarios de una buena obra de voluntariado para hacer una vez a la semana, y menos aún de gestos improvisados de buena voluntad para tranquilizar la conciencia”.

“Estas experiencias –explicó–, aunque son válidas y útiles para sensibilizarnos acerca de las necesidades de muchos hermanos y de las injusticias que a menudo las provocan, deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres y dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida”.

Francisco exhortó a “tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma”.

“Si deseamos ofrecer nuestra aportación efectiva al cambio de la historia, generando un desarrollo real, es necesario que escuchemos el grito de los pobres y nos comprometamos a sacarlos de su situación de marginación”, destacó. “Al mismo tiempo, a los pobres que viven en nuestras ciudades y en nuestras comunidades les recuerdo que no pierdan el sentido de la pobreza evangélica que llevan impresa en su vida”.

En el mensaje, el Papa Francisco también explicó en qué consiste la vocación a la pobreza como se explica en los textos evangélicos. “No olvidemos que para los discípulos de Cristo, la pobreza es ante todo vocación para seguir a Jesús pobre. Es un caminar detrás de Él y con Él, un camino que lleva a la felicidad del reino de los cielos”.

Asimismo, detalló qué es esa vocación. “La pobreza significa un corazón humilde que sabe aceptar la propia condición de criatura limitada y pecadora para superar la tentación de omnipotencia, que nos engaña haciendo que nos creamos inmortales”.

Autor: Miguel Pérez Pichel

El cristiano debe cambiar firme en el Evangelio de Jesucristo, por el papa Francisco

Lecturas del Viernes de la 29 Semana del Tiempo Ordinario, A

— Comentario del papa Francisco

La Iglesia debe obrar siguiendo los signos de los tiempos  sin caer en la comodidad del conformismo, sino dejándose inspirar por la oración. Y es que los tiempos cambian y nosotros los cristianos debemos cambiar continuamente con libertad en la verdad de la fe. Así lo ha asegurado el Santo Padre esta mañana durante su homilía de la misa celebrada en Santa Marta.

Los tiempos hacen lo que deben: cambian. Por eso, el papa Francisco ha recordado que los cristianos tienen que hacer lo que quiere Cristo: valorar los tiempos y cambiar con ellos, permaneciendo “fieles en la verdad del Evangelio”. Lo que no está permitido es “el tranquilo conformismo que, de hecho, hace permanecer inmóviles”.

Haciendo referencia a la lectura del día de la Carta a los Romanos de San Pablo, el Pontífice ha subrayado que el apóstol predica con “mucha fuerza la libertad que nos ha salvado del pecado”. Y está la página del Evangelio en la cual Jesús habla de “los signos de los tiempos” llamando hipócritas a aquellos que saben comprenderlos pero que no hacen lo mismo con el tiempo del Hijo del Hombre. A propósito, el Papa ha asegurado que Dios nos ha creado libres y “para tener esta libertad” debemos “abrirnos a la fuerza del Espíritu y entender bien qué sucede dentro y fuera de nosotros” usando “el discernimiento”.

De este modo, el Santo Padre ha comentado que “tenemos esta libertad de juzgar lo que sucede fuera de nosotros. Pero, para juzgar debemos conocer bien lo que sucede fuera de nosotros”. Por eso se ha preguntado “¿cómo se puede hacer esto? ¿Cómo se puede hacer esto, que la Iglesia llama ‘conocer los signos de los tiempos’?”

A continuación, el Santo Padre ha asegurado que “los tiempos cambian y es propio de la sabiduría cristiana conocer estos cambios, conocer los diversos tiempos y conocer los signos de los tiempos. Qué significa una cosa y otra. Y hacer esto sin miedo, con libertad”.

Francisco ha reconocido que no es algo fácil, porque son demasiados los condicionantes externos que presionan también a los cristianos induciendo a muchos a un ‘no hacer’.

Y lo ha explicado así: “Esto es un trabajo que de costumbre no hacemos: nos conformamos, nos tranquilizamos con un ‘me ha dicho, he escuchado, la gente dice, he leído…’ Y así estamos tranquilos… ¿Pero cuál es la verdad? ¿Cuál es el mensaje que el Señor quiere darme con el signo de los tiempos? Para entender los signos de los tiempos, antes que nada es necesario el silencio: hacer silencio y observar. Y después reflexionar dentro de nosotros”. Al respecto ha preguntado: “¿por qué hay tantas guerras ahora? ¿Por qué ha sucedido algo? Y rezar… silencio, reflexión y oración. Solamente así --ha asegurado-- podremos entender los signos de los tiempos, lo que Jesús quiere decirnos.

Del mismo modo, ha precisado que entender los signos de los tiempos no es un trabajo exclusivo de una élite cultural. Jesús no dice “mirad cómo hacen los universitarios, mirado cómo hacen los doctores, mirad cómo hacen los intelectuales…”. El Papa ha subrayado que Jesús habla a los campesinos que “en su sencillez” saben “distinguir el grano de la cizaña”.

Para finalizar, el Pontífice ha indicado que “los tiempos cambian y nosotros cristianos debemos cambiar continuamente. Debemos cambiar firmes en la fe en Jesucristo, firmes en la verdad del Evangelio, pero nuestra actitud debe moverse continuamente según los signos de los tiempos. Somos libres. Somos libres por el don de la libertad que nos ha dado Jesucristo. Pero nuestro trabajo es mirar qué sucede dentro de nosotros, discernir nuestros sentimientos, nuestros pensamientos; y qué sucede fuera de nosotros y discernir los signos de los tiempos. Con silencio, con la reflexión y con la oración”.

VIERNES DE LA 29 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I (Lecturas)

Romanos 7,18-25a
Salmo 118: Instrúyeme, Señor, en tus leyes
Lucas 12,54-59

Romanos 7,18-25a

Hermanos: Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos. En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. En resumen: yo, de por mí, por un lado, con mi razón, estoy sujeto a la ley de Dios; por otro, con mi carne, a la ley del pecado. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias.

Salmo 118: Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus mandatos.
R. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes.
R. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo.
R. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu voluntad.
R. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste vida.
R. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus leyes.
R. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Lucas 12,54-59

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: "Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo."

Lucas 12,54-59: Los signos de los tiempos

Lucas 12,54-59
Viernes de la 29 Semana del Tiempo Ordinario I y II

En aquel tiempo decía Jesús a la gente: "Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. ¡Hipócritas!: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer? Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo".

jueves, 26 de octubre de 2017

JUEVES DE LA 29 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I (Lecturas)

Romanos 6,19-23
Salmo 1: Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor
Lucas 12,49-53

Romanos 6,19-23

Hermanos: Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad, propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora al servicio de la justicia para vuestra santificación. Cuando erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora os avergonáis, porque acaban en la muerte. Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

Salmo 1: Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor

Dichoso el hombre
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
R. Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.
R. Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.
R. Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor

Lucas 12,49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra."

Romanos 6,20-23: Los frutos del pecado y de la justicia

Romanos 6,20-23
Jueves de la 29 Semana del Tiempo Ordinario, A

6:20 Cuando eran esclavos del pecado, ustedes estaban libres con respecto de la justicia.
6:21 Pero, ¿qué provecho sacaron entonces de las obras que ahora los avergüenzan? El resultado de esas obras es la muerte.
6:22 Ahora, en cambio, ustedes están libres del pecado y sometidos a Dios: el fruto de esto es la santidad y su resultado, la Vida eterna.
6:23 Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor.

SOBRE EL MISMO TEMA: 
La conversión es una tarea diaria  

Romanos 6,19-23:La conversión es una tarea diaria, por el papa Francisco

Romanos 6,19-23

Hermanos: Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad, propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora al servicio de la justicia para vuestra santificación. Cuando erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora os avergonáis, porque acaban en la muerte. Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.

— Comentario por el papa Francisco

El esfuerzo del cristiano tiene como objetivo abrir la puerta del corazón al Espíritu Santo. Esta es la idea central de la homilía del papa Francisco en la misa de este jueves por la mañana, celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta.

En su reflexión, el Pontífice ha destacado que la conversión, para el cristiano, “es una tarea, es un trabajo diario” que nos lleva al encuentro con Jesús. Así, el Santo Padre ha puesto el ejemplo de una madre con cáncer que ha hecho todo lo posible para derrotar a la enfermedad.

El Papa se ha inspirado en la Carta de san Pablo a los Romanos y ha señalado que, para pasar del servicio de la iniquidad a la santificación, debemos esforzarnos todos los días. San Pablo, ha observado, utiliza “la imagen del deportista”, el hombre que “se entrena para prepararse para el partido y hace un gran esfuerzo”. Y dice: “Pero si este, para ganar un partido hace este esfuerzo, entonces nosotros, que tenemos que llegar a esa gran victoria del Cielo, ¿cómo lo haremos?”. San Pablo, ha proseguido, nos “exhorta mucho a avanzar en este esfuerzo”.

“'Ah, Padre, ¿podemos pensar que la santificación llega a través del esfuerzo que hago, como la victoria llega a través del entrenamiento para el que hace deporte?'. No. El esfuerzo que hacemos, este trabajo diario de servir al Señor con nuestra alma, con nuestro corazón, con nuestro cuerpo, con toda nuestra vida solo abre la puerta al Espíritu Santo. ¡Él es el que entra en nosotros y nos salva! ¡Él es el don en Jesucristo! Al contrario, nos pareceremos a los faquires: no, no somos faquires. Nosotros, con nuestro esfuerzo, abrimos la puerta”.

Una tarea difícil, ha reconocido Francisco, “porque nuestra debilidad, el pecado original, el diablo siempre nos acobardan”. El autor de la Carta a los Hebreos, ha añadido, “nos advierte contra esta tentación de retroceder”, nos invita a “no retroceder, no ceder”. Debemos “ir hacia adelante --ha instado-- siempre: un poco cada día”, incluso “cuando hay una gran dificultad”.

“Hace unos meses, me encontré con una mujer. Joven, madre de una familia --una hermosa familia-- que tenía cáncer. Un cáncer malo. Pero ella se movía con felicidad, hacía como si estuviera sana. Y hablando de esa actitud, me ha dicho: 'Padre, ¡hago todo lo posible para vencer al cáncer!'. Así el cristiano. Nosotros, los que hemos recibido este don en Jesucristo y hemos pasado del pecado, de la vida de la iniquidad a la vida del don en Cristo, en el Espíritu Santo, debemos hacer lo mismo. Cada día un paso. Cada día un paso”.

martes, 24 de octubre de 2017

San Antonio Mª Claret en Sallent y en Vic

Sallent, foco anarquista y cuna del P. Claret

San Antonio Mª Claret y Clará nacía en 1807 en la villa de Sallent, a 14 kilómetros al norte de Manresa. Centro fabril a orillas del Llobregat, al comenzar a explotarse las potasas a primeros de siglo XX, aumentó su población con la llegada de mineros de Figols, Mazarrón y Huelva. El frío clima religioso de la ciudad se convirtió entonces en abiertamente anticlerical.

Los historiadores llaman Revuelta de l'Alt Llobregat o Sucesos de Fígols de 1932, a la huelga general, de carácter revolucionario, que tuvo lugar entre el 18 y el 23 de enero de 1932 y que tuvo un seguimiento muy importante en los sectores minero y textil. La protesta se inició en Berga y llegó a les minas de Fígols, donde los anarquistas proclamaron el comunismo libertario.

Feudo del anarquismo, allí residió su mentor José López Montenegro, expulsado del ejército, que marchó a París y luchó en la Comuna, y a su vuelta se afincó en Sallent, donde fundó el periódico Los Desheredados. Prolífico escritor ácrata, era con Anselmo Lorenzo, obligado mitinero en todo acto anarquista en Cataluña y Aragón. Miembro de la logia “los Hijos del Trabajo”, estableció en Sallent una escuela laica, dirigida y continuada luego por la masonería comarcal.

El monumento al P. Claret de 1906

La erección del monumento destinado a recordar a los sallentinos a un hijo ilustre, es debido a la iniciativa del reverendo cura párroco doctor don Pedro Pi, secundado por el Ayuntamiento. Su inauguración se efectuó en Sallent a las cuatro de la tarde del día 28 del mes último”. La noticia y la foto aparecen en la revista La Hormiga de Oro del 10 de noviembre de 1906.


“La estatua tiene un altura de dos metros. El P. Claret aparece sentado en una torre (iglesia) enseñando el catecismo a un niño. A sus pies aparecen las encrespadas olas del mar (impiedad), tratando de socavar los cimientos de la Iglesia. Un fantástico dragón, símbolo del pecado, resbala vencido sobre una ola gigantesca del irritado mar”. En la bendición estuvo el Obispo de Vic, doctor José Torras y Bages.

Pasaran los años y en un ambiente anticlerical, el 6 de octubre de 1934 Luis Companys proclama el Estado catalán dentro de la República federal española. Los anarcosindicalistas de la Alianza Obrera de la cuenca del Llobregat proclamaron la República catalana, incendiaron la iglesia de Navás y asesinaron a su párroco Mosén Morta.

En Sallent se suspendieron los festejos por la beatificación en Roma de su ilustre paisano Antonio Mª. Claret, y las turbas arrancaron la cabeza de su estatua y la lanzaron a la riera. La Vanguardia del 18 de diciembre explica que "el monumento al beato Padre Claret, que fue mutilado la noche del 6 de octubre, y que acaba de restaurarse". Dos años después, en julio de 1936, destruirían todo el monumento. Tras la guerra civil se volvería a levantar. El No-Do del 1 de octubre de 1951 daba la noticia de la inauguración del monumento.

Incluso se hicieron sellos postales con el rostro de San Antonio Mª Claret. Este matasello nos da la fecha exacta:


El cuerpo de San Antonio María Claret 

Para los Claretianos, Vic es su Ciudad Santa. En ella nació la Congregación. Ella guardaba los restos del Fundador: San Antonio María Claret [muerto el 24 de octubre de 1870 en el monasterio francés de Fontfroide (Francia), sus restos mortales se trasladaron a Vic en 1897]. Su Casa Misión, Casa de Ejercicios Espirituales y noviciado, constituían un centro de espiritualidad y por aquella comunidad habían pasado muchos misioneros santos.

La revolución se iba a cebar en ella de modo despiadado. De la iglesia de la Merced no quedaría piedra sobre piedra. Casa y Noviciado serían incendiados. Los restos del Padre Claret -buscados con odio más que cualquier sacerdote vivo- se salvarían escondidos en la casa vecina de la familia Bantulá».

La Hormiga de Oro, con motivo de “las solemnísimas fiestas en honor del beato Padre Antonio Claret, fundador del Instituto Cordimariano” publica el 17 de mayo de 1934 esta foto. Se trata del tribunal eclesiástico que presencia la vestición y colocación del cuerpo del Beato Padre Claret en la urna. La urna fue trasladada a la catedral de Vic para el pontifical solemne que presidió el siervo de Dios Manuel Irurita Almandoz, obispo de Barcelona.


El cuerpo del P. Claret en casa del carpintero

El P. Bertrams, vicepostulador de la causa y custodio del sepulcro del fundador que en previsión había encargado construir un gran cajón al carpintero Miguel Bantulá, pensó llegado el momento de salvar su cuerpo. Mandó al P. Brossa a por la autorización del Prelado. Era el 20 de julio de 1936 y el peligro era más que real.

Milicianos armados merodeaban frente a la puerta de la iglesia, y el P. Brossa no volvía, por lo que el P. Bertrans, consciente de que romper los sellos episcopales lacrados sin autorización del obispo acarreaba excomunión, dijo a los presentes: “Las normas jurídicas no rigen en situaciones de necesidad; no hay tiempo que perder, me hago cargo de todas las excomuniones, —y cuenta que— corté los sellos y con la ayuda de otros dos padres, sacamos el cuerpo del Beato, lo doblamos, y envuelto con el mantel del altar, lo llevamos a la sacristía donde esperaba el Sr. Bantulá, y lo depositamos con sus vestidos episcopales en la gran caja de madera”.

Por fin llegó el P. Brossa con la autorización del Obispo, acompañado del Provicario General. Identificado el cuerpo se cerró el cajón y se lacraron de nuevo los sellos. Juraron todos guardar secreto sobre su paradero, y hacia las seis de la tarde el carpintero Bantulá, cargando al hombro la caja envuelta en una manta, salió pausadamente por la puerta principal del convento sin que ningún miliciano se percatase. Llevó la caja a su casa y la enterró en el huerto.

Canonización en 1950

Tras la beatificación, el 25 de febrero de 1934, los claretianos se preocuparon inmediatamente de continuar el proceso hacia su canonización. El 7 de mayo de 1950 Antonio María Claret fue canonizado por Pío XII. La Basílica de San Pedro estaba repleta de peregrinos.


En la imagen procesión de la urna que contenía el cuerpo del P. Fundador, en Vic, con motivo de su canonización. Bajo estas líneas una fotografía de la segunda mitad del siglo XX.


 El Templo-sepulcro de San Antonio María Claret de Vic, fue proyectado per Josep Maria Ribas (1899 - 1959) y acabado por Manuel Ribas (1925 - 2013). Fue construida entre 1957 y 1970. En 1999, tras finalizar las obras de remodelación del templo claretiano de Vic, la nueva urna que guarda el cuerpo del fundador de los claretianos fue colocada en la cripta.


Su moderno sepulcro, reminiscencia del barroco romano, es obra de marquetería del artista Domènec Fita (1927), con una expresiva simbología.


Fita es el escultor de la imagen de San Antonio Mª Claret en la Sagrada Familia de Barcelona, donde gozosamente se celebró el pasado sábado la beatificación de 109 claretianos mártires.


Autor: Jorge López Teulón (Madrid 1970). Tras cursar los estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de San Ildefonso, recibe la ordenación sacerdotal, el 25 de junio 1995. Sus años de ministerio sacerdotal los ha desarrollado en la ciudad de Talavera de la Reina (Toledo). Delegado de Medios de Comunicación Social en la Vicaría de Talavera (1996-2005). Se le encargó durante un quinquenio (1998-2002) la retransmisión para el territorio nacional de la Misa dominical retransmitida por la Cadena COPE. Desde 1996 es el Capellán del Colegio Compañía de María de la Orden de Hijas de María Nuestra Señora en Talavera. En el año 2002 fue nombrado Postulador de una Causa de más de 900 mártires de la persecución religiosa de 1936 a 1939, para la Provincia eclesiástica de Toledo y la diócesis de Ávila. Ha creado la página www.persecucionreligiosa.es , primera página en lengua española dedicada exclusivamente a este tema. También ha creado la página www.cardenaldonmarcelo.es Jorge López Teulón, jorgelteulon@gmail.com, es autor, editor y responsable del Blog Victor in vínculis, alojado en el espacio web de www.religionenlibertad.com

domingo, 22 de octubre de 2017

Mateo 22,15-21: El impuesto del César

Mateo 22,15-21
Domingo de la 29 Semana del Tiempo Ordinario A

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
— Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
— Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
— ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
— Del César.
Entonces les replicó:
— Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

SOBRE EL MISMO TEMA:
Al César lo que es del César 
¿Es lícito pagar impuestos al César o no? 
Los otros impuestos
Los pobres son de Dios
Pertenencia al Reino y obediencia a las autoridades civiles 

Al César lo que es del César (Mt 22,15-21), por el P. Raniero Cantalamessa, OFM

El Evangelio de este domingo termina con una de aquellas frases lapidarias de Jesús que han dejado una marca profunda en la historia y en el lenguaje humano: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. No más: o César o Dios, sino: uno y otro, cada uno en su lugar.

Es el comienzo de la separación entre religión y política, hasta entonces inseparables en todos los pueblos y regímenes. Los hebreos estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios instaurado por el Mesías como una “teocracia”, es decir, como un gobierno dirigido por Dios en toda la tierra a través de su pueblo. Ahora en cambio, la palabra de Cristo revela un reino de Dios que “está” en el mundo pero que no “es” de este mundo, que camina en una longitud de onda distinta y que, por ello, coexiste con cualquier otro régimen, sea de tipo sacro o “laico”.

Se revelan así dos tipos cualitativamente diversos de soberanía de Dios en el mundo: la “soberanía espiritual” que constituye el reino de Dios y que ejerce directamente en Cristo, y la “soberanía temporal” o política, que Dios ejerce indirectamente, confiándola a la libre elección de las personas y al juego de las causas segundas.

César y Dios, sin embargo, no están al mismo nivel, porque también César depende de Dios y debe rendirle cuentas. “Dad a César lo que es de César” significa, por tanto: “Dad a César lo que 'Dios mismo quiere' que le sea dado a César”. Dios es el soberano de todos, César incluido. No estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir “a dos señores”.

El cristiano es libre de obedecer al Estado, pero también de resistir al Estado cuando éste se pone contra Dios y su ley. En este caso, no vale invocar el principio del orden recibido de los superiores, como suelen hacer ante los tribunales los responsables de crímenes de guerra. Antes que a los hombres, hay que obedecer a Dios y a la propia conciencia. Ya no se puede dar a César el alma que es de Dios.

El primero en sacar conclusiones prácticas de esta enseñanza de Cristo fue San Pablo. Escribió: “Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino. Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese oficio” (Rom 13, 1 ss.).

Pagar lealmente los impuestos para un cristiano (también para toda persona honrada) es un deber de justicia y por tanto un deber de conciencia. Garantizando el orden, el comercio y todos los demás servicios, el Estado da al ciudadano algo por lo que tiene derecho a una contrapartida, precisamente para poder seguir dando estos servicios.

La evasión fiscal, cuando alcanza ciertas proporciones -nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica-, es un pecado mortal, similar al de cualquier robo grave. Es un robo hecho no al “Estado”, o sea, a nadie, sino a la comunidad, es decir, a todos. Esto supone naturalmente que también el Estado sea justo y equitativo cuando impone las tasas.

La colaboración de los cristianos en la construcción de una sociedad justa y pacífica no se agota con pagar los impuestos; debe extenderse también a la promoción de valores comunes, como la familia, la defensa de la vida, la solidaridad con los más pobres, la paz.

Hay también otro ámbito en el que los cristianos deberían dar una contribución más grande a la política. No tiene tanto que ver con los contenidos como con los métodos, el estilo. Es necesario desempozoñar el clima de lucha permanente, procurar mayor respeto, compostura y dignidad en las relaciones entre partidos. Respeto al prójimo, moderación, capacidad de autocrítica: son rasgos que un discípulo de Cristo debe llevar a todas las cosas, también a la política. Es indigno de un cristiano abandonarse a insultos, sarcasmo, rebajarse a riñas con los adversarios. Si, como decía Jesús, quien dice al hermano “estúpido” ya es reo de la Gehenna, ¿qué será de muchos políticos?

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sábado, 21 de octubre de 2017

Mt 22,15-21: Los pobres son de Dios, por José Antonio Pagola

A espaldas de Jesús, los fariseos llegan a un acuerdo para prepararle una trampa decisiva. No vienen ellos mismos a encontrarse con él. Le envían a unos discípulos acompañados por unos partidarios de Herodes Antipas. Tal vez no faltan entre ellos algunos poderosos recaudadores de los tributos para Roma.

La trampa está bien pensada: "¿Estamos obligados a pagar tributo al César o no?". Si responde negativamente le podrán acusar de rebelión contra Roma. Si legitima el pago de tributos quedará desprestigiado ante aquellos pobres campesinos que viven oprimidos por los impuestos, y a los que él ama y defiende con todas sus fuerzas.

La respuesta de Jesús ha sido resumida de manera lapidaria a lo largo de los siglos en estos términos: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pocas palabras de Jesús habrán sido tan citadas como estas. Y ninguna, tal vez, más distorsionada y manipulada desde intereses muy ajenos al Profeta defensor de los pobres.

Jesús no está pensando en Dios y en el César de Roma como dos poderes que pueden exigir cada uno de ellos, en su propio campo, sus derechos a sus súbditos. Como todo judío fiel, Jesús sabe que a Dios "le pertenece la tierra y todo lo que contiene, el orbe y todos sus habitantes" (Salmo 24).

¿Qué puede ser del César que no sea de Dios? ¿Acaso no son hijos de Dios los súbditos del emperador?

Jesús no se detiene en las diferentes posiciones que enfrentan en aquella sociedad a herodianos, saduceos o fariseos sobre los tributos a Roma y su significado: si llevan la "moneda del tributo" en sus bolsas que cumplan sus obligaciones. Pero él no vive al servicio del Imperio de Roma, sino abriendo caminos al reino de Dios y su justicia.

Por eso les recuerda algo que nadie le ha preguntado: "Dad a Dios lo que es de Dios". Es decir, no deis a ningún César lo que solo es de Dios: la vida de sus hijos. Como ha repetido tantas veces a sus seguidores, los pobres son de Dios, los pequeños son sus predilectos, el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

No se ha de sacrificar la vida, la dignidad o la felicidad de las personas a ningún poder. Y, sin duda, ningún poder sacrifica hoy más vidas y causa más sufrimiento, hambre y destrucción que esa "dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano" que, según el Papa Francisco, han logrado imponer los poderosos de la tierra. No podemos permanecer pasivos e indiferentes acallando la voz de nuestra conciencia con las prácticas religiosas.

Sobre el mismo tema  

Los otros impuestos (Mt 22,15-21), por Fernando Torres, cmf


En la sociedad pagamos impuestos y tasas. Muchos. Muchas veces. Pero, abramos los ojos a la realidad, los más altos impuestos no son los que pagamos al Estado para que construya mejores carreteras, atienda las escuelas y la salud pública, financie nuestra seguridad, ayude a los más necesitados y tantas otras cosas necesarias que sólo el Estado puede y debe hacer.

Hay muchos otros impuestos que no pagamos en dinero pero que son también muy importantes.

¿Cuántas veces por respetos humanos no nos atrevemos a decir lo que de verdad pensamos? Y preferimos callarnos, guardar silencio. Ahí pagamos un impuesto muy alto, vendemos nuestra propia autenticidad, nuestra libertad, nuestra dignidad. Todo con tal de que los demás nos sigan aceptando, toda para adaptarnos a ellos.

Pagar el impuesto al César no era sólo darle la moneda. Era hacerse siervo del César, obediente a sus normas. Era ser su esclavo. Por eso Jesús pregunta con ironía de quién es el rostro que figura en la moneda. Si es del César es que hay que devolvérselo al César. Pero al César hay que darle sólo el dinero no la vida ni el honor ni la libertad. Todo eso pertenece a Dios y nada más que a Dios. La vida, el honor y la libertad son los dones que Dios ha puesto en nuestras manos. Es nuestra responsabilidad devolvérselos a Dios acrecentados, cuidados y llevados a su plenitud. Ése es el impuesto que nos ha preparado Dios: que llevemos nuestra vida y nuestra libertad a su plenitud.

Hoy el Evangelio nos plantea una cuestión básica: ¿a quién servimos? ¿A quién pagamos los impuestos más valiosos? Y sigo sin referirme a los que pagamos al Estado. Esos son necesarios. Esos los pagamos con dinero. Lo malo son los impuestos que pagamos a lo qué dirán los demás de nosotros o al egoísmo. Esos los pagamos con nuestra libertad, renunciando a ella. Al final terminamos siendo esclavos de esos señores. Y renunciamos a los mejores bienes que Dios nos ha dado: la libertad y la vida.

Jesús nos pide que no nos olvidemos de dar a Dios lo que es de Dios. La vida que vivimos, la vida de nuestros hermanos, la libertad a que estamos llamados, todos esos son los dones de Dios. Le pertenecen. Y al final, cuando llegue el último momento, se los tendremos que devolver, acrecentados, llevados a plenitud. Mi vida y la de mis hermanos y hermanas. Mi libertad y la de mis hermanos y hermanas.

Para la reflexión:

¿Me siento libre para actuar como creo que debo actuar?
¿Me dejo llevar por lo que hacen los demás?
¿Cómo cuido de la vida y libertad de mis hermanos y hermanas?
¿Reconozco a Dios como mi señor?
¿Soy esclavo de otros señores? ¿De cuáles?

Sobre el mismo tema  

Pertenencia al Reino de Dios y obediencia a las autoridades civiles, por Julio César Rioja, cmf


Tema complicado, ¿es compatible la pertenencia al Reino y tener a Dios como soberano absoluto y la obediencia a las autoridades civiles y el ser ciudadanos?

Desde siempre las relaciones entre lo religioso y lo político estuvieron saturadas de confusión y esto llega hasta hoy, (recordemos la Constitución, el Concordato, la asignatura de religión, el pago de la entrada a las Catedrales, el patrimonio, la cruz en la declaración de la renta…; pero éste es tema de unas charlas, no de una homilía).

Ya los primeros cristianos tenían el dilema de ser fieles al Dios de Jesucristo y al Emperador, la solución parece darla el texto de hoy: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.

El problema se planteará también más tarde ante Pilatos que le preguntará: “¿Eres Rey?” y por lo tanto si dice sí, atenta contra el César; conocemos la respuesta: “Soy Rey, pero mi reino no es de este mundo”, no corresponde al esquema político que tenemos en la cabeza.

Lo original de su Reino, es la soberanía absoluta de Dios sobre el mundo, la primera lectura de Isaías afirma: “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay Dios”.

Solemos caer en el error de pensar en un Dios que reina al estilo nuestro, con un esquema político, burocrático y en ocasiones militar, (¿Qué significa sino que el Papa sea jefe de Estado?). El reinado de Dios se ejerce en el interior de los corazones y mediante el ejercicio de la justicia es salvaguarda de los derechos del hombre.

En este tema tan complicado es necesario tener algunas ideas claras:

  • el Reino de Dios es más amplio que la Iglesia, pero esto no quiere decir que no haya una relación querida por Jesús entre la comunidad cristiana y el Reino. 
  • La Iglesia debe caracterizarse por la defensa de los derechos absolutamente inalienables del hombre, lo que llamamos los valores del Reino, (por ejemplo el derecho a la vida). En este sentido la Iglesia no está en contraposición con el Estado o la política, los dos buscan el bien de las personas. Esto exige, desde la honestidad y la sinceridad de corazón una actitud de constante búsqueda y autocrítica, mirar los “signos de los tiempos”: tanto a la Iglesia como al Estado o la política. 
  • Con el ejemplo anterior, defender la vida: es preocuparse por las leyes abortistas, por el 0,7% y el tercer mundo, apoyar económicamente a las familias, estar en contra de la pena de muerte…

Por mucho que lo digan ciertos voceros, nosotros somos ciudadanos y la fe no es algo de las sacristías o íntimo y privado, la Iglesia y los cristianos, desde la humildad, tienen derecho a decir en público lo que piensan sobre la organización y marcha de la vida. No tenemos todas las soluciones e incluso tantos defectos como otras instituciones, pero aportamos nuestro grano de arena, (Últimamente un buen ejemplo de ello es la Exhortación del Papa Francisco “La Alegría del Evangelio”).

La Iglesia puede prestar una gran contribución a la sociedad, nos lo recuerda el DOMUND, que se celebra en este domingo con el lema: “Renace la alegría” y tantos y tantos misioneros. No hay contraposición afirmamos que Dios y Jesús es el Señor y también nuestra pertenencia a un pueblo del que somos parte activa. Si le damos a la comunidad humana todo lo que le podemos dar, estamos seguros de que también se lo damos a Dios. Todo lo que se hace a favor de la justicia, es tarea a favor del Reino de Dios.

Fuente: ciudadredonda.org

¿Es lícito pagar impuestos al César o no?, por Mons. Francisco Gonzalez, S.F.


Estamos ya en el domingo XXIX del Tiempo Ordinario. Vive Jesús los últimos de su vida en Jerusalén antes de su pasión y muerte y lo hace, hablando y confrontando a los líderes del pueblo.

Cuanto más presiona Jesús y más intenta que ellos mismos vayan enfrentándose con su propia situación, especialmente en referencia al Padre, aumenta en todos aquellos dirigentes un odio profundo hacia el Señor que no pueden o quieren disimular. En esta ocasión no son los mismos fariseos sus interlocutores, sino que mandan a otros que hablen por ellos. Parece que se lo habían ensayado todo muy bien, como los actores antes de salir a escena.

Comienzan con todo signo de respeto, dándole a Jesús el título de Maestro, al mismo tiempo que le caracterizan como sincero, que sabe, solo habla del camino que conduce a Dios, que porta el estandarte de la verdad, sin preocuparse por el que dirán ni por las apariencias. Y así presentándose ante Jesús, y la gente que le escuchaba, como sus grandes admiradores y ansiosos de conocer sus enseñanzas como si les interesara gran cosa le hacen la pregunta: ¿Es lícito pagar impuestos al César o no?

Jesús les ha visto venir, y más aún, ha penetrado en sus corazones y sabe a lo que han venido, por eso comienza su respuesta marcándoles, mejor dicho, descubriéndoles por lo que son y así les dice: ¡Hipócritas!, ¿Por qué me tentáis? El mismo evangelista nos dice que Jesús se había dado cuenta de la mala intención de estos enviados de los fariseos y algunos herodianos. Y les da una lección y sin caer en la trampa que le han tendido. Y les pide ver la moneda con que ellos pagan el tributo o impuesto del César, y con la moneda en la mano responde sin responder a la pregunta que le han hecho.

La moneda contiene la “imagen” del emperador y así les dice: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Me encanta Jesús, sabe estar siempre en su lugar y dar la respuesta que deja sin palabra a los infelices que los líderes le han mandado. Han venido para hacerle caer en una trampa peligrosa, pues se responde en lo afirmativo los judíos lo declararan enemigo del pueblo, si responde negativamente lo llevaran ante la autoridad como traidor y revolucionario.

A Jesús le preguntan por las cosas de este mundo y el responde poniendo a Dios en el centro. Si ese trocito de metal tiene la imagen del César, pues dénselo a él, pero el ser humano pertenece a Dios, pues lleva en sí la imagen de Dios, no del César.

Las palabras de Jesús han hecho correr litros de tinta, se han usado y abusado y sin mucho acierto, en gran número de ocasiones. Incluso las hemos oído en la boca de muchos políticos para separar a Dios de las responsabilidades y vida de las personas. Cambian de camisa o uniforme de acuerdo donde están sentados: en la poltrona de su oficina o en la banca de la Iglesia.

Hay quienes no se han dado cuenta que no se puede ser policía y ladrón al mismo tiempo, ni soldado y traidor o dador y destructor de vidas. A Dios no se le puede separar del hombre, ni al hombre de Dios. A Dios le pertenece todo.

Tanto el estado como la Iglesia, el gobernador y el clérigo, la política y la religión, todos están al servicio del ser humano para su desarrollo pleno y felicidad. Como muy acertadamente nos recuerda el evangelista las palabras de Jesús: “Vine para que tengan vida en plenitud”, y que más tarde nos lo recuerda uno de los grandes Padres de la Iglesia, San Irineo: “La mayor gloria de Dios es la persona completamente desarrollada”.

DOMINGO DE LA 29 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año A (Lecturas)

Isaías 45,1.4-6
Salmo 95,1.3.4-5.7-8.9-10a.10e:
Aclamad la gloria y el poder del Señor
1 Tesalonicenses 1,1-5b
Mateo 22,15-21

Isaías 45,1.4-6

Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.»

Salmo 95,1.3.4-5.7-8.9-10a.10e
Aclamad la gloria y el poder del Señor

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones.
R. Aclamad la gloria y el poder del Señor

Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo.
R. Aclamad la gloria y el poder del Señor

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
R. Aclamad la gloria y el poder del Señor

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.»
R. Aclamad la gloria y el poder del Señor

1 Tesalonicenses 1,1-5b

Pablo, Silvano y Tirnoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordarnos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.

Mateo 22,15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
— Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
— Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
— ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
— Del César.
Entonces les replicó:
— Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

jueves, 12 de octubre de 2017

Día 12 de Octubre: Virgen del Pilar, por Celestino Hueso, SF


Nuestra Señora del Pilar con el apóstol Santiago Zebedeo


Dicen que Santiago, al que llamaban “el trueno” seguramente porque no le sobraba la paciencia, ya estaba hasta el gorro. Había hecho su camino y todos los caminos de España cuatro millones de veces y nadie le hacía caso. Dicen que se encontraba cansado y aburrido de predicar el Evangelio para nada. Y se recostó en una columna a llorar sus desventuras.

“¡Vamos! ¡Que no es tan fiero el león como lo pintan!” le dijo la Virgen, que se encontraba justo encima de la columna. Ver a nuestra Madre y cambiar las cosas fue todo uno. Santiago recuperó el vigor y la fe y los íberos indómitos comenzaron a abrazar la fe por montones y a sembrar la piel de toro de santuarios marianos, de tal manera que desde entonces se comenzó a conocer a España como “La tierra de la Virgen”.

Rumores solamente. Lo cierto es que María vino y se quedó para siempre con nosotros encima de su Pilar. Y los españoles la recibieron como madre y reina de las de verdad, de las que predican con el ejemplo y como regalo le dieron a María un nuevo continente.

Es curioso: Todas las Vírgenes de España son pequeñitas y aparecen en lo alto: La de la Cabeza, Tiscar, Montserrat, Covadonga, el Pilar.

El tamaño es para atraer, para no asustar. Una Virgen pequeñita se ve tan linda como un niño de pocos años.

También es pequeñita para indicar que el grande es quien la sostiene. La montaña y el pilar representan a Jesucristo, auténtica columna de la fe.

Felicidades a todas las Pilar, a España y a toda la hispanidad.


12 de octubre: Nuestra Señora del Pilar (Lecturas)

1 Crónicas 15,3-4.15-16;16,1-2
Salmo 26,1.3.4.5: El Señor me ha coronado, 
sobre la columna me ha exaltado
Lucas 11,27-28


1 Crónicas 15,3-4.15-16;16,1-2

En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor. David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado. Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.

Salmo 26,1.3.4.5:
El Señor me ha coronado, 
sobre la columna me ha exaltado

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?
R. El Señor me ha coronado, 
sobre la columna me ha exaltado

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
R. El Señor me ha coronado, 
sobre la columna me ha exaltado

Una cosa pido al Señor, eso buscaré:
habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.
R. El Señor me ha coronado, 
sobre la columna me ha exaltado

Él me protegerá en su tienda el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca.
R. El Señor me ha coronado,
sobre la columna me ha exaltado



En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:
— Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.
Pero él repuso:
— Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.


lunes, 9 de octubre de 2017

LUNES DE LA 27 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I (Lecturas)

Jonás 1,1-2,1-11
Interleccional:
Jonás 2,3-8: Sacaste mi vida de la fosa, Señor
Lucas 10,25-37


Jonás 1,1-2,1-11

Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: "Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: "Su maldad ha llegado hasta mí."" Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor. Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente. El capitán se le acercó y le dijo: "¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos." Y decían unos a otros: "Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad." Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: "Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?" Él les contestó: "Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme." Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: "¿Qué has hecho?" Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado. Entonces le preguntaron: "¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?" Porque el mar seguía embraveciéndose. Él contestó: "Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se os aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta." Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres." Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.

Interleccional:
Jonás 2,3-8: Sacaste mi vida de la fosa, Señor


En mi aflicción clamé al Señor,
y me atendió;
desde el vientre del infierno pedí auxilio,
y escuchó mi clamor.
R. Sacaste mi vida de la fosa, Señor

Me arrojaste a lo profundo en alta mar,
me rodeaban las olas,
tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí.
R. Sacaste mi vida de la fosa, Señor

Yo dije: "Me has arrojado de tu presencia;
quién pudiera ver de nuevo tu santo templo."
R. Sacaste mi vida de la fosa, Señor

Cuando se me acababan las fuerzas
me acordé del Señor;
llegó hasta ti mi oración,
hasta tu santo templo.
R. Sacaste mi vida de la fosa, Señor

Lucas 10,25-37

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."