Nuestra Señora del Pilar con el apóstol Santiago Zebedeo
Dicen que Santiago, al que llamaban “el trueno” seguramente porque no le sobraba la paciencia, ya estaba hasta el gorro. Había hecho su camino y todos los caminos de España cuatro millones de veces y nadie le hacía caso. Dicen que se encontraba cansado y aburrido de predicar el Evangelio para nada. Y se recostó en una columna a llorar sus desventuras.
“¡Vamos! ¡Que no es tan fiero el león como lo pintan!” le dijo la Virgen, que se encontraba justo encima de la columna. Ver a nuestra Madre y cambiar las cosas fue todo uno. Santiago recuperó el vigor y la fe y los íberos indómitos comenzaron a abrazar la fe por montones y a sembrar la piel de toro de santuarios marianos, de tal manera que desde entonces se comenzó a conocer a España como “La tierra de la Virgen”.
Rumores solamente. Lo cierto es que María vino y se quedó para siempre con nosotros encima de su Pilar. Y los españoles la recibieron como madre y reina de las de verdad, de las que predican con el ejemplo y como regalo le dieron a María un nuevo continente.
Es curioso: Todas las Vírgenes de España son pequeñitas y aparecen en lo alto: La de la Cabeza, Tiscar, Montserrat, Covadonga, el Pilar.
El tamaño es para atraer, para no asustar. Una Virgen pequeñita se ve tan linda como un niño de pocos años.
También es pequeñita para indicar que el grande es quien la sostiene. La montaña y el pilar representan a Jesucristo, auténtica columna de la fe.
Felicidades a todas las Pilar, a España y a toda la hispanidad.
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