domingo, 24 de junio de 2012

SOLEMNIDAD DEL NACIMIENTO DE JUAN BAUTISTA, Mons. Francisco González, SF

Isaías 49,1-6
Salmo 138,1-3.13-15
Hechos 13,22-26
Lucas 1,57-66.80

Isaías 49,1-6

¡Escúchenme, costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. El hizo de mi boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré.» Pero yo dije: «En vano me fatigué, para nada, inútilmente, he gastado mi fuerza.» Sin embargo, mi derecho está junto al Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra.»

Salmo 138,1-3.13-15
R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.

Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.

R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.


Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!

R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.


Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,cuando era tejido en lo profundo de la tierra.

R. Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.


Hechos 13,22-26

Pablo decía: «Cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad. De la descendencia de David hizo surgir para Israel un Salvador, qué es Jesús. Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. Y al final de su carrera, Juan decía: "Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias". Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios.»

Lucas 1,57-66.80

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan.» Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.» Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan.» Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

La Iglesia celebraba hoy la fiesta y natividad de San Juan Bautista, que se viene celebrando desde el siglo IV. Juan, hijo de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen, es el precursor de Jesucristo, y a esta misión consagra su vida entera.

Esta fiesta es especial porque la Iglesia tiene como costumbre honrar la memoria de los santos conmemorando el día de la muerte, que podríamos llamar del "verdadero nacimiento". Sin embargo, en el caso de San Juan Bautista, como muy bien señalaba San Agustín hace ya muchos siglos, recordamos su nacimiento (junio 24) y su muerte (20 de agosto). Hoy, siguiendo las lecturas que se nos ofrecen, debemos enfatizar "la vida".

Juan el Bautista es un predicador judío, hijo único nacido de padres ancianos, contemporáneo y pariente de Jesús, que predicó con fuerza y sin ambigüedades, lo cual hizo que muchos se convirtieran, al mismo tiempo que se ganó enemigos, hasta tal punto que murió decapitado.

Aunque Zacarías, su padre, pertenecía a familia sacerdotal, Juan se aparta de la tradición sacerdotal, especialmente en su forma y material que usa para vestirse; no sigue a los fariseos en lo que se refiere a las normas de pureza e impureza de los alimentos; se independiza de los líderes del tempo de Jerusalén pues defiende el acceso gratuito al perdón de Dios, sin necesidad del sacrificio en el Templo.

¡Qué lección y qué ejemplo nos da San Juan! Sus palabras y su vida son un constante reto para todos nosotros. Sería fabuloso si cada uno de nosotros nos convirtiéramos "en voces que claman en el desierto", para despertar a los dormidos ante tanta injusticia; para romper las puertas del almacén del primer mundo en favor de los mundos no tan bendecidos; para hacer brotar la paz ante tanta violencia; para contribuir a señalar el camino a los perdidos y dar esperanza a los que se sienten abandonados; para poder invitar al abrazo universal de todos los seres humanos sin distinción de raza, color, nacionalidad o religión. Sería extraordinario que nos dejáramos usar por Dios para que él "nos pusiera como una luz para el mundo, para que su salvación llegase hasta el último extremo de la tierra". (Primera lectura).

Hoy hemos de pensar y defender la vida. Hoy ha habido y hay muchos bebés, que como Juan, saltaron y saltan de gozo en el seno de sus madres, pero nunca verán sus caras, ni sentirán el calor de sus besos.

Hoy podemos y debemos recordar lo que Isaías dijo de sí mismo: "Dios me llamó desde el vientre de mi madre, desde las entrañas maternas pronunció mi nombre". Dios llama, no impidamos que los llamados respondan.

Zacarías e Isabel recibieron con alegría incalculable el nacimiento del hijo que Dios les había prometido, no podían hacer menos, este hijo era la prueba fehaciente de la misericordia de Dios, la cual exige alegría y gozo: "Sus vecinos y parientes supieron que el Señor había manifestado su compasión por ella y la felicitaban".

Juan fue el precursor de Jesús. Cada uno de nosotros estamos llamados a ser precursores, y como Juan nos toca identificar a Jesús y mostrarlo a la gente, abrir nuevos caminos y allanar los escabrosos y reconocer continuamente que él (Jesús) es siempre más importante que el precursor. (J. Apecechea).

Oremos por todos nosotros, que ya desde el seno materno fuimos objeto del amor de Dios, para que no defraudemos las esperanzas que él, la Iglesia, nuestra comunidad de fe, familia y la sociedad humana puso y siguen teniendo en nosotros.

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