jueves, 7 de junio de 2012

Solemnidad del Corpus Christi (del Cuerpo y de la Sangre de Cristo), B

Éxodo 24,3-8
Salmo 115,12-13.15-18
Hebreos 9,11-15
Marcos 14,12-16.22-26

 
Éxodo 24,3-8

En aquellos días, Moisés bajó del monte Sinaí y refirió al pueblo todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le había dado. Y el pueblo contestó a una voz: "Haremos todo lo que dice el Señor". Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano, construyó un altar al pie del monte y puso al lado del altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce tribus de Israel. Después mandó a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor. Tomó la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramó sobre el altar la otra mitad. Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo, y el pueblo respondió: "Obedeceremos. Haremos todo lo que manda el Señor". Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo: "Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído".

Salmo 115,12-13.15-18: Levantaré el cáliz de la salvación.

¿Cómo le pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de salvación
e invocaré el nombre del Señor.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

A los ojos del Señor es muy penoso
que mueran sus amigos.
De la muerte, Señor, me has librado, a mí,
tu esclavo e hijo de tu esclava.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

Te ofreceré con gratitud un sacrificio
e invocaré tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
ante todo su pueblo.
R. Levantaré el cáliz de la salvación.

Hebreos 9,11-15

Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el "lugar santísimo", a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna. Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo! Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.

Marcos 14,12-16.22-26

El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" El les dijo a dos de ellos: "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’ El les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena". Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen: esto es mi cuerpo". Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

Comentario de Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Celebramos este domingo la solemnidad del "Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo". Esta fiesta me trae muchos recuerdos de aquella procesión que hacíamos en mi pueblo, en la que casi siempre me tocaba hacer de turiferario y que durante todo el trayecto de la misma caminaba, hacia atrás para poder incensar continuamente el Santísimo que el párroco, bajo palio, llevaba en la custodia.

Aquí en Estados Unidos, he tenido el privilegio de llevar el Santísimo, alternando con otros sacerdotes, por algunas calles de Washington y la grata sorpresa de ver que las personas con las que nos cruzamos, algunos, se arrodillaban en la misma acera mientras la procesión y, otros se santiguaban. La fe y el respeto todavía siguen vivos en medio de nuestro pueblo.

En la primera lectura vemos una alianza más de Dios con el pueblo. Las anteriores habían sido con Noé y con Abrahan. Ahora en el Sinaí, Moisés presenta al pueblo la ley que ha recibido de Dios y ellos proclaman su compromiso de "cumplir con todo lo que ha dicho el Señor". Como señal del compromiso, levantan un altar, colocan doce piedras (representan la totalidad del pueblo) y ofrecen sacrificios, cuya sangre derramada sobre los presentes sella la alianza.

Otra sangre (segunda lectura), la del verdadero Sumo Sacerdote, que no sacrifica animales expiatorios, sino a sí mismo, consigue rescatarnos para siempre y establece la nueva alianza y, sobre todo, "nos purifica interiormente de nuestras obras malas para que en adelante sirvamos al Dios que vive".

Jesús derrama toda su sangre por nosotros y, otros muchos, antes y ahora que le han imitado en el sacrificio reclaman el compromiso de todo cristiano a una profunda alianza con el Dios que nos salva y con el hermano que nos necesita. Hoy, al celebrar y honrar el "Cuerpo de Cristo", no podemos olvidar que también podemos extender la expresión "Cuerpo de Cristo" a su Palabra, a su Iglesia, y a todos esos necesitados de ropa, comida, bebida, libertad, patria y salud (Mt. 25, 41-45) y darles, como a "Cuerpo de Cristo" todo ese respeto y ayuda que se merecen.

En el evangelio nos encontramos con el relato que Marcos hace de la preparación y del rito de la cena. En la preparación parece que se nos quiere hacer recordar el Éxodo de Egipto, la Pascua con la que se conmemora aquella salvación de los marcados con la sangre del cordero. Ahora hay un nuevo cordero, hay una nueva sangre, hay una nueva alianza, hay una nueva vida.

El Banquete Eucarístico no se puede tomar impunemente, no se puede celebrar la Eucaristía, la Cena del Señor, sin el darnos a los demás. No se puede separar la Eucaristía y nuestra vivencia de la fe. La celebración de la Eucaristía nunca termina, pues trae consigo la misión, la misión de servir a los demás, de convertirse en alimento para los demás. Las palabras del Señor: "Haced ésto en memoria mía", no se refiere simplemente al rito, sino también comprende la actitud, o sea en hacer lo que Cristo hizo y como él lo hizo.

La celebración del, como decíamos antes, Corpus Christi, es una gran oportunidad para proclamar públicamente nuestra fe, para reconocer nuestros pecados, para reconciliarnos con los hermanos, y convertirnos en pueblo eucarístico, en pueblo agradecido y comprometido con la paz, la justicia, la fraternidad y el respeto.

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