Lucas 8,1-3
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
— Comentario por Reflexiones Católicas
Al final de esta sección de su evangelio (6,20—8,3), Lucas nos informa sobre las personas que acompañaban a Jesús en su ministerio público. Como los otros evangelistas, escribe que con Jesús estaban los Doce, pero, a diferencia de los otros, nos hace saber que había también «algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades» (v. 2). Lucas nos hace saber incluso sus nombres.
No hay motivo para maravillarse por estas noticias lucanas. Sabemos que este evangelista reserva siempre una gran atención a la presencia de las mujeres en la vida de Jesús. Aquí, sin embargo, no las presenta sólo como destinatarias de su Palabra y de sus gestos taumatúrgicos, sino también como ayudantes y asistentes de su ministerio público. Esto nos interesa, muy en particular desde el punto de vista histórico: porque constatamos que Jesús fue capaz de redimir y de liberar a algunas mujeres de alguna situación espiritual negativa, atrayéndolas así al interior del círculo de su persona y de su gracia, y confiándoles tareas de asistencia respecto a él y respecto a los discípulos.
En consecuencia, Jesús supo valorar la presencia y el servicio de algunas mujeres durante su vida pública y eso desencadenó, ciertamente, la crítica y la malevolencia de algunos de sus contemporáneos, que tenían más bien una actitud de instrumentalización y de explotación hacia las mujeres.
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
— Comentario por Reflexiones Católicas
Al final de esta sección de su evangelio (6,20—8,3), Lucas nos informa sobre las personas que acompañaban a Jesús en su ministerio público. Como los otros evangelistas, escribe que con Jesús estaban los Doce, pero, a diferencia de los otros, nos hace saber que había también «algunas mujeres que había liberado de malos espíritus y curado de enfermedades» (v. 2). Lucas nos hace saber incluso sus nombres.
No hay motivo para maravillarse por estas noticias lucanas. Sabemos que este evangelista reserva siempre una gran atención a la presencia de las mujeres en la vida de Jesús. Aquí, sin embargo, no las presenta sólo como destinatarias de su Palabra y de sus gestos taumatúrgicos, sino también como ayudantes y asistentes de su ministerio público. Esto nos interesa, muy en particular desde el punto de vista histórico: porque constatamos que Jesús fue capaz de redimir y de liberar a algunas mujeres de alguna situación espiritual negativa, atrayéndolas así al interior del círculo de su persona y de su gracia, y confiándoles tareas de asistencia respecto a él y respecto a los discípulos.
En consecuencia, Jesús supo valorar la presencia y el servicio de algunas mujeres durante su vida pública y eso desencadenó, ciertamente, la crítica y la malevolencia de algunos de sus contemporáneos, que tenían más bien una actitud de instrumentalización y de explotación hacia las mujeres.
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