lunes, 21 de enero de 2019

22 de enero: San Vicente, diácono y mártir


Vicente nació en Huesca en una fecha que desconocemos y murió martirizado en Valencia en el 304 o 305.

Su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.

Era diácono del obispo de Zaragoza, San Valerio. Como el obispo sufría de algún impedimento del habla, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo, elocuencia y santidad.

Persecución de Diocleciano

El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos y el gobernador Daciano ordenó apresar al obispo Valerio y a su secretario Vicente. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho y fueron llevados a Valencia.

En la cárcel les torturaron para que renegaran de su fe. Cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tanto entusiasmo de Jesucristo que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado con más atroces sufrimientos.

Les ofrecieron la libertad si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces Daciano desterró al obispo y se ensañó con Vicente para hacerlo abandonar su religión.

El primer martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en amarrarle cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Vicente aguantó el suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.

El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor del mártir.

Entonces el gobernador le preguntó por las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.

Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.

San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar".

El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".

Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. El carcelero se convirtió al cristianismo y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.

Desde el lugar de su primera sepultura, el cuerpo de Vicente fue trasladado, en el mismo siglo de su martirio, a una basílica existente fuera de los muros de la ciudad, junto a un arrabal cristiano, conocida como San Vicent de la Roqueta, que mantuvo el culto durante toda la época islámica, estando documentadas distintos propietarios cristianos, como el Monasterio de San Juan de la Peña, reyes o Poblet. Siendo el culto que se realizaba en época de la dominación musulmana una de las pruebas más precisas de la existencia de una abundante población mozárabe cristiana.

— Reliquia del brazo de san Vicente

El llamado “Vicentin” llegó a la Catedral de Valencia regalado por una familia de Padua. Según estudios forenses, pertenece a un hombre joven, presenta quemaduras en la piel y se remonta al siglo IV. Se conserva en una capilla de la Catedral de Valencia; salió en procesión el jueves, 22 de enero de 2004, al igual que cuando se inauguró el año santo. El otro brazo está en la Catedral de Braga.

— Iconografía y culto

San Vicente Mártir suele aparecer en pintura con las vestimentas de diácono, acompañado por un cuervo o sosteniendo una muela de molino. Estos símbolos hacen referencia a su largo y penoso martirio.

Es patrono de Lisboa, de la localidad de Ardanaz de Egüés, Sigüenza, Corbera, Lucena del Puerto, Guadassuar, de Laujar de Andarax, Molina de Segura, San Vicente del Monte, San Vicente de la Barquera, de San Vicente de Alcántara (Badajoz), de Zalamea la Real, de la ciudad italiana de Vicenza, de Los Realejos (Tenerife), donde tienen la única imagen del santo Mártir de todo el archipiélago canario siendo festivo cada 22 de enero desde 1609 por voto del antiguo ayuntamiento del Realejo de Abajo tras finalizar la peste, siendo esta una de las procesiones cívico-religiosas más antiguas de Canarias en agradecimiento al copatrón San Vicente Mártir, de los vinateros y los fabricantes de vinagre.

En la ciudad de Valencia (España), además de ser su patrón, San Vicente Mártir es también patrón del Gremio de Sastres y Modistas.

También es Santo Patrono de San Vicente Tancuayalab, San Luis Potosí, México.

Fuentes: EWTN, Wikipedia

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