miércoles, 21 de septiembre de 2016

Mateo 9,9-13: Relaciones humanas por encima del culto


En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
— Sígueme.
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
— ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?
Jesús lo oyó y dijo:
— No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Comentario por Reflexiones Católicas
"Relaciones humanas por encima del culto"

Este es un "relato de controversia" entre Jesús y los fariseos en el marco de la vocación de Mateo. El relato describe un encuentro casual con un hombre llamado Mateo que tiene como profesión ser recaudador de impuestos o tasas. El hecho de hallarse sentado en el despacho de impuestos, indica que es un empleado subalterno. Los recaudadores subalternos eran frecuentemente judíos y en Galilea estaban al servicio de la administración romana. Su nacionalidad judía los hacía doblemente odiosos a sus compatriotas, quienes los consideraban instrumentos de dominación de los romanos y antipatriota por traicionar a su pueblo colaborando con el poder imperial invasor.

La profesión de recaudador era considerada deshonesta, pues sus agentes aparecían ávidos de dinero, interesados y explotadores, renegados religiosa y políticamente. No se cuidaban ni poco ni mucho de la ley religiosa y, por otra parte, tenían trato frecuente con paganos, considerados pecadores e impuros. Por todo eso, los observantes de la ley los tachaban de pecadores; como a los paganos, los creían rechazados por Dios y los relegaban con sus familias, tratándolos de impuros.

Jesús invita a Mateo a que lo siga y de esta manera abre una nueva brecha en la discriminación religiosa y social, invitando a su grupo a un hombre de pésima reputación, a un indeseable excluido de la sociedad y del amor de Dios. Mateo es el prototipo de los pecadores o impuros que están fuera de Israel, y sin embargo es llamado por Jesús para que haga parte del reino de Dios.

Con su llamado empieza la puesta en marcha del mensaje de la universalidad del Reino. Mateo se levantó y le siguió dejando su profesión, es decir, asumiendo la nueva condición de vida que le propone Jesús. Con su gesto, Mateo cumple la condición para el seguimiento, la ruptura con el pasado, manifiesta en la adhesión a Jesús que lo libera del pecado y le da la posibilidad de comenzar una nueva vida.

En los vv. 10-13 se narra la hospitalidad de Mateo y su invitación a Jesús a una comida de despedida con amigos "publicanos" y "pecadores". Sabemos que el Judaísmo farisaico evitaba el contacto con gentiles y judíos que no observaran la ley; estos eran los rechazados sociales de la comunidad y ningún rabino consentiría en juntarse con ellos.

Los fariseos, al ver como Jesús se sentaba a la mesa con publicanos y pecadores, se sorprendieron de tal manera que no pudieron ocultar su hostilidad, lo cual provoca una respuesta tajante de Jesús. "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal". 

Jesús pone, por encima del culto y de la mera observancia de una forma externa de vida, las relaciones humanas. El texto expresa la compasión de Jesús hacia los pecadores, pero al mismo tiempo se enfrenta y ataca la justicia de los fariseos. Por tanto, los que no se reconocen enfermos no llaman al médico ni lo reciben; no tienen curación posible. Nadie puede acercarse a Jesús, a menos que se confiese pecador. Jesús es el médico; si cura al enfermo, al paralítico, es para simbolizar que también sana la enfermedad del pecado. 

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