Hacia el final de su vida san Policarpo de Esmirna había dio a Roma para apelar al papa Aniceto e intentar calmar la tensión surgida entre la sede romana y las iglesias de Asia Menor con respecto a la fecha de la celebración de la Pascua de Resurrección.
Algunos historiadores creen inverosimil que el Obispo de Esmirna fuera solo y que muy probablemente le acompañó un joven llamado Ireneo. De este manera se entiende mejor el profundo conocimiento y sabiduría que san Ireneo desplegó más tarde con el papa Victor cuando le escribió para tratar la misma cuestión.
Las comunidades de Asia Menor (actual Turquía) celebraban la Pascua de Resurrección cada año en el aniversario del día de la Pascua. En las comunidades fundadas al oeste de Asia Menor, bajo la influencia del calendario y la liturgia romanas, la Pascua de Resurrección se celebra siempre en Domingo. Esta diferencia causó una gran disputa entre la Sede de Roma y las iglesias de Asia Menor.
San Policarpo intentó resolver la disputa durante su visita a la Sede de Roma pero, finalmente, volvió a Esmirna sin haber podido llegar a un acuerdo. Su visita calmó los ánimos por ambas partes. Aniceto y Policarpo celebraron el sacrificio de Misa, mostrando la unidad entre las iglesias aunque no se hubiera podido imponer un fecha de celebración para todos. Policarpo había sido recibido en Roma como una celebridad por haber conocido al apóstol san Juan. Varias fuentes informan de su visita y de que algunos herejes habían retornado a la “catolicidad” después de haber escuchado el testimonio del obispo san Policarpo.
Años después, la Sede de Roma no mostró la tolerancia o flexibilidad con las iglesias de Asia Menor que había mostrado el papa Aniceto en su reunión con el obispo san Policarpo. Elegido Papa, Victor declaró inexistente la comunión con las iglesias de Asia Menor y las excomunicaba por persistir en el error de celebrar la Pascua del Señor en un día que no era el domingo (=día del Señor).
Varios obispos del occidente cristiano exhortaron al papa Victor a no romper la unidad con la iglesias de Asia Menor; entre ellos, el obispo Ireneo de Lyon defendía que la Pascua de Resurrección se tenía que celebrar en Domingo, pero también recordaba al papa Victor su responsabilidad de defender la unidad con las iglesias cristianas que seguían la antigua tradición.
San Ireneo escribió al papa Victor exponiéndole que sus antecesores, Aniceto, Pío, Higinio, Telesforo, Sixto, no enseñaban observancias que nunca se habían llegado a instaurar en las iglesias cristianas de occidente (sobre las celebraciones, el ayuno, etc.), pero habían defendido la unidad católica sin excomunicar a aquellas iglesias que seguían otras observancias enraizadas en su fundación y tradición apostólicas.
La participación activa de Ireneo, obispo de Lyon, en esta controversia es lo último que conocemos con detalle de su vida.
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