Llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» Él les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?» Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.» Marcos 3,31-35
Comentario de D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad Fray Bartolomé de las Casas, Sevilla, España
“La locura de Jesús”
También a esta casa vienen los de “su” casa, la familia, pero no para escucharle. Ellos no quieren escucharlo. Al contrario, su intención es hacerlo callar. Creen que ya lo conocen y lo consideran algo suyo, alguien a quien encajan dentro de sus intereses. Por eso no pueden aceptar la novedad del Reino, un Reino que está por encima de lazos familiares o de tribu y cuyos intereses son los de Dios. Para ellos, todo ya está dicho de Dios. La religión es como una rutina enraizada en sus costumbres, pero no en su vida. Piensan que Jesús no sabe ni lo que hace ni lo que dicen y quieren que vuelva con ellos a la rutina de la religión.
Pero Jesús no se deja encasillar en unos moldes tradicionales ni familiares. Su Palabra es libre y, desde esa libertad, comprometida con Dios y su Reino, anuncia un Reino abierto a todos los hombres, un Reino de esperanza, un Reino de Amor más allá de un concepto exclusivista.
El Evangelio de hoy es una llamada a todos los que, en este mundo teóricamente plural, buscan un sentido nuevo a todo lo que nos pasa. Jesús nos invita a ir a “la” casa del Reino, a hacer vida sus Palabras y seguirle en su bendita “locura”.
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