Sacerdote en Lyon (Galia)
Entre los puertos de Asia Menor (hoy Turquía) y Marsella (hoy Francia) existían importantes relaciones comerciales. De este modo llegaban los sacerdotes y misioneros que transmitieron el evangelio a los galos y fundaron la iglesia local. A esta iglesia llegó Ireneo para servir como sacerdote, y ahí se quedó hasta su muerte.
Ireneo es enviado a la Sede de Roma
para apelar al papa Eleuterio (177)
En el año 177, durante la persecución de Marco Aurelio, el sacerdote Ireneo es enviado a Roma, sede del papa Eleuterio, con una delicada misión: apelar al Papa para que “negociara por la paz de la iglesias” que habían condenado a los montanistas.
Los montanistas creían que el don de la profecía estaba vivo en la Iglesia a través de individuos o profetas que Dios escogía para dar a conocer su revelación. Montano era el más importante. No todos los montanistas terminaban separándose de la Iglesia pero, en todo caso, causaban serios problemas en sus comunidades porque a menudo anteponían las revelaciones personales a las enseñanzas y autoridad de los obispos de su comunidad.
El relato que hace Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica (5.3.4) sobre este conflicto da pie a la ambigüedad. Algunos historiadores entienden el texto de Eusebio como una apelación de la sede gala (Lyon) en favor de la unidad, en la que incluyen también a los montanistas. Otros entienden lo contrario: que Ireneo fue enviado a la sede romana para que Eleuterio los excomulgara debido a la amenazada que los montanistas suponían para la unidad de la Iglesia. De lo que estamos seguros es que Ireneo llevó la carta al papa Eleuterio y, que a su regresó a Lyon, ocupó la sede episcopal que había dejado vacante el obispo mártir san Potino.
La Iglesia no había finalizado todavía su segundo siglo y esta apelación de la Iglesia de Lyon a la Sede Romana nos muestra una realidad que algunos ponen todavía hoy en duda: que lo que decida la Iglesia de Roma es de vital importancia para todos los cristianos. ¿Por qué? San Ireneo lo explica en sus escritos: las enseñanzas de Roma se remontan a las enseñanzas (Tradición) de los apóstoles. Todas las sedes o iglesias, dice san Ireneo, remontan la línea sucesoria de sus obispos a los apóstoles pero hay una sede cuya línea sucesoria es la más importante: Roma. Ireneo ofrece la lista completa de Obispos de Roma, comenzado con san Pedro y finalizando con Eleuterio.
El argumento decisivo de san Ireneo contra los herejes es que éstos rechazan la Tradición de los Apóstoles para imponer la suya propio. Para Ireneo, la sede romana no es un ejemplo más de la tradición de los apóstoles sino la que define, enseña y protege la Tradición Apostólica. Esto no quiere decir que las otras sedes no puedan discutir con la sede romana e, incluso, amonestarla. Ireneo no se callará cuando crea que el Obispo de Roma se equivoca en sus decisiones. Porque si Roma se equivoca, su error no queda reducido a un asunto local sino que afecta a la universalidad de la doctrina cristiana y, por tanto, a toda la Iglesia; de ahí, que todos los obispos son responsables de que la sede romana no se desvíe de la Tradición de los Apóstoles.
Obispo de Lyon
En 190 o 191 intercedió ante el papa Víctor para que levantase la sentencia de excomunión impuesta por ese pontífice a las comunidades cristianas de Asia Menor que perseveraban en la práctica de los cuartodecimanos respecto a la celebración de la Pascua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario