San Jerónimo menciona escritos de Novaciano, de los cuales sólo nos han llegado dos, el De Cibis Judaicis y el De Trinitate. El primero es una carta escrita durante el tiempo de la persecución precedida por dos cartas sobre la circuncisión y el Sabbath, las cuales se perdieron. Interpreta los animales impuros como significando diferentes clases de vicios del hombre; y explica que la gran libertad permitida a los cristianos no es motivo para lujo.
El libro De Trinitate es una fina pieza de escritura. Los primeros ocho capítulos se refieren a la trascendencia y grandeza de Dios, quien está por encima del pensamiento humano y no puede ser descrito por nadie.
Novaciano explica la divinidad del Hijo con argumentos del Antiguo Testamento y del Nuevo, y añade que es un insulto al Padre decir que un Padre que es Dios no puede engendrar a un Hijo que es Dios. Pero Novaciano cae en el error de muchos escritores anteriores de separar al Padre y al Hijo, de modo que el Padre le da al Hijo la orden de crear, y el Hijo obedece.
Novaciano también él identifica al Hijo con los ángeles del Antiguo Testamento que se aparecn Abraham y Agar. “Le corresponde a la persona de Cristo ser Dios porque Él es el Hijo de Dios, y que debe ser un ángel porque Él anuncia la voluntad del Padre”. El Hijo es “la segunda persona después del Padre”, menor que el Padre en que Él fue originado por el Padre, Él es el imitador de todas sus obras, y es siempre obediente al padre, y es uno con Él.
Quienes critican a Novaciano argumentan que parece "hacer dos dioses". Novaciano responde argumentando que hay dos clases de herejes: los que guardan la unidad de Dios identificando al Padre con el Hijo (sabelianos), y los que niegan que el Hijo es Dios (ebionitas).
Novaciano declara que hay un solo Dios, no engendrado, invisible, inmenso, inmortal; el Verbo, su Hijo, es una substancia que procede de Él, cuya generación ningún apóstol ni ángel ni criatura puede declarar. Él no es un segundo Dios, porque está eternamente en el Padre. Procede del Padre, cuando el Padre lo deseó (este propósito de creación lo distingue del engendramiento eterno en el Padre). Si no hubiera sido engendrado, habría dos dioses.
Para Novaciano uno sólo es el origen: el Padre. “Un Dios, el verdadero y eterno Padre, de quien esta energía de la divinidad es enviada, siendo entregada al Hijo, y de nuevo por comunión de substancia regresa al Padre.” Hay mucho de incorrecto en esta doctrina, aunque parece expresar la consubstancialidad del Hijo, o por lo menos su generación de la substancia del padre. San Hipólito tiene la misma dificultad. Parece que Novaciano cogió prestado a él esta doctrina, al igual que Tertuliano y san Justino. Tertuliano e Hipólito parecen entender mejor que Novaciano la doctrina romana tradicional de la consubstancialidad del Hijo, pero los tres estuvieron influidos por la teología griega, la cual interpretaba al Hijo como expresiones bíblicas de Dios (especialmente el Hombre-Dios de san Pablo). Novaciano no identifica al Verbo con el Padre, ni la filiación del Verbo para propósito de la Creación, pues claramente enseña la generación eterna, lo cual es un avance notable sobre Tertuliano.
Respecto a la Encarnación, Novaciano parece haber sido ortodoxo al enseñar correctamente una Persona con dos substancias, la divina y la humana, del modo que hacían la mayoría de los teólogos occidentales. Sin embargo, a menudo habla “del hombre” asumido por la persona divina, de modo que se hizo sospechoso de nestorianismo. El Hijo de Dios, dice, une a sí mismo el Hijo del Hombre, y por esta conexión y mezcla hace al Hijo del Hombre convertirse en el Hijo de Dios, lo cual Él no era por naturaleza. Esta última declaración ha sido descrita como adopcionismo.
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