jueves, 11 de agosto de 2022

Arrianismo y Semiarrianismo



El arrianismo tomó su nombre de Arrio (260-336) sacerdote y después obispo libio, quien propagó la idea de que Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por éste como punto de apoyo para su Plan. Si el Padre ha creado al Hijo, ha habido un tiempo en que él no existía. Al sostener esta teoría negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. 

Jesucristo no es Dios y el Espíritu Santo es una criatura inferior al Verbo

Admitía la existencia de Dios que era único, eterno e incomunicable; el Verbo, Cristo, no es Dios sino creatura aunque más excelsa que todas las otras. Arrio centró toda su enseñanza en despojar de la divinidad a Jesucristo, e incluyó también al Espíritu Santo, que igualmente era una creatura incluso inferior al Verbo.

Después de formarse en Antioquía, Arrio aparece difundiendo sus ideas en Alejandría dónde en el 320, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca un sínodo que reúne más de cien obispos de Egipto y Libia y en él se excomulga a Arrio y a sus partidarios. Pero la herejía continúa expandiéndose produciendo una crisis de tan grandes proporciones que el Emperador Constantino el Grande intervino para encontrar una solución y convocó el Concilio de Nicea el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano liderado por Atanasio, diácono de Alejandría, logró el uso del término homoousios (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo: 

«Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... 
y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, 
nacido unigénito del Padre, 
es decir, de la sustancia del Padre, 
Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, 
engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»

Fueron condenados los escritos de Arrio y tanto él como sus seguidores desterrados, entre ellos Eusebio de Nicomedia.

Aunque no era arriano, Constantino gradualmente relajó su posición anti-arriana bajo la influencia de su hermana, quien tenía simpatías arrianas. A Eusebio y a otros se les permitió regresar y pronto comenzaron a trabajar para destruir lo hecho en el Concilio de Nicea. Influenciado por Eusebio de Nicomedia, Constantino intento traer a Arrio de regreso a Constantinopla (334-335) y rehabilitarlo, pero murió antes de que llegara. Aprovechando la nueva situación, el partido arriano fue ganando terreno y logró el exilio de Atanasio, quien era obispo de Alejandría, y de Eustaquio de Antioquía. Avanzaron aún más durante el reinado del sucesor de Constantino en Oriente, Constancio II (337-361), quien dio un apoyo abierto al arrianismo.

En el año 341 se convocó un Concilio en Antioquía con mayoría de obispos orientales, encabezados por Eusebio de Nicomedia. Este Concilio aceptó varias afirmaciones heréticas sobre la naturaleza de Cristo. La oposición fue tal en Occidente, que Constancio II, emperador de Oriente, y Constante, de Occidente, decidieron convocar un Concilio en Sárdica en el 343, donde se logró el regreso de Atanasio y su restauración como obispo de Alejandría, así como la deposición de sus sedes de muchos obispos arrianos.

Tras la muerte de Constante y el advenimiento de Constancio como único emperador en el año 350, los arrianos recuperaron mucho de su poder, generándose persecuciones anticatólicas en el Imperio. Durante este período se dio el momento de mayor poder y expansión de la herejía arriana con la unificación de los diversos partidos al interior del arrianismo en el año 359 y su máximo triunfo doctrinal en los concilios de Seleucia y Arimino.

Constancio murió en el año 361 dejando al arrianismo sin su gran protector. Más adelante los semiarrianos escandalizados por la doctrina de sus copartidarios más radicales empezaron a considerar la posibilidad de un compromiso. Bajo el gobierno del emperador Valentiniano (364-375), el cristianismo ortodoxo fue restablecido en Oriente y Occidente y la influencia de los Padres Capadocios (san Basilio, san Gregorio de Nisa y san Gregorio Nacianceno) condujo a la derrota final del arrianismo en el Concilio de Constantinopla en el año 381.

La herejía no moriría en siglos y crecería en algunas tribus germánicas que habían sido evangelizadas por predicadores arrianos, las cuales la traerían de nuevo al Imperio en el siglo V con la invasión de Occidente. Aunque todavía se encuentran grupos de cristianos-arrianos en el Oriente Medio y el Norte de África, el arrianismo en sentido práctico desapareció hacia el siglo VI.

Los semiarrianos, también llamados homousianos, ocupan un lugar intermedio entre los arrianos radicales o anomeos que predicaban una clara diferenciación entre el Padre y el Hijo, y la fe ortodoxa del Concilio de Nicea. Asumen el término homoiousios, pero en el sentido de similitud y no de consustancialidad. Resaltan, pues, simultáneamente similitudes y diferencias entre el Padre y el Logos.



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