Aunque en la Didaché no encontramos un testimonio explícito a favor de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, doctrina católica rechazada casi unánimemente por el protestantismo, si encontramos un texto que la insinúa implícitamente al exigir que sólo puedan acceder a ella los bautizados por ser un alimento sagrado.
“Respecto a la acción de gracias, daréis gracias de esta manera: Primeramente, sobre el cáliz: Te damos gracias, Padre nuestro, por la santa viña de David, tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Luego, sobre el fragmento: Te damos gracias, Padre nuestro, por la vida y el conocimiento que nos manifestaste por medio de Jesús, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino. Porque tuya es la gloria y el poder por Jesucristo eternamente. Que nadie, empero, coma ni beba de vuestra acción de gracias, sino los bautizados en el nombre del Señor, pues acerca de ello dijo el Señor: No deis lo santo a los perros” (Didaché 9,1-4)
Muchas denominaciones cristianas no católicas a raíz de la Reforma Protestante han rechazado también el carácter sacrificial de la Eucaristía al leer en Hebreos 9,28 que “Cristo ha sido ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos”, por eso para ellos Misa católica es una abominación[1]. En la Didaché, por el contrario, vemos que los primeros cristianos veían la Eucaristía como el sacrificio puro y perfecto profetizado por el profeta Malaquías:
“Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura.” (Malaquías 1,11).
“Reunidos cada día del Señor, romped el pan y dad gracias, … Porque éste es el sacrificio del que dijo el Señor: En todo lugar y en todo tiempo se me ofrece un sacrificio puro, porque yo soy rey grande, dice el Señor, y mi Nombre es admirable entre las naciones.” (Didaché 14,1-3)
Cabe resaltar que la doctrina católica no enseña que Cristo se “resacrifica” en cada Misa. Lo que enseña es que el único sacrificio de Cristo es presentado a Dios Padre en cada Eucaristía, y por eso en el Catecismo oficial de la Iglesia Católica se ensena que “actualiza el único sacrificio de Cristo Salvador”(CEC 1330) y no que lo “repite”.
Notas:
[7] Por otro lado, si se lee la Epístola a los Hebreos en su contexto (capítulos 9 y 10) se observa que su propósito no era rechazar el carácter sacrificial de la Eucaristía, sino amonestar a aquellos cristianos que extrañaban los sacrificios rituales de la Antigua Alianza y a no caer en ellos y judaizar. El cristiano no tiene necesidad dichos sacrificios que no eran más que una prefiguración del sacrificio Eucarístico.
Fuente: Apologética Católica, José Miguel Arráiz
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