lunes, 15 de agosto de 2022

La secta novacianista

Los seguidores de Novaciano se llamaban a sí mismos katharoi, o puritanos. Se encontraban en cada provincia, y en algunos lugares eran muy numerosos. Nuestra principal información sobre ellos es de la “Historia” de Sócrates, quien fue muy favorable a ellos, y nos dice muchos sobre sus obispos, especialmente de Constantinopla. 

Las principales obras escritas contra ellos son las de san Cipriano, el anónimo Ad Novatianum. Escritos de san Paciano de Barcelona y san Ambrosio (De paenitentia), Contra Novatianum, una obra del siglo IV entre las obras de san Agustín, las Herejías de san Epifanio y Filastrio, y las Quaestines de Ambrosiaster. En Oriente son mencionadas especialmente por san Atanasio, san Basilio, san Gregorio Nacianceno, san Juan Crisóstomo, san Eulogio de Alejandría, no mucho antes de 600, escribió seis libros contra ellos.

Novaciano había negado la absolución a los idólatras y sus seguidores extendieron su doctrina a todos los pecados mortales: idolatría, homicidio y adulterio, o fornicación. Muchos de ellos prohibían un segundo matrimonio, y usaban las obras de Tertuliano; ciertamente, en Frigia se combinaron con los montanistas.

Unos pocos de ellos no rebautizaban a conversos de otras creencias. Teodoreto dice que ellos no usaban la Confirmación (la cual Novaciano nunca había recibido). Eulogio se quejaba de que ellos no veneraban a los mártires, pero probablemente se refería a los mártires católicos. La secta siempre tuvo un sucesor de Novaciano en Roma y dondequiera eran gobernados por obispos. 

Sus obispos en Constantinopla eran personas muy estimadas, según Sócrates, que vierte mucha información sobre ellos. Se ajustaban a la Iglesia en casi todo, incluyendo el monacato en el siglo IV. Constantino invitó a su obispo de Constantinopla al Primer Concilio de Nicea, quien aprobó los decretos aunque sin aceptar la unidad. Constancio persiguió a los novacianos igual que a los católicos debido al homoousion.

En Paflagonia los campesinos novacianistas atacaron y asesinaron a los soldados enviados por el emperador para reforzar la conformidad con el semiarrianismo oficial. Constantino el Grande, que al principio los trató como cismáticos, no herejes, luego ordenó el cierre de sus iglesias y cementerios. Después de la muerte de Constancio fueron protegidos por Juliano el Apóstata, pero el arriano Valente los persiguió de nuevo. 

Flavio Honorio los incluyó en una ley contra los herejes en 412, y el papa san Inocencio I les cerró algunas de sus iglesias en Roma. El papa san Celestino I los expulsó de Roma, como había hecho Cirilo de Alejandría. Antes de eso san Juan Crisóstomo le había cerrado sus iglesias en Éfeso, pero fueron tolerados en Constantinopla, y allí sus obispos fueron respetados, según dice Sócrates. La obra de Eulogio muestra que todavía quedaban novacianistas en Alejandría cerca del año 600. En Frigia (cerca de 374) algunos de ellos se volvieron cuartodecimanos. 

El emperador Teodosio I promulgó una ley contra esta secta, la cual fue importada a Constantinopla alrededor del 391.

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