Tiene razón el filósofo francés Jean Guitton cuando dice que no sabemos de verdad lo que una persona cree hasta que no es perseguida por sus creencias (...) Nadie desea ser humillado, pero la persecución es la prueba definitiva para comprobar la solidez y firmeza de nuestra creencia.
Escribe el pensador francés: "Lo que yo creo es lo que acepto defender incluso sufriendo el menosprecio, la ironía, el silencio de los demás; es aquello por lo que estaría dispuesto a sufrir. Solamente creemos de verdad aquello por lo que aceptariamos sufrir, o llegado el momento, ser tomados por un imbécil".
La fe no consiste en la adhesión a una doctrina ni adoptar una filosofía de vida, sino que se trata de una relación íntima, personal e intransferible con el Misterio profundo que anima y sostiene a todos los seres. La fe, tal como yo la vivo y entiendo, está más emparentada con la duda que me impele a salir de mí mismo y a buscar la verdad, que con las certezas.
"La existencia de los ateos", dice Adolfo Gesché, "pone de manifiesto que hay hombres que pueden vivir sin creer en Dios, lo cual muestra que la afirmación de la existencia de Dios no es una afirmación coaccionadora. Si no es inevitable creer en Dios, entonces, soy libre de creer en Él. Esto me produce una gran satisfacción. Mi creencia en Dios es una elección, un acto de libertad. Viendo a los no creientes, siento que soy libre para creer. Puedo desear que las personas crean en Dios, pero también deseo que ellos sean libres para creer o no. La fe debe continuar siendo el ejercicio más grande de mi libertad".
La fe y la duda son dos dimensiones que se dan en todas las personas. Dios se nos ofrece en la fragilidad y se niega a anular nuestra libertad y a forzarnos a creer en Él. Puedo creer en Dios o no. La grandeza de Dios consiste en haber creado un ser que le puede decir que sí, pero que también le puede decir que no.
Fuente:
JESUCRIST 2.0. El cristianisme ara i aquí.
Francesc Torralba
Barcelona, 2011.
Escribe el pensador francés: "Lo que yo creo es lo que acepto defender incluso sufriendo el menosprecio, la ironía, el silencio de los demás; es aquello por lo que estaría dispuesto a sufrir. Solamente creemos de verdad aquello por lo que aceptariamos sufrir, o llegado el momento, ser tomados por un imbécil".
La fe no consiste en la adhesión a una doctrina ni adoptar una filosofía de vida, sino que se trata de una relación íntima, personal e intransferible con el Misterio profundo que anima y sostiene a todos los seres. La fe, tal como yo la vivo y entiendo, está más emparentada con la duda que me impele a salir de mí mismo y a buscar la verdad, que con las certezas.
"La existencia de los ateos", dice Adolfo Gesché, "pone de manifiesto que hay hombres que pueden vivir sin creer en Dios, lo cual muestra que la afirmación de la existencia de Dios no es una afirmación coaccionadora. Si no es inevitable creer en Dios, entonces, soy libre de creer en Él. Esto me produce una gran satisfacción. Mi creencia en Dios es una elección, un acto de libertad. Viendo a los no creientes, siento que soy libre para creer. Puedo desear que las personas crean en Dios, pero también deseo que ellos sean libres para creer o no. La fe debe continuar siendo el ejercicio más grande de mi libertad".
La fe y la duda son dos dimensiones que se dan en todas las personas. Dios se nos ofrece en la fragilidad y se niega a anular nuestra libertad y a forzarnos a creer en Él. Puedo creer en Dios o no. La grandeza de Dios consiste en haber creado un ser que le puede decir que sí, pero que también le puede decir que no.
Fuente:
JESUCRIST 2.0. El cristianisme ara i aquí.
Francesc Torralba
Barcelona, 2011.
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