sábado, 11 de junio de 2022

La Trinidad, El Greco

 


La Trinidad (1577-1579) 
Óleo sobre lienzo. 300 x 179 cm. 
Autor: El Greco (1541-1614) 
Museo del Prado. Madrid


En 1577 el Greco se trasladó a Toledo para realizar el encargo que le había encomendado don Diego de Castilla, dean del cabildo catedralicio: un cuadro con destino a la sacristía de la catedral, y el diseño y las pinturas del retablo mayor y de dos retablos laterales para la iglesia del convento de Santo Domingo El Antiguo, que se estaba reconstruyendo por entonces. 

El proyecto de la restauración y decoración de esta iglesia se debía doña María de Silva, quien antes de morir en 1575, había dejado dispuesto en su testamento que sus bienes fueran empleados para tal finalidad y había nombrado como albacea al citado don Diego de Castilla. 

Se conserva una memoria del primer acuerdo entre el deán y el pintor, redactada en 1577, en la que se especificaba la configuración de los retablos y el número de las pinturas que deberían adornarlos. 

Culminando el retablo mayor -por encima de La Asunción, hoy en el Art Institute de Chicago-, se hallaba La Trinidad, una de las más soberbias pinturas realizadas por El Greco en su primera etapa en España. Para su composición, se inspiró en una estampa de Alberto Durero, fechada en 1511, que mostraba, sobre nubes, al Padre Eterno sosteniendo en su regazo el cuerpo muerto de Cristo, con la paloma del Espíritu Santo revoloteando sobre sus cabezas y rodeados de ángeles con los instrumentos de la Pasión. 

Pese a las similitudes entre ambas obras, El Greco introdujo algunas novedades que modificaron tanto su aspecto formal como su significado iconográfico. Eliminó los instrumentos de la Pasión, sustituyó la tiara pontificia del Padre por la mitra de los Sumos sacerdotes hebreos y cambió la posición de su cabeza, que aquí mira al Hijo. 

Se percibe también en esta pintura la huella de su educación italiana. Es visible influencia de Miguel Ángel en la figura de Cristo, que recuerda la estatua de la tumba de Lorenzo de Medicis, y La Piedad, hoy en la catedral de Santa María dei Fiori. Aunque El Greco criticó duramente en Roma a Miguel Angel como pintor, le admiró mucho como escultor, viéndose influido por sus estudios anatómicos. Son de origen veneciano los intensos colores entonados en rojos, amarillos, verdes ácidos, azules, malvas y grises que remiten a Tintoretto.

El cuadro fue vendido por las monjas del convento, hacia 1827, al escultor Valeriano Salvatierra y adquirido a éste por Fernando VII en 15.000 reales en 1832. 

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