21,27-40: Arresto de Pablo en el templo
27 Cuando se iban a cumplir los siete días, los judíos de Asia, viéndolo en el templo, alborotaron
a la gente y se apoderaron de él
28 gritando: —¡Auxilio, israelitas! Éste es el hombre que enseña a todo el mundo y en todas partes
28 gritando: —¡Auxilio, israelitas! Éste es el hombre que enseña a todo el mundo y en todas partes
una doctrina contraria al pueblo, a la ley y al lugar sagrado. Ahora acaba de introducir a unos griegos
en el templo profanando este santo lugar.
29 Decían esto porque poco antes lo habían visto con Trófimo el efesio y pensaban que Pablo lo había
introducido en el templo.
30 La ciudad entera se conmovió y todo el pueblo acudió corriendo. Tomaron a Pablo, lo arrastraron
30 La ciudad entera se conmovió y todo el pueblo acudió corriendo. Tomaron a Pablo, lo arrastraron
fuera del templo y cerraron las puertas.
31 Cuando intentaban darle muerte, llegó al comandante de la cohorte la noticia de que toda Jerusalén
31 Cuando intentaban darle muerte, llegó al comandante de la cohorte la noticia de que toda Jerusalén
estaba amotinada.
32 Reunió soldados y centuriones y acudió a toda prisa. Ellos, al ver al comandante con los soldados,
32 Reunió soldados y centuriones y acudió a toda prisa. Ellos, al ver al comandante con los soldados,
dejaron de golpear a Pablo.
33 Entonces el comandante detuvo a Pablo, lo mandó atar con dos cadenas y luego preguntó quién era
33 Entonces el comandante detuvo a Pablo, lo mandó atar con dos cadenas y luego preguntó quién era
y qué había hecho.
34 Todos gritaban al mismo tiempo. No pudiendo averiguar la verdad, a causa del tumulto,
34 Todos gritaban al mismo tiempo. No pudiendo averiguar la verdad, a causa del tumulto,
el comandante mandó que lo condujeran a la fortaleza.
35 Cuando llegaron a la escalinata, los soldados tuvieron que alzarlo para evitar la violencia de la
35 Cuando llegaron a la escalinata, los soldados tuvieron que alzarlo para evitar la violencia de la
multitud.
36 Porque el pueblo en masa los seguía gritando: —¡Muera!
37 Cuando lo iban a introducir en la fortaleza, Pablo dice al comandante: —¿Puedo decirte una palabra?
36 Porque el pueblo en masa los seguía gritando: —¡Muera!
37 Cuando lo iban a introducir en la fortaleza, Pablo dice al comandante: —¿Puedo decirte una palabra?
Le contestó: —¿Cómo? ¿sabes hablar griego?
38 ¿No eres tú el egipcio que hace unos días provocó un motín y llevó al desierto a cuatro mil terroristas?
39 Respondió Pablo: —Yo soy judío de Tarso, ciudadano de una ciudad nada despreciable. Te pido
permiso para dirigir la palabra al pueblo.
40 Se lo concedió, y Pablo, de pie sobre la escalinata, hizo un gesto con la mano hacia el pueblo.
40 Se lo concedió, y Pablo, de pie sobre la escalinata, hizo un gesto con la mano hacia el pueblo.
Se hizo un silencio profundo y Pablo les habló en hebreo:
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