jueves, 4 de febrero de 2016

Marcos 6,14-29: La muerte de Juan Bautista, por la Orden Carmelita

Marcos 6,14-29 

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían:
— Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos.
Otros afirmaban:
— Es Elías.
Y otros:
— Es un profeta como los antiguos.
Pero Herodes, al oír todo esto, decía:
— Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes:
— No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven:
— Pídeme lo que quieras y te lo daré.
Y le aseguró bajo juramento:
— Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.
Ella fue a preguntar a su madre:
— ¿Qué debo pedirle?
— La cabeza de Juan el Bautista— respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido:
— Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

— Comentario por la Orden Carmelita

Hoy, el evangelio describe cómo murió Juan Bautista, sin proceso, durante un banquete, víctima de la prepotencia y de la corrupción de Herodes y de su corte.

La escena de Juan, Herodes, Herodías y Salomé, tuvo lugar en la fortaleza de Maqueronte, a 700 metros de altura, cerca del mar Muerto. La decisión de la muerte de Juan fue obra de Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, con la colaboración de dos mujeres. Herodías, nieta de Herodes el Grande, casada con su tío Filipo y separada de él para unirse con otro tío, Herodes Antipas, hermanastro de Filipo. Y Salomé, hija de Herodías y Filipo, que fatalmente se encuentra en Maqueronte.

• Marcos 6,14-20: La causa de la prisión y del asesinato de Juan

Herodes era un empleado del imperio romano. Quien mandaba en Palestina, desde el año 63 antes de Cristo, era César, el emperador de Roma. Herodes, para no ser depuesto, trataba de agradar a Roma en todo. Insistía sobre todo en una administración eficiente que diera lucro al Imperio y a él mismo. La preocupación de Herodes era su propia promoción y seguridad. Por esto, reprimía cualquier tipo de subversión. A él le gustaba ser llamado bienhechor del pueblo, pero en realidad era un tirano (cf. Lc 22,25).

Flavio Josefo, un escritor de la época, informa que el motivo de la prisión de Juan Bautista era el miedo que Herodes tenía a un levantamiento popular. La denuncia de Juan Bautista contra la moral depravada de Herodes (Mc 6,18), fue la gota que hizo desbordar el vaso, y Juan fue llevado a la cárcel.

• Marcos 6,21-29: La trama de la ejecución

Aniversario y banquete de fiesta, con danzas y orgías. Era un ambiente en que los poderosos del reino se reunían y en el cual se hacían las alianzas. La fiesta contaba con una presencia “de los grandes de la corte y de las personas importantes de Galilea”.

En este ambiente se trama el asunto de Juan Bautista. Juan, el profeta, era una denuncia viva de este sistema corrompido. Por eso fue eliminado bajo pretexto de un problema de venganza personal.

Todo esto revela la debilidad moral de Herodes. Tanto poder acumulado en mano de un hombre sin control de sí. En el entusiasmo de la fiesta y del vino, Herodes hizo un juramento liviano a una joven bailarina. Supersticioso como era, pensaba que tenía que mantener el juramento. Para Herodes, la vida de los súbditos no valía nada. Disponía de ellos como de la posición de las sillas en su sala. Marcos cuenta el hecho tal y cual y deja a las comunidades y a nosotros la tarea de sacar conclusiones.

Entre líneas, el evangelio de hoy trae muchas informaciones sobre el tiempo en que Jesús vivió y sobre la manera en que los poderosos ejercían el poder. Galilea era gobernada por Herodes Antipas, hijo del rey Herodes, el Grande, desde el 4 antes de Cristo hasta el 39 después de Cristo. ¡43 años! Durante todo el tiempo en que Jesús vivió no hubo mudanza en el gobierno en Galilea.

Herodes construyó una nueva capital, llamada Tiberíades. Sefforis, la antigua capital, había sido destruida por los romanos en represalia por un levantamiento popular. Esto aconteció cuando Jesús tenía quizás siete años.

Tiberíades, la nueva capital, fue inaugurada trece años más tarde, cuando Jesús tenía 20 años. Era llamada así para agradar a Tiberio, el emperador de Roma. Tiberíades era un lugar extraño en Galilea. Allí vivían el rey, “los grandes, los generales y los magnates de Galilea” (Mc 6,21). Allá moraban los dueños de las tierras, los soldados, los policías, los jueces muchas veces insensibles (Lc 18,1-4). Hacia allí se llevaban los impuestos y el producto de la gente.

A lo largo de aquellos 43 años de gobierno de Herodes se crió toda una clase de funcionarios fieles al proyecto del rey: escribas, comerciantes, dueños de tierras, fiscales del mercado, publicanos y recaudadores de impuestos, promotores, jefes locales. La mayor parte de este personal moraba en la capital, gozando de los privilegios que Herodes ofrecía, por ejemplo, exención de impuestos. La otra parte vivía en las aldeas.

En cada aldea o ciudad había un grupo de personas que apoyaban al gobierno. Varios escribas y fariseos estaban ligados al sistema y a la política del gobierno. En los evangelios, los fariseos aparecen junto con los herodianos (Mc 3,6; 8,15; 12,13), lo cual refleja la alianza que existía entre el poder religioso y el poder civil.

La vida de la gente en las aldeas de Galilea era muy controlada, tanto por el gobierno como por la religión. Era necesario tener mucho valor para comenzar algo nuevo, como hicieron Juan y Jesús. Era lo mismo que atraer sobre sí la rabia de los privilegiados, tanto del poder religioso como del poder civil, tanto a nivel local como estatal.

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