viernes, 29 de enero de 2016

2 Samuel 11,1-4a.5-10a.13-17: Capaces de lo mejor y lo peor, por Fray Manuel Santos Sánchez, O.P.

2 Samuel 11,1-4a.5-10a.13-17

Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá. David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella. David mandó a preguntar por la mujer, y le dijeron: "Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita." David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: "Estoy encinta." Entonces David mandó esta orden a Joab: "Mándame a Urías, el hitita." Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra. Luego le dijo: "Anda a casa a lavarte los pies." Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa. Avisaron a David que Urías no había ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa. A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: "Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera." Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.

— Comentario de Fray Manuel Santos Sánchez, O.P., Real Convento de Predicadores, Valencia, España. 
“Capaces de lo mejor y lo peor”

¡Qué gran verdad la de que no hay más que un solo Dios! Y que todos los demás somos seres humanos, es decir, capaces de lo mejor y de lo peor, a poco que nos descuidemos, con un corazón donde hay sembrado trigo y también cizaña.

La prueba clara de ello la tenemos en el rey David. Como veíamos el viernes pasado, fue capaz de hacer el bien, al no matar a Saúl “el ungido del Señor”, cuando lo tenía a mano. Hoy, por el contrario, vemos que comete una mala acción. Se atreve a matar a Urías, uno de los capitanes de su ejército, por quedarse con su esposa, a la que había dejado embarazada.

No vale solo que nos indignemos con la deplorable e injusta actuación de David. Repasemos nuestra vida. Repasemos nuestras fuerzas. No nos creamos todopoderosos a la hora de hacer el bien y evitar el mal. “El que esté en pie mire no caiga”. Tengamos claro que lo nuestro, lo que nos llena de sentido y de alegría es seguir nuestra conciencia cristiana, es seguir el camino trazado por Jesús de Nazaret.

Recemos con intensidad el padrenuestro, pidiendo a nuestro Padre Dios que “no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal”. Si nuestras fuerzas flaquean y nos dejamos vencer por el mal, imitemos a David después de su pecado, dirijámonos a Dios con el corazón arrepentido, sabiendo bien que siempre nos acogerá y perdonará: “Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado”.

Sabiendo que Dios nos va a escuchar y perdonar porque “un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias”.

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