miércoles, 20 de enero de 2016

Marcos 3,1-6: El amor a la ley y el amor al prójimo, por fr. Gustave Ineza, O.P.

Marcos 3,1-6 

En aquel tiempo entró Jesús otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis:
— Levántate y ponte ahí en medio.
Y a ellos les preguntó:
— ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?
Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre:
— Extiende el brazo. Lo extendió y quedó restablecido.
En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

 — Comentario por fr. Gustave Ineza, O.P.
“El amor a la ley y el amor al prójimo”

Studium

Los evangelios sinópticos ubican este episodio (Mt 12,9-14; Mc 3,1-6 y Lc 6,6-11) justo después de la historia del trigo recogido en sábado (Mt 12,1-8; Mc 2,23-28 y Lc 6,1-5). Es, pues, obvio, que el sábado es central en la enseñanza de Jesús en esa sección. Jesús quería equilibrar la comprensión que la gente tenía del sábado con la ley de la caridad.

En el Éxodo y el Deuteronomio se exponen de manera clara las exigencias del sábado. Muchas actividades estaban prohibidas en el sábado y se establecían diversas sanciones para quienes transgrediesen la ley. Se la tomaba tan en serio que Moisés, en una ocasión, eligió condenar a un hombre a muerte por lapidación porque había sido hallado quebrantando el sábado al ir a buscar leña (Nm 15,32-36). Otro pasaje que retrata bien la seriedad respecto al sábado es Dt 5,14, donde se dice que ni siquiera los esclavos y los animales pueden trabajar.

Una forma de entender el significado del sábado es que es el día en que Dios descansó después de haber creado el mundo. El sábado es un día dedicado a Dios. No descansar significaría no respetar a Dios y pretender que uno puede hacer más que Dios.

Cuando Jesús eligió curar al hombre con la mano seca, estaba desafiando una ley respetada durante siglos. Su nueva ley del amor, que debería haber sido el espíritu de la antigua ley, viene para hacer explícito que ninguna ley está por encima de la ley del amor.

Para los teólogos africanos, uno de los atributos más recalcados de Jesús es el de sanador. Los fariseos, que amaban enfatizar la ley de Moisés e imponerla sobre las personas, sintieron desafiada su estima cuando Jesús curó al hombre en sábado. Era algo tan terrible que eligieron unir sus fuerzas para conspirar contra Jesús con sus adversarios, los herodianos, que apoyaban al rey Herodes.

Meditatio

Hoy, muchos cristianos quieren que se respeten los mandamientos de Dios y de la Iglesia. En sistemas en los que hay tantas leyes, es difícil no ser esclavo de algunas de ellas. Para las personas que viven en un mundo globalizado es incluso más difícil saber a qué principios agarrarse. Algunas personas recurren a leyes intransigentes como ayuda para aquellos que quizá no sean lo suficientemente inteligentes como para captar el espíritu de la ley.

En épocas en que las personas afrontan las consecuencias de vivir en un mundo globalizado y cambiante, es fácil encerrarse en las leyes tradicionales. Muchos dirán: “si estas leyes han sido respetadas durante siglos, es porque proceden de Dios y no deben ser tocadas”. Bueno, quizá estas leyes vienen de Dios. Pero es probablemente más sabio y útil conocer qué clase de leyes da Dios a determinada gente. ¿Nos gustaría tener las mismas normas morales que la gente de la época de Moisés, o incluso de la época de Jesús, gente que aún poseía esclavos y que trataba a las mujeres como propiedades? La fidelidad a los mandamientos de Dios y a las leyes eclesiásticas carece de espíritu cristiano si no coloca por encima de ellos el amor, la compasión y la misericordia.

Oratio

Señor, ayúdanos a comprender que somos llamados a amar y a manifestar tu amor a los demás y no a imponer sobre ellos leyes que puede que ni nosotros mismos entendamos por completo. Haznos saber en nuestros corazones y mentes que quieres misericordia y no sacrificios. Ayúdanos a tener la misma compasión que impulsó a nuestro padre santo Domingo a decir, entre lágrimas: “Oh Dios, ¿qué será de los pobres pecadores?” Haznos compasivos y no jueces de aquellos a quienes llamamos pecadores ni de aquellos que están sufriendo. Amen.

Contemplatio

“Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso.” (Lc 6, 36)

“Porque tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia;
pero la misericordia se siente superior al juicio.” (St 2, 13)

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