sábado, 4 de septiembre de 2010

Domingo 23 del tiempo ordinario, C



















Primera lectura:


“Pues ¿qué hombre conoce los designios de Dios? ¿Quién comprende lo que Dios quiere? Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente pensativa. Apenas adivinamos lo que hay en la tierra y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues ¿quién rastreará las cosas del cielo? ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das la Sabiduría enviando tu santo espíritu desde el cielo? Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y la Sabiduría los salvó”. (Sabiduria 9:13-18)


Segunda lectura:

“Yo, Pablo, ya anciano y ahora, además, prisionero de Cristo Jesús, te suplico por mi hijo Onésimo, quien llegó a ser hijo mío mientras yo estaba preso. Te lo envío de vuelta, y con él va mi propio corazón. Yo hubiera querido retenerlo para que me sirviera en tu lugar mientras estoy preso por causa del evangelio. Sin embargo, no he querido hacer nada sin tu consentimiento, para que tu favor no sea por obligación sino espontáneo. Tal vez por eso Onésimo se alejó de ti por algún tiempo, para que ahora lo recibas para siempre, ya no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido, muy especial para mí, pero mucho más para ti, como persona y como hermano en el Señor. De modo que, si me tienes por compañero, recíbelo como a mí mismo”. (Filemon 1:9-10,12-17)

















Evangelio:


“Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo:
— Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él, y dirán: ‘Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir’. O supongamos que un rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil hombres puede enfrentarse al que viene contra él con veinte mil? Si no puede, enviará una delegación mientras el otro está todavía lejos, para pedir condiciones de paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”. (Lucas 14:25-33)

Con razon dicen los misticos: "Cuanto mas te conozco, Senor, menos se quien eres!".

Hay, al menos, dos maneras de conocer y amar a Dios: con la primera, y con la que nos sentimos mas a gusto, nos atrevemos a decir "mi Dios, mi Padre, mi Creador..., de la misma manera que decimos "mi hijo, mi marido, mi mujer". Aqui el acento recae en "mi", es decir, en que lo hago mio. Entonces, mi familiaridad con Dios es tal que le pido lo que necesito para ser feliz, para mi y para los mios. Y, ademas, les digo a los mios lo que deben creer y hacer para cumplir la voluntad de Dios.

La primera lectura de este domingo nos alerta respecto a esta manera de conocer y amar a Dios: "Que hombre conoce los designios de Dios?"

Pero hay otra manera de conocer y amar a Dios que me sorprende y transforma mis prejuicios, mis ideas, mis deseos, mis expectativas, mis planes. Esta manera de conocer y amar a Dios me saca los colores, me pone en ridiculo, me desafia, y siempre me empuja a mirar mas alla de mi mismo. Entoces, me doy cuenta de que mi conocimiento y amor por Dios ya no son mios, sino que son un don ("Quien conocera tu designio si Tu no le das la Sabiduria enviando tu santo espiritu desde el cielo?"). Porque son un don, debo estar vigilante y alerta ya que Dios nunca deja de sorprenderme en el camino. La segunda y y tercera lecturas de este domingo son una buena prueba de ello.

Pablo le pide a Filemon que perdone y acepte a Onesimo como a su hermano. Filemon no es un don nadie para Pablo, sino el lider de la iglesia cristiana de Colosas. Onesimo, esclavo de Filemon, tambien es cristiano, pero por algun motivo que desconocemos ha huido de su senor Filemon. La carta de Pablo a Filemon es su entrada en escena para reconciliar a ambos.

No nos debe extrenar que la Carta a Filemon entrara en los debates abolicionistas en Gran Bretana y Estados Unidos, siendo utilizada para defender intereses totalmente opuestos: esclavitud y abolicionismo. Este conflicto entre cristianos es un ejemplo de que Dios nos pide (a todos) mirar mas alla de nuestros prejuicios, ideas e intereses, para acoger el don de una Sabiduria que viene del cielo.

El evangelio de este domingo pone las bases para que recibamos el don de la Sabiduria (primera lectura) que Dios nos quiere dar. Todos los jerarcas eclesiasticos reivindican un conocimiento superior de Dios, de su voluntad y de sus leyes, que solo ellos tienen. Sin embargo, el evangelio de hoy pone a prueba la situacion en que algunos se encuentran al recibir esos dones: una situacion de poder, seguridad y privilegio.

El razonamiento de Jesus es una invitacion para que estemos vigilantes y alerta. Para ello apela a los calculos humanos: "Acaso no se sienta primero a calcular el costo...?", "acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil hombres...? Pero la conclusion de Jesus no responde a una logica basada en el poder y la autoridad sino en el "abajamiento", es decir, en el despojamiento de todo poder, seguridad y privilegio: "Cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discipulo".

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