lunes, 20 de enero de 2020

20 de enero: San Sebastián, mártir


Fuentes históricas y popularidad

La información histórica sobre San Sebastián es muy poca, pero la difusión de su culto ha perdurado, y está muy viva: tres municipios en Italia llevan su nombre y muchos otros lo veneran como santo patrón. También lo recuerda la ciudad española de San Sebastián, la isla de Sao Sebastiao en Brasil, frente a Sao Paolo.

La ‘Depositio martyrum’ que data del 354, lo recuerda el 20 de enero y el “Comentario sobre el Salmo 118” de S. Ambrosio (340-397). Las pocas noticias fueron ampliadas y adornadas, más tarde en ‘Passio’, probablemente escrito en el siglo V por el monje Arnobio el Joven.

¿Quién era Sebastián?

Sebastián era hijo de familia militar y noble. Nació en de Narbona (Francia), de donde era su padre, pero se había educado en Milán, de donde era su madre. Fue educado en la fe cristiana y en el 270 se trasladó a Roma donde inició la carrera militar hacia el 283.

Llegó a ser capitán de la primera corte de la guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por los emperadoradores Maximiano y Diocleciano, que desconocían su cualidad de cristiano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo.

Obligado entre ser soldado o seguir a Cristo

Sebastián fue denunciado al emperador Maximiano quien lo obligó a escoger entre ser su soldado o seguir siendo cristiano. Sebastián escogió la milicia de Cristo y el desairado emperador lo amenazó de muerte. Sebastián se mantuvo firme en su fe.

Enfurecido Maximiano, lo condenó a morir asaeteado: los soldados del emperador lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas, dándolo por muerto. Sin embargo, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron, y al verlo todavía con vida, lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.

Sus amigos le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero Sebastián se negó y se presentó públicamente durante la celebración de unos juegos ante el emperador Diocleciano y su asociado Maximiano, a quienes el santo reprochó su conducta por perseguir a los cristianos con acusaciones falsas.

Diocleciano mandó que lo azotaran hasta morir, y los soldados cumplieron esta vez sin errores. La ejecución tuvo lugar en el hipódromo Palatino (año 304) y el cuerpo de Sebastián fue tirada a la cloaca Máxima para que no pudiera ser recuperado.

Enterrado junto a san Pedro y san Pablo

El mártir apareció en sueños a la matrona Lucina, indicando el lugar donde estaba el cadáver, y la comunidad cristiana de Roma lo enterró en el cementerio “ad Catacumbas” en la Via Appia. Hasta finales del siglo VI, los peregrinos iban allí atraídos por la “memoria” de san Pedro y de san Pablo, en la basílica de Constantiniano erigida en memoria de los dos apóstoles justo encima del cementerio, también visitaban la tumba del mártir, cuya figura se había vuelto muy popular y cuando en 680 se atribuyó a su intercesión, el final de una grave plaga en Roma.

El mártir san Sebastián fue elegido intercesor contra las epidemias y la iglesia comenzó a llamarse “Basílica Sancti Sebastiani”. Por su trabajo de asistencia a los cristianos, fue proclamado por el Papa San Cayo “defensor de la Iglesia”. El santo es venerado el 20 de enero y es considerado el tercer patrón de Roma, después de los dos apóstoles Pedro y Pablo.

Fuentes: Aciprensa, Primeros Cristianos

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