jueves, 25 de mayo de 2017

Juan 16,16-20: ¿Hay un tiempo breve y un tiempo largo?

Juan 16,16-20

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver." Comentaron entonces algunos discípulos: "¿Qué significa eso de "dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver", y eso de "me voy con el Padre"?" Y se preguntaban: "¿Qué significa ese "poco"? No entendemos lo que dice." Comprendió Jesús que querían preguntarle y les dijo: "¿Estáis discutiendo de eso que os he dicho: "Dentro de poco ya no me veréis, pero poco más tarde me volveréis a ver"? Pues sí, os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría."

— Comentario por Reflexiones Católicas
“¿Hay un tiempo breve y un tiempo largo?”


Dentro de poco ya no me veréis. ¿Hay un tiempo breve y un tiempo largo? Medimos el tiempo según el reloj, el calendario, pero también según nuestro estado de ánimo. Hay un tiempo cronológico y otro psicológico; y, de hecho, el tiempo pasa rápido cuando nos divertimos y, por el contrario, la noche es larga para un enfermo que sufre.

Desde la Última Cena hasta la primera aparición de Cristo resucitado sólo pasaron tres días. Cronológicamente es un tiempo breve, pero a los entristecidos discípulos probablemente se les hizo muy largo.

En la vida espiritual se habla de desolación. Son períodos o momentos en los que parece que Cristo nos ha abandonado, que nos ha dejado solos. Entonces, la oración nos parece inútil, la lectura espiritual aburrida, la liturgia no nos gusta, toda la vida espiritual parece una ilusión.

¿Cómo comportarse entonces? Hay que animarse y creer firmemente que estas pruebas durarán sólo un breve tiempo. Todos, incluso los grandes santos, han tenido esta experiencia.

Y dentro de otro poco me volveréis a ver. Después de la Cuaresma, los días de la semana pascual son momentos de grandes encuentros gozosos con el Resucitado. También en la vida espiritual hay un ritmo parecido, y después de la desolación viene la consolación. En un determinado momento todo parece fácil, la oración da gusto, el ejercicio de la caridad nos llena de alegría.

¿Podemos fiarnos de estos estados de ánimo? Los autores espirituales aconsejan que no se tomen decisiones importantes en estos momentos, porque se trata de un entusiasmo pasajero. Pero tenemos que dar gracias a Dios por el consuelo que nos da. Es como una parada durante un paseo por la montaña: nos descansa, nos relaja, pero sin hacernos olvidar que el camino todavía es largo, y que la subida será nuevamente fatigosa. Este es el ritmo de la vida, y aceptándolo se puede sentir gozo en la consolación y en la desolación.

Porque voy al Padre. La subida por la montaña es también símbolo de otra experiencia de la vida. Desde el valle hasta el pie de la montaña el camino no suele ser escarpado, pero parece largo. Después se hace más escarpado y fatigoso, y aunque la última etapa sea la más difícil, el escalador acelera el paso y ya no quiere detenerse. La visión de la cima le impulsa a proseguir.

También en la vida terrena, las últimas etapas son las más difíciles. La edad trae enfermedades, el trabajo desilusiones, pero se empieza a vislumbrar la cima: vamos a la casa del Padre. Los rostros avejentados de la gente devota tienen una fascinación especial. Y los pintores los representan de buena gana en sus lienzos. En su expresión hay una mezcla de sufrimiento y de consolación por la cercanía del fin de la vida: el tiempo que queda es corto, pero la eternidad está cerca.

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