miércoles, 7 de agosto de 2013

JUEVES DE LA 18 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año impar (Lecturas)

Números 20,1-13
Salmo 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón
Mateo 16,13-23


Números 20,1-13

En aquellos días, la comunidad entera de los israelitas llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron. Faltó agua al pueblo, y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés, diciendo:
— ¡Ojalá hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas ni granados ni agua para beber?
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la tienda del encuentro, y, delante de ella, se echaron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés:
— Coge el bastón, reúne la asamblea, tú con tu hermano Aarón, y, en presencia de ellos, ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias.
Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo:
— Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca?
Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundantemente que bebió toda la gente y sus bestias. El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
— Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar. (Ésta es fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad.)

Salmo 94: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándoles gracias,
aclamándolo con cantos.
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Ojalá escuchéis hoy su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras."
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: 
No endurezcáis vuestro corazón

Mateo 16,13-23

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
— ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
— Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
— Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús le respondió:
— ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
— ¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.
Jesús se volvió y dijo a Pedro:
— Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios."

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