viernes, 30 de agosto de 2013

DOMINGO DE LA 22 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo C, por Mons. Francisco González, S.F.



Comentario por Mons. Francisco González, S.F.

Estamos en el vigésimo segundo domingo del tiempo ordinario y seguimos acompañando a Jesús en ésta, su segunda etapa del viaje a Jerusalén. El Maestro sigue con sus enseñanzas sobre la salvación cristiana y hoy precisamente nos habla del comportamiento en la mesa, en la “mesa del Reino”. Consejos que encontramos en los dichos del sabio que nos habla a través del Libro del Eclesiástico.

Es interesante ver, especialmente en el evangelio de San Lucas, cómo Jesús imparte muy profundas y prácticas enseñanzas durante las diferentes comidas que él tiene con la gente. En ocasiones él es el invitado, en otras, el anfitrión, pero siempre Él es el maestro, El Maestro.

Hoy, a pesar de todo el progreso que ha conseguido la humanidad, no sabemos comer, perdón, no sabemos o estamos perdiendo el verdadero significado de “sentarse a la mesa”. Con ese invento tan práctico por un lado y tan pernicioso por otro, el “fast-food”, nos olvidamos o no encontramos el tiempo necesario para unas comidas relajadas, donde no solamente alimentamos el cuerpo, pero también el espíritu. El plato fuerte de toda comida, creo debería ser la conversación. La comida, como muy bien se ha dicho, tiene que ver más con los comensales que con el mismo alimento que se ofrece.

Jesús está observando cómo los invitados buscan los primeros puestos en la mesa. Tal vez hubo algún que otro codazo o empujoncito para conseguir el puesto anhelado. El Maestro les aconseja que no lo hagan, pues si el dueño de la casa desea dar dicho puesto a otro, tal vez te haga levantar y tengas que irte al final de la mesa, y vete a saber si hay algún lugar vacío. La vergüenza que vas a pasar va a ser de lo más penoso. El comportamiento contrario por parte del invitado, le puede muy bien traer honor y gloria.

Jesús recuerda también al anfitrión que cuando dé estas fiestas, se acuerde de invitar “a los inválidos, a los cojos, a los ciegos”. Este grupo no podrá pagarle y ahí está el mérito para él, pues compartir con los que ya tienen hay el peligro de hacerlo con segundas intenciones y no por pura generosidad.

Reflexionando sobre esta escena evangélica dá la impresión que las cosas no han cambiado tanto. Esas conversaciones de Jesús se pueden tener y son aplicables hoy día a gran parte de nuestro comportamiento.

La humildad a nivel personal y comunitario, no digo que brille por su ausencia, pero tampoco hay gran abundancia: honores y primeros puestos siguen siendo un menú muy apetecible, deseado y buscado. ?Por qué será? Al fin y al cabo el sabio del Eclesiástico (1º lectura) es bien claro: “Hazte pequeño y alcanzarás el favor de Dios”.

Al hablar de humildad es importante aclarar que no hablamos de mojigatería, sino de esa realidad que es el ejemplo que nos dá el Señor “que siendo Dios se hace uno de nosotros”.

Casiano Floristán, gran teólogo y liturgista, aplicando este pasaje del evangelio a nuestras celebraciones, dice: “La asamblea cristiana está abierta a todos, pero con preferencia por los pobres, lisiados, cojos y ciegos. El último puesto es el mejor, y el peor es el primero. Mejor dicho: sólo se puede presidir desde la humildad y la justicia, desde la igualdad y la caridad”.

Has preparado, Señor, tu casa a los desvalidos. (Salmo 64)

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