miércoles, 21 de noviembre de 2018

Presentación de la Virgen en el templo, por Celestino Hueso, SF

Los primogénitos de los judíos se salvaron de la quema y de la espada del ángel exterminador porque en su lugar se sacrificó el cordero pascual. Pero siguieron perteneciendo a Dios, por eso se les presentaba en el templo para consagrarlos.

Esto solamente se hacía con los varones. Las mujeres en el pueblo judío de la época pintaban menos que un boliche (discoteca) en un cementerio. Pero los padres de la Virgen habían prometido consagrarla al Señor ya desde su niñez.

Dicen que María subía las escaleras del templo a saltitos, toda contenta para esta consagración ¡y eso que tan sólo tenía tres años!

A todos se les caía la baba viendo esa niña tan linda y tan decidida trepar al encuentro con el sacerdote.

Eso lo dicen los Apócrifos. Un apócrifo, más o menos, viene a ser un librito de historietas sobre Jesús y su mensaje.

Seguramente esa escena tan tierna nunca sucedió, lo que está clarísimo es que la Virgen se consagró a Dios desde mucho antes de aquella conversación con el ángel Gabriel en que se ofreció como su sierva. Se consagró tanto a Él que le dio vida, lo educó y lo acompañó hasta la cruz.

Justo eso es lo que celebramos.

También celebramos a San Marino, mártir y San Agapio que fue echado como alimento a un oso y, como al día siguiente era amiguísimo del oso, lo arrojaron al mar con piedras amarradas a los pies, en la persecución de Maximino.

+ SOBRE LA PRESENTACIÓN DE MARÍA

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