Mateo 21,28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: «El primero.» Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Comentario por M. Dolors Gaja, MN.
¡Qué buen conocedor de la psicología humana es Jesús! No es que quiera ponerles la zancadilla, no es que les haga una pregunta trampa. No. Jesús sabe que muchas veces tenemos que distanciarnos de nuestros hechos y actitudes para poder ser buenos jueces. Sabe que, en general, tendemos a tener corazón de juez con los otros y corazón de madre con nosotros mismos.
Por eso, Jesús les pone una situación objetiva: dos hijos ante el mandato de su padre. Pero la aparición de la Viña – símbolo de Israel – ya nos da a entender que estamos ante el Dios de Israel que llama a sus hijos…
El primero, el “rebelde”, parece poseer una cualidad que no tiene el otro: la de reflexionar y, a nivel más profundo, la de arrepentirse cuando no obra bien. Porque cuando hay unas tierras, un negocio familiar, se da por descontado que puede contarse con todos.
El segundo hijo trata al Padre, en el fondo, como si fuera un “jefe” con el cual hay que quedar bien ante todo. Está lejos de la espontaneidad del primero. Pero ni siquiera tiene su capacidad de cambio.
En la segunda parte de la parábola Jesús es contundente. Y lo es a partir de la sentencia de sus oyentes: ha sido el primer hijo, el rebelde, el descarriado o maleducado el que, al fin, ha hecho lo que quería el Padre.
La sentencia de Jesús es dura de oír: esto ha pasado con vosotros, escribas, letrados, sacerdotes…catequistas, cristianos de toda la vida, gente de misa… Porque en el fondo no estamos abiertos a la sorpresa de Dios, mientras otros sí lo están. Quizá no tienen una vida muy moral pero no han encasillado a Dios en sus normas y preceptos y son más capaces de percibirlo en cualquier manifestación suya.
¿Y DÓNDE ESTÁ EL TERCER HIJO?
Si alguna característica común tienen estos hijos es la incoherencia. Uno dice no y luego es sí. Otro dice sí y luego es no. Algo que hacemos todos…
Pero y el hijo que dice sí y luego es sí? Obviamente ese es el Hijo, el que dijo siempre sí a la Voluntad del Padre y, pese al miedo y a la cruz, siguió diciendo sí. Él es el Amén, el Alfa y Omega. Él es el Sí.
Fijemos nuestra mirada en Jesús. Y pidámosle con humildad esa coherencia de vida que tanto nos falta a quienes nos llamamos cristianos.
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