sábado, 21 de noviembre de 2015

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO, B, por Mons. Francisco González, SF.

Daniel 7,13-14
Salmo 92,1-2.5
Apocalipsis 1,5-8
Juan 18,33b-37

Daniel 7,13-14

Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Salmo 92,1-2.5: El Señor reina, vestido de majestad

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
R. El Señor reina, vestido de majestad

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
R. El Señor reina, vestido de majestad

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.
R. El Señor reina, vestido de majestad

Apocalipsis 1,5-8

Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos ama, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: «Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.»

Juan 18,33b-37

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:
— ¿Eres tú el rey de los judíos?
Jesús le contestó:
— ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó:
— ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
Jesús le contestó:
— Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le dijo:
— Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
— Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.

Celebramos este domingo la fiesta de "Jesucristo, Rey del universo". Con esta celebración damos por terminado el año litúrgico. El próximo domingo daremos comienzo al Adviento como preparación para la Fiesta de Navidad.

Jesús, Rey del universo. Si aceptamos que Cristo es Rey, será porque tiene un reino, a no ser, que esté en el exilio y su Reino ya no lo acepta como jefe. Hermano/a creo que debemos hacernos unas preguntas, aunque sólo sea por curiosidad: ¿Es Jesús un Rey en el exilio? y si está exilado, ¿por qué lo echaron?

En la primera lectura leemos sobre la visión que el profeta Daniel ha tenido: "...a éste, como un hijo de hombre, se acerca al anciano, y recibe poder, honor y reino. Su poder nunca pasará y su reino jamás será destruido" (Dn 7,13-14).

Jesús en el evangelio, al final del diálogo que tiene con Pilato dice: "Tú lo has dicho: Yo soy rey", pero Rey muy diferente de lo que Pilato creía. En vista a lo que podemos ofrecer en este corto espacio, me gustaría recordarte hermano/a ese rey, cuyo trono es una cruz, sus púrpuras son la sangre que lo cubre y los morados que tiene en todo su cuerpo. Su diadema real, que como rey tiene derecho a llevar, es en su caso muy distinta de la que otros reyes se colocan.

Verdaderamente ese "reino que jamás será destruido" y "ese poder que nunca pasará" cuando miramos a nuestra sociedad, con una superabundancia de cristianos, da la impresión que el "poder del Rey del Universo no es tan aparente como se pensaba y el reino no está tan fuerte como se decía".

¿Por qué me atrevo a decir semejante cosa? Porque mientras los seguidores de Cristo sigamos oprimiendo a otros, mientras sigamos defendiendo sistemas que no trabajan por la paz y la dignidad del ser humano, mientras los discípulos del Maestro no se comprometan con la fraternidad entre los pueblos, mientras permitamos la existencia de "judas modernos" que siguen vendiendo al hermano, parece como si quisiéramos mantener a nuestro Rey en el exilio.

Sin embargo, no hay por qué tener miedo. El Reino está muy bien asegurado, pero nosotros deberíamos hacerlo más visible aceptando ser verdaderos ciudadanos del mismo, evitando todo lo que sea pecado, para que todo ese torrente de gracia que nos consiguió Jesús en la cruz, haga de nosotros "un Reino y Sacerdotes de Dios, su Padre" y así todos al unísono, proclamemos: "A él la Gloria y el Poder por los siglos de los siglos". (2º lectura).

La Iglesia, nosotros, no puede callar ante la injusticia, ocurra donde ocurra. Alguien tiene que hablar del Reino de Dios, y no debemos tener miedo ante la oposición y la burla. Cristo se enfrentó a Pilato, el hombre del poder. Nuestro miedo y vergüenza será cuando nuestro discurso y nuestra vida no vayan de acuerdo.

El Reino de Dios tiene una ley: la del amor. El Reino de Dios tiene un signo: la Cruz. El Reino de Dios tiene un estilo de vida: servir a los demás. El Reino de Dios tiene un programa: las bienaventuranzas. El Reino de Dios tiene un sistema de trabajo: en comunidad. El Reino de Dios tiene un Rey: Jesús, nuestro hermano y Señor. El Reino de Dios tiene una fiesta: La Eucaristía.

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