viernes, 24 de agosto de 2012

DOMINGO 21 DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B.

Josué 24,1-2a.15-17.18b
Salmo 33: Gustad y ved, que bueno es el Senor
Efesios 5,21-32
Juan 6,60-69


Josué 24,1-2a.15-17.18b

En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

Salmo 33: Gustad y ved, que bueno es el Senor

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
R/. Gustad y ved, que bueno es el Senor

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
R/. Gustad y ved, que bueno es el Senor

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra fe sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
R/. Gustad y ved, que bueno es el Senor

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
R/. Gustad y ved, que bueno es el Senor

La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R/. Gustad y ved, que bueno es el Senor

Efesios 5,21-32

Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres corno Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Juan 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Comentario por Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

La primera lectura señalada para la liturgia de la palabra de este domingo y el evangelio coinciden en el tema: la opción.

Ya sea para bien o para mal, nuestras decisiones tienen consecuencias. Nuestra vida puede ser una gloria o un infierno, un éxito o un fracaso, un valle de lágrimas o un jardín de rosas dependiendo de las opciones que llevamos a cabo. La vida, es verdad, no suele ser tan clara como la diferencia entre el día y la noche y por eso habrá opciones/decisiones de poca importancia que no nos van a afectar de una manera profunda, pero sí que habrá otras que pueden afectarnos en lo más profundo de nuestro ser.

Josué confronta al pueblo con unas opciones de suma importancia, algo de vida o muerte: "Digan ya mismo a quien quieren servir, ¿al Señor o a los otros dioses?" Josué no se anda por las ramas. Exige una decisión: "Digan ya de una vez qué es lo que van a hacer". Ellos respondieron: "El Señor es nuestro Dios; Él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto a nosotros y a nuestros padres… Así que también nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios."

Jesús tiene también una pregunta para sus apóstoles. No me extrañaría que tanto el semblante como la voz de Jesús denotaran en ese momento crucial de su predicación un cierto pesar, tal vez una grave preocupación.

En la segunda lectura, Pablo compara el amor de un esposo por su esposa con el amor que Cristo tiene por su Iglesia, como Cristo ama a su Iglesia, así los esposos deben amarse mutuamente: "El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie odia a su propio cuerpo, antes bien lo alimenta y lo cuida como hace Cristo con su Iglesia, que es su cuerpo, del cual nosotros somos miembros."

Durante cuatro semanas hemos estado leyendo el capítulo 6 de San Juan. En él nos hemos encontrado diferentes clases de gente. Primero fue un gran grupo de gente, que le seguían porque les había proporcionado comida hasta saciarse; otro grupo, éste es más concreto, los judíos, lo encuentran superior a sus fuerzas y por eso discuten y murmuran. Nos encontramos con sus propios discípulos que critican su discurso, se sienten desconcertados y le abandonan. Por último tenemos a los apóstoles, sus íntimos, a quienes confronta, como el patriarca Josué hiciera con el pueblo siglos antes: ¿Qué vais a hacer, seguís conmigo o me abandonáis?

En ese momento se oyeron unas palabras que debieron endulzar los oídos de Jesús y, mucho más, su corazón. Fueron dichas por Pedro: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna". Podían irse, otros lo habían hecho. Podían quedarse lo cual no era fácil. Seguir a Jesús podía acarrearles disgustos, dificultades, incluso la pérdida de ciertos privilegios, además que lo que decía era difícil de comprender y no muy fácil de aceptar.

Sin embargo sus íntimos, sus apóstoles, habían optado por Él con todas las consecuencias, como se vio al final de sus vidas.

Después de la lectura atenta de estos fragmentos de la Sagrada Escritura podemos, debemos tal vez, hacernos algunas preguntas. Ante las múltiples ofertas que recibimos por parte de todo lo que nos rodea y las innumerables opciones con las que nos enfrentamos: ¿Qué hemos decidido? ¿Por qué/ quién nos hemos determinado? Si como Pedro hemos dicho al Señor que Él es el que tiene palabras de vida eterna: ¿Somos fieles a esa decisión por la que nos hemos decantado?

Hoy se habla tanto de los mártires del siglo XX. Tal vez tú has conocido a alguno personalmente. Ha habido mártires de toda clase social y procedentes del mundo entero. Esas mujeres y hombres son personas que dieron un "SÍ" claro y sin restricciones. Hay mucha gente que ha dicho "sí" al Señor. Hemos visto un signo de esperanza en esos millones de jóvenes que se reúnen en las Jornadas Mundiales de la Juventud y tantos otros muchos millones que no pueden asistir, pero que comparten con ellos su fe, su compromiso, su alegría, su juventud, su generosidad. "Bienaventurados aquellos que saben decir SÍ a Jesús, el Señor".

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