sábado, 29 de octubre de 2011

Domingo 31 del Tiempo Ordinario, A: , por Mons. Francisco Gonzalez, S.F.



Estamos en el trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario. La primera lectura (Mal. 1, 14.2, 2.8-10) nos presenta una situación de apatía por parte del pueblo. Ya pasó el exilio, ya han construido el templo, la comunidad ya está organizada y sin embargo Malaquías se queja, mejor dicho, Dios se queja por boca del profeta y se queja, en el comienzo del libro, en contra de los sacerdotes, porque "se han desviado de los caminos del Señor, porque ofrecen un culto que no es para la honra de Dios, porque su enseñanza no es correcta y porque han roto la alianza".

Más adelante hablará de otras situaciones que necesitan corrección, pero de momento, la advertencia es para los sacerdotes por su falta de fidelidad. ¿No tendríamos que extender dicha advertencia hoy en día a todos los involucrados en el apostolado? A veces hay quienes sueñan con "la construcción del templo" y se olvidan de la "construcción de la comunidad" o no le ponen tanto énfasis. Hay que trabajar para que en nuestra Iglesia, siempre y en todo lugar, lo determinante sea lo comunitario y testimonial por encima de lo clerical e institucional, o que por lo menos lo segundo no ahogue lo primero.

Cientos y cientos de años después de lo que nos presentaba la primera lectura, nos encontramos con Jesús (Mt. 23, 1-12) quien tiene palabras muy duras dirigidas a los líderes religiosos y expertos en la ley, a esos "que han ocupado el puesto de Moisés". Jesús describe lo que hacen dichos señores y les critica simple y llanamente, sin escatimar detalles de su ostentación jactanciosa, de su exhibicionismo social, de su legalismo e hipocresía religiosa. Jesús critica y condena la actuación de grupos dirigentes de aquellos días y de hoy que usan su posición y la autoridad de que disfrutan para sus propios intereses. No conviene olvidar, no debemos olvidar lo que nos dice el Señor: todos ustedes son hermanos.

Oí hace unos días una frase que tiene mucho sentido: "Sólo aprendemos cuando miramos a los demás". El que abusa su posición de autoridad, el que piensa solo en sí mismo, no aprende porque no dialoga, no escucha al hermano. ¿Cómo usamos la mucha o poca autoridad que nuestra posición nos depara? ¿Cómo ejercemos la autoridad en la casa, en la calle, en la iglesia, en la escuela, en el trabajo? ¿Imponemos sobre los demás cargas, estilos de vida que nosotros mismos rehusamos llevar? ¿Somos de los que enseñamos y no cumplimos?

El ejemplo de los sacerdotes del tiempo de Malaquías y el de los maestros de la Ley y fariseos del tiempo de Jesús merecen el profundo rechazo de Dios por su falta de fidelidad. En el extremo opuesto nos encontramos a Pablo (2º lectura), un auténtico apóstol. El siente tanta ternura por la comunidad que había establecido, que no solamente les trajo el Evangelio, sino que muy a gusto hubiera dado su vida por ellos, lo mismo que una madre hace por su hijo. No solamente les dió de lo que tenía, su predicación y cariño, sino que no quiso serles carga alguna y "trabajaba noche y día" para ganar su sustento. Eso sí que es ser apóstol.

Jesús que se describe a sí mismo como "manso y humilde de corazón" no tiene miedo en enfrentarse a la justicia y opresión, especialmente a la infidelidad de los que están llamados a ser líderes, algo que todos nosotros podemos aprender.

"Guarda mi alma en la paz, junto a tí, Señor".

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