El cardenal Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, entrega a los jesuitas el Colegio de Brera para que dicten clases de letras, ciencia y teología. Pide al P. Juan Polanco, vicario general después de la muerte de san Francisco de Borja, que el P. Belarmino sea destinado a Milán como profesor de teología y como predicador.
Fueron cuatro años de insistencia desde Milán y otros tantos de resistencia de parte de los superiores jesuitas de Flandes. El cardenal Borromeo es muy claro en sus peticiones al nuevo general P. Everardo Mercuriano: "Suplico de nuevo a Ud. que urja a los de Flandes para acelerar lo más posible la venida del P. Belarmino. Y no suceda ahora que Ud. ponga en duda la venida de dicho Padre y me proponga otros nombres, porque no pienso desistir de la promesa que se me hizo en Roma, la cual es justo que se cumpla".
En otra carta dice: "Creo que molestar a Ud. para que deje en Flandes al P. Roberto Belarmino, pero como hace tiempo me lo han prometido para Milán, quiero rogarle que en manera alguna quiera Ud. volverse atrás de la promesa que se me ha hecho".
Los de Flandes escriben: "El P. Belarmino es de gran importancia en el Colegio de Lovaina. Sacándolo de aquí no hay nadie en la Provincia que pueda suplirlo. Él es quien da fama al Colegio. El P. Belarmino tiene aquí más de 200 alumnos. Respecto a la salud, se encuentra mejor aquí que en Italia. El está contento y nosotros muy satisfechos de él. En Lovaina es más útil. Aquí el fruto es cierto, en Milán incierto y los alumnos pocos".
Belarmino escribe: "Estoy contento de estar aquí, mientras lo disponga la obediencia, pero cuando se disponga otra cosa, a mí no me agradará menos. Por la gracia del Señor, me encuentro en esto del todo indiferente, como deseo estarlo en todas las cosas".
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