domingo, 7 de agosto de 2011

DOMINGO DE LA 19 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo A, por Mons. Francisco González, S.F.

1 Reyes 19,9a.11-13
Salmo 84
Romanos 9,1-5
Mateo 14,22-23

En la primera lectura vemos al Señor dando instrucciones al profeta Elías para que se coloque a la entrada de la cueva, porque él, el Señor iba a pasar por allí. Vino un fuerte e impetuoso viento moviendo montañas; llegó un terremoto y por último fuego... y en ninguno de esos elementos estaba el Señor. Inmediatamente le siguió un susurro de brisa suave. Allí estaba el Señor que le volvió a hablar.

¿Por qué en la suave brisa? Alguno sugiere que Dios tal vez quiso enseñar un nuevo estilo de predicación a Elías. El profeta había hecho degollar a los 450 profetas de Baal. Por otro lado, la reina Jezabel lo quiere matar a él. Violencia y más violencia. Una lección que nos va bien a nosotros, ya que en ocasiones queremos todo por la fuerza, y pedimos excomuniones, castigos, rechazos para aquellos que no siguen la reglas, aunque posiblemente tengamos otras alternativas.

El evangelio de hoy nos presenta una gran oportunidad para la reflexión. Los apóstoles se han subido a una barca por indicación de Jesús, mientras él se queda con la gente con la intención de despedirla. Ya de noche la barca empieza a ser zarandeada por las olas, están lejos de Jesús y llenos de miedo.

Jesús se les acerca caminando sobre el agua y, al miedo de hundirse, se les añade el miedo de ver que se acerca algo como un fantasma, Jesús se apiada de ellos y les tranquiliza: ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!

Pedro quiso también caminar sobre las aguas, y después de unos pasos sintió miedo y gritó pidiendo ayuda a Jesús, quien le agarró y criticó su falta de fe. ¿Quién no ha sentido miedo en la vida?

Un autor moderno escribe: En la Iglesia ha entrado miedo. Desde los primeros tiempos del cristianismo a la Iglesia se le ha comparado como una barca, y en estos momentos que estamos viviendo hay miedo por infinidad de razones, entre otras porque existe la división; porque hay escándalos; porque los medio de comunicación la atacan constantemente o se burlan de ella; porque muchos la abandonan; porque faltan vocaciones; porque se cierran escuelas, incluso iglesias; porque la autoridad eclesiástica ha perdido parte de su autoridad moral, etcétera.

A esos miedos, de grupo o comunitarios, podríamos añadir otra colección de miedos en la vida. El Dr. Vicente Madoz, psiquiatra, habla de 10: la angustia, la locura, la enfermedad, el sufrimiento, la vejez, la muerte, el fracaso, el desamor, la soledad, el silencio.

El cardenal Ferry del Val, secretario de Estado de san Pío X, tiene lo que llaman "la letanía de la humildad" y entre las peticiones pide a Dios que le libre del miedo a ser humillado, despreciado, calumniado, olvidado, ridiculizado e injuriado.

Una directora espiritual hablando de nuestro camino hacia Dios dice que uno de los mayores impedimentos para avanzar en el mismo es "el miedo que tenemos de dar a Dios un sí, sin fisuras, sin condiciones", al estilo de la Virgen María: "Hágase en mí tu voluntad".

¿Qué hacer al encontrarnos con tanto/s miedo/s. En parte imitar a Pedro y gritar pidiendo a Dios que nos ayude. No me extrañaría que Pedro empezó a tener miedo cuando se centró en el poder de las olas, en vez de en el poder de Jesús que calmó la tempestad y la invitó a caminar hacia él. Cuando tenemos dudas de fe, tampoco hay que desesperarse. Es parte de la condición humana: Jesús tuvo dudas, Pedro tuvo dudas, Tomás tuvo dudas, pero es importantísimo escuchar a Jesús que nos dice: "No tengáis miedo". Frase que el Beato Juan Pablo II recogió y proclamó al comienzo de su Pontificado, y que después repitió en otras ocasiones, como en la Jornadas Mundiales de la Juventud, y que se van a celebrar de nuevo este mes en Madrid en la presencia del Papa Benedicto XVI.

Dios continúa pasando cerca de nosotros, en medio de tormentas y momentos de brisa suave invitándonos a caminar hacia él, sin miedo alguno.

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