miércoles, 23 de febrero de 2011

LA CUARESMA, REDESCUBRIR NUESTRO BAUTISMO

La Cuaresma es una ocasión para redescubrir el sentido y el valor del Bautismo, recordó el papa Benedicto XVI en su mensaje para la Curesma de 2011.

Con el tema “Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado” (Col 2,12), el Papa nos invita a hacer de la cuaresma un “camino de purificación para vivir mas plenamente la nueva vida que hemos recibido del Señor”.

Benedicto XVI destaca que el hecho de que en la mayoría de los casos este sacramento sea recibido por los niños, “pone de relieve que es un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas”. “Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela de fe y vida cristiana”.

“Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la 'tierra', que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo”.

A través de la práctica del ayuno, de la limosna y de la oración, “expresiones del compromiso de conversión”, la Cuaresma nos enseña “a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo”.

El ayuno

El ayuno tiene para el cristiano “un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro 'yo', para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos”.

“Para el cristiano el ayuno abre a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo”. De este modo, se aprende a resistir “ante la tentación del tener, de la avidez de dinero”.

La limosna

“El afán de poseer provoca violencia y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir”.

“¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro?”.

La práctica de la limosna “nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia”.

La Palabra y la oración

“Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor, ¿qué puede haber más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios?”, dice el Papa en su Mensaje. Por esto, en los evangelios de los domingos de Cuaresma la Iglesia “nos guía a un encuentro con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él”.

Interiorizando la Palabra de Dios para vivirla se aprende “una forma de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo”. La oración permite también adquirir “una nueva concepción del tiempo”.

El tiempo, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia “simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro”, mientras que en la oración se encuentra “tiempo para Dios”, “para entrar en la íntima comunión con El y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna”.

Conclusión

El itinerario cuaresmal consiste en el “hacerme semejante a él en su muerte”, “para llevar a cabo una conversión de nuestra vida”: “dejarnos transformar como Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo”.

“El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo”.

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