jueves, 17 de mayo de 2018

San Pascual Bailón, por Celestino Hueso, SF

No es verdad que le llamaran Bailón porque se pasaba la vida bailando. Bailón es su apellido. También bailaba, pero no tanto. Y siempre lo hacía delante de la imagen de la Virgen, mientras decía “Señora, no puedo ofrecerte grandes cosas porque no las tengo pero te ofrezco mi danza campesina” Y a la Virgen las danzas campesinas le pirran.

Pascual era el segundo de seis hermanos y le pusieron ese nombre porque nació la vigilia de Pentecostés. Fue pastor desde los siete años y un enamorado de Jesús en el Santísimo sacramento del altar. Con frecuencia desde los campos se ponía de rodillas mirando hacia la iglesia para adorar al Santísimo.

A los veinticuatro años entró de hermano lego en los frailes menores franciscanos, pues apenas sabía leer, aunque hacía todos los días el oficio parvo a la Santísima Virgen. En el convento desempeñó siempre trabajos humildes, fue portero, cocinero, barrendero y mandadero.

La humildad y el amor a los pobres y necesitados fueron el sello principal de su vida, unido a la devoción a nuestra madre del cielo y la adoración a la Eucaristía.

Pese a su poca instrucción se expresaba con gran sabiduría, consiguiendo la conversión de muchos “católicos no practicantes” o sea cristianos de boquilla.

El día de Pentecostés de 1592 murió el lego franciscano en su convento de Villarreal, donde se conserva su cuerpo y nació San Pascual Bailón.

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