jueves, 14 de septiembre de 2017

VIVIR SEGÚN LA CRUZ



Todo gesto simbólico, todo signo, pueden ayudarnos a entrar en comunión con lo que simboliza y significa, que es los importante. Pero también puede ser un peligro si nos quedamos en la pura exterioridad. Entonces el signo se convierte en gesto ritual y rutinario, el cual no significa nada ni nos conduce a nada. Por tanto, cuando hacemos la señal de la cruz sobre nosotros mismos, si no lo hacemos con la fe debida, puede convertirse en un gesto mecánico que no nos dice nada y que no parece indicar que comporte una auténtica fe en su significado.

Cuando colocamos una cruz en nuestra casa, o cuando hacemos la señal de la cruz al empezar la Eucaristía o al recibir la bendición final, deberíamos dar a nuestro gesto su auténtico sentido. Debería ser un signo de nuestra alegría por sentirnos salvados por Cristo, dejándonos abarcar, consagrar y bendecir por ella, ‘gloriándonos en la Cruz de Nuestro Señor Jesús’ (Gálatas 6:14).

Más aún, la señal de la cruz debe ser un compromiso porque la Cruz es el mejor símbolo del estilo de vida que Cristo nos enseñó y que nos invita a recorrer: ‘Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue su cruz y sígame’ (Mateo 16:24).

Debemos reconocer a la Cruz todo su contenido para que no sea un símbolo vacío, y entonces sí será un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que Jesús nos enseñó.

Fuente:
Agustín Fabra, Religionenlibertad.com

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