sábado, 9 de abril de 2016

Juan 21,14-19: Jesús rehabilita a Simón Pedro

Juan 21,15-19

Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.
—Apacienta mis corderos —le dijo Jesús.
Y volvió a preguntarle:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
—Cuida de mis ovejas.
Por tercera vez Jesús le preguntó:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo:
—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
—Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—. De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.
Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso añadió:
—¡Sígueme!"

— Comentario por Reflexiones Católicas

En la comunión de esta comida con el Resucitado, éste rehabilita a Simón Pedro al frente de los discípulos: como tres veces renegó de Cristo, tres veces profesa que le ama. Y también por tres veces —de manera solemne, por consiguiente— le confía Jesús el mandato de alimentar y guiar su rebaño con un espíritu de servicio, en representación del buen pastor (vv. 15-17).

Como tal, Pedro deberá ofrecer la vida por las ovejas, glorificando a Dios con el martirio: la invitación al seguimiento tiene ahora para Simón Pedro un sabor muy diferente a la que recibió «cuando era más joven»; tiene el sabor del amor (v. 17), que le llevará tras las huellas de Jesús (1 Pe 2,21), a amar «hasta el final» (Jn 13,1).

— “¿Me amas más que a éstos?”

Pedro había negado a Jesús tres veces; Jesús no habla de esto con él, sino que le hace una pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».

Esta pregunta constituye, en cierto sentido, una prueba para Pedro. Antes de la pasión de Jesús había dicho que amaba al Señor más que los otros; había dicho a Jesús: «Aunque todos fallen esta noche, yo no fallaré» (Mateo 26,33; Marcos 14,29); «Daré mi vida por ti» (Juan 13,37). Pedro estaba repleto de seguridad y de confianza en sí mismo, y esta presunción suya tuvo como resultado su triple negación de Jesús.

Sin embargo, fue transformado por su participación en la pasión de Jesús, por su negación y por su arrepentimiento. Ahora no responde de modo presuntuoso a la pregunta de Jesús, no dice: «Señor, te amo más que éstos». Se ha vuelto más humilde; por eso dice: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». De este modo hace referencia al conocimiento que Jesús tiene de él, no a su propia seguridad; y no se compara con los otros. La respuesta que da a Jesús es una respuesta ejemplar.

Entonces le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Le confía su rebaño. Comprendemos así que la responsabilidad que el Señor confía a Pedro se basa en el amor que le tiene Pedro. No es posible ser pastores en la Iglesia si no existe una vigorosa relación de amor con el Señor.

Jesús le repite la pregunta, esta vez sin insinuar una comparación con los otros: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Y Pedro confirma su respuesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».

A continuación, le pregunta por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez silo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Pedro insiste de nuevo en el conocimiento de Jesús, no en su propia seguridad.

Así, con tres respuestas humildes y, al mismo tiempo, generosas, Pedro repara su triple negación. El Señor le ofreció la gracia de reparar el error que había cometido por su excesiva confianza en sí mismo.

Sin embargo, esta tercera vez le dice Jesús algo más. No se contenta con decirle «Apacienta mis corderos», sino que le revela también la suerte que tiene reservada, el martirio: «Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras». 

Y el evangelista lo explica: «Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios». Se trata de una muerte ciertamente dolorosa, pero que tiene un significado muy positivo: es una muerte que glorifica a Dios, del mismo modo que Jesús, con su muerte, glorificó al Padre y fue glorificado por él.

— “¡Sígueme!”

Jesús añade: «Sígueme». Jesús no había dicho esta palabra a Pedro antes de la pasión. Entonces le dijo: «A donde yo voy no puedes seguirme por ahora, me seguirás más tarde» (Juan 13,36).

En efecto, entonces no le era posible seguirle. Tenía que trazar solo el camino de la salvación, no podía tener colaboradores en ese momento. Pedro debía limitarse únicamente a acoger la gracia; no podía contribuir a la salvación de la humanidad. Pero después de la pasión de Jesús y después de su propia conversión, se abre el camino del seguimiento para Pedro; Jesús le dice: «Sígueme». Pedro tiene el honor de poder seguir a Jesús, de poder manifestar su amor por él con una generosidad basada en la misma gracia del Señor. 

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